Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo

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lunes, 17 de diciembre de 2012

Benedicto XVI en la Santa Misa, que celebró en la parroquia romana de San Patricio,Tercer Domingo de Adviento.16 de noviembre 2012


Cristo: Amor y paz que vence el mal del mundo, recuerda el Papa





















Alegría y conversión, solidaridad y justicia, humildad y gratitud, valentía y fidelidad, ante la manifestación del Salvador, que con su amor, concebido en el vientre de María, se alegra con nosotros. En el III Domingo de Adviento, que nos invita a la alegría, la Iglesia nos hace pregustar precisamente el gozo de la Navidad, ya tan cercana. Lo recordó, esta mañana, Benedicto XVI en la Santa Misa, que celebró en la parroquia romana de San Patricio, que visitó pastoralmente, como Obispo de Roma y donde fue recibido con grandes aplausos y mucho cariño. En su homilía, el Santo Padre hizo hincapié en el Amor de Dios a la humanidad:

«Jesús brinda a los hombres la salvación, una nueva relación con Dios que vence el mal y la muerte y trae la verdadera alegría por esta presencia del Señor que viene a iluminar nuestro camino, que está a menudo oprimido por las tinieblas del egoísmo».


El Papa invitó a percibir la presencia del Señor entre nosotros, no es un Dios lejano, sino un Dios con nosotros, en medio de nosotros, que está en la Santa Eucaristía, con nosotros en la Iglesia viva y nosotros debemos ser portadores de esta presencia de Dios. Dios está con nosotros y es bueno.

¡Alégrate y regocíjate de todo corazón, hija de Jerusalén! Con las palabras del profeta Sofonías y reflexionando sobre las lecturas de este Domingo, el Papa destacó la semejanza con el anuncio del Ángel a María: «¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo».

Así como, también san Pablo invita a los cristianos de Filipos a alegrarse porque el Señor está cerca:
«Dentro de pocos días celebraremos la Navidad, la fiesta de la venida de Dios, que se hizo niño y hermano nuestro para estar con nosotros y compartir nuestra condición humana. Debemos alegrarnos por esta cercanía suya y por su presencia. El Apóstol dice con énfasis en otra Carta que nada puede separarnos del amor de Dios, que se ha manifestado en Cristo. Sólo el pecado nos aleja de Él, pero éste es un factor de separación que nosotros mismos introducimos en nuestra relación con el Señor. E incluso cuando nos apartamos, Él no cesa de amarnos y sigue estando cerca de nosotros con su misericordia, con su disponibilidad al perdón y a volvernos a acoger en su amor».
En este contexto, el Santo Padre se refirió a la exhortación de san Pablo: «No se angustien por nada, y en cualquier circunstancia, recurran a la oración y a la súplica, acompañadas de acción de gracias, para presentar sus peticiones a Dios»:
«La alegría que el Señor nos comunica debe encontrar en nosotros amor agradecido. De hecho, la alegría es completa cuando reconocemos su misericordia y le damos gracias por lo que recibimos de Él cada día. El que recibe los dones de Dios de una manera egoísta, no encuentra la verdadera alegría; mientras que, aquel que en los dones recibidos encuentra la ocasión para amarlo con sincera gratitud y para comunicar a los demás su amor, él tiene un corazón que está realmente lleno de alegría ¡Recordémoslo!».

Con el Evangelio de este Domingo, Benedicto XVI reiteró que para recibir al Señor que viene debemos prepararnos, reflexionando sobre nuestra conducta de vida: «Dios no exige nada extraordinario, sino que cada uno viva según criterios de solidaridad y de justicia», con «fidelidad y valentía» y con «humildad» como señala Juan el Bautista, que invita a la conversión, con imágenes fuertes. No para asustar, sino para impulsar a recibir bien el Amor de Dios:
«Dios se hace hombre como nosotros para donarnos una esperanza que es certeza: si lo seguimos, si vivimos con coherencia nuestra vida cristiana, Él nos atraerá hacia Sí, nos conducirá a la comunión con Él. Y en nuestro corazón vibrará la verdadera alegría y la verdadera paz, aun en las dificultades y en los momentos de debilidad».

El Santo Padre concluyó su homilía alentando y saludando a los miembros de esta parroquia romana, cuya iglesia se inauguró en 2007. Y tras recordar la importancia de la centralidad de la Eucaristía en la vida personal y comunitaria, de la acogida de los más necesitados, de los Sacramentos, en especial el de la Reconciliación, en este tiempo de Adviento, el Papa hizo hincapié en el Año de la Fe, que estamos viviendo y dirigió unas palabras de «especial cariño y amistad» a las familias y a los jóvenes.



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