II HITO DE SCHOENSTATT
20 DE ENERO
1942-2021
20 de enero
de 1942
El 20 de
enero fue el día clave en que, en la práctica, se decidía la partida del Padre
Kentenich al campo de concentración. Esta fecha y todo lo que, a partir de
ella, se desencadenó para el Padre Kentenich y la Familia de Schoenstatt ,
marca profundamente su historia.
En
septiembre de 1939, estalla en Europa la Segunda Guerra Mundial.El mundo se
encuentra ante una nueva contienda de dimensiones catastróficas. Es una época
de grandes dificultades para la Familia de Schoenstatt.
En abril de
1939, la Gestapo requisa la Casa de Estudios en Schoenstatt y la usa como
escuela para profesores nazis. Ante la amenaza de requisa también del Santuario
de Schoenstatt, las Hermanas de María deciden formar una cadena viva en torno
al él tomadas de la mano, mientras el Padre Kentenich oraba adentro, ofreciendo
así sus vidas si fuera necesario, para defenderlo. Nace dentro de la Familia de
Schoenstatt la necesidad de entregarse más profundamente a la voluntad de Dios
a través de la Santísima Virgen. La Santísima Virgen es coronada. Se reconoce a
María en su soberanía sobre Schoenstatt. Es Ella la que tiene que tomar el
cetro y guiar la barca de la Familia en medio de la nueva crisis mundial. El 14
de septiembre de 1941, la GESTAPO va a buscar a Schoenstatt al Padre Kentenich
con la intención de aprehenderlo. Al día siguiente el Padre comenzaba un curso
de retiro para sacerdotes. El Padre consigue demorar su prisión hasta concluir
el que sería su último retiro, cuya plática final es llamada su «canto del
cisne». El 20 de septiembre se presenta en el cuartel de la GESTAPO de
Coblenza. Allí permanece en un calabozo subterráneo, «Bunker», hasta el 18 de
octubre, día en que es trasladado a la cárcel de Coblenza. Durante su estadía
en la cárcel logra reunir, a través de dos guardias, todos los elementos
necesarios para celebrar diariamente la Eucaristía. Unos días antes de Navidad
una Hna. de María, escribe una cartita al Niño Jesús pidiéndole la libertad del
Fundador y Padre espiritual de la Obra. La carta llega a manos del Padre, y él,
en nombre del Niño Jesús la responde: «Mi querida y pequeña Mariengard,
cumpliré: tu deseo, cuando tu corazón y el de toda la Familia se transforme en
un (*) «Jardín de María.» Con esta respuesta el Padre expresa que su liberación
será obra de la gracia Divina, pero Dios la hará depender de la vida y esfuerzo
de los miembros de la Familia. El Padre comprende que lo que Dios le pedía, no
era su vida, sino la renuncia a su Obra, lo que llamo el sacrificio de Abraham,
es decir estar dispuesto como el patriarca a sacrificar a su propio hijo, a
sacrificar la Obra.
La Familia
de Schoenstatt rezaba y ofrecía todos los sacrificios para evitar el traslado
del Padre a algún campo de concentración. El 16 de enero le hacen una
revisación médica muy superficial y es declarado apto. Al enterarse la Familia
busca todos los caminos para evitarlo. Consiguen contactos con el médico de la
cárcel, quien se manifiesta dispuesto a hacerle una nueva revisación y a
declararlo no apto. Pero, quien debía solicitar esa nueva instancia era el
prisionero. Así llega el 19 de enero y el Padre Kentenich tiene en sus manos el
formulario. Solo tiene que firmarlo. El plazo máximo para entregarlo era el 20
de enero a las 17 hs.. La lucha del Padre Kentenich aquel día, fue una lucha
por la verdadera libertad, «la búsqueda de la voluntad de Dios.» Dirá años más
tardes: «Así llego el 20 de enero. Había luchado conmigo mismo durante toda la
noche para descubrir cuál era la voluntad de Dios. Ahora tenía claridad. No
firmaré la solicitud, si yo tengo que elegir, que decidir, entonces para mi la
muerte y las cadenas, pero para la Familia ha de ser la libertad.» Así
renuncia, voluntariamente y por amor a los suyos a las posibilidades de
liberación. Cree firmemente que ésta es la voluntad de Dios: ofrecer su
libertad exterior para conquistar la libertad interior de los hijos de
Schoenstatt. Con este paso, llama a la Familia a profundizar la Alianza de Amor
en el sentido de la Inscriptio, es decir, del amor a la cruz. También este paso
debía convencer definitivamente a la Familia que la Santísima Virgen era la
dueña de la Obra, que Ella no la iba a abandonar.
P. Rafael
Fernandez
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