Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo

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Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo

viernes, 22 de marzo de 2013

DOMINGO DE RAMOS "De la pasión del Señor" DOMINICA IN PALMIS DE PASSIONE DOMINI . BENDICIÓN DE RAMOS - PROCESIÓN







SEMANA SANTA-HEBDOMADAE SANCTAE

DOMINGO DE RAMOS
"De la pasión del Señor"
DOMINICA IN PALMIS DE PASSIONE DOMINI


1. En este día la Iglesia recuerda la entrada de Cristo nuestro Señor en Jerusalén para consumar su misterio pascual. Por lo tanto, en todas las misas se conmemora esta entrada del Señor por medio de una procesión (1) o de una entrada solemne (II), antes de la misa principal, y por medio de una entrada sencilla (III), antes de las demás misas.
Pero puede repetirse la entrada solemne (no la procesión), antes de algunas otras misas que se celebren con gran asistencia del pueblo.

CONMEMORACION DE LA ENTRADA DEL SEÑOR
EN JERUSALEN
Primera forma: Procesión
2. A la hora señalada, los fieles se reúnen en una iglesia menor o en algún otro lugar adecuado, fuera del templo hacia el cual va a dirigirse la procesión. Los fieles llevan ramos en la mano.

3. El sacerdote y los ministros, revestidos con los ornamentos rojos requeridos para la misa, se acercan al lugar donde el pueblo está congregado.
El sacerdote, en lugar de casulla, puede usar la capa pluvial, que dejará después de la procesión.



4. Entretanto se canta la siguiente antífona u otro cántico adecuado:
ANTIFONA Mt 21, 9
Hosanna al Hijo de David.
Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel.
Hosanna en el cielo.


5. Enseguida el sacerdote saluda al pueblo de la manera acostumbrada y hace una breve exhortación para invitar a los fieles a participar activa y conscientemente en la
celebración de este día. Puede hacerlo con éstas o semejantes palabras.


Queridos hermanos:
Después de habernos preparado desde el principio de la Cuaresma con nuestra penitencia y nuestras obras de caridad, hoy nos reunimos para iniciar, unidos con toda la Iglesia, la celebración anual de los misterios de la pasión y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, misterios que empezaron con la entrada de Jesús en Jerusalén. Acompañemos con fe y devoción a nuestro salvador en su entrada triunfal a la ciudad santa, para que, participando ahora de su cruz, podamos participar un día, de su  gloriosa resurrección y de su vida.

6. Después de esta exhortación, el sacerdote, teniendo juntas las manos, dice una de las dos oraciones siguientes:
Oremos:
Dios todopoderoso y eterno, dígnate bendecir + estos ramos y concede a cuantos acompañamos ahora jubilosos a Cristo, nuestro rey y Señor, reunirnos con él  en la Jerusalén del cielo. Por
Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.
O bien:
Oremos:
Aumenta, Señor, la fe de los que tenemos en ti nuestra esperanza y concede a quienes agitamos estas palmas en honor de Cristo victorioso, permanecer unidos a él
para dar frutos de buenas obras. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
Y, en silencio, rocía los ramos con agua bendita.






7. Enseguida se dice el Evangelio de la entrada del Señor en Jerusalén, según alguno de los cuatro evangelistas, como se indica en el Leccionario. Lo lee el diácono o, en su defecto, el sacerdote, de la manera acostumbrada.

Del santo Evangelio según san Lucas: 19, 28-40






En aquel tiempo, Jesús, acompañado de sus discípulos, iba camino de Jerusalén, y al acercarse a Betfagé y a Betania, junto al monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: "Vayan al caserío que está frente a ustedes. Al entrar, encontrarán atado un burrito que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo aquí. Si alguien les pregunta por qué lo desatan, díganle: 'El Señor lo necesita' ".
Fueron y encontraron todo como el Señor les había dicho. Mientras desataban el burro, los dueños les preguntaron: "¿Por qué lo desamarran?". Ellos contestaron: "El Señor lo necesita". Se llevaron, pues, el burro, le echaron encima los mantos e hicieron que Jesús montara en él.
Conforme iba avanzando, la gente tapizaba el cami­no con sus mantos, y cuando ya estaba cerca la bajada del monte de los Olivos, la multitud de discípulos, entu­siasmados, se pusieron a alabar a Dios a gritos por todos los prodigios que habían visto, diciendo: "¡Bendito el rey que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!". Algunos fariseos que iban entre la gente, le dijeron: "Maestro, reprende a tus discípulos". Él les replicó: "Les aseguro que si ellos se callan, gritarán las piedras". 

Palabra del Señor. 
Gloria a ti, Señor Jesús.

8. Después del Evangelio, si se cree oportuno, puede tenerse una breve homilía. Al iniciar la procesión, el celebrante u otro  
con estas palabras u otras parecidas:
Queridos hermanos:
Como la muchedumbre que aclamaba a Jesús, acompañemos
también nosotros, con júbilo, al Señor.

9. Y se inicia la procesión hacia el templo donde va a celebrarse la misa. Si se usa el incienso, el turiferario va adelante con el incensario, en el cual habrá puesto incienso previamente; enseguida, un ministro con la cruz adornada y, a su lado, dos acólitos con velas encendidas. Sigue luego el sacerdote con los ministros y, detrás de ellos, los fieles con ramos en las manos. Al avanzar la procesión, el coro y el pueblo entonan los siguientes cánticos u otros apropiados.





Los Hijos de Israel, llevando ramos de olivo, salieron al encuentro del Señor, clamando:
“Hosanna en el cielo”.
10. Al entrar la procesión en la iglesia, se canta el siguiente responsorio u otro cántico alusivo a la entrada del Señor en Jerusalén:
RESPONSORIO
R.
Al entrar el Señor en la ciudad santa, los hijos de Israel,
anticipándose a la resurrección del Señor de la vida, con palmas en las manos, clamaban:
Hosanna en el cielo.
V. Al enterarse de que Jesús llegaba a Jerusalén, el pueblo salió a su encuentro con palmas en las manos, clamando:
Hosanna en el cielo.

11. El sacerdote, al llegar al altar, hace la debida reverencia y, si lo juzga oportuno,
lo inciensa. Luego se dirige a la sede (se quita la capa pluvial, si la usó, y se pone la casulla) y, omitida toda otra ceremonia, da fin a la procesión diciendo la oración colecta y prosigue la misa de la manera acostumbrada.


Segunda forma: Entrada solemne
12. Donde no se pueda hacer la procesión fuera de la iglesia, la entrada del Señor se celebra dentro del templo por medio de una entrada solemne, antes de la misa principal.
13. Los fieles se reúnen ante la puerta del templo, o bien, dentro del mismo templo, llevando los ramos en la mano. El sacerdote, los ministros y algunos de los fieles, van a algún sitio adecuado del templo, fuera del presbiterio, en donde pueda ser vista fácilmente la ceremonia, al menos por la mayor parte de la asamblea.
14. Mientras el sacerdote se dirige al sitio indicado, se canta la antífona Hosanna al Hijo de David (n. 4), o algún otro cántico adecuado. Después se bendicen los ramos y se lee el Evangelio de la entrada del Señor en Jerusalén, como se indicó en los nn. 5-7.
Después del Evangelio, el sacerdote va solemnemente hacia el presbiterio a través del templo, acompañado por los ministros y por algunos fieles, mientras se canta el
responsorio “Al entrar el Señor” (n. 10), u otro cántico apropiado.
15. Al llegar al altar, el sacerdote hace la debida reverencia. Enseguida va a la sede y, omitida toda otra ceremonia, dice la colecta de la misa, que prosigue luego de la manera acostumbrada.

Tercera forma: Entrada sencilla
16. En todas las demás misas de este domingo, en las que no se hace la entrada solemne, se recuerda la entrada del Señor en Jerusalén por medio de una entrada sencilla.

17. Mientras el sacerdote se dirige al altar, se canta la antífona de entrada con su salmo (n. 18), u otro cántico sobre el mismo tema. El sacerdote, al llegar al altar, hace la debida reverencia, va a la sede y saluda al pueblo. Luego sigue la misa de la manera acostumbrada.
En las misas sin pueblo y en las misas en que no es posible cantar la antífona de entrada, el sacerdote, después de llegar al altar y de haber hecho la debida reverencia, saluda al pueblo, lee la antífona de entrada y prosigue la misa de la manera acostumbrada.

18. ANTIFONA DE ENTRADA
Seis días antes de la Pascua, cuando el Señor entró en Jerusalén, salieron los niños a su encuentro llevando en sus manos hojas de palmera y gritando:
Hosanna en el cielo.
Bendito tú, que vienes lleno de bondad y de misericordia.
Puertas, abríos de par en par; Sal 23, 9-10 agrandaos, portones eternos, porque va a entrar el Rey de la gloria.
Y ¿quién es ese Rey de la gloria?
El Señor de los ejércitoses el Rey de la gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito tú, que vienes lleno de bondad y de misericordia.

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