Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo

Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo
Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo

sábado, 21 de mayo de 2011

Evangelio Quinto Domingo de Pascua 22 de mayo 2011

Evangelio según San Juan 14,1-12.
No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí.
En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, se lo habría dicho a ustedes. Yo voy a prepararles un lugar.
Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes.
Ya conocen el camino del lugar adonde voy".
Tomás le dijo: "Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo vamos a conocer el camino?".
Jesús le respondió: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí.
Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto".
Felipe le dijo: "Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta".
Jesús le respondió: "Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Como dices: 'Muéstranos al Padre'?
¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras.
Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras.
Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre.

COMENTARIO:
V DOMINGO DE PASCUA
AÑO A

En este quinto domingo del tiempo pascual, la Iglesia nos propone, igual que la semana pasada, un texto del Evangelista Juan, en el cual el Señor Jesús revela a los discípulos algunas verdades profundas sobre su propia identidad.
Pero, el motor que hace que el discurso se desarrolle entre los interlocutores protagonistas del Evangelio del día, ya no es sólo un génerico deseo de felicidad,  sino, el mismo corazón de las expectativas más profundas propias de cada hombre: el deseo de poder ver a Dios, cara a cara; «Felipe le dijo: «Señor, muéstranos al Padre» (cfr. Jn. 14,8).
El comportamiento de aquellos que hablan con Jesús, podría convertirse para nosotros en motivo de escandalo: de hecho, la acentuación de Felipe – eso nos basta”   como también las palabras a travéz de las cuales Tomás afirma el  no saber cual sea el camino para llegar al lugar al cual el Señor va (cfr. Jn 14,5), nos proponen una mala imagen de los dos Apóstoles, tanto, que nos hace tomar instintivamente una cierta distancia de ellos. En verdad, ¿cuántas veces en el pasar de los días, dejamos que el letargo de nuestra fe nos lleve a una pesadez  del espiritu, por lo que los  ojos de nuestra mente se hacen ciegos de frente a las “obras” que el Señor cumple en la vida de cada uno?. Es así que dejamos caer también la extrema invitación de Jesús: «Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Al menos,creedlo por las obras» (Jn. 14,11).
Es una verdad innegable: nosotros, a menudo decimos de seguir al Señor, y lo decimos en verdad; pero tal seguimiento podría ser sólo a nivel intelectual. Esto es debido al hecho que no dejamos sedimentar en nosotros su Palabra, no la dejamos germinar a travéz de la oración (cfr.Hc.6,4), pero sobre todo no nos hacémos disponibles, a fin que, regenerados por los sacramentos, Cristo se haga presente a travéz de nuestra humanidad «para ofrecer sacrificios espirituales, agradables a Dios» (1Pr. 2,5).
El Señor Resucitado, venciendo la muerte, nos ofreció un ejemplo y nos abrió las puertas del paraíso, mostrandonos así, no sólo de ser el camino que conduce al Padre, sino también la verdad y la vida: «El que me ha visto, ha visto al Padre» (Jn. 14,9).
Pidamosle por lo tanto al Padre que nos done siempre su Espíritu, para que sea más claro en nosotros, que sólo a travéz de Cristo es posible conocer el diseño bueno que la providencia pensó para nuestra vida, con el fin de fundar nuestra esperanza y nuestras acciónes sólo en Él. De este modo se hará más facil darnos cuenta que el Señor está siempre junto a nosotros, de hecho, podremos ser instrumentos eficáces para que Él, se manifieste al mundo entero.
Es una tarea que nace del preferir a Dios: para los primeros discípulos, como hemos leído en la segunda lectura, era claro el hecho de haber sido preferidos: «Vosotros sois linage elegido, sacerdocio real, nación santa» (cfr. 1Pr. 2,9); nosotros debemos apropiarnos de esta consciencia, para que experimentando la vida nueva en Cristo, podamos cantar con el salmista: «¡Aclamad con júbilo justos, a Yahvé, que la alabanza es propia de hombres rectos!» (Sal. 33,1).
Fuente: CONGREGACIÓN PARA EL CLERO
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