Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo

Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo
Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo

jueves, 17 de marzo de 2016

¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!



SEMANA SANTA

DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR
COLOR LITÚRGICO: ROJO
20 DE MARZO 2016





1. En este día la Iglesia conmemora la entrada de Cristo, el Señor, en Jerusalén para consumar el misterio pascual. Por esta razón, en todas las Misas se recuerda este ingreso del Señor, por medio de la procesión o la entrada solemne antes de la Misa principal, o por medio de la entrada simple antes de las otras Misas. La entrada solemne, pero no la procesión, puede repetirse antes de aquellas Misas que se celebran con gran asistencia de fieles.
Cuando no se pueda hacer ni la procesión ni la entrada solemne, es conveniente que se haga una celebración de la Palabra con relación a la entrada mesiánica y la
Pasión del Señor, ya sea el sábado por la tarde, ya el domingo en una hora oportuna.

Conmemoración de la entrada del Señor en Jerusalén

Primera forma: Procesión


2. A la hora indicada el pueblo se reúne en una iglesia menor o en otro lugar apto, pero fuera del templo hacia el cual se dirigirá la procesión. Los fieles tienen ramos en sus manos.

3. El sacerdote y los ministros, revestidos con los ornamentos rojos requeridos para la Misa, se dirigen al lugar donde el pueblo se encuentra congregado. El sacerdote, en lugar de la casulla, puede usar la capa pluvial roja, que dejará una vez concluida  la procesión.

4. Mientras tanto se canta la siguiente antífona u otro canto adecuado:
Antífona (Mt 21,9)
¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel! ¡Hosanna en las alturas!

5. El sacerdote saluda al pueblo de la manera acostumbrada:
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
R. Amén.
Queridos hermanos, sean bienvenidos a esta celebración y que Cristo, muerto y resucitado por nuestra salvación y la del mundo entero, permanezca ahora y siempre con todos ustedes.
R. Y con tu espíritu
Seguidamente, el sacerdote hace una breve monición en la que invita a los fieles a participar activa y conscientemente en la celebración de este día. Puede hacerlo con estas palabras u otras semejantes:
Queridos hermanos. Después de haber preparado nuestros corazones desde el comienzo de la Cuaresma por medio de la penitencia, la oración y las obras de caridad, hoy nos congregamos para iniciar con toda la Iglesia la celebración del misterio pascual de nuestro Señor, que fue consumado por su muerte y resurrección, para lo cual debió entrar en la ciudad de Jerusalén.
Por ello, llenos de fe y con gran fervor, recordando esta entrada triunfal, sigamos al Señor, y participando de su cruz, lleguemos a tener parte en su resurrección y su vida.

6. Después de esta monición, el sacerdote, para bendecir los ramos dice una de las siguientes oraciones, teniendo las manos juntas:
Oremos.
Dios todopoderoso y eterno, santifica con tu bendición estos ramos, y haz que siguiendo alegremente a Cristo Rey, podamos llegar con su ayuda a la Jerusalén celestial.
Te lo pedimos por el mismo Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
O bien:
Oremos.
Señor y Dios nuestro, aumenta la fe de cuantos esperamos en ti, y escucha nuestras súplicas, para que quienes hoy llevamos estos ramos en honor de Cristo victorioso, unidos a él, te presentemos el fruto de las buenas obras.
Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
Y, en silencio, rocía los ramos con agua bendita.

7. Luego el diácono, o en su defecto el mismo sacerdote se proclama el Evangelio de la manera acostumbrada. Según el ciclo dominical en curso se toma el texto correspondiente. Según las circunstancias puede usarse el incienso.

AÑO C:
X Lectura del santo Evangelio según san Lucas (19, 28-40)

Jesús, acompañado de sus discípulos, iba camino a Jerusalén.
Cuando se acercó a Betfagé y Betania, al pie del monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciéndoles:
"Vayan al pueblo que está enfrente y, al entrar, encontrarán un asno atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo; y si alguien les pregunta: "¿Por qué lo desatan?", respondan: "El Señor lo necesita".
Los enviados partieron y encontraron todo como él les había dicho. Cuando desataron el asno, sus dueños les dijeron: "¿Por qué lo desatan?". Y ellos respondieron: "El Señor lo necesita". Luego llevaron el asno adonde estaba Jesús y, poniendo sobre él sus mantos, lo hicieron montar.
Mientras él avanzaba, la gente extendía sus mantos sobre el camino. Cuando Jesús se acercaba a la pendiente del monte de los Olivos, todos los discípulos, llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios en alta voz, por todos los milagros que habían visto. Y decían: "¡Bendito sea el Rey que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!".
Algunos fariseos que se encontraban entre la multitud le dijeron: "Maestro, reprende a tus discípulos". Pero él respondió: "Les aseguro que si ellos callan, gritarán las piedras".
Palabra del Señor.

8. Después del Evangelio, si se cree oportuno, puede tenerse una breve homilía.
Luego el sacerdote u otro ministro idóneo, invita a comenzar la procesión con estas palabras u otras semejantes:
Queridos hermanos:
Imitemos a la muchedumbre que aclamó a Jesús y caminemos cantando y glorificando a Dios unidos por el vínculo de la paz.
O bien:
Avancemos en paz.
Y, según el caso, todos pueden responder:
En el nombre de Cristo. Amén.




9. Y comienza la procesión hacia la Iglesia en la que se celebrará la Misa. Si se usa incienso, el turiferario va adelante con el incensario humeante; lo sigue un acólito u otro ministro con la cruz adornada según la costumbre del lugar y, a su lado, dos ministros con los cirios encendidos. Luego sigue el diácono con el libro de los Evangelios, el sacerdote con los demás ministros, y detrás de ellos los fieles con ramos en las manos.
Durante la procesión, el coro y el pueblo entonan los siguientes cánticos o bien otros similares en honor a
Cristo Rey:
Antífona 1
Los niños hebreos, llevando ramos de olivo, salieron al encuentro del Señor, aclamando: "¡Hosanna en el cielo!"
Según las circunstancias, esta antífona puede alternarse con los versículos del salmo 23.
SALMO 23
Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella, el mundo y todos sus habitantes porque él la fundó sobre los mares, él la afirmó sobre las corrientes del océano.
¿Quién podrá subir a la Montaña del Señor
y permanecer en su recinto sagrado?
El que tiene las manos limpias y puro el corazón; el que no rinde culto a los ídolos ni jura falsamente:
Él recibirá la bendición del Señor, la recompensa de Dios, su Salvador.
Así son los que buscan al Señor, los que buscan tu rostro, Dios de Jacob.
¡Puertas, levanten sus dinteles, levántense, puertas eternas, para que entre el Rey de la gloria!
¿Y quién es ese Rey de la gloria?
Es el Señor, el fuerte, el poderoso, el Señor poderoso en los combates.
¡Puertas, levanten sus dinteles, levántense, puertas eternas, para que entre el Rey de la gloria!
¿Y quién es ese Rey de la gloria?
El Rey de la gloria es el Señor de los ejércitos.
Antífona 2
Los niños hebreos extendían sus manos por el camino y aclamaban:
¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
Según las circunstancias, esta antífona puede alternarse con los versículos del salmo 46.
SALMO 46
Aplaudan, todos los pueblos, aclamen al Señor con gritos de alegría; porque el Señor, el Altísimo, es temible, es el soberano de toda la tierra.
Él puso a los pueblos bajo nuestro yugo,
y a las naciones bajo nuestros pies;
él eligió para nosotros una herencia, que es el orgullo de Jacob, su predilecto.
El Señor asciende entre aclamaciones, asciende al sonido de trompetas.
Canten, canten a nuestro Dios, canten, canten a nuestro Rey:
El Señor es el Rey de toda la tierra, cántenle un hermoso himno.
El Señor reina sobre las naciones, el Señor se sienta en su trono sagrado.
Los nobles de los pueblos se reúnen con el pueblo del Dios de Abraham: del Señor son los poderosos de la tierra, y él se ha elevado inmensamente.
Himno a Cristo Rey
Coro:
Gloria, alabanza y honor a ti, Cristo, nuestro Rey y Redentor,
a quien los niños con júbilo cantaban: ¡Hosanna!
Todos:
Gloria, alabanza y honor a ti, Cristo, nuestro Rey y Redentor,
a quien los niños con júbilo cantaban: ¡Hosanna!
Coro:
Tú eres el Rey de Israel, noble descendiente de David,
Rey bendito que vienes en nombre del Señor.
Todos:
Gloria, alabanza...
Coro:
Los ángeles te alaban en el Cielo; también los hombres y todo el universo.
Todos:
Gloria, alabanza...
Coro:
El pueblo hebreo salió a tu encuentro con palmas en las manos: aquí estamos nosotros con himnos, ofrendas y plegarias.
Todos:
Gloria, alabanza...
Coro:
Ellos te aclamaban cuando ibas a morir, ahora que reinas nosotros te cantamos.
Todos:
Gloria, alabanza...
Coro:
Ellos te agradaron; acepta también nuestro homenaje,
Rey bueno, Rey piadoso, que te complaces en todo lo bueno.
Todos:
Gloria, alabanza...

10. Al entrar la procesión en la iglesia, se canta el siguiente responsorio u otro cántico alusivo a la entrada del Señor en Jerusalén:



Responsorio:
V. Al entrar el Señor en la ciudad santa, los niños hebreos con palmas en las manos anunciaban la resurrección de la Vida, diciendo:
¡Hosanna en el cielo!
R. Al enterarse de que Jesús llegaba a Jerusalén, el pueblo salió a su encuentro y con palmas en las manos, clamaba:
¡Hosanna en el cielo!

11. Al llegar al altar, el sacerdote lo venera y, según las circunstancias, lo inciensa. Luego se dirige a la sede, si usó la capa pluvial la deja y se coloca la casulla, y, omitidos los ritos iniciales, y según el caso también el “Señor ten piedad”, pronuncia la oración colecta de la Misa como conclusión de la procesión, y continúa como de costumbre.

Segunda forma: Entrada solemne
12. Cuando no es posible hacer la procesión fuera de la iglesia, la entrada del Señor se celebra dentro del templo por medio de la entrada solemne, antes de la Misa principal.

13. Los fieles se reúnen en la puerta del templo, o bien dentro del mismo, con los ramos en sus manos. El sacerdote, los ministros y un grupo de fieles se dirigen a un sitio adecuado del templo, fuera del presbiterio, desde donde la mayor parte de los fieles pueda ver el desarrollo del rito.

14. Mientras el sacerdote se dirige al lugar elegido, se canta la antífona "Hosanna" (n.4, p. ) u otro canto adecuado. En este lugar se bendicen los ramos y se proclama el evangelio de la entrada del Señor en
Jerusalén, como se ha indicado más arriba (nn. 5-7, pp. ). Después del evangelio, el sacerdote con los ministros y el grupo de fieles que lo acompañó más de cerca, se dirigen solemnemente por la iglesia hacia el
presbiterio, mientras se canta el responsorio "Al entrar el Señor" (n.10, p ) u otro canto adecuado.

15. Cuando ha llegado al altar, el sacerdote lo venera. Luego se dirige a la sede y, omitiendo otros ritos incluso el “Señor ten piedad” según el caso, pronuncia la oración colecta de la Misa y continúa la liturgia de la manera habitual.

Tercera forma: Entrada simple
16. En todas las demás Misas de este domingo, en las que no se hace la entrada solemne, se conmemora la entrada del Señor en Jerusalén por medio de una entrada simple.

17. Mientras el sacerdote se dirige al altar se canta la antífona de entrada con su salmo (n.18, p. ) u otro canto análogo. El sacerdote, al llegar al altar lo venera, se dirige a la sede y saluda al pueblo.
Luego sigue la Misa de la manera habitual. En las Misas en las que no es posible hacer el canto de entrada, el sacerdote llega al altar, lo venera, saluda al pueblo, lee la antífona de entrada y prosigue la Misa de la manera acostumbrada.

18. Antífona de entrada (Cf. Jn 12,1.12-13; Sal 23, 9-10)
Seis días antes de la solemnidad de la Pascua cuando el Señor entraba a la ciudad de Jerusalén, los niños salieron a su encuentro llevando en sus manos ramos de palmas y aclamaban con toda su voz: ¡Hosanna en las alturas! ¡Bendito, tú, que has venido lleno de misericordia!
¡Hosanna en el cielo!
¡Bendito tú que vienes
y nos traes la misericordia de Dios!
¡Puertas, levanten sus dinteles, levántense, puertas eternas, para que entre el Rey de la gloria!
¿Y quién es ese Rey de la gloria?
El Rey de la gloria
es el Señor de los ejércitos.
¡Hosanna en el cielo!
¡Bendito tú que vienes
y nos traes la misericordia de Dios!


Misa

19. Después de la procesión o de la entrada solemne, el sacerdote inicia la Misa con la oración colecta.

20. Oración colecta
Dios todopoderoso y eterno, tú quisiste que nuestro Salvador se hiciera hombre y muriera en la cruz para darnos un ejemplo de humildad a imitar.
Concédenos la gracia de tener siempre presente las enseñanzas de su Pasión, para poder participar un día de la gloriosa resurrección.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos.


LITURGIA DE LA PALABRA

Del libro del profeta Isaías 50, 4-7

En aquel entonces, dijo Isaías: "El Señor me ha dado una lengua experta, para que pueda confortar al abatido con palabras de aliento. Mañana tras mañana, el Señor despierta mi oído, para que escuche yo, como discípulo. El Señor Dios me ha hecho oír sus palabras y yo no he opuesto resistencia ni me he echado para atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que me tiraban de la barba. No aparté mi rostro de los insultos y salivazos. Pero el Señor me ayuda, por eso no quedaré confundido, por eso endurecí mi rostro como roca y sé que no quedaré avergonzado".
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.


SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24
R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?


Todos los que me ven, de mí se burlan; me hacen gestos y dicen: "Confiaba en el Señor, pues que Él lo salve; si de veras lo ama, que lo libre". R.

Los malvados me cercan por doquiera como rabiosos perros. Mis manos y mis pies han taladrado y se pueden contar todos mis huesos. R.


Reparten entre sí mis vestiduras y se juegan mi túnica a los dados. Señor, auxilio mío, ven y ayúdame, no te quedes de mí tan alejado. R.


Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré. Fieles del Señor, alábenlo; glorifícalo, linaje de Jacob; témelo, estirpe de Israel. R.


SEGUNDA LECTURA
Cristo se humilló a sí mismo, por eso Dios lo exaltó.
De la carta del apóstol san Pablo a los filipenses 2, 6-11

Cristo, siendo Dios, no consideró que debía aferrarse a las prerrogativas de su condición divina, sino que, por el contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de siervo, y se hizo semejante a los hombres. Así, hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que, al nombre de Jesús, todos doblen la rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y todos reconozcan públicamente que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.


21. Para la lectura de la Pasión no se llevan cirios ni se inciensa; se omite el saludo y la signación del libro. La lectura está a cargo de un diácono o, en su defecto, del mismo sacerdote. Sin embargo, es recomendable encomendar a lectores laicos las distintas partes según indica el Leccionario, reservando al diácono o al sacerdote la parte correspondiente a Cristo. Solamente el o los diáconos que intervienen en la proclamación piden la bendición del sacerdote como se hace antes del Evangelio.

EVANGELIO
PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
SEGÚN SAN LUCAS 22, 14-23, 56






He deseado celebrar esta Pascua con ustedes, antes de padecer
Llegada la hora de cenar, se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo: "Cuánto he deseado celebrar esta Pascua con ustedes, antes de padecer, porque yo les aseguro que ya no la volveré a celebrar, hasta que tenga cabal cumplimiento en el Reino de Dios". Luego tomó en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias y dijo: "Tomen esto y repártanlo entre ustedes, porque les aseguro que ya no volveré a beber del fruto de la vid hasta que venga el Reino de Dios".
Hagan esto en memoria mía
Tomando después un pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: "Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía". Después de cenar, hizo lo mismo con una copa de vino, diciendo: "Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por ustedes".
¡Ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado!
"Pero miren: la mano del que me va a entregar está conmigo en la mesa. Porque el Hijo del hombre va a morir, según lo decretado; pero ¡ay de aquel hombre por quien será entregado!" Ellos empezaron a preguntarse unos a otros quién de ellos podía ser el que lo iba a traicionar.
Yo estoy en medio de ustedes como el que sirve
Después los discípulos se pusieron a discutir sobre cuál de ellos debería ser considerado como el más importante. Jesús les dijo: "Los reyes de los paganos los dominan, y los que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores. Pero ustedes no hagan eso, sino todo lo contrario: que el mayor entre ustedes actúe como si fuera el menor, y el que gobierna, como si fuera un servidor. Porque, ¿quién vale más, el que está a la mesa o el que sirve? ¿Verdad que es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de ustedes como el que sirve. Ustedes han perseverado conmigo en mis pruebas, y yo les voy a dar el Reino, como mi Padre me lo dio a mí, para que coman y beban a mi mesa en el Reino, y se siente cada uno en un trono, para juzgar a las doce tribus de Israel". 
Tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos
Luego añadió: "Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido permiso para zarandearlos como trigo; pero yo he orado por ti, para que tu fe no desfallezca; y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos". Él le contestó: "Señor, estoy dispuesto a ir contigo incluso a la cárcel y a la muerte". Jesús le replicó: "Te digo, Pedro, que hoy, antes de que cante el gallo, habrás negado tres veces que me conoces".
Conviene que se cumpla en mí lo que está escrito
Después les dijo a todos ellos: "Cuando los envié sin provisiones, sin dinero ni sandalias, ¿acaso les faltó algo?" Ellos contestaron: "Nada". Él añadió: "Ahora, en cambio, el que tenga dinero o provisiones, que los tome; y el que no tenga espada, que venda su manto y compre una. Les aseguro que conviene que se cumpla esto que está escrito de mí: Fue contado entre los malhechores, porque se acerca el cumplimiento de todo lo que se refiere a mí". Ellos le dijeron: "Señor, aquí hay dos espadas". Él les contestó: "¡Basta ya!"
Lleno de tristeza, se puso a orar de rodillas
Salió Jesús, como de costumbre, al monte de los Olivos y lo acompañaron los discípulos. Al llegar a ese sitio, les dijo: "Oren, para no caer en la tentación". Luego se alejó de ellos a la distancia de un tiro de piedra y se puso a orar de rodillas, diciendo: "Padre, si quieres, aparta de mí esta amarga prueba; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya". Se le apareció entonces un ángel para confortarlo; él, en su angustia mortal, oraba con mayor insistencia, y comenzó a sudar gruesas gotas de sangre, que caían hasta el suelo. Por fin terminó su oración, se levantó, fue hacia sus discípulos y los encontró dormidos por la pena. Entonces les dijo: "¿Por qué están dormidos? Levántense y oren para no caer en la tentación".
Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?
Todavía estaba hablando, cuando llegó una turba encabezada por Judas, uno de los Doce, quien se acercó a Jesús para besarlo. Jesús le dijo: "Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?"
Al darse cuenta de lo que iba a suceder, los que estaban con él dijeron: "Señor, ¿los atacamos con la espada?" Y uno de ellos hirió a un criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Jesús intervino, diciendo: "¡Dejen! ¡Basta!" Le tocó la oreja y lo curó.
Después Jesús dijo a los sumos sacerdotes, a los encargados del templo y a los ancianos que habían venido a arrestarlo: "Han venido a aprehenderme con espadas y palos, como si fuera un bandido. Todos los días he estado con ustedes en el templo y no me echaron mano. Pero ésta es su hora y la del poder de las tinieblas".
Pedro salió de ahí y se soltó a llorar
Ellos lo arrestaron, se lo llevaron y lo hicieron entrar en la casa del sumo sacerdote. Pedro los seguía desde lejos. Encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor y Pedro se sentó también con ellos. Al verlo sentado junto a la lumbre, una criada se le quedó mirando y dijo: "Este también estaba con él". Pero él lo negó diciendo: "No lo conozco, mujer". Poco después lo vio otro y le dijo: "Tú también eres uno de ellos". Pedro replicó: "¡Hombre, no lo soy!" Y como después de una hora, otro insistió: "Sin duda que éste también estaba con él, porque es galileo".
Pedro contestó: "¡Hombre, no sé de qué hablas!" Todavía estaba hablando, cuando cantó un gallo.
El Señor, volviéndose, miró a Pedro. Pedro se acordó entonces de las palabras que el Señor le había dicho: `Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces', y saliendo de allí se soltó a llorar amargamente.
Adivina quién te ha pegado
Los hombres que sujetaban a Jesús se burlaban de él, le daban golpes, le tapaban la cara y le preguntaban: "¿divina quién te ha pegado?" Y proferían contra él muchos insultos.
Lo hicieron comparecer ante el sanedrín
Al amanecer se reunió el consejo de los ancianos con los sumos sacerdotes y los escribas. Hicieron comparecer a Jesús ante el sanedrín y le dijeron: "Si tú eres el Mesías, dínoslo". Él les contestó: "Si se lo digo, no lo van a creer, y si les pregunto, no me van a responder. Pero ya desde ahora, el Hijo del hombre está sentado a la derecha de Dios todopoderoso". Dijeron todos: "Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?" Él les contestó: "Ustedes mismos lo han dicho: sí lo soy". Entonces ellos dijeron: "¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca". El consejo de los ancianos, con los sumos sacerdotes y los escribas, se levantaron y llevaron a Jesús ante Pilato.
No encuentro ninguna culpa en este hombre
Entonces comenzaron a acusarlo, diciendo: "Hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación y oponiéndose a que se pague tributo al César y diciendo que él es el Mesías rey".
Pilato preguntó a Jesús: "¿Eres tú el rey de los judíos?" Él le contestó: "Tú lo has dicho". Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la turba: "No encuentro ninguna culpa en este hombre". Ellos insistían con más fuerza, diciendo: "Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí". Al oír esto, Pilato preguntó si era galileo, y al enterarse de que era de la jurisdicción de Herodes, se lo remitió, ya que Herodes estaba en Jerusalén precisamente por aquellos días.
Herodes, con su escolta, lo despreció
Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento, porque hacía mucho tiempo que quería verlo, pues había oído hablar mucho de él y esperaba presenciar algún milagro suyo. Le hizo muchas preguntas, pero él no le contestó ni una palabra.
Estaban ahí los sumos sacerdotes y los escribas, acusándolo sin cesar. Entonces Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y se burló de él, y le mandó poner una vestidura blanca. Después se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y Pilato, porque antes eran enemigos.
Pilato les entregó a Jesús
Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, y les dijo: "Me han traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo; pero yo lo he interrogado delante de ustedes y no he encontrado en él ninguna de las culpas de que lo acusan. Tampoco Herodes, porque me lo ha enviado de nuevo. Ya ven que ningún delito digno de muerte se ha probado. Así pues, le aplicaré un escarmiento y lo soltaré".
Con ocasión de la fiesta, Pilato tenía que dejarles libre a un preso. Ellos vociferaron en masa, diciendo: "¡Quita a ése! ¡Suéltanos a Barrabás!" A éste lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio. Pilato volvió a dirigirles la palabra, con la intención de poner en libertad a Jesús; pero ellos seguían gritando: "¡Crucifícalo, crucifícalo!" Él les dijo por tercera vez: "¿Pues qué ha hecho de malo? No he encontrado en él ningún delito que merezca la muerte; de modo que le aplicaré un escarmiento y lo soltaré". Pero ellos insistían, pidiendo a gritos que lo crucificaran. Como iba creciendo el griterío, Pilato decidió que se cumpliera su petición; soltó al que le pedían, al que había sido encarcelado por revuelta y homicidio, y a Jesús se lo entregó a su arbitrio.
Hijas de Jerusalén, no lloren por mí
Mientras lo llevaban a crucificar, echaron mano a un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y lo obligaron a cargar la cruz, detrás de Jesús. Lo iba siguiendo una gran multitud de hombres y mujeres, que se golpeaban el pecho y lloraban por él. Jesús se volvió hacia las mujeres y les dijo: "Hijas de Jerusalén, no lloren por mí; lloren por ustedes y por sus hijos, porque van a venir días en que se dirá: `¡Dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado!' Entonces dirán a los montes: 'Desplómense sobre nosotros', y a las colinas: Sepúltennos', porque si así tratan al árbol verde, ¿qué pasará con el seco?"
Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen
Conducían, además, a dos malhechores, para ajusticiarlos con él. Cuando llegaron al lugar llamado "la Calavera", lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Jesús decía desde la cruz: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". Los soldados se repartieron sus ropas, echando suertes. Éste es el rey de los judíos
El pueblo estaba mirando. Las autoridades le hacían muecas, diciendo: "A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el elegido". También los soldados se burlaban de Jesús, y acercándose a él, le ofrecían vinagre y le decían: "Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo". Había, en efecto, sobre la cruz, un letrero en griego, latín y hebreo, que decía: "Éste es el rey de los judíos".
Hoy estarás conmigo en el paraíso
Uno de los malhechores crucificados insultaba a Jesús, diciéndole: "Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y a nosotros". Pero el otro le reclamaba, indignado: "¿Ni siquiera temes tú a Dios estando en el mismo suplicio? Nosotros justamente recibimos el pago de lo que hicimos. Pero éste ningún mal ha hecho". Y le decía a Jesús: "Señor, cuando llegues a tu Reino, acuérdate de mí". Jesús le respondió: "Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso".
Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu
Era casi el mediodía, cuando las tinieblas invadieron toda la región y se oscureció el sol hasta las tres de la tarde. El velo del templo se rasgó a la mitad. Jesús, clamando con voz potente, dijo: "¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!" Y dicho esto, expiró.
Aquí se arrodillan todos y se hace una breve pausa.
El oficial romano, al ver lo que pasaba, dio gloria a Dios, diciendo: "Verdaderamente este hombre era justo". Toda la muchedumbre que había acudido a este espectáculo, mirando lo que ocurría, se volvió a su casa dándose golpes de pecho. Los conocidos de Jesús se mantenían a distancia, lo mismo que las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, y permanecían mirando todo aquello. 
José colocó el cuerpo de Jesús en un sepulcro
Un hombre llamado José, consejero del sanedrín, hombre bueno y justo, que no había estado de acuerdo con la decisión de los judíos ni con sus actos, que era natural de Arimatea, ciudad de Judea, y que aguardaba el Reino de Dios, se presentó ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Lo bajó de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde no habían puesto a nadie todavía. Era el día de la Pascua y ya iba a empezar el sábado. Las mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea acompañaron a José para ver el sepulcro y cómo colocaban el cuerpo. Al regresar a su casa, prepararon perfumes y ungüentos, y el sábado guardaron reposo, conforme al mandamiento. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.


22. Después de la proclamación de la Pasión, según la oportunidad hágase una breve homilía. Puede hacerse también un momento de silencio.
Se dice Credo y se realiza la Oración Universal.

23. Oración sobre las ofrendas

Te pedimos, Señor, que por la Pasión de tu Hijo experimentemos tu perdón, y aunque no lo merecemos por nuestras obras, haz que lo recibamos por tu misericordia, gracias a este único y admirable sacrificio.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


24. Prefacio

V. El Señor esté con ustedes
R. Y con tu espíritu.
V. Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R. Es justo y necesario.
Realmente es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.
Quien, siendo inocente,
se entregó a la muerte por los culpables
y aceptó la injusticia de ser contado entre criminales.
De esta forma, al morir, destruyó nuestra culpa, y al resucitar, nos adquirió la salvación.
A él alaban los cielos y la tierra, los ángeles y arcángeles.
Permítenos asociarnos a sus voces, cantando:
Santo, Santo, Santo...

25. Antífona de comunión

Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad. (Mt. 26,42)

26. Oración después de la comunión
Dios providente, alimentados con tus sagrados dones, te pedimos que así como por la muerte de tu Hijo nos haces esperar lo que creemos, así por su resurrección lleguemos a la gloria que anhelamos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

17. Oración sobre el pueblo

Pon tu mirada, Señor, sobre esta familia tuya por la cual Nuestro Señor Jesucristo no dudó en entregarse a sus verdugos
y sufrir el martirio de la cruz.

Él que vive y reina por los siglos de los siglos.


SEMANA SANTA EN BELLAVISTA



No hay comentarios:

Publicar un comentario