Evangelio primer Domingo de Cuaresma 26 de febrero 2012

Evangelio  Mc 1, 12 -15

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo  según san Marcos.
El Espíritu llevó a Jesús al desierto, donde fue tentado por Satanás durante cuarenta días. Vivía entre las fieras, y los ángeles lo servían.
Después que Juan Bautista fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea.Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: «El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia».
Palabra del Señor. 
R. Gloria a ti, Señor Jesús

12 Et statim Spiritus expellit eum in desertum. 13 Et erat in deserto quadraginta diebus et tentabatur a Satana; eratque cum bestiis, et angeli ministrabant illi.
14 Postquam autem traditus est Ioannes, venit Iesus in Galilaeam praedicans evangelium Dei
15
 et dicens: " Impletum est tempus, et appropinquavit regnum Dei; paenitemini et credite evangelio "







In quel tempo, lo Spirito sospinse Gesù nel deserto e nel deserto rimase quaranta giorni, tentato da Satana. Stava con le bestie selvatiche e gli angeli lo servivano.
Dopo che Giovanni fu arrestato, Gesù andò nella Galilea, proclamando il vangelo di Dio, e diceva: «Il tempo è compiuto e il regno di Dio è vicino; convertitevi e credete nel Vangelo».


12 The Spirit immediately drove him out into the wilderness. 13 And he was in the wilderness forty days, tempted by Satan; and he was with the wild beasts; and the angels ministered to him.
14 Now after John was arrested, Jesus came into Galilee, preaching the gospel of God,
15
 and saying, "The time is fulfilled, and the kingdom of God is at hand; repent, and believe in the gospel."

Enlaces:
EVANGELIO 1DOMINGO DE CUARESMA   
EVANGELIO EN IMÁGENES


Comentario patrístico
1ª Domingo  de Cuaresma
Entrada: «Me invocará y le escucharé, lo defenderé; lo saciaré de largos días» (Sal 90,15-16).

Colecta (Gelasiano): «Al celebrar un año más la santa Cuaresma concédenos, Dios todopoderoso, avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo, y vivirlo en su plenitud»

Ofertorio (del misal anterior, y antes del Gelasiano y Gregoriano): «Te rogamos, Señor, que nos prepares dignamente para ofrecer este sacrificio con el que inauguramos la celebración de la Pascua»

Comunión: «No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mt 4,4), o bien «El Señor te cubrirá con sus plumas, bajo sus alas te refugiarás» (Sal 90,4).

Postcomunión (composición nueva con elementos del Misal de Bobbio, siglo VII y pasajes evangélicos –Mt 4,4; Jn 6,51–): «Después de recibir el pan del Cielo que alimenta la fe, consolida la esperanza y fortalece el amor, te rogamos, Dios nuestro, que nos hagas sentir hambre de Cristo, pan vivo y verdadero, y nos enseñes a vivir constantemente de toda palabra que sale de tu boca».

CICLO B
Toda la historia de la salvación evidencia el designio divino de purificarnos de nuestros pecados y entablar con nosotros una alianza de salvación y de santidad. La penitencia cuaresmal tiene su origen en el ejemplo personal de Cristo, quien, no obstante su absoluta santidad personal y para invitarnos personalmente con su ejemplo, consagró cuarenta días íntegros a la oración, al ayuno y a la ascética penitencial. Hemos de estar persuadidos de que tenemos necesidad de penitencia, si no queremos anular en nosotros el fruto del sacrificio redentor del Calvario.

LECTURAS

Génesis 9,8-15: Pacto de Dios con Noé, liberado de las aguas del diluvio. Tras el castigo purificador del diluvio, Dios volvió a proclamar su designio de alianza y salvación sobre la comunidad nuevamente regenerada y misteriosamente seleccionada entre la humanidad pecadora: «Donde abundó el pecado, sobreabun-dó la gracia» (Rom 5,20).
Esta es la idea que parece enseñarnos la lectura del diluvio. El pecado lleva siempre a la destrucción; pero Dios también está siempre dispuesto a recrear al hombre, a renovarlo de modo que continúe viviendo en la justicia y santidad. Por eso Dios se une a la humanidad con un pacto, la alianza, empeño que Dios tiene en favor de los hombres.
Dios está cerca, como amigo que cuida del destino del hombre y desea su plena realización. Donde existió el pecado y la muerte, ahora brilla el arco iris en el cielo, signo del Sol del Amor divino, que no cesará jamás de querer bien al hombre. Éste volverá una y otra vez al pecado, pero Dios se compadecerá siempre, perdonando y robusteciendo con su gracia el alma del hombre, para que progrese en santidad y en justicia. Para el pecador arrepentido hay siempre una esperanza de salvación. La
celebración cuaresmal nos lo confirma en esta bella liturgia.

–Lo expresamos con el Salmo 32: «La palabra del Señor es sincera y todas sus acciones son leales; Él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra. Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y redimirlos en el tiempo de hambre. Nosotros aguardamos al Señor: Él es nuestro auxilio y escudo; que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros como lo esperamos de Ti».

1 Pedro 3,18-22: Aquello fue un símbolo del bautismo que ahora os salva. Por la muerte redentora de Cristo las aguas bautismales son, en los planes de Dios, el medio sacramental que nos limpia de nuestros pecados y nos incorpora a la Iglesia, arca definitiva de salvación.
Podemos resumir la lectura anterior con esta afirmación: donde la mirada humana no ve más que el desfallecimiento del hombre, allí la visión cristiana toma el poder y la acción vivificadora de Dios, y actúa como Cristo, que aceptó la muerte en lugar de los pecadores, para salvarlos, alcanzando así su propia glorificación. La fe hace comprender que todos los con-dicionamientos y limitaciones humanas alcanzan un valor positivo cuando el hombre los acepta por amor a Dios, transformándolos, con la gracia divina, en gestos constructivos y salvíficos para sí y para los demás, a ejemplo de Cristo.

Marcos 1,12-15: Era tentado por Satanás y los ángeles le servían. La conversión evangélica personal y la penitencia reformadora de nuestras vidas son tan imprescindibles, que sin ellas no puede haber salvación para nosotros. El aval de nuestra conversión es el Corazón del Hijo Redentor. Comenta San Agustín:
«En el combate hasta la muerte está la victoria plena y gloriosa. En efecto, las primeras tentaciones propuestas a nuestro Señor, el Rey de los mártires, fueron duras; en el pan, la concupiscencia de la carne; en la promesa de reinos, la ambición mundana, y en la curiosidad de la prueba, la concupiscencia de los ojos. Todas estas cosas pertenecen al
mundo, pero son cosas dulces, no crueles.
«Mirad ahora al Rey de los mártires presentándonos ejemplos de cómo hemos de combatir y ayudando misericordiosamente a los combatientes. ¿Por qué permitió ser tentado, sino para enseñarnos a resistir al tentador? Si el mundo te promete el placer carnal, respóndele: “más deleitable es Dios”. Si te promete honores y dignidades seculares, respóndele: “el Reino de Dios es más excelso que todo”. Si te promete curiosidades superfluas y condenables, respóndele: “sólo la Verdad de Dios no se equivoca”» (Sermón 384,5).


"Tentado para parecerse a nosotros; vencedor para que nos parezcamos a Él"
* Gn 9,8-15:
"El pacto de Dios con Noé salvado del diluvio"

* Sal 24,4bc5ab.67bc.89:
"Tus sendas, Señor, son misericordia y lealtad, para los que guardan tu alianza"

* 1P 3,18-22:
"Actualmente os salva el bautismo"
* Mc 1,1215:
"Se dejaba tentar por Satanás, y los ángeles le servían"

Las palabras de Dios a la salida de Noé del Arca muestran que, mientras para los paganos la tormenta y la lluvia son señales de una ira imparable, aquí es Dios quien toma la iniciativa y ofrece su pacto (Alianza) figurada en el Arco Iris. El Señor no destruirá nada, ni hombres ni ser viviente alguno.
Para san Pedro, Noé es anuncio profético de Cristo: salvado de las aguas, es Cabeza de una humanidad que se libra del Diluvio. También hay cierta referencia a la Pascua muerte/Resurrección): las aguas ahogan y destruyen, pero también son causa de la vida.
El episodio del desierto de san Marcos, nos trae a la memoria el Éxodo y la experiencia del Pueblo de Dios en él. Pero lo fundamental es la llamada a la conversión. El "se ha cumplido el plazo" se plantea como llamamiento. Dios sabe aguardar, espera pacientemente la respuesta del hombre. Que Dios
espere es señal de que quiere hacer al hombre la posibilidad de su conversión.
La tentación de sentirse instalado, acomodado, definitivamente situado, nos asalta a cualquiera en cualquier momento. Difícilmente cabe que así se sienta la posibilidad de cambiar. Que el Evangelio invite a confrontar la vida del creyente es exponente de cambio y conversión.
El Reino de Dios está cerca:
"Después que Juan fue preso, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: ``El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva'' (Mc 1,15). ``Cristo, por tanto, para hacer la voluntad del Padre inauguró en la tierra el Reino de los cielos''
(LG 3). Pues bien, la voluntad del Padre es ``elevar a los hombres a la participación de la vida divina'' (LG 2). Lo hace reuniendo a los hombres en torno a su Hijo Jesucristo. Esta reunión es la Iglesia, que es sobre la tierra ``el germen y el comienzo de este Reino'' (LG 5)" (CIC 541).
Las tentaciones de Jesús:
"Los Evangelios hablan de un tiempo de soledad de Jesús en el desierto... Al final de este tiempo, Satanás le tienta tres veces tratando de poner a prueba su actitud filial hacia Dios. Jesús rechaza estos  ataques que recapitulan las tentaciones de Adán en el Paraíso y las de Israel en el desierto, y el diablo
se aleja de Él ``hasta el tiempo determinado'' (Lc 4,13)" (CIC 538).
_ "``No entrar en la tentación'' implica una decisión del corazón: ``Porque donde esté tu tesoro, allí también estará tu corazón... Nadie puede servir a dos señores'' (Mt 6, 21-24).
``Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu'' (Ga 5, 25). El Padre nos da la fuerza para este ``dejarnos conducir'' por el Espíritu Santo" (CIC 2848).
_ "Dios no quiere imponer el bien, quiere seres libres... En algo la tentación es buena. Todos, menos Dios, ignoran lo que nuestra alma ha recibido de Dios, incluso nosotros. Pero la tentación lo manifiesta para enseñarnos a conocernos, y así, descubrirnos nuestra miseria, y obligarnos a dar
gracias por los bienes que la tentación nos ha manifestado" (Orígenes, or. 29) (CIC 2847).
La conversión no nos libra de la tentación, pero al que vuelve su corazón a Dios, Dios le regala la victoria de Jesucristo.
Fuente:CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA AÑO B COMISIÓN EPISCOPAL DE ENSEÑANZA Y
CATEQUESIS SUBCOMISIÓN EPISCOPAL PARA LA CATEQUESIS

Primer domingo de cuaresma. Eucologìa. 26 de febrero 2012






Caelésti pane refécti, quo fides álitur, spes provéhitur et cáritas roborátur, quaesumus, Dómine, ut ipsum, qui est panis vivus et verus, esuríre discámus, et in omni verbo, quod procédit de ore tuo, vívere valeámus. Per Christum.

viernes, 24 de febrero de 2012

Liturgia primer Domingo de Cuaresma 26 de febrero 2012



ORDO MISSA 1 DOMINGO DE CUARESMA

RITOS INICIALES  RITUS INITIALES
INTROITUS

ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 90, 15-16)
Me invocará y yo lo escucharé; lo libraré y lo glorificaré; prolongaré los días de su vida.

Cf. Ps 90,15-16
Invocábit me, et ego exáudiam eum; 
erípiam eum, et glorificábo eum, longitúdine diérum adimplébo eum.

Egli mi invocherà e io lo esaudirò; gli darò salvezza e gloria, lo sazierò con una lunga vita.


Reunido el pueblo, el sacerdote con los ministros va al altar, mientras se entona el can­to de entrada.
Cuando llega al altar, el sacerdote con los ministros hace la debida reverencia, besa el altar y, si se juzga oportuno, lo inciensa. Después se dirige con los ministros a la sede. Terminado el canto de entrada, el sacerdote y los fieles, de pie, se santiguan, mientras el sacerdote dice:

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo
In nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti.
Amen.
El sacerdote, extendiendo las manos, saluda al pueblo con una de las fórmulas siguientes:
Saludo Salutatio
El Señor esté con vosotros
Dominus vobiscum.
respuesta
Y con tu espíritu.
Et cum spiritu tuo.

ACTO PENITENCIAL
Actus Pænitentialis
Kyrie, eleison.
Kyrie, eleison.

Christe, eleison.
Christe, eleison.

Kyrie, eleison.
Kyrie, eleison.
Señor, ten piedad.
Señor, ten piedad.

Cristo, ten piedad.
Cristo, ten piedad.

Señor, ten piedad.
Señor, ten piedad

NO Se dice Gloria.

ORACIÓN COLECTA Collecta

S: Oremus

Concédenos, Dios todopoderoso, que las prácticas anuales propias de la Cuaresma nos ayuden a progresar en el conocimiento de Cristo y a llevar una vida más cristiana. Por nuestro Señor Jesucristo...

Concéde nobis, omnípotens Deus, ut, per ánnua quadragesimális exercítia sacraménti, et ad intellegéndum Christi proficiámus arcánum, et efféctus eius digna conversatióne sectémur. Per Dóminum.

O Dio, nostro Padre, con la celebrazione di questa Quaresima, segno sacramentale della nostra conversione, concedi a noi tuoi fedeli di crescere nella conoscenza del mistero di Cristo e di testimoniarlo con una degna condotta di vita. Per il nostro Signore...



LITURGIA DE LA PALABRA/
Liturgia Verbi
Primera lectura Lectio prima


Lectura del Libro del Génesis 9, 815.
Dios dijo a Noé y a sus hijos:
— Yo hago un pacto con vosotros y con vuestros descendientes, con todos los animales que os acompañaron, aves, ganado y fieras, con todos los que salieron del arca y ahora viven en la tierra. Hago un pacto con vosotros: El diluvio no volverá a destruir la vida ni habrá otro diluvio que devaste la tierra.
Y Dios añadió:
— Esta es la señal del pacto que hago con vosotros y con todo lo que vive con vosotros, para todas las edades: Pondré mi arco en el cielo, como señal de mi pacto con la tierra.
Cuando traiga nubes sobre la tierra, aparecerá en las nubes el arco y recordaré mi pacto con vosotros y con todos los animales, y el diluvio no volverá a destruir los vivientes.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL Psalmus

Salmo responsorial Sal 24, 4bc5ab.
67bc.89
V/. Tus sendas, Señor, son misericordia y lealtad,
para los que guardan tu alianza.
R/. Tus sendas, Señor, son misericordia y lealtad,
para los que guardan tu alianza.

V/. Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas, haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador.
R/. Tus sendas, Señor, son misericordia y lealtad,
para los que guardan tu alianza.

V/. Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas.
Acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor.
R/. Tus sendas, Señor, son misericordia y lealtad,
para los que guardan tu alianza.

V/. El Señor es bueno, es recto, y enseña el camino a los pecadores; hace caminar a los humildes con rectitud, enseña su camino a los humildes.
R/. Tus sendas, Señor, son misericordia y lealtad,
para los que guardan tu alianza.

SEGUNDA LECTURA LECTIO SECUNDA
Lectura de la primera carta del Apóstol San Pedro 3, 18-22.
Queridos hermanos:
Cristo murió por los pecados una vez para siempre: el inocente por los culpables, para conducirnos a Dios.
Como era hombre, lo mataron; pero como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida.
Con este Espíritu fue a proclamar su mensaje a los espíritus encarcelados que en un tiempo habían sido rebeldes, cuando la paciencia de Dios aguardaba en tiempos de Noé, mientras se construía el arca, en la que unos pocos
Ocho personas, salvaron cruzando las aguas.
Aquello fue un símbolo del bautismo que actualmente os salva: que no consiste en limpiar una suciedad corporal,sino en impetrar de Dios una conciencia pura, por la
resurrección de Cristo Jesús Señor nuestro, que está a la derecha de Dios.

Lector: Palabra de Dios. Verbum Dòmini.
T: Deo gratias.

ACLAMACIÓN
Versículo antes del Evangelio Mt 4, 4b
Si no se canta, puede omitirse. Ins. núm. 39.
No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que
sale de la boca de Dios.

EVANGELIO Evangelium
Después el diácono (o el sacerdote) va al ambón,
acompañado eventualmente por los ministros que llevan el incienso y los cirios; ya en el ambón dice:

El Señor esté con vosotros. Dóminus vobíscum

El pueblo responde:
R:/ Y con tu espíritu. Et cum spíritu tuo
El diácono (o el sacerdote):

Lectura del santo Evangelio según san N.
Léctio sancti Evangélii secúndum

Y mientras tanto hace la señal de la cruz sobre el libro y sobre su frente, labios y pecho.
El pueblo aclama:
R: / Gloria a ti, Señor. Glória tibi, Dómine.
El diácono (o el sacerdote), si se usa incienso,
inciensa el libro.
Luego proclama el evangelio.
Acabado el evangelio el diácono (o el sacerdote) dice:
Palabra del Señor.
Todos aclaman:
R: / Gloria a ti, Señor Jesús

Lectura (Proclamación) del santo
Evangelio según San Marcos 1, 12-15.

En aquel tiempo el Espíritu empujó a Jesús al desierto.
Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas y los ángeles le servían.
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios; decía:
—Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios.Convertíos y creed la Buena Noticia.

























S: Palabra del Señor Verbum Domini.
T: Laus tibi, Christe
Homilía
Oratio Fidelium ORACIONES DE LOS FIELES
Credo
Credo in unum Deum, Patrem omnipotentem, factorem caeli et terrae, visibilium omnium et invisibilium. Et in unum Dominum Iesum Christum, Filium Dei unigenitum, et ex Patre natum ante omnia saecula. Deum de Deo, lumen de lumine, Deum verum de Deo vero, genitum, non factum, consubstantialem Patri: per quem omnia facta sunt. Qui propter nos homines et propter nostram salutem descendit de caelis. Et incarnatus est de Spiritu Sancto ex Maria Virgine, et homo factus est. Crucifixus etiam pro nobis sub Pontio Pilato; passus et sepultus est, et resurrexit tertia die, secundum Scripturas, et ascendit in caelum, sedet ad dexteram Patris. Et iterum venturus est cum gloria, iudicare vivos et mortuos, cuius regni non erit finis. Et in Spiritum Sanctum, Dominum et vivificantem: qui ex Patre Filioque procedit. Qui cum Patre et Filio simul adoratur et conglorificatur: qui locutus est per prophetas. Et unam, sanctam, catholicam et apostolicam Ecclesiam. Confiteor unum baptisma in remissionem peccatorum. Et expecto resurrectionem mortuorum et vitam venturi saeculi.
Amen.
Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras; y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro.

Liturgia Eucarística
Acabada la Liturgia de la Palabra, los ministros colocan en el altar el corporal, el puri­ficador, el cáliz y el misal; mientras tanto puede ejecutarse un canto adecuado.

Conviene que los fieles expresen su participación en la ofrenda, bien sea llevando el pan y el vino para la celebración de la eucaristía, bien aportando otros dones para las necesidades de la Iglesia o de los pobres.

El sacerdote se acerca al altar, toma la patena con el pan y, manteniéndola un poco elevada sobre el altar, dice en secreto:

Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te
 presentamos; él será para nosotros pan de vida.

Después deja la patena con el pan sobre el corporal.

Si no se canta durante la presentación de las ofrendas, el sacerdote puede decir en voz alta estas palabras; al final el pueblo puede aclamar:
Bendito seas por siempre, Señor
El diácono, o el sacerdote, echa vino y un poco de agua en el cáliz, diciendo en secreto:
El agua unida al vino
sea signo de nuestra participación en la vida divina de quien ha querido compartir nuestra condición humana.

Después el sacerdote toma el cáliz y, manteniéndolo un poco elevado sobre el altar, dice en secreto:
Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este vino, fruto de la vid y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él será para nosotros bebida de salvación.

Después deja el cáliz sobre el corporal.
Si no se canta durante la presentación de las ofrendas, el sacerdote
puede decir en voz alta estas palabras; al final el pueblo puede aclamar:

Bendito seas por siempre, Señor.
A continuación, el sacerdote, inclinado, dice en secreto:
Acepta, Señor, nuestro corazón contrito
y nuestro espíritu humilde;
que éste sea hoy nuestro sacrificio
y que sea agradable en tu presencia,
Señor, Dios nuestro.
Y, si se juzga oportuno, inciensa las ofrendas y el altar. A continuación el diácono o un ministro inciensa al sacerdote y al pueblo.

Luego el sacerdote, de pie a un lado del altar, se lava las manos, diciendo en secreto:
Lava del todo mi delito, Señor,
 limpia mi pecado.
Lava me, Domine, ab iniquitate mea, et a peccato meo munda me.
Después, de pie en el centro del altar y de cara al pueblo, extendiendo y juntando las
manos, dice una de las siguientes fórmulas:
Orad, hermanos,
para que este sacrificio, mío y vuestro,
sea agradable a Dios, Padre todopoderoso.
Orate, fratres, ut meum ac vestrum sacrificium acceptabile fiat apud Deum Patrem omnipotentem!




O bien:
En el momento de ofrecer
el sacrificio de toda la Iglesia,
oremos a Dios, Padre todopoderoso.
O bien:
Orad, hermanos,
para que, llevando al altar
los gozos y las fatigas de cada día,
nos dispongamos a ofrecer el sacrificio
agradable a Dios, Padre todopoderoso.

El pueblo responde:

El Señor reciba de tus manos este sacrificio,
para alabanza y gloria de su nombre,
para nuestro bien
            y el de toda su santa Iglesia.

Luego el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración sobre las ofrendas.



ORACION SOBRE LAS OFRENDAS Oratio (nos ponemos de pie)

Te pedimos, Señor, que estos dones que vamos a ofrecerte, nos dispongan convenientemente para el santo tiempo de la Cuaresma, que estamos iniciando. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Fac nos, quaesumus, Dómine, his munéribus offeréndis conveniénter aptári, quibus ipsíus venerábilis sacraménti celebrámus exórdium. Per Christum.

Si rinnovi, Signore, la nostra vita e col tuo aiuto si ispiri, sempre più al sacrificio, che santifica l'inizio della Quaresima, tempo favorevole per la nostra salvezza. Per Cristo nostro Signor

Súper Oblata
La oración sobre las ofrendas termina siempre con la conclusión breve.
Si la oración se dirige al Padre:
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Si la oración se dirige al Padre, pero al final de la misma se menciona al Hijo:
Él, que vive y reina
por los siglos de los siglos.

Si la oración se dirige al Hijo:
Tú que vives y reinas
por los siglos de los siglos.

El pueblo aclama:
Amén.

Prex Eucharistica PLEGARIA EUCARISTICA
En las plegarias eucarísticas se pueden nombrar junto al Obispo diocesano a los Obis­pos coadjutores o auxiliares y al Obispo que eventualmente preside una concelebración. Si el celebrante es Obispo, siempre se nombra a si mismo; el Obispo diocesano se nom­bra después del Papa; los otros Obispos se nombran a sí mismos después del Obispo diocesano.
En la plegaria eucarística primera o Canon romano pueden omitirse aquellas partes que están incluidas dentro de  corchetes.


PREFACIO Præfatio

El sacerdote comienza la plegaria eucarística con el prefacio. Con las manos extendidas dice:
El Señor esté con vosotros.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
El sacerdote, elevando las manos, prosigue:
Levantemos el corazón.
El pueblo responde:
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
El sacerdote, con las manos extendidas, añade:
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
El pueblo responde:
Es justo y necesario.
El sacerdote prosigue el prefacio con las manos extendidas.
Al final del prefacio junta las manos y, en unión del pueblo,
Dominus vobiscum.
Et cum spiritu tuo.

Sursum corda.
Habemus ad Dominum.

Gratias agamus Domino Deo nostro.
Dignum et iustum est.


En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque Cristo nuestro Señor, al abstenerse durante cuarenta días de tomar alimento, inauguró la práctica de nuestra penitencia cuaresmal y, al rechazar las tentaciones del enemigo, nos enseñó a sofocar la fuerza del pecado; de este modo, celebrando con sinceridad el misterio de esta Pascua, podremos pasar un día a la Pascua que no acaba.
Por eso, con los ángeles y santos te cantamos el himno de alabanza, diciendo sin cesar: Santo, Santo, Santo...


concluye el prefacio, can­tando o diciendo en voz alta:
Sanctus, sanctus, sanctus Dominus Deus Sabaoth. Pleni sunt caeli et terra gloria tua. Hosanna in excelsis. Benedictus qui venit in nomine
Domini. Hosanna in excelsis.
Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del Universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
                          Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
            Hosanna en el cielo.

Ahora se elige alguna de las Plegarias Eucarísticas
PLEGARIA EUCARÍSTICA III

31. El sacerdote, con las manos extendidas, dice:
Santo eres en verdad, Padre,
y con razón te alaban todas tus criaturas,
ya que por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro,
con la fuerza del Espíritu Santo,
das vida y santificas todo,
y congregas a tu pueblo sin cesar,
para que ofrezca en tu honor
un sacrificio sin mancha
desde donde sale el sol hasta el ocaso.

32. Junta las manos y, manteniéndolas extendidas sobre las ofrendas, dice:
Por eso, Padre, te suplicamos
que santifiques por el mismo Espíritu
estos dones que hemos separado para ti,
Junta las manos y traza el signo de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente, diciendo:
de manera que sean
Cuerpo y Sangre de Jesucristo,
Hijo tuyo y Señor nuestro,
Junta las manos.
que nos mandó celebrar estos misterios.
33. En las fórmulas que siguen, las palabras del Señor han de pronunciarse con claridad,
como lo requiere la naturaleza de éstas.
Porque él mismo,
la noche en que iba a ser entregado,
Toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó pan, y dando gracias te bendijo, lo partió
y lo dio a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco.
Tomad y comed todos de él,
porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros.
Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora haciendo genuflexión.
34. Después prosigue:
Del mismo modo, acabada la cena,
Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó el cáliz,
dando gracias te bendijo,
y lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco.
Tomad y bebed todos de él,
porque éste es el cáliz de mi Sangre,
Sangre de la alianza nueva y eterna,
que será derramada por vosotros
y por todos los hombres
para el perdón de los pecados.
Haced esto en conmemoración mía.

Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora haciendo genuflexión.
35. Luego dice una de las siguientes fórmulas:
1
Éste es el Sacramento de nuestra fe.
O bien:
Éste es el Misterio de la fe.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección.
¡Ven, Señor Jesús!
2
Aclamad el Misterio de la redención:
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Cada vez que comemos de este pan
y bebemos de este cáliz, anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas.

3
Cristo se entregó por nosotros.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Por tu cruz y resurrección
nos has salvado, Señor.
36. Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice:
Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial
de la pasión salvadora de tu Hijo,
de su admirable resurrección y ascensión al cielo,
mientras esperamos su venida gloriosa,
te ofrecemos, en esta acción de gracias, el sacrificio vivo y santo.
Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia,
y reconoce en ella 
la Víctima
por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad,
para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo
y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu.
Que él nos transforme en ofrenda permanente,
para que gocemos de tu heredad
junto con tus elegidos:
con María, la Virgen Madre de Dios,
los apóstoles y los mártires,
[san N.: santo del día o patrono]
y todos los santos, por cuya intercesión
confiamos obtener siempre tu ayuda.
Te pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación
traiga la paz y la salvación al mundo entero.
Confirma en la fe y en la caridad
a tu Iglesia, peregrina en la tierra:
a tu servidor, el Papa N., a nuestro Obispo N.,
Puede hacerse también mención de los Obispos coadjutores o auxiliares y, en las concelebraciones, del Obispo que preside la celebración.
El Obispo, cuando celebra en su diócesis, dice:
a mí, indigno siervo tuyo,
Cuando celebra un Obispo que no es el Ordinario, dice:
a mi hermano N., Obispo de esta Iglesia de N.,
a mí, indigno siervo tuyo,
al orden episcopal, a los presbíteros y diáconos,
y a todo el pueblo redimido por ti.
Atiende los deseos y súplicas de esta familia
que has congregado en tu presencia.
Reúne en torno a ti, Padre misericordioso,
a todos tus hijos dispersos por el mundo.
† A nuestros hermanos difuntos
y a cuantos murieron en tu amistad
recíbelos en tu reino,
donde esperamos gozar todos juntos
de la plenitud eterna de tu gloria,
Junta las manos.
por Cristo, Señor nuestro,
por quien concedes al mundo todos los bienes. †
37. Toma la patena, con el pan consagrado, y el cáliz y, sosteniéndolos elevados, dice: 
Por Cristo, con él y en él, 
a ti, Dios Padre omnipotente, 
en la unidad del Espíritu Santo, 
todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.

El pueblo aclama:
Amén.

Después sigue el rito de la comunión.

RITO DE COMUNION
Una vez que ha dejado el cáliz y la patena, el sacerdote, con las manos juntas, dice:
Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza,
nos atrevemos a decir:
O bien:
Llenos de alegría por ser hijos de Dios,
digamos confiadamente
la oración que Cristo nos enseñó:
O bien:
El amor de Dios ha sido derramado
en nuestros corazones
con el Espíritu Santo que se nos ha dado;
digamos con fe y esperanza:
O bien:
Antes de participar en el banquete de la Eucaristía,
signo de reconciliación
y vinculo de unión fraterna,
oremos juntos como el Señor nos ha enseñado:
Extiende las manos y, junto con el pueblo, continúa:
Padrenuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
El sacerdote, con las manos extendidas, prosigue él solo:
Líbranos de todos los males, Señor,
y concédenos la paz en nuestros días,
para que, ayudados por tu misericordia,
vivamos siempre libre de pecado
y protegidos de toda perturbación,
mientras esperamos la gloriosa venida
de nuestro Salvador Jesucristo.
Junta las manos.
El pueblo concluye la oración, aclamando:
Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.
Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice en voz alta:
Señor Jesucristo,
que dijiste a tus apóstoles:
"La paz os dejo, mi paz os doy",
no tengas en cuenta nuestros pecados,
sino la fe de tu Iglesia
y, conforme a tu palabra,
concédele la paz y la unidad.
Junta las manos.
Tú que vives y reinas
por los siglos de los siglos.
El pueblo responde:
Amén.
El sacerdote, extendiendo y juntando las manos, añade:
La paz del Señor esté siempre con vosotros.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
Luego, si se juzga oportuno, el diácono, o el sacerdote, añade:
Daos fraternalmente la paz.
O bien:
Como hijos de Dios, intercambiad ahora
un signo de comunión fraterna.
O bien:
En Cristo, que nos ha hecho hermanos con su
cruz,
daos la paz como signo de reconciliación.
O bien:
En el Espíritu de Cristo resucitado,
daos fraternalmente la paz.
Y todos, según la costumbre del lugar, se dan la paz. El sacerdote da la paz al diácono o al ministro.
Después toma el pan consagrado, lo parte sobre la patena, y deja caer una parte del mismo en el cáliz, diciendo en secreto:
El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo,
unidos en este cáliz,
sean para nosotros
alimento de vida eterna.

Mientras tanto se canta o se dice:
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
danos la paz.
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi: miserere nobis.
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi: miserere nobis.
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi: dona nobis pacem
Si la fracción del pan se prolonga, el canto precedente puede repetirse varias veces. La última vez se dice: danos la paz.
A continuación el sacerdote, con las manos juntas, dice en secreto:
Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo,
que por voluntad del Padre,
cooperando el Espíritu Santo,
diste con tu muerte la vida al mundo,
líbrame, por la recepción de tu Cuerpo y de tu Sangre,
de todas mis culpas y de todo mal.
Concédeme cumplir siempre tus mandamientos
y jamás permitas que me separe de ti.
O bien:
Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre
no sea para mí un motivo de juicio y condenación,
sino que, por tu piedad,
me aproveche para defensa de alma y cuerpo
y como remedio saludable.

El sacerdote hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevado sobre la patena, lo muestra al pueblo, diciendo:
Éste es el Cordero de Dios,
que quita el pecado del mundo.
Dichosos los invitados a la cena del Señor.
Y, juntamente con el pueblo, añade:
Señor, no soy digno
de que entres en mi casa,
pero una palabra tuya
bastará para sanarme.
El sacerdote dice en secreto:
El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna.
Y comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo.
Después toma el cáliz y dice en secreto:
La Sangre de Cristo me guarde para la vida eterna.

Y bebe reverentemente la Sangre de Cristo.
Después toma la patena o la píxide, se acerca a los que quieren comulgar y les  presenta el pan consagrado, que sostiene un poco elevado, diciendo a cada uno de ellos:
El Cuerpo de Cristo.
El que va a comulgar responde:
Amén.
Y comulga.

El diácono y los ministros que distribuyen la Eucaristía observan los mismos ritos.
Si se comulga bajo las dos especies, se observa el rito descrito en su lugar. (Instr. Gen. n. 240-252).
Cuando el sacerdote comulga el Cuerpo de Cristo, comienza el canto de comunión.
Acabada la comunión, el diácono, el acólito, o el mismo sacerdote, purifica la patena sobre el cáliz y también el mismo cáliz, a no ser que se prefiera purificarlo en la credencia después de la misa.
Si el sacerdote hace la purificación, dice en secreto:
Haz, Señor,
que recibamos con un corazón limpio
el alimento que acabamos de tomar,
y que el don que nos haces en esta vida nos aproveche para la eterna.
Después el sacerdote puede ir a la sede. Si se juzga oportuno, se pueden guardar unos momentos de silencio o cantar un salmo o cántico de alabanza.
Luego, de pie en la sede o en el altar, el sacerdote dice:
Oremos.
Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante unos momentos, a no ser que este silencio ya se haya hecho antes.
Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración después de la comunióñ.

POSTCOMMUNIO

ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Oremus
Que este pan celestial alimente, Señor, en nosotros la fe, aumente la esperanza, refuerce la caridad, y nos enseñe a sentir hambre de Cristo, que es el pan vivo y verdadero, y a vivir de toda palabra que proceda de tu boca. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Caelésti pane refécti, quo fides álitur, spes provéhitur et cáritas roborátur, quaesumus, Dómine, ut ipsum, qui est panis vivus et verus, esuríre discámus, et in omni verbo, quod procédit de ore tuo, vívere valeámus. Per Christum.


Il pane del cielo che ci hai dato, o Padre, alimenti in noi la fede, accresca la speranza, rafforzi la carità, e ci insegni ad avere fame di Cristo, pane vivo e vero, e a nutrirci di ogni parola che esce dalla tua bocca. Per Cristo nostro Signore.

. La oración después de la comunión termina con la conclusión breve.
Si la oración se dirige al Padre:
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Si la oración se dirige al Padre, pero al final de la misma se menciona al Hijo:
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Si la oración se dirige al Hijo:
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
Amén.
Oratio Super Populum
BENDICIONES SOLEMNES


Inclinaos para recibir la bendición.
Luego, el sacerdote, extendidas las manos sobre el pueblo, dice la bendición.
Todos responden: Amen.

Dios, Padre misericordioso,
os conceda a todos vosotros, como al hijo pródigo,
el gozo de volver a la casa paterna.
R. Amén.
Cristo, modelo de oración y de vida,
os guíe a la auténtica conversión del corazón,
a través del camino de la Cuaresma.
R. Amén.
El Espíritu de sabiduría y de fortaleza
os sostenga en la lucha contra el maligno,
para que podáis celebrar con Cristo la victoria pascual.
R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.
R. Amén.

RITUS CONCLUSIONIS
RITO DE CONCLUSION

En este momento se hacen, si es necesario y con brevedad, los oportunos anuncios o advertencias al pueblo.

Después tiene lugar la despedida. El sacerdote extiende las manos hacia el pueblo y dice:
El Señor esté con vosotros.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
El sacerdote bendice al pueblo, diciendo:
La bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo +  y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.
El pueblo responde:
Amén.

En algunas ocasiones y en determinadas misas rituales puede usarse una de las bendiciones solemnes o de las oraciones sobre el pueblo.


El Obispo, para bendecir al pueblo, usa el siguiente formulario, a no ser que prefiera utilizar una de las bendiciones solemnes o una de las oraciones sobre el pueblo.

V. Bendito sea el nombre del Señor.
R. Ahora y por todos los siglos.
V. Nuestro auxilio es el nombre del 
Señor.
R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. La bendición de Dios todopoderoso, 
Pa+dre, Hi+jo, 
y Espíritu + Santo  
descienda sobre vosotros.
R. Amén.
Luego el diácono, o el mismo sacerdote, con las manos juntas, despide al pueblo con una de las fórmulas siguientes:

I   Podéis ir en paz.
II La alegría del Señor sea nuestra fuerza. Podéis ir en paz.
III Glorificad al Señor con vuestra vida. Podéis ir en paz.
IV En el nombre del Señor, podéis ir en paz.
V Especialmente en los domingos de Pascua:
Anunciad a todos la alegría del Señor resucitado.
Podéis ir en paz.

El pueblo responde:
Demos gracias a Dios.

Después el sacerdote besa con veneración el altar, como al comienzo, y, hecha la debida reverencia con los ministros, se retira a la sacristía.


Si sigue inmediatamente otra acción litúrgica, se omite el rito de despedida.
Dóminus vobíscum.
Et cum spíritu tuo.
Benedícat vos omnípotens Deus, Pater, et
Fílius, et Spíritus Sanctus.
Amen.
Ite, missa est.
Deo grátias