CUARTO DOMINGO DE CUARESMA
26 DE MARZO 2017
PRESIDIÓ PADRE RICARDO BRAVO
SANTUARIO CENÁCULO DE BELLAVISTA
HOMILÍA
Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según
san Juan 9, 1-41
Jesús vio a
un hombre ciego de nacimiento. Sus discípulos le preguntaron: “Maestro, ¿quién ha pecado, él o sus
padres, para que haya nacido ciego?”
“Ni él ni
sus padres han pecado, -respondió Jesús-; nació así para que se manifiesten en
él las obras de Dios.
Debemos
trabajar en las obras de Aquél que me envió, mientras es de día; llega la
noche, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del
mundo”.
Después que
dijo esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva y lo puso sobre los
ojos del ciego, diciéndole: “Ve
a lavarte a la piscina de Siloé”,
que significa “Enviado”.
El ciego
fue, se lavó y, al regresar, ya veía.
Los vecinos
y los que antes lo habían visto mendigar, se preguntaban: “¿No es éste el que se sentaba a pedir
limosna?”
Unos
opinaban: “Es el mismo”. “No, respondían otros, es uno que se le parece”.
Él decía: “Soy realmente yo”.
Ellos le
dijeron: “¿Cómo se te han
abierto los ojos?”
Él
respondió: “Ese hombre que
se llama Jesús hizo barro, lo puso sobre mis ojos y me dijo: “Ve a lavarte a
Siloé”. Yo fui, me lavé y vi”.
Ellos le
preguntaron: “¿Dónde está?”
Él
respondió: “No lo sé”.
El que
había sido ciego fue llevado ante los fariseos. Era sábado cuando Jesús hizo
barro y le abrió los ojos. Los fariseos, a su vez, le preguntaron cómo había
llegado a ver.
Él les
respondió: “Me puso barro
sobre los ojos, me lavé y veo”.
Algunos
fariseos decían: “Ese
hombre no viene de Dios, porque no observa el sábado”.
Otros
replicaban: “¿Cómo un
pecador puede hacer semejantes signos?”
Y se
produjo una división entre ellos. Entonces dijeron nuevamente al ciego: “Y tú, ¿qué dices del que te abrió los
ojos?” El hombre respondió: “Es un profeta”.
Sin
embargo, los judíos no querían creer que ese hombre había sido ciego y que
había llegado a ver, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: “¿Es este el hijo de ustedes, el que
dicen que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?”
Sus padres
respondieron: “Sabemos que
es nuestro hijo y que nació ciego, pero cómo es que ahora ve y quién le abrió
los ojos, no lo sabemos. Pregúntenle a él: tiene edad para responder por su cuenta”.
Sus padres
dijeron esto por temor a los judíos, que ya se habían puesto de acuerdo para
excluir de la sinagoga al que reconociera a Jesús como Mesías. Por esta razón
dijeron: “Tiene bastante
edad, pregúntenle a él”.
Los judíos
llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: “Glorifica a Dios. Nosotros sabemos
que ese hombre es un pecador”.
“Yo no sé si
es un pecador, respondió; lo que sé es que antes yo era ciego y ahora veo”.
Ellos le
preguntaron: “¿Qué te ha
hecho? ¿Cómo te abrió los ojos?”
Él les
respondió: “Ya se lo dije y
ustedes no me han escuchado. ¿Por qué quieren oírlo de nuevo? ¿También ustedes
quieren hacerse discípulos suyos?”
Ellos lo
injuriaron y le dijeron: “¡Tú
serás discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés! Sabemos que
Dios habló a Moisés, pero no sabemos de dónde es éste”.
El hombre
les respondió: “Esto es lo
asombroso: que ustedes no sepan de dónde es, a pesar de que me ha abierto los
ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero sí al que lo honra y
cumple su voluntad. Nunca se oyó decir que alguien haya abierto los ojos a un
ciego de nacimiento. Si este hombre no viniera de Dios, no podría hacer nada”.
Ellos le
respondieron: “Tú naciste
lleno de pecado, y ¿quieres darnos lecciones?” Y lo echaron.
Jesús se
enteró de que lo habían echado y, al encontrarlo, le preguntó: “¿Crees en el Hijo del hombre?”
Él
respondió: “¿Quién es,
Señor, para que crea en Él?”
Jesús le
dijo: “Tú lo has visto: es
el que te está hablando”.
Entonces él
exclamó: “Creo, Señor”, y se postró ante Él.
Después
Jesús agregó: “He venido a
este mundo para un juicio: Para que vean los que no ven y queden ciegos los que
ven”.
Los
fariseos que estaban con Él oyeron esto y le dijeron: “¿Acaso también nosotros somos ciegos?” Jesús les respondió: “Si ustedes fueran ciegos, no tendrían
pecado, pero como dicen: “Vemos”, su pecado permanece”.
Antífona de entrada Cf. Is 66, 10-11
Alégrese,
Jerusalén, y que se congreguen cuantos la aman. Compartan su alegría los que
estaban tristes, vengan a saciarse con su felicidad.
FOTOS Y VIDEOS:ANTONIO BARBAGELATA FIGARI
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