jueves, 31 de mayo de 2012

Evangelio, Évangile, Holy Gospel, Evangelho, Evangelium, Vangelo Solemnidad de la Santísima Trinidad 03 de junio 2012


Evangelio según San Mateo 28,16-20.
Los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado.
Al verlo, se postraron delante de el; sin embargo, algunos todavía dudaron.
Acercándose, Jesús les dijo: "Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra.
Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo".

16 Undecim autem discipuli abierunt in Galilaeam, in montem ubi constituerat illis Iesus,
17 et videntes eum adoraverunt; quidam autem dubitaverunt.
18 Et accedens Iesus locutus est eis dicens: “ Data est mihi omnis potestas in caelo et in terra.
19 Euntes ergo docete omnes gentes, baptizantes eos in nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti,
20 docentes eos servare omnia, quaecumque mandavi vobis. Et ecce ego vobiscum sum omnibus diebus usque ad consummationem saeculi
Évangile de Jésus-Christ selon saint Matthieu 28,16-20.
Au temps de Pâques, les onze disciples s'en allèrent en Galilée, à la montagne où Jésus leur avait ordonné de se rendre.
Quand ils le virent, ils se prosternèrent, mais certains eurent des doutes.
Jésus s'approcha d'eux et leur adressa ces paroles : « Tout pouvoir m'a été donné au ciel et sur la terre.
Allez donc ! De toutes les nations faites des disciples, baptisez-les au nom du Père, et du Fils, et du Saint-Esprit ;et apprenez-leur à garder tous les commandements que je vous ai donnés. Et moi, je suis avec vous tous les jours jusqu'à la fin du monde.

Evangelho segundo S. Mateus 28,16-20.
Naquele tempo, os onze discípulos partiram para a Galileia, para o monte que Jesus lhes tinha indicado.
Quando o viram, adoraram-no; alguns, no entanto, ainda duvidavam.
Aproximando-se deles, Jesus disse-lhes: «Foi-me dado todo o poder no Céu e na Terra.
Ide, pois, fazei discípulos de todos os povos, baptizando-os em nome do Pai, do Filho e do Espírito Santo,
ensinando-os a cumprir tudo quanto vos tenho mandado. E sabei que Eu estarei sempre convosco até ao fim dos tempos.»


Heilig Evangelie van Jezus Christus volgens Mattheus 28,16-20. 

De elf leerlingen gingen naar Galilea, naar de berg, die Jesus hun had aangewezen.
En toen ze Hem zagen, aanbaden ze Hem, ofschoon ze eerst hadden getwijfeld.
Jesus trad op hen toe, en sprak: Mij is alle macht gegeven in de hemel en op de aarde.
Gaat dus heen; onderwijst alle volken, doopt ze in de naam van den Vader en van den Zoon en van den Heiligen Geest,
en leert ze onderhouden al wat Ik u heb geboden. Ziet, Ik blijf altijd bij u, tot aan het einde der wereld.

Evangelium nach Matthäus 28,16-20. 
Die elf Jünger gingen nach Galiläa auf den Berg, den Jesus ihnen genannt hatte.
Und als sie Jesus sahen, fielen sie vor ihm nieder. Einige aber hatten Zweifel.
Da trat Jesus auf sie zu und sagte zu ihnen: Mir ist alle Macht gegeben im Himmel und auf der Erde.
Darum geht zu allen Völkern, und macht alle Menschen zu meinen Jüngern; tauft sie auf den Namen des Vaters und des Sohnes und des Heiligen Geistes,
und lehrt sie, alles zu befolgen, was ich euch geboten habe. Seid gewiß: Ich bin bei euch alle Tage bis zum Ende der Welt.

Dal Vangelo di Gesù Cristo secondo Matteo 28,16-20. 

Gli undici discepoli, intanto, andarono in Galilea, sul monte che Gesù aveva loro fissato.
Quando lo videro, gli si prostrarono innanzi; alcuni però dubitavano.
E Gesù, avvicinatosi, disse loro: «Mi è stato dato ogni potere in cielo e in terra.
Andate dunque e ammaestrate tutte le nazioni, battezzandole nel nome del Padre e del Figlio e dello Spirito santo,
insegnando loro ad osservare tutto ciò che vi ho comandato. Ecco, io sono con voi tutti i giorni, fino alla fine del mondo»

Ewangelia wg św. Mateusza 28,16-20. 
 Jedenastu uczniów udało się do Galilei na górę, tam gdzie Jezus im polecił.
A gdy Go ujrzeli, oddali Mu pokłon. Niektórzy jednak wątpili.
Wtedy Jezus podszedł do nich i przemówił tymi słowami: «Dana Mi jest wszelka władza w niebie i na ziemi.
Idźcie więc i nauczajcie wszystkie narody, udzielając im chrztu w imię Ojca i Syna, i Ducha Świętego.
Uczcie je zachowywać wszystko, co wam przykazałem. A oto Ja jestem z wami przez wszystkie dni, aż do skończenia świata».

Մատթէոս Աւետարանիչին գրած Աւետարանը 28,16-20. 
Եւ նրանք դրամն առնելով՝ արեցին այնպէս, ինչպէս որ իրենց սովորեցրել էին։ Եւ այս զրոյցը տարածուած է հրեաների մէջ մինչեւ այսօր։
Իսկ տասնմէկ աշակերտները գնացին Գալիլիա, այն լեռը, ուր Յիսուս իրենց հետ ժամադրուել էր։
Երբ նրան տեսան, երկրպագեցին նրան, իսկ ոմանք երկմտեցին։
Եւ Յիսուս մօտենալով՝ խօսեց նրանց հետ ու ասաց. «Ինձ է տրուած ամէն իշխանութիւն երկնքում եւ երկրի վրայ. ինչպէս Հայրը ինձ ուղարկեց, ես էլ ձեզ եմ ուղարկում։
Գնացէ՛ք ուրեմն աշակերտ դարձրէ՛ք բոլոր ազգերին, նրանց մկրտեցէ՛ք Հօր եւ Որդու եւ Սուրբ Հոգու անունով։

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Sacerdotes de Santiago participaron en el día de la santificación del clero



Sacerdotes de Santiago participaron en el día de la santificación del clero
El jueves 31 de mayo por la mañana, más de doscientos presbíteros de Santiago participaron en una jornada de reflexión sobre la esencia del sacerdocio en el Santuario de Schonstatt.  

Más de doscientos presbíteros de la mayoría de las parroquias de Santiago asistieron a una jornada de reflexión en el día de santificación del clero. “Estamos invitados a ser sacerdotes de acuerdo al corazón de Cristo”, afirmó monseñor Ricardo Ezzati, Arzobispo de Santiago, tras participar del día de santificación del clero. “Me acordaba esta mañana de una meditación que hacía mi fundador a sus hermanos salesianos. Él decía que uno estaba llamado a ser sacerdote siempre: Cuando estaba en el altar, en el confesionario, cuando estaba en la oficina de un ministro y cuando estaba en el patio jugando con los jóvenes”, sostuvo. “La santidad del sacerdote consiste en ser auténticos y humildes representantes de Jesucristo a través de toda la vida y con toda su vida, donde quiera que esté”, manifestó.


Luego del rezo de tercia, el Vicario General del Arzobispado de Santiago, presbítero Rodrigo Tupper, expuso ante sus hermanos sacerdotes la reflexión: “El presbítero como ministro de la palabra, de la eucaristía, de la comunión eclesial y de la caridad”.

Amigos y servidores de Jesús
Somos los amigos de Jesús, dijo el padre Tupper casi al inicio de su intervención. Los consagrados reciben una “invitación singular en su amistad y de profundizar en su servicio”, afirmó. “Es una elección que ciertamente no se agota en nosotros pues, a pesar de ser hecha a los doce, es una elección que abarca a todos los miembros de la Iglesia que Jesucristo encabeza. Sin embargo, también es verdad que hay para los obispos, los presbíteros, los diáconos y los hermanos y hermanas de especial consagración, una invitación singular en su amistad y de profundizar en su servicio”, explicó. “Es el privilegio de los que han dejado casa, padre, madre, hijos y hermanos para servir a Jesús y para servir con Jesús. Un privilegio que por venir del Hijo hecho siervo de Dios, nos pone por debajo y no por arriba de los bautizados y de quienes, sin conocerlo, buscan a Dios, buscan al Señor”, dijo a los asistentes.

Esta amistad entre el presbítero y Jesucristo debe traducirse en servicio. “Nuestro título de honor es, entonces, ser ministros-servidores de Jesús, sirviéndolo a El a lo largo de toda su existencia y en la hondura de todo su misterio”, sostuvo. En este sentido llamó la atención sobre la tentación del señorío que acecha a los discípulos de Jesús. En su reflexión manifestó claramente que “a Jesús sólo se le puede comprender desde la humildad, desde los últimos lugares, desde el lavado de los pies, incluso desde esta teología de rodillas, como dicen algunos. Es decir a El sólo se le puede comprender desde la forma en que El ha querido mostrarse a la humanidad… haciéndose siervo por amor”. Ahondando en este punto realizó una exaltación de servicio no como una actividad de segunda clase, sino como una manera de ser el alma de este mundo. Más tarde señaló que la clave de el presbiterado discipular y misionero está “en la donación servicial”, ya que allí “se experimenta el gozo de ser ministros del Señor: servidores de la Palabra, de la Eucaristía, de la Comunión, de la Caridad. No hay otro camino”, aseveró. “Los caminos de los dominadores, de los altivos, de los abusadores, son caminos viejos, demasiado traqueteados como para ser capaz de levantar la mirada”, añadió.

Finalmente relevó la actitud de María al visitar a su prima Isabel como ejemplo de caridad, de servicio y de comunión. “Si nos fijamos bien –explicó-, son las cuatro dimensiones de nuestro servicio sacerdotal, las cuatro dimensiones de la verdadera Iglesia postconciliar, las dimensiones que fundan la vida de la humanidad, simplemente porque el servicio lo recibimos para el bien de los demás y no para nuestra propia edificación”. Concluyó: “Una sociedad en que falte la Palabra, el sentido; en que se sofoque la gratitud, la bendición; en que se destruya la comunión y se pervierta el amor, es una sociedad que no tiene nada que ofrecer a sus habitantes. Por eso, nuestro servicio ministerial realizado en Nombre de Jesús, nuestro amigo más cercano, y con el don femenino del espíritu Mariano, no sólo construye la Iglesia. Es un servicio que construye humanidad”.

Posteriormente, los presbíteros asistentes se reunieron en grupos para reflexionar tres preguntas. La primera referida a lo que más les entusiasma del servicio presbiteral, la segunda apuntó al aporte del clero en la construcción de una nueva humanidad y la tercera, a los aspectos que más cuestan en el servicio a los hermanos.

- Lea intervención completa del padre Rodrigo Tupper

Opiniones de los asistentes

“Este día es para ayudarnos a pedir perdón, porque hemos tenido muchos dolores y que la gente ha lamentado. Muchas cosas no han estado bien y no los hemos sabido acompañar. Deberíamos, como decía Rodrigo muy bien, servir desde nuestra sencillez, volver a nuestros orígenes. La Iglesia nació en Nazaret, sencilla, humilde y la hemos ido construyendo con mucho autoritarismo, metiéndonos en la vida de las personas con poco respeto y eso no nos hace bien”. Renato Giavio, párroco Jesús Servidor, Peñalolén.

“Me llegó mucho el tema del servicio, planteado desde la alegría del servicio, desde el enfoque de Jesús, que no es el de los poderosos. Me gustó esa frase fuerte que dijo que los poderosos miran al pueblo de Dios como a unos pobres infelices. Me impactó". David Mondaca, párroco de San Vicente Palloti, Quinta Normal.

“Tengo mucha alegría de escuchar a un hermano mayor sacerdote que nos anima en nuestra tarea tan hermosa del sacerdocio. Me quedo disfrutando y gustando de la invitación a ser amigo de Jesús y de servir como lo hacía Jesús, mirando desde abajo”. Fernando Valdiveso, vicario parroquial Nuestra Señora de Las Mercedes, Puente Alto.

Fuente: Comunicaciones Santiago - www.iglesiadesantiago.cl
 
Santiago, 31/05/2012




El presbítero como ministro de la Palabra, de la Eucaristía, de la comunión eclesial y de la caridad

Servidores de Jesús y con Jesús
Día de Santificación del Clero Santuario de Schoensttat
31 de mayo de 2012

La Vicaría para el Clero ha tenido la bondad de pedirme una breve reflexión sobre “El presbítero como ministro de la Palabra, de la Eucaristía, de la Comunión Eclesial y de la Caridad”. Sólo el título propuesto constituye una meditación porque, es obvio, estas cuatro dimensiones conciliares del presbiterado no pueden tratarse de una vez. Por otra parte, me estimula el hecho providencial de que estemos reunidos justamente en la fiesta de la Visitación de la Virgen María a Santa Isabel, pues en este acontecimiento se dan con nitidez las cuatro dimensiones señaladas, unidas en torno al servicio, que es el espíritu de fondo que las anima. Es decir, el ser ministros, o sea, servidores de estas dimensiones de la misión presbiteral, a la cual consagramos nuestra vida.

1. Somos los amigos de Jesús

Tenemos el enorme privilegio de haber sido elegidos por el Señor Jesús para estar con Él y para ser enviados por El . Es una elección que ciertamente no se agota en nosotros pues, a pesar de ser hecha a los doce, es una elección que abarca a todos los miembros de la Iglesia que Jesucristo encabeza. Sin embargo, también es verdad que hay para los obispos, los presbíteros, los diáconos y los hermanos y hermanas de especial consagración, una invitación singular en su amistad y de profundizar en su servicio. Es el privilegio de los que han dejado casa, padre, madre, hijos y hermanos para servir a Jesús y para servir con Jesús. Un privilegio que por venir del Hijo hecho siervo de Dios, nos pone por debajo y no por arriba de los bautizados y de quienes, sin conocerlo, buscan a Dios, buscan al Señor. Podemos, entonces, decir con todas sus letras que tenemos el enorme privilegio de haber sido elegidos para servir como Jesús. ¿Habrá un servicio mayor y más hermoso en este mundo? Verdaderamente, no sólo por teología sino por mi experiencia personal, en estos veinte años de ministerio he aprendido que no hay otra mejor ni más fecunda.
Es muy impresionante ver como Jesús se pone por debajo de la humanidad y no teme ocupar el último lugar – el de los siervos – cuando se trata de amar y de salvar a todos los elegidos. El se nos ofrece para ser comido, alimentándonos con el Pan de la Palabra y el Pan de la Vida. Ese es un auténtico privilegio. Es el privilegio de ser amigos y servidores del que llega hasta el extremo del amor, entregándonos su Espíritu, su vida, para que podamos vivir en comunión que es la condición esencial para que el mundo “crea”. Por lo tanto el Señor no nos deja solos en la elección: como buen amigo que nos pide estar con El, nos da el ejemplo, permaneciendo con nosotros, con la fuerza de su Espíritu hasta el final de los tiempos. De esa manera nos capacita para que en nuestra condición de servidores podamos dar testimonio del amor entrañable de nuestro Dios.

En el don de la vida de Jesús se sintetiza, de una manera maravillosa, la Eucaristía, la Palabra, la Caridad y la Comunión Trinitaria. No hay Palabra más plena de Jesús que el silencio de su desnudez en una Cruz, despojado de todo, por amor. No hay Eucaristía más plena que el momento en que El nos entrega su Cuerpo y derrama su Sangre para el perdón de los pecados. No hay acto de amor mayor que este de dar la vida por los que se ama. Y en medio de tan profunda donación y de tan doloroso abandono, cuando parece que este impresionante sacrificio no llevara a ninguna parte, emerge silenciosamente la mano del Padre que sostiene a su Hijo en la Cruz y el Espíritu que lo conforta en sus últimos momentos.


Esta presencia trinitaria transforma el árbol de la Cruz en Árbol de la Vida; el patíbulo tan temido, en el Trono de la Misericordia – “el tribunal de la gracia” - expresado en esa imagen tan conmovedora del Padre que sostiene con sus manos el travesaño que muestra los brazos abiertos de su Hijo Amado, clavados en el madero, dando su vida por la salvación del mundo. Es el don de la vida que bebemos en cada Eucaristía y que recibimos en el Perdón Sacramental. La Vida que se hace Unción de los Enfermos y Viático de los moribundos. ¡Es que Dios Padre jamás abandona a una hija o a un hijo caído, menos aún al Hijo Amado y a aquellos que El mismo le ha confiado por ser sus amigos y servidores!


2. Somos servidores de Jesús
 
Nuestro título de honor es, entonces, ser ministros-servidores de Jesús, sirviéndolo a El a lo largo de toda su existencia y en la hondura de todo su misterio. Nuevamente es El quien nos ha dado el ejemplo del amor preferencial. Así como El entra al mundo diciendo “he aquí, oh Dios, que vengo a hacer tu voluntad”, María, Madre y discípula, dirá “he aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu Palabra”. Esa es la respuesta que se espera de nosotros que gozamos de manera preferente su amistad. Es lo que decimos sacramentalmente el día de la ordenación: "sí quiero, con la gracia de Dios”.


Es oportuno recordarlo:


El Señor Jesús, nuestro amigo, nos preguntó y nos sigue preguntando a través de nuestro Obispo que es presencia real del Señor:


“¿ Quieres unirte cada día más estrechamente a Cristo,

Sumo Sacerdote, que por nosotros se ofreció al Padre como Víctima Santa, y unidos a El ofrecerte a Dios para la salvación de la humanidad ?

¡Sí, quiero hacerlo, con la gracia de Dios!”.


Ahora bien, desde el mismo momento en que acogemos el enorme privilegio de ser los “amigos” de Jesús – para estar con El – empezamos a sentir el deseo de ser los “amigos” enviados para salir con El a anunciar su Palabra, a reunir en comunión a los que crean en su nombre, a través del Bautismo y la Eucaristía, y a amar como El nos ha amado, especialmente a los pobres, a los desvalidos, a los que no encuentran posada en este mundo.


De esta manera nos transformamos en ministros del Señor en dos planos: servimos al Señor que es la Palabra y servimos la Palabra del Señor en la mesa de la humanidad, para que sean muchos y ojalá todos, los que vengan a alimentarse del Pan que da la Vida eterna… Servimos al Señor que personifica la Eucaristía y nos hacemos servidores del Bautismo, del Perdón y de la Eucaristía en nombre del Señor. Servimos al Señor que es amor y nos hacemos diáconos del amor en medio del mundo.


Y precisamente por servirlo en medio de este mundo, especialmente los que somos sacerdotes seculares estamos llamados a tener simpatía por el mundo, por los tiempos que vivimos, por las búsquedas de la gente de este tiempo, así personalmente nos disgusten. En la medida en que somos servidores de Jesús, no importan tanto nuestros gustos y opiniones, siempre respetables. Lo que importa es saber qué le gusta a El… Y no sólo lo que le gusta sino lo que está obrando ahora a través del Su Espíritu Santo: a El le gusta “sanar al que está enfermo, ser fuente del consuelo, gozo que enjuga las lágrimas, brisa en las horas de fuego y reconforta en los duelos”, como lo acabamos de cantar en Pentecostés.


3. La tentación del señorío, es decir, del anti ministerio


Sin embargo, es precisamente en el vértice de nuestra vida, en este hecho prodigioso de ser servidores del Señor y servidores en nombre del Señor, el momento y el lugar donde el espíritu del mal viene a imponer su propio señorío. Esto no es nuevo. Ya lo vivieron los apóstoles en esas interminables discusiones a lo largo del camino o al terminar la Última Cena, cuando querían saber quien se iba a sentar a la derecha y quien a la izquierda, o quien sería el mayor entre ellos. La respuesta siempre fue directa: el que quiera ser el mayor hágase el servidor de todos:

“Los reyes de los paganos los tienen sometidos
y los que imponen su autoridad
llevan el título de benefactores.
Entre Uds., nada de eso:
el más importante entre Uds.
compórtese como si fuera el último
y el que manda como el que sirve […]
pues yo estoy entre Uds. como el que sirve”

Y para no fijarnos sólo en los apóstoles, preguntémonos con la mano en el corazón:


¿No tenemos, a veces, la tentación de sentirnos superiores a los laicos? ¿No sentimos la tentación de ser autoritarios en vez de ejercer el servicio de la autoridad? ¿No sentimos la tentación de imponer nuestra visión de Iglesia? ¿No nos pasa, a veces, pensar que no tenemos más que aprender sobre teología, sobre liturgia, sobre la Escritura, sobre el servicio de caridad de la Iglesia? ¿No se da en algunos de nosotros la tentación de descuartizar el ministerio: es decir, yo sirvo la Palabra, yo sirvo la Eucaristía… la solidaridad y la justicia son cosas de los laicos? O al revés, lo que vale es lo social, lo de la espiritualidad es demasiado etéreo para mi…

Muchas veces se nos acusa de caer en estas tentaciones: de ser señores en vez de servidores, de ser impositivos en vez de propositivos, de sentir que la Iglesia le pertenece al clero y, a lo más, a los consagrados…

Estamos en el vértice, estamos en la clave: a Jesús sólo se le puede comprender desde la humildad, desde los últimos lugares, desde el lavado de los piés, incluso desde esta teología de rodillas, como dicen algunos Es decir a El sólo se le puede comprender desde la forma en que El ha querido mostrarse a la humanidad… haciéndose siervo por amor. Por lo mismo, esta es la forma obligada de comprender el designio de Dios y la acción del Espíritu Santo que se opone radicalmente al mundo carnal, como nos enseña San Pablo, haciendo suyo ese himno de la primera comunidad, al cual antepone una breve exhortación:


“No hagan nada por ambición o vanagloria, antes, con humildad, estimen a los otros como superiores a Uds. mismos. Nadie busque su interés sino el de los demás. Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús,

quien a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de der igual a Dios;
sino que se vació de sí
y tomó la condición de esclavo
haciéndose semejante a los hombres.
Y mostrándose en figura humana, se humilló
se hizo obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó,
y le concedió un Nombre superior a todo nombre,
para que ante el nombre de Jesús, toda rodilla se doble,
en el cielo, la tierra y el abismo;
y toda lengua confiese:
¡Jesucristo es Señor!, para gloria de Dios Padre”.

Por eso, mientras la Iglesia, nuestra Iglesia, mi parroquia, mi comunidad, no se transforme en servidora de su hermano, de su hermana, de su barrio, de la ciudad, del mundo, perdemos literalmente el tiempo por nuestro antitestimonio, o pescaremos sólo con caña lo que puede pescarse con la red. Pues, como dice un antiguo adagio de autor desconocido: “El mundo es de quien lo ama y mejor sabe demostrárselo”


4. La recuperación del servicio


En fin, para bien y para mal somos ciudadanos del mundo en que vivimos del que, siguiendo la Carta a Diogneto, estamos llamados a ser como el alma [de este mundo] por nuestra manera de vivir. Y si hay algo que escasea en la cultura de estos tiempos es el sentido del servicio. Incluso la palabra “servicio” se usa menos que antes cuando era un orgullo ser un “servidor público”, término que no se refería sólo al empleado que trabaja para el Estado sino también a políticos y magistrados. El término ha adquirido un sabor a “personal de servicio” para designar empleos menores o menos considerados por la opinión común, como que incluso en ciertos lugares públicos hay “baños de servicio” y “puertas de servicio” para que estos empleados menores puedan transitar…


En cambio, en el ámbito de la fe, pertenecer a la raza del Siervo de Yahvé es estar llamado a la vocación plena. Esa vocación de quien es capaz de asumir en su propia carne el dolor de la humanidad. Puede que la gente lo considere un fracasado, alguien castigado por Dios… y sin embargo, es el servidor que tiene su carne herida por las transgresiones de la humanidad. Esta es la forma creativa como El ha descubierto que se pueden transformar en gracia, en vida. Esa es la actitud que corresponde a un discípulo y seguidor de Jesús, el Siervo por excelencia que, con la calidad de su donación, ha demostrado ser el Verbo, La Palabra, creadora y salvadora. Ha demostrado también ser el que se pone a la Mesa para servir su propia vida en alimento. Y ha demostrado que es el camino para acoger la comunión trinitaria y gustarla en la comunión de la familia humana.


Tal vez, para potenciar esta actitud clave del “ministerio pastoral” sea necesario redescubrir el gozo de servir, la alegría de vivir como servidores, como ese que nos muestra y nos enseña Jesús al lavar los pies de los discípulos:

“Comprenden Uds. lo que acabo de hacer? Uds. me llaman maestro y Señor, y dicen bien. Pues bien, si yo que soy el Maestro y el Señor les he lavado los pies, también Uds. deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado ejemplo para que hagan lo mismo que yo hice con Uds. Yo les aseguro que el sirviente no es más que su señor, ni el enviado más que quien lo envía. ¡Serán felices si, sabiendo estas cosas, Uds. las ponen en práctica”.

Siguiendo este mismo camino, la Conferencia de Aparecida nos exhorta recordando las palabras del Papa Paulo VI en Evangelii Nuntiandi:

“Conservemos, pues, el fervor espiritual. Conservemos la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas. Hagámoslo —como Juan el Bautista, como Pedro y Pablo, como los otros Apóstoles, como esa multitud de admirables evangelizadores que se han sucedido a lo largo de la historia de la Iglesia— con un ímpetu interior que nadie ni nada sea capaz de extinguir.

Sea ésta la mayor alegría de nuestras vidas entregadas. Y ojalá que el mundo actual —que busca a veces con angustia, a veces con esperanza— pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo, y aceptan consagrar su vida a la tarea de anunciar el reino de Dios y de implantar la Iglesia en el mundo”.


Por otra parte, si le preguntamos al pueblo de Dios por los presbíteros, a quienes ama y necesita, Aparecida nos responde con un texto que seguramente ya habremos meditado, pero que es conveniente recordar:


“El Pueblo de Dios siente la necesidad de presbíteros-discípulos: que tengan una profunda experiencia de Dios, configurados con el corazón del Buen Pastor, dóciles a las mociones del Espíritu, que se nutran de la Palabra de Dios, de la Eucaristía y de la oración;

de presbíteros-misioneros; movidos por la caridad pastoral: que los lleve a cuidar del rebaño a ellos confiados y a buscar a los más alejados predicando la Palabra de Dios, siempre en profunda comunión con su Obispo, los presbíteros, diáconos, religiosos, religiosas y laicos; de presbíteros-servidores de la vida: que estén atentos a las necesidades de los más pobres, comprometidos en la defensa de los derechos de los más débiles y promotores de la cultura de la solidaridad.

También de presbíteros llenos de misericordia, disponibles para administrar el sacramento de la reconciliación”.


La clave de este presbiterado discipular y misionero está precisamente en la donación servicial en que se experimenta el gozo de ser ministros del Señor: servidores de la Palabra, de la Eucaristía, de la Comunión, de la Caridad. No hay otro camino. Es una actitud que trae contrariedad. Nadie lo niega. Pero es el único camino original. Los caminos de los dominadores, de los altivos, de los abusadores, son caminos viejos, demasiado traqueteados como para ser capaz de levantar la mirada. Todos ellos miran para abajo, para la tierra, y ven a la gente como pobres infelices a quienes ellos y sólo ellos deben gobernar. En cambio, el camino del servicio inaugurado por Jesús nos hace mirar para arriba, ensanchando nuestros horizontes, el que mira hacia arriba descubre en la gente el rostro de los “patroncitos” que piden nuestro servicio. Esa actitud de quien mira hacia lo alto, refleja al hombre esperanzado, y la esperanza siempre trae consigo la alegría, la esperanza está embarazada de la alegría!!. Esta actitud nos hace estar atentos al don, y por cierto al don del Espíritu que nos conduce a la plenitud de vida en la resurrección para recibir de manos de Dios Padre el gozo que nada ni nadie nos podrá arrebatar .


5. María, la servidora por excelencia


El día de hoy, lo decía, al comienzo, nos regala una mirada mariana de nuestro ministerio, de nuestro servicio. En esta escena destaca la Palabra, la de Isabel y la de María, verdaderas confesiones de fe que han pasado a ser oración permanente de la Iglesia. Isabel confiesa a María como “madre de mi Señor… bendita entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre” . María, por su parte, animada por alguien que logra atisbar su misterio, nos regala el Magníficat que nunca nos cansamos de rezar, sobre todo cuando cae la tarde del día . En ambas destaca la Caridad, el servicio: la joven Virgen de Nazaret que recorre más de 100 kilómetros para ir a acompañar a su prima anciana que por primera vez va a dar a luz en su vejez. Son tres meses de cariño, de cuidados mutuos, de oración agradecida.

La escena destaca de manera impresionante la comunión entre estas santas mujeres y el fruto bendito de cada vientre, que las habita, y culmina en esa oración eucarística, la más hermosa, en que María bendice a Dios por sus obras, por el cumplimiento de sus promesas, y por haber puesto su mirada en esta humilde servidora, madre, imagen y figura de la Nueva Humanidad, la de Jesús.


Si nos fijamos bien, son las cuatro dimensiones de nuestro servicio sacerdotal, las cuatro dimensiones de la verdadera Iglesia postconciliar, las dimensiones que fundan la vida de la humanidad, simplemente porque el servicio lo recibimos para el bien de los demás y no para nuestra propia edificación.


Una sociedad en que falte la Palabra, el sentido; en que se sofoque la gratitud, la bendición; en que se destruya la comunión y se pervierta el amor, es una sociedad que no tiene nada que ofrecer a sus habitantes.


Por eso, nuestro servicio ministerial realizado en Nombre de Jesús, nuestro amigo más cercano, y con el don femenino del espíritu Mariano, no sólo construye la Iglesia. Es un servicio que construye humanidad. Concluyamos nuestra meditación con las palabras del ángel, diciendo juntos: Dios te salve, María…


Rodrigo Tupper Altamirano, Pbro

Vicario General y Moderador de la Curia
Arzobispado de Santiago

martes, 29 de mayo de 2012

Santuario Cenáculo de Bellavista Solemnidad de Pentecostés. Celebra Padre Ricardo Bravo







Vemos como se nos muestra a María con las lenguas de fuego sobre la cabeza (hch 1,14; 2,1-4). Cuando argumentamos por qué razón se puede llamar a María “Madre de la Iglesia”, destacamos su colaboración creadora en el engendramiento de la Iglesia en el momento de la anunciación, en el nacimiento de la Iglesia en el Gólgota y, finalmente, en la preparación de la Iglesia y su salida al mundo. En este último punto hacemos referencia a la fiesta de Pentecostés. Omnes erant unanimiyer cun Maria matre Jesu perseverantes in oraciones ( Hech 1,14) ( todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu, en compañía de María, la Madre de Jesús). Una vez más la Santísima Virgen es destinataria del envío del Espíritu, pero, al mismo tiempo, es también el instrumento para que ese envío del Espíritu llegue, en cierto modo, en plenitud a la joven Iglesia. Así se presenta ante nosotros, queridos fieles, la imagen de María.
 (Homilía en Milwaukee 1965 Padre José Kentenich)






LITURGIA DE LA PALABRA
  SECUENCIA DE PENTECOSTES


EVANGELIO



Lectura (Proclamación) del santo Evangelio según
Lectura del santo Evangelio según San Juan 20, 1923.
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. En esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
—Paz a vosotros.
Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
—Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
—Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
S: Palabra del Señor Verbum Domini.
T: Laus tibi, Christe

HOMILIA

LITURGIA EUCARÍSTICA




ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
 
Señor, que  el Espíritu Santo nos haga comprender mejor, según la promesa de tu Hijo, el misterio de este sacrificio y toda la profundidad del Evangelio.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
 
Præsta, quæsumus, Dómine, ut, secúndum promissiónem Fílii tui, Spíritus Sanctus huius nobis sacrifícii copiósius revélet arcánum, et omnem propítius réseret veritátem. Per Christum.

PLEGARIA EUCARÍSTICA 
EPÍCLESIS


La Epíclesis ("invocación sobre") es la intercesión mediante la cual el sacerdote suplica al Padre que envíe el Espíritu santificador para que las ofrendas se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Cristo y para que los fieles, al recibirlos, se conviertan ellos mismos en ofrenda viva para Dios.CIC 1105




En la Eucaristía Cristo nos da su cuerpo y su sangre como alimento y bebida, bajo las especies del pan y del vino, como durante el banquete pascual de la última Cena. Solamente en virtud del Espíritu, que da vida, el alimento y la bebida eucarísticos pueden obrar en nosotros la “comunión”, es decir, la unión salvífica con el Cristo crucificado y glorificado
 
Hay un hecho significativo, ligado al acontecimiento de Pentecostés: desde los primeros tiempos después de la venida del Espíritu Santo los Apóstoles y sus seguidores, convertidos y bautizados, “acudían asiduamente... a la fracción del pan y a las oraciones” (Hch 2, 42), como si el mismo Espíritu Santo nos hubiera orientado a la Eucaristía. He subrayado en la Encíclica Dominum et Vivificantem que, “guiada por el Espíritu Santo, la Iglesia desde el principio se manifestó y se confirmó a sí misma a través de la Eucaristía” (n. 62).
(JUAN PABLO II AUDIENCIA GENERAL Miércoles 13 de septiembre de 1989)





CORDERO DE DIOS
 
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
danos la paz.
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi: miserere nobis.
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi: miserere nobis.
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi: dona nobis pacem





CONSAGRACION A LA MATER













AÑO DE LA CORRIENTE DEL SANTUARIO 2011-2012
El objetivo del Año de la Corriente del Santuario es afianzar esta red de Santuarios centrados en el Santuario Original, del que fluyen y al que regresan todas las gracias. Todo se ha originado en Schoenstatt y nuestro peregrinar finalmente nos lleva de vuelta ahí. El nuevo entusiasmo que nos embarga por la importancia del Santuario Original en nuestros tiempos, como un lugar de gracias y la presencia de lo santo entre nosotros, como un lugar donde Dios y las naciones se encuentran, y como un lugar de fervor misionero, le da al Año de la Corriente del Santuario un significado más profundo.