Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo

Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo
Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo

miércoles, 14 de septiembre de 2011

15 de septiembre, Pascual del Padre José Kentenich fundador de la familia de Schoenstatt

RASGOS BIOGRÁFICOS
El Padre José Kentenich nació el 18 de noviembre de 1885, cerca de Colonia (Alemania) y fue ordenado sacerdote el 8 de julio de 1910. En los primeros años de labor pastoral fue Director Espiritual del Seminario Menor de los Pallottinos en Schoenstatt, cerca del Rhin, y en esa época puso los fundamentos de su Obra: la Familia de Shoenstatt.
En los años que siguieron formó las comunidades sacerdotales y laicales que la componen, y a partir de 1941 fue enviado al campo de concentración de detenidos de Dachau, donde permaneció hasta abril de 1945. Luego comenzó sus viajes por América Latina, visitando Chile en nueve ocasiones, entre los años 1947 a 1952; vino a proclamar la victoriosidad de María y a impulsar la construcción de los santuarios.
A partir del año 1949 la iglesia sometió a prueba la Obra de Shoenstatt, y desde el año 1952 el Fundador permaneció en Milwaukee (Estados Unidos). En Navidad de 1965 regresó a Shoenstatt y, sin atender a su avanzada edad, se dedicó con todas sus energías a la dirección de su Obra, extendida por todo el mundo. Inesperadamente, en plena labor sacerdotal, lo llamó Dios a la Patria Eterna el 15 de septiembre de 1968, luego de celebrar la Santa Misa.
Los más característico de su personalidad son los rasgos de una paternidad singular y sobrenatural, que Dios le regaló en forma especial. Lo capacitó con extraordinarias dotes naturales y abundantes dones sobrenaturales para realizar su misión específica para la Iglesia actual y del futuro. Todos los éxitos los atribuyó al poder de la Madre, Reina y Vencedora Tres Veces Admirable de Schoenstatt, y su gran anhelo era anunciar la grandeza de la Madre de Dios y formar nuevos hombres y comunidades, en los que resplandeciera la presencia e imagen de María.
Totalmente arraigado en el mundo del Más Allá, y siempre atento a lo presente, interpretaba proféticamente los signos de Dios y la Iglesia y en el mundo. Las palabras “Dilexit Ecclesiam” (“Amó a la Iglesia”) que eligió como epitafio, son las que mejor resumen el sentir más profundo de quien fue Padre y Fundador de la Familia de Schoenstatt.



LA EUCARISTÍA, EN PALABRAS DEL PADRE KENTENICH


Por medio de la Eucaristía,  nosotros nos unimos misteriosamente al Señor
El buen Pastor conduce a su majada a praderas de pasto abundantes.(ez 34,14)¿Cómo son esas praderas? ¿Cuál es el alimento que Jesús ofrece a sus ovejas? Lo sabemos: es su propia carne y sangre. Su vida es pan para la humanidad. “Quien come de ese pan-nos lo dice muy claramente-vivirá par siempre… El pan que les voy a dar, es mi carne para la salvación del mundo” ( Jn 6,51) He aquí el gran misterio: Jesús nos ofrece su carne, su cuerpo y su sangre ;nos dice que comamos y bebamos de ellos para que vivamos. Y vuelve a repetirlo: “En verdad, en verdad les digo: quien no  coma mi carne-¡ de qué modo tan concreto nos habla!, quien  no coma mi carne y no beba mi sangre no tendrá vida en él.( cf.Jn 6.53). ¿ A que vida se refiere el Señor aquí? Se trata de la vida del Hijo del Dios entre nosotros. Y la Eucaristía es naturalmente el alimento que tenemos que recibir tan frecuentemente como sea posible, para que esa vida no se extinga. Así cuida de su rebaño el buen Pastor.
En cuanto al significado y los efectos de este alimento, los teólogos nos dicen que reparemos en el contenido simbólico  de la comida y bebida. ¿ Qué contenidos de significación subyacen en el comer y el beber?. El alimento, sea lo quer fuere lo que comamos o bebamos, se incorpora a nuestra vida; forma una unidad de vida con nosotros; se asimila a nuestra naturaleza y vida. En la Eucaristía hallamos un proceso similar, sólo que en sentido inverso. En ella somos nosotros los asimilados e incorporado a la vida del Señor.
¡Que enorme importancia reviste esta incorporación! Jesús nos lo dice con toda claridad. Nosotros lo sabemos, pero no lo entendemos. “El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mi, y yo en él” (Jn 6,56). Se trata de una profunda biunidad que, en virtud de la santa comunión, se hace permanente y más honda aún. “Permanece en mi, y yo en él: unidad de vida, unidad de amor. Y más adelante nos dirá:” Yo y el Padre somos unos ( Jn 10,30). Así como yo vivo del Padre y por el Padre, así también quien coma de mi carne vivirá por mi. ( Jn 6.57) Difícilmente se puede expresar con mayor transparencia y de manera más clásica, esa misteriosa biunidad entre Jesús y nosotros, los que comulgamos con él, los que comemos su carne y bebemos su sangre.
¿Como es esa misteriosa biunidad? En cierta oportunidad el Señor procuró explicándola recurriendo a la parábola de la vid. (Jn 15,1-17). “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos” Los sarmientos se hayan misteriosamente unido a la vid., conformando una biunidad con ella. De manera similar, por medio de la Eucaristía  nosotros nos unimos misteriosamente al Señor, integrando una biunidad con él. Si permanecemos en esta estrecha unión con Jesús, él dará abundante frutos en nosotros.
¡Que importante es esa profunda y misteriosa biunidad entre nosotros y el Señor! El Padre limpia su vid para que dé más fruto. Esa limpieza ocurre cuando participamos de la Pasión de nuestro Señor. Por el dolor se no purifica para que estemos más unido aún con la vid. La parábola de la vid y los sarmiento nos recuerda la hondura de la misteriosa unidad de amor y de vida en la que somos introducidos mediante la Eucaristía.
P Jose Kentenich, homilía para la comunidad alemana de la parroquia de san Miguel, Milwaukee. Estados unidos 12 de abril 1964.











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