Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo

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Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo

lunes, 6 de mayo de 2013

Actividades del papa Francisco


EL PAPA EN LA BASÍLICA LIBERIANA: MARIA NOS AYUDA A AFRONTAR LA VIDA



















Ciudad del Vaticano, 4 de mayo 2013 (VIS).-Esta tarde a las 18,00 el Santo Padre ha tomado posesión de la basílica de Santa María Mayor, con el tradicional beso al Crucifijo. Es la segunda vez, desde el inicio de su pontificado que Francisco va a rezar al templo mariano más antiguo de Occidente y que custodia la imagen de María Salus Populi Romani, muy venerada en Roma. El 14 de marzo, el día después de su elección, el pontífice fue a a Santa María Mayor para poner bajo la bendición de María el ministerio recibido. Esta vez, el primer sábado de mayo ha querido rezar allí los misterios gozosos del Rosario.

A su llegada el Papa ha sido recibido por el cardenal Santos Abril y Castelló, arcipreste de la basílica que en su saludo ha dicho:” Queremos acoger cordialmente una petición que es muy frecuente en la boca de nuestro Papa: “rece, rezad por mí”. Lo haremos en futuro porque es una línea pastoral que queremos privilegiar en esta basílica: volver a despertar la fe en el pueblo cristiano con un doble acento: con un toque mariano y unidos al Papa, haciéndonos eco frecuente de las palabras y las enseñanzas del Santo Padre... que nos llevarán a salir hacia las periferias religiosas y humanas, donde hay tantos lugares que llenar y acompañar”.

En su homilía el Papa ha subrayado tres aspectos de la maternidad de María: nos ayuda a crecer, a afrontar la vida y a ser libres.

“Jesucristo, con su Pasión, Muerte y Resurrección -ha dicho el Obispo de Roma-. nos trae la salvación, nos da la gracia y la alegría de ser hijos de Dios, de llamarlo en verdad con el nombre de Padre. María es madre y una madre se preocupa sobre todo por la salud de sus hijos.... La Virgen custodia nuestra salud. ¿Qué quiere decir esto? Pienso sobre todo en tres aspectos: nos ayuda a crecer, a afrontar la vida, a ser libres.

“Una mamá ayuda a los hijos a crecer y quiere que crezcan bien, por ello los educa a no ceder a la pereza - que también se deriva de un cierto bienestar – a no conformarse con una vida cómoda que se contenta sólo con tener algunas cosas. La mamá cuida a los hijos para que... crezcan fuertes, capaces de asumir responsabilidades... de tender hacia grandes ideales..... La Virgen hace precisamente esto en nosotros, nos ayuda a crecer humanamente y en la fe, a ser fuertes y a no ceder a la tentación de ser.. cristianos de una manera superficial, sino a vivir con responsabilidad, a tender cada vez más hacia lo alto”

“Una mamá además piensa en la salud de sus hijos, educándolos también a afrontar las dificultades de la vida. No se educa, no se cuida la salud evitando los problemas, como si la vida fuera una autopista sin obstáculos. La mamá ayuda a los hijos a mirar con realismo los problemas de la vida y a no perderse en ellos, sino a afrontarlos con valentía, a no ser débiles, y saberlos superar, en un sano equilibrio que una madre "siente" entre las áreas de seguridad y las zonas de riesgo.... Una vida sin retos no existe y un chico o una chica que no sepa afrontarlos poniéndose en juego ¡no tienen espina dorsal!... María ha vivido muchos momentos no fáciles en su vida, desde el nacimiento de Jesús...hasta el Calvario Y como una buena madre está cerca de nosotros, para que nunca perdamos el valor ante las adversidades de la vida, ante nuestra debilidad, ante nuestros pecados: nos da fuerza, nos muestra el camino de su Hijo. Jesús en la cruz le dice a María, indicando a Juan: "¡Mujer, aquí tienes a tu hijo!" y a Juan: "Aquí tienes a tu madre". En este discípulo todos estamos representados”.

“Un último aspecto: una buena mamá... ayuda también a tomar las decisiones definitivas con libertad.... Pero, ¿qué significa libertad? Ciertamente no es hacer todo lo que uno quiere... libertad no significa, por así decirlo, tirar por la ventana todo lo que no nos gusta. La libertad se nos da ¡para que sepamos elegir las cosas buenas en la vida! María como buena madre nos educa a ser, como Ella, capaces de tomar decisiones definitivas, en este momento en que impera, por así decir, la filosofía de lo provisional. Esta tan difícil comprometerse definitivamente en la vida. Y ella nos ayuda a tomar decisiones definitivas, con la libertad con la que respondió sí al plan de Dios para su vida”.

“¡Qué difícil es, en nuestro tiempo, tomar decisiones definitivas! Nos seduce lo provisional . Somos víctimas de una tendencia que nos empuja a lo provisional... Es un poco el encanto de ser adolescentes toda la vida ¡No tengamos miedo de los compromisos definitivos, de los compromisos que involucran y abarcan toda la vida! ¡De esta manera, nuestra vida será fecunda! Y ¡esto es libertad! Tener el coraje de tomar estas decisiones con grandeza”.

“Toda la existencia de María es un himno a la vida, un himno de amor a la vida...La Salus Populi Romani es la mamá que nos da la salud en el crecimiento, para afrontar y superar los problemas, en hacernos libres para las opciones definitivas; la mamá que nos enseña a ser fecundos, a estar abiertos a la vida... a no perder nunca la esperanza, a dar a los demás , vida física y espiritual. Es lo que te pedimos esta tarde, Oh María, Salus Populi Romani :danos la salud... para ser siempre signos e instrumentos de vida”.

Después de rezar el Rosario, Francisco salió de la basílica y dirigiéndose a los numerosos fieles que le esperaban en la Plaza ha dicho: “Gracias `por vuestra presencia en la casa de la mamá de Roma. Viva la Virgen. Es nuestra Madre. Confiemos en ella porque nos cuida como una madre buena. Yo rezo por vosotros, pero os pido que recéis por mí porque lo necesito. Tres “Ave Marías” por mí. Os deseo un buen domingo. Hasta pronto. Ahora os bendigo a vosotros y a vuestras familias”


 


Discurso completo


Agradezco a ustedes que hoy han venido a rezar a la Virgen, a la Madre, a la Salus Populi Romani. Esta tarde estamos aquí ante María. Hemos rezado bajo su guía maternal para que nos conduzca a estar cada vez más unidos a su Hijo Jesús, le hemos traído nuestras alegrías y nuestros sufrimientos, nuestras esperanzas y nuestras dificultades, la hemos invocado con la bella advocación de Salus Populi Romani, pidiendo para todos nosotros, para Roma y para el mundo que nos done la salud. Sí, porque María nos da la salud, es nuestra salud.

Jesucristo, con su Pasión, Muerte y Resurrección, nos trae la salvación, nos dona la gracia y la alegría de ser hijos de Dios, de llamarlo en verdad con el nombre de Padre. María es madre y una madre se preocupa sobre todo por la salud de sus hijos, sabe cuidarla siempre con amor grande y tierno. La Virgen custodia nuestra salud. ¿Qué quiere decir esto? Pienso sobre todo en tres aspectos: nos ayuda a crecer, a afrontar la vida, a ser libres.

1. Una mamá ayuda a los hijos a crecer y quiere que crezcan bien, por ello los educa a no ceder a la pereza --que también se deriva de un cierto bienestar– a no conformarse con una vida cómoda que se contenta sólo con tener algunas cosas. La mamá cuida a los hijos para que crezcan más y más, crezcan fuertes, capaces de asumir responsabilidades, de asumir compromisos en la vida, de tender hacia grandes ideales. El Evangelio de san Lucas dice que, en la familia de Nazaret, Jesús "iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él" (Lc 2, 40). La Virgen hace precisamente esto con nosotros, nos ayuda a crecer humanamente y en la fe, a ser fuertes y a no ceder a la tentación de ser hombres y cristianos de una manera superficial, sino a vivir con responsabilidad, a tender cada vez más hacia lo alto.

2. Una mamá además piensa en la salud de sus hijos, educándoles también a afrontar las dificultades de la vida. No se educa, no se cuida la salud evitando los problemas, como si la vida fuera una autopista sin obstáculos. La mamá ayuda a los hijos a mirar con realismo los problemas de la vida y a no perderse en ellos, sino a afrontarlos con valentía, a no ser débiles, y saberlos superar, en un sano equilibrio que una madre "siente" entre las áreas de seguridad y las zonas de riesgo. Y esto una madre sabe hacerlo. Lleva al hijo no siempre sobre el camino seguro, porque de esta manera no puede crecer. Pero tampoco solamente sobre el riesgo, porque es peligroso. Una madre sabe equilibrar estas cosas. Una vida sin retos no existe y un chico o una chica que no sepa afrontarlos poniéndose en juego ¡no tiene columna vertebral! Recordemos la parábola del buen samaritano: Jesús no propone la conducta del sacerdote y del levita, que evitan socorrer al hombre que había caído en manos de ladrones, sino la del samaritano que ve la situación de ese hombre y la afronta de una manera concreta. María ha vivido muchos momentos no fáciles en su vida, desde el nacimiento de Jesús, cuando para ellos "no había lugar para ellos en el albergue" (Lc 2, 7), hasta el Calvario (cfr. Jn 19, 25). Y como una buena madre está cerca de nosotros, para que nunca perdamos el valor ante las adversidades de la vida, ante nuestra debilidad, ante nuestros pecados: nos da fuerza, nos muestra el camino de su Hijo. Jesús en la cruz le dice a María, indicando a Juan: "¡Mujer, aquí tienes a tu hijo!" y a Juan: "Aquí tienes a tu madre"(cfr. Jn 19, 26-27). En este discípulo todos estamos representados: el Señor nos confía en las manos llenas de amor y de ternura de la Madre, para que sintamos que nos sostiene al afrontar y vencer las dificultades de nuestro camino humano y cristiano. No tener miedo de las dificultades. Afrontarlas con la ayuda de la madre.

3. Un último aspecto: una buena mamá no sólo acompaña a los niños en el crecimiento, sin evitar los problemas, los desafíos de la vida, una buena mamá ayuda también a tomar las decisiones definitivas con libertad. Esto no es fácil. Pero una madre sabe hacerlo, en este momento en que reina la filosofía de lo provisional. Pero, ¿qué significa libertad? Por cierto, no es hacer todo lo que uno quiere, dejarse dominar por las pasiones, pasar de una experiencia a otra sin discernimiento, seguir las modas del momento; libertad no significa, por así decirlo, tirar por la ventana todo lo que no nos gusta. La libertad se nos dona ¡para que sepamos optar por las cosas buenas en la vida! María como buena madre nos educa a ser, como Ella, capaces de tomar decisiones definitivas, con aquella libertad plena con la que respondió "sí" al plan de Dios para su vida (cfr. Lc 1, 38).
Queridos hermanos y hermanas, ¡qué difícil es, en nuestro tiempo, tomar decisiones definitivas! Nos seduce lo provisional. Somos víctimas de una tendencia que nos empuja a lo efímero... ¡como si deseáramos permanecer adolescentes para toda la vida! ¡No tengamos miedo de los compromisos definitivos, de los compromisos que involucran y abarcan toda la vida! ¡De esta manera, nuestra vida será fecunda! Y ¡esto es libertad! Tener el coraje de tomar decisiones con grandeza.

Toda la existencia de María es un himno a la vida, un himno de amor a la vida: ha generado a Jesús en la carne y ha acompañado el nacimiento de la Iglesia en el Calvario y en el Cenáculo. La Salus Populi Romani es la mamá que nos dona la salud en el crecimiento, para afrontar y superar los problemas, en hacernos libres para las opciones definitivas; la mamá que nos enseña a ser fecundos, a estar abiertos a la vida y a ser cada vez más fecundos en el bien, en la alegría, en la esperanza, a no perder jamás la esperanza, a donar vida a los demás, vida física y espiritual.

Es lo que te pedimos esta tarde, ¡Oh María, Salus Populi Romani, para el pueblo de Roma, para todos nosotros: dónanos la salud que sólo tú puedes donarnos, para ser siempre signos e instrumentos de vida!.





AUTENCIDAD EVANGÉLICA, ECLESIALIDAD, MISIONARIEDAD: CARACTERISTICAS DE LAS HERMANDADES







Ciudad del Vaticano, 5 de mayo de 2013 (VIS).-Miles de personas, miembros de hermandades procedentes de Italia, Francia, España Irlanda, Malta , Polonia..han desfilado en medio de una lluvia incesante por la Via della Conciliazione, antes de concentrarse en la Plaza de San Pedro para asistir a la Misa presidida por el Santo Padre, con motivo de la peregrinación de las cofradías a Roma en el Año de la Fe.

“Aquí están representados - ha dicho el arzobispo Rino Fisichella, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, durante su saludo al Papa- diez siglos de historia que pocos conocen porqué está hecha de sencillos gestos cotidianos, grabados, sin embargo, en el corazón de las personas. Las Hermandades han sido expresión del fruto más genuino de la fe: la caridad hacia los pobres, los abandonados, los que sufren, los marginados”.

“¡Habéis tenido valor para venir con esta lluvia! - ha respondido el Obispo de Roma- El Señor os lo pague. En el camino del Año de la Fe, me alegra celebrar esta Eucaristía dedicada de manera especial a las Hermandades, una realidad tradicional en la Iglesia que ha vivido en los últimos tiempos una renovación y un redescubrimiento”.

El Papa ha recordado a continuación que “Quien ama al Señor Jesús, acoge en sí a Él y al Padre, y gracias al Espíritu Santo acoge en su corazón y en su propia vida el Evangelio. Aquí se indica el centro del que todo debe iniciar, y al que todo debe conducir: amar a Dios, ser discípulos de Cristo viviendo el Evangelio. Dirigiéndose a vosotros, Benedicto XVI ha usado esta palabra: "evangelicidad". Queridas Hermandades, la piedad popular, de la que sois una manifestación importante, es un tesoro que tiene la Iglesia, y que los obispos latinoamericanos han definido de manera significativa como una espiritualidad, una mística, que es un "espacio de encuentro con Jesucristo"... A lo largo de los siglos, las Hermandades han sido fragua de santidad de muchos que han vivido con sencillez una relación intensa con el Señor. Caminad con decisión hacia la santidad; no os conforméis con una vida cristiana mediocre, sino que vuestra pertenencia sea un estímulo, ante todo para vosotros, para amar más a Jesucristo”.

Después ha comentado el pasaje de la liturgia de hoy de los Hechos de los Apóstoles que “nos habla de lo que es esencial. En la Iglesia naciente fue necesario inmediatamente discernir lo que era esencial para ser cristianos, para seguir a Cristo, y lo que no lo era. ... Pero...las dificultades no se superaron fuera, sino dentro de la Iglesia. Y aquí entra un segundo elemento que quisiera recordaros, como hizo Benedicto XVI: la "eclesialidad". La piedad popular es una senda que lleva a lo esencial si se vive en la Iglesia, en comunión profunda con vuestros Pastores. Queridos hermanos y hermanas, la Iglesia os quiere. Sed una presencia activa en la comunidad, como células vivas, piedras vivas. Los obispos latinoamericanos han dicho que la piedad popular, de la que sois una expresión es "una manera legítima de vivir la fe, un modo de sentirse parte de la Iglesia" ... ¡Esto es hermoso! ... Amad a la Iglesia. Dejaos guiar por ella. En las parroquias, en las diócesis, sed un verdadero pulmón de fe y de vida cristiana, aire fresco. Veo en esta plaza una gran variedad antes de paraguas y ahora de colores y de signos. Así es la Iglesia: una gran riqueza y variedad de expresiones en las que todo se reconduce a la unidad, la variedad reconducida a la unidad y la unidad es encuentro con Cristo.

Por último ha abordado la tercera característica de las hermandades: la misionariedad. “Tenéis - ha explicado- una misión específica e importante, que es mantener viva la relación entre la fe y las culturas de los pueblos a los que pertenecéis, y lo hacéis a través de la piedad popular. Cuando, por ejemplo, lleváis en procesión el crucifijo con tanta veneración y tanto amor al Señor, no hacéis únicamente un gesto externo; indicáis la centralidad del Misterio Pascual del Señor, de su Pasión, Muerte y Resurrección, que nos ha redimido; e indicáis, primero a vosotros mismos y también a la comunidad, que es necesario seguir a Cristo en el camino concreto de la vida para que nos transforme. Del mismo modo, cuando manifestáis la profunda devoción a la Virgen María, señaláis al más alto logro de la existencia cristiana... Esta fe, que nace de la escucha de la Palabra de Dios, vosotros la manifestáis en formas que incluyen los sentidos, los afectos, los símbolos de las diferentes culturas... Y, haciéndolo así, ayudáis a transmitirla a la gente, y especialmente a los sencillos, a los que Jesús llama en el Evangelio "los pequeños". En efecto, "el caminar juntos hacia los santuarios y el participar en otras manifestaciones de la piedad popular, también llevando a los hijos o invitando a otros, es en sí mismo un gesto evangelizador" ...Que vuestras iniciativas sean "puentes", senderos para llevar a Cristo, para caminar con Él. Y, con este espíritu, estad siempre atentos a la caridad. Cada cristiano y cada comunidad es misionera en la medida en que lleva y vive el Evangelio, y da testimonio del amor de Dios por todos, especialmente por quien se encuentra en dificultad. Sed misioneros del amor y de la ternura de Dios. Sed misioneros de la misericordia de Dios, que siempre nos perdona, nos espera siempre y nos ama tanto”

“Autenticidad evangélica, eclesialidad, ardor misionero -ha reiterado el pontífice- Tres palabras, no las olvidéis: Pidamos al Señor que oriente siempre nuestra mente y nuestro corazón hacia Él, como piedras vivas de la Iglesia, para que todas nuestras actividades, toda nuestra vida cristiana, sea un testimonio luminoso de su misericordia y de su amor. Así caminaremos hacia la meta de nuestra peregrinación terrena, hacia ese santuario tan hermoso, hacia la Jerusalén del cielo.”


























HOMILIA
Queridos hermanos y hermanas:
En el camino del Año de la Fe, me alegra celebrar esta Eucaristía dedicada de manera especial a las Hermandades, una realidad tradicional en la Iglesia que ha vivido en los últimos tiempos una renovación y un redescubrimiento. Os saludo a todos con afecto, en especial a las Hermandades que han venido de diversas partes del mundo. Gracias por vuestra presencia y vuestro testimonio.

Hemos escuchado en el Evangelio un pasaje de los sermones de despedida de Jesús, que el evangelista Juan nos ha dejado en el contexto de la Última Cena. Jesús confía a los Apóstoles sus últimas recomendaciones antes de dejarles, como un testamento espiritual. El texto de hoy insiste en que la fe cristiana está toda ella centrada en la relación con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Quien ama al Señor Jesús, acoge en sí a Él y al Padre, y gracias al Espíritu Santo acoge en su corazón y en su propia vida el Evangelio. Aquí se indica el centro del que todo debe iniciar, y al que todo debe conducir: amar a Dios, ser discípulos de Cristo viviendo el Evangelio. Dirigiéndose a vosotros, Benedicto XVI ha usado esta palabra: «evangelicidad». Queridas Hermandades, la piedad popular, de la que sois una manifestación importante, es un tesoro que tiene la Iglesia, y que los obispos latinoamericanos han definido de manera significativa como una espiritualidad, una mística, que es un «espacio de encuentro con Jesucristo». Acudid siempre a Cristo, fuente inagotable, reforzad vuestra fe, cuidando la formación espiritual, la oración personal y comunitaria, la liturgia. A lo largo de los siglos, las Hermandades han sido fragua de santidad de muchos que han vivido con sencillez una relación intensa con el Señor. Caminad con decisión hacia la santidad; no os conforméis con una vida cristiana mediocre, sino que vuestra pertenencia sea un estímulo, ante todo para vosotros, para amar más a Jesucristo.

También el pasaje de los Hechos de los Apóstoles que hemos escuchado nos habla de lo que es esencial. En la Iglesia naciente fue necesario inmediatamente discernir lo que es esencial para ser cristianos, para seguir a Cristo, y lo que no lo es. Los Apóstoles y los ancianos tuvieron una reunión importante en Jerusalén, un primer «concilio» sobre este tema, a causa de los problemas que habían surgido después de que el Evangelio hubiera sido predicado a los gentiles, a los no judíos. Fue una ocasión providencial para comprender mejor qué es lo esencial, es decir, creer en Jesucristo, muerto y resucitado por nuestros pecados, y amarse unos a otros como Él nos ha amado. Pero notad cómo las dificultades no se superaron fuera, sino dentro de la Iglesia. Y aquí entra un segundo elemento que quisiera recordaros, como hizo Benedicto XVI: la «eclesialidad». La piedad popular es una senda que lleva a lo esencial si se vive en la Iglesia, en comunión profunda con vuestros Pastores. Queridos hermanos y hermanas, la Iglesia os quiere. Sed una presencia activa en la comunidad, como células vivas, piedras vivas. Los obispos latinoamericanos han dicho que la piedad popular, de la que sois una expresión es « una manera legítima de vivir la fe, un modo de sentirse parte de la Iglesia» (Documento de Aparecida, 264). Amad a la Iglesia. Dejaos guiar por ella. En las parroquias, en las diócesis, sed un verdadero pulmón de fe y de vida cristiana. Veo en esta plaza una gran variedad de colores y de signos. Así es la Iglesia: una gran riqueza y variedad de expresiones en las que todo se reconduce a la unidad, al encuentro con Cristo.

Quisiera añadir una tercera palabra que os debe caracterizar: «misionariedad». Tenéis una misión específica e importante, que es mantener viva la relación entre la fe y las culturas de los pueblos a los que pertenecéis, y lo hacéis a través de la piedad popular. Cuando, por ejemplo, lleváis en procesión el crucifijo con tanta veneración y tanto amor al Señor, no hacéis únicamente un gesto externo; indicáis la centralidad del Misterio Pascual del Señor, de su Pasión, Muerte y Resurrección, que nos ha redimido; e indicáis, primero a vosotros mismos y también a la comunidad, que es necesario seguir a Cristo en el camino concreto de la vida para que nos transforme. Del mismo modo, cuando manifestáis la profunda devoción a la Virgen María, señaláis al más alto logro de la existencia cristiana, a Aquella que por su fe y su obediencia a la voluntad de Dios, así como por la meditación de las palabras y las obras de Jesús, es la perfecta discípula del Señor (cf. Lumen gentium, 53). Esta fe, que nace de la escucha de la Palabra de Dios, vosotros la manifestáis en formas que incluyen los sentidos, los afectos, los símbolos de las diferentes culturas... Y, haciéndolo así, ayudáis a transmitirla a la gente, especialmente a los sencillos, a los que Jesús llama en el Evangelio «los pequeños». En efecto, «el caminar juntos hacia los santuarios y el participar en otras manifestaciones de la piedad popular, también llevando a los hijos o invitando a otros, es en sí mismo un gesto evangelizador» (Documento de Aparecida, 264). Sed también vosotros auténticos evangelizadores. Que vuestras iniciativas sean «puentes», senderos para llevar a Cristo, para caminar con Él. Y, con este espíritu, estad siempre atentos a la caridad. Cada cristiano y cada comunidad es misionera en la medida en que lleva y vive el Evangelio, y da testimonio del amor de Dios por todos, especialmente por quien se encuentra en dificultad. Sed misioneros del amor y de la ternura de Dios.

Autenticidad evangélica, eclesialidad, ardor misionero. Pidamos al Señor que oriente siempre nuestra mente y nuestro corazón hacia Él, como piedras vivas de la Iglesia, para que todas nuestras actividades, toda nuestra vida cristiana, sea un testimonio luminoso de su misericordia y de su amor. Así caminaremos hacia la meta de nuestra peregrinación terrena, hacia la Jerusalén del cielo. Allí ya no hay ningún templo: Dios mismo y el Cordero son su templo; y la luz del sol y la luna ceden su puesto a la gloria del Altísimo. Que así sea.

REGINA COELI
En este momento de profunda comunión en Cristo, sentimos viva en medio de nosotros también la presencia espiritual de la Virgen María. Una presencia materna, familiar especialmente para ustedes que integran las cofradías. El amor por la Virgen es una de las características de la piedad popular, que necesita ser valorizada y bien orientada. Por ello les invito a meditar sobre el último capítulo de la Constitución del Concilio Vaticano II sobre la Iglesia, la Lumen Gentium, que habla justamente de María en el misterio de Cristo y de la Iglesia. Allí dice que María “avanzó en la peregrinación de la fe” (n.58). Queridos amigos, en el Año de la Fe, les dejo este icono de María peregrina, que sigue al Hijo de Jesús y nos precede en el camino de la fe.
Hoy las Iglesias de Oriente --que siguen el calendario Juliano-- celebran la fiesta de la Pascua. Deseo enviar a estos hermanos y hermanas un saludo especial, uniéndome de todo corazón a ellos en la proclamación del hermoso anuncio: ¡Cristo ha resucitado! Recogidos en oración en torno a María, a Dios le solicitamos el don del Espíritu Santo, el Paráclito, para que consolide y conforte a todos los cristianos, especialmente los que celebran la Pascua entre pruebas y sufrimientos, y los guíe en la vía de la reconciliación y de la paz.
Ayer en Brasil fue proclamada la beata Francisca de Paula de Jesús, llamada Nhá Chica. Su vida sencilla fue dedicada toda a Dios y a la caridad, a tal punto que la llamaban “madre de los pobres”. Me uno a la alegría de la Iglesia en Brasil para esta luminosa discípula del Señor.
Saludo con afecto a todas las cofradías presentes que han venido de tantos países. ¡Gracias por vuestro testimonio de fe! Saludo también a los grupos parroquiales y a las familias, como a la gran parada de varias bandas musicales y asociaciones de los Schützen provenientes de Alemania.
Un saludo especial dirijo hoy a la Asociación Meter, en el Día de los niños víctimas de la violencia. Y esto me da la ocasión para dirigir mi pensamiento a cuantos sufrieron y sufren debido a abusos. Querría asegurarles que les tengo presentes en mis oraciones, si bien querría decir que todos debemos empeñarnos con claridad y coraje para que toda persona humana, especialmente los niños, que están entre las categorías más vulnerables, sea siempre defendida y protegida.
También animo a los enfermos de hipertensión pulmonar y a sus familiares.

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