domingo, 12 de junio de 2011
María en la espera de Pentecostés
CATEQUESIS PAPA JUAN PABLO II
María en la espera de Pentecostés
(28.VI.89)
1. «Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la Madre de Jesús, y de sus hermanos»(Hech 1,14). Con estas sencillas palabras el autor de los Hechos de los Apóstoles señala la presencia de la Madre de Cristo en el Cenáculo, en los días de preparación para Pentecostés.
En la catequesis precedente ya entramos al Cenáculo y vimos que los Apóstoles, obedeciendo la orden recibida de Jesús antes de su partida hacia el Padre, se habían reunido allí y «perseveraban... con un mismo espíritu» en la oración. No estaban solos, pues contaban con la participación de otros discípulos, hombres y mujeres. Entre esas personas que pertenecían a la comunidad originaria de Jerusalén, San Lucas autor de los Hechos, nombra también a María, Madre de Cristo. La nombra entre los demás presentes, sin añadir nada de particular respecto a Ella. Pero sabemos que Lucas es también el Evangelista que manifestó de forma más completa la maternidad divina y virginal de María, utilizando las informaciones que consiguió con una precisa intención metodológica (Cfr. Lc 1, 1 ss.; Hech 1, 1 ss.) en las comunidades cristianas, informaciones que al menos indirectamente se remontaban a la primerísima fuente de todo dato mariológico: la misma Madre de Jesús. Por ello, en la doble narración de Lucas, así como la venida al mundo del Hijo de Dios está presentada en estrecha relación con la persona de María, así ahora se presenta el nacimiento de la Iglesia vinculado con Ella. La simple constatación de su presencia en el Cenáculo de Pentecostés basta para hacernos entrever toda la da la importancia que Lucas atribuye a este detalle.
2. En los Hechos, María aparece parece como una de las personas que participan en calidad de miembro de la primera comunidad de la Iglesia naciente, en la preparación para Pentecostés. Sobre la base del Evangelio de Lucas y otros textos del Nuevo Testamento, se formó una tradición cristiana acerca de la presencia de María en la Iglesia, que el Concilio Vaticano II ha resumido afirmando que Ella es un miembro excelentísimo y enteramente singular (Cfr. Lumen Gentium, 53) por ser Madre de Cristo, Hombre)Dios, y por consiguiente Madre de Dios. Los Padres conciliares recordaron en el mensaje introductorio, las palabras de los Hechos de los Apóstoles que acabamos de leer, como si quisieran subrayar que, como María había estado presente en aquella primera hora de la Iglesia, así deseaban que estuviese en su reunión de sucesores de los Apóstoles, congregados en la segunda mitad del siglo XX en continuidad con la comunidad del Cenáculo. Reuniéndose para los trabajos conciliares también los Padres querían perseverar en la oración con un mismo espíritu... en compañía de María, la Madre de Jesús» (Cfr. Hech 1,14).
3. Ya en el momento de la anunciación María había experimentado la venida del Espíritu Santo. El Ángel Gabriel le había dicho: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra: por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios» (Lc 1, 35). Por medio de esta venida del Espíritu Santo a Ella, María fue asociada de modo único e irrepetible al misterio de Cristo. En la Encíclica Redemptoris Mater escribí: En el misterio de Cristo María está presente ya «antes de la creación del mundo» (Cfr. Ef 1, 4) como Aquella que el Padre «ha elegido» como Madre de su Hijo en la Encarnación, y junto con el Padre la ha elegido el Hijo, confiándola eternamente al Espíritu de santidad» (Rom 8).
4. Ahora bien, en el Cenáculo de Jerusalén, cuando mediante los acontecimientos pascuales el misterio de Cristo sobre la tierra llegó a su plenitud, María se encuentra en la comunidad de los discípulos para preparar una nueva venida del Espíritu Santo, y un nuevo nacimiento: el nacimiento de la Iglesia. Es verdad que Ella misma es ya templo del Espíritu Santo (Lumen Gentium, 53) por su plenitud de gracia y su maternidad divina, pero Ella participa en las súplicas por la venida del Paráclito a fin de que con su poder suscite en la comunidad apostólica el impulso hacia la misión que Jesucristo al venir al mundo, recibió del Padre (Cfr. Jn 5, 36), y, al volver al Padre, transmitió a la Iglesia (Cfr. Jn 17, 18). María, desde el inicio, está unida a la Iglesia, como uno de los «discípulos» de su Hijo pero al mismo tiempo destaca en todos los tiempos como tipo y ejemplar acabadísimo de la misma (Iglesia) en la fe y en la caridad (Lumen Gentium, 53).
5. Lo ha puesto «muy bien de relieve el Concilio Vaticano II en la Constitución sobre la Iglesia, donde leemos: «La Virgen Santísima, por el don y la prerrogativa de la maternidad divina, que la une con el Hijo Redentor, y por sus gracias y dones singulares, está también íntimamente unida con la Iglesia. Como ya enseñó San Ambrosio la Madre de Dios es tipo de la Iglesia en el Orden de la fe, dé la caridad y de la unión perfecta con Cristo» (Lumen Gentium, 6).
«Pues en el misterio de la Iglesia (prosigue el Concilio)... precedió la Santísima Virgen presentándose de forma eminente... Creyendo y obedeciendo, engendró en la tierra al mismo Hijo del Padre, y sin conocer varón, cubierta con la sombra del Espíritu Santo» (Lumen Gentium, 63).
La oración de María en el Cenáculo, como preparación a Pentecostés, tiene un significado especial precisamente por razón del vinculo con el Espíritu Santo que se estableció en el momento del misterio de la Encarnación. Ahora bien, este vinculo vuelve a presentarse, enriqueciéndose con una nueva relación.
6. Al afirmar que María «precedió» en el orden de la fe, la Constitución parece referirse a la bienaventuranza escuchada por la Virgen de Nazaret durante la visita a su parienta Isabel tras la anunciación: «Feliz la que ha creído» (Lc 1, 45). El Evangelista escribe que «Isabel quedó llena de Espíritu Santo» (Lc 1, 41) mientras respondía al saludo de María y pronunciaba aquellas palabras. También en el Cenáculo de Pentecostés en Jerusalén según el mismo Lucas, «todos quedaron llenos del Espíritu Santo» (Hech 2, 4). Por tanto, también Aquella que había concebido por obra del Espíritu Santo» (Cfr. Mt 1, 18) recibió una nueva plenitud de Él. Toda su vida de fe, de caridad, de perfecta unión con Cristo desde aquella hora de Pentecostés quedó unida al camino de la Iglesia.
La comunidad apostólica tenia necesidad de su presencia de aquella perseverancia en la oración en compañía de Ella, la Madre del Señor. Se puede decir que en aquella oración «en compañía de María» se trasluce su particular mediación nacida de la plenitud de los dones del Espíritu Santo. Como su mística Esposa, María imploraba su venida a la Iglesia, nacida del costado de Cristo atravesado en la cruz, y ahora a punto de manifestarse al mundo.
7. Como se ve, la breve mención que hace el autor de los Hechos de los Apóstoles acerca de la presencia de María entre los Apóstoles y todos aquellos que perseveraban en la oración como preparación a Pentecostés y a la efusión del Espíritu Santo, encierra un contenido sumamente rico.
En la Constitución Lumen Gentium el Concilio Vaticano II ha dado expresión a esta riqueza de contenido. Según el importante texto conciliar, «Aquella que en el Cenáculo en medio de los discípulos perseveraba en la oración, es la Madre del Hijo predestinado por Dios a ser el primogénito entre muchos hermanos» (Cfr. Rom 8, 29). Pero el Concilio añade que «Ella misma cooperó a la regeneración y formación de estos “hermanos” de Cristo, con su amor de Madre. La Iglesia, a su vez, desde el día de Pentecostés, por la predicación y el bautismo engendra a una vida nueva e inmortal a los hijos concebidos por obra del Espíritu Santo y nacidos de Dios» (Lumen Gentium, 64). La Iglesia, por consiguiente, convirtiéndose así también ella en madre, mira a la Madre de Cristo como a su modelo. Esta mirada de la Iglesia hacia María tuvo su inicio en el Cenáculo.
Maria en medio de los Apóstoles. Padre Jose Kentenich
En medio de los Apóstoles,
con tu poderosa intercesión
imploras la prometida irrupción
Del Espíritu Santo,
por lo cual fueron transformados débiles hombres
y se indica a la Iglesia la ruta de victoria.
Abre nuestras almas al Espíritu de Dios,
y que El nuevamente arrebate
al mundo desde su cimiento.
Tercer misterio Glorioso Hacia el Padre
Padre Jose Kentenich
sábado, 11 de junio de 2011
Hymnus VENI CREATOR SPIRITUS
Veni, Creator Spiritus,mentes tuorum visita.Imple superna gratiaquae tu creasti pectora.
Qui diceris Paraclitus,Altissimi donum Dei,fons vivus, ignis, caritas,et spiritalis unctio.
Tu septiformis munere,digitus paternae dexterae,tu rite promissum Patris,sermone ditans guttura.
Accende lumen sensibus,infunde amorem cordibus,infirma nostri corporis,virtute firmans perpeti.
Hostem repellas longius,pacemque dones protinus,ductore sic te praevio,vitemus omne noxium.
Per te sciamus da Patrem,noscamus atque Filium,teque utriusque Spiritumcredamus omni tempore.
Su traducción:
Ven Espíritu creador;visita las almas de tus fieles.Llena de la divina gracia los corazonesque Tú mismo has creado.
Tú eres nuestro consuelo,don de Dios altísimo,fuente viva, fuego, caridady espiritual unción.
Tú derramas sobre nosotros los siete dones;Tú el dedo de la mano de Dios,Tú el prometido del Padre,pones en nuestros labios los tesoros de tu palabra.
Enciende con tu luz nuestros sentidos,infunde tu amor en nuestros corazonesy con tu perpetuo auxilio,fortalece nuestra frágil carne.
Aleja de nosotros al enemigo,danos pronto tu paz,siendo Tú mismo nuestro guíaevitaremos todo lo que es nocivo.
Por Ti conozcamos al Padrey también al Hijo y que en Ti,que eres el Espíritu de ambos,creamos en todo tiempo.
Evangelio Domingo de Pentecostés 12 de junio 2011
Evangelio según San Juan 20,19-23.
Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: "¡La paz esté con ustedes!".
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes".
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: "Reciban el Espíritu Santo.
Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan".
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes".
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: "Reciban el Espíritu Santo.
Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan".
domingo, 5 de junio de 2011
REGINA COELI BENEDICTO XVI DESDE CROACIA Y DESDE EL SANTUARIO CENÁCULO DE BELLAVISTA
Benedicto XVI a Croacia: “Estoy aquí hoy para confirmaros en la fe”
Intervención con motivo del Regina Caeli
ZAGREB, domingo, 5 de junio de 2011 (ZENIT.org).- Pucblicamos las palabras que dirigió Benedicto XVI tras presidir la misa de la Jornada de las Familias Católicas Croatas, en el hipódromo de Zagreb, al rezar la oración mariana del Regina Caeli.
* * *
Queridos Hermanos:
Antes de concluir esta solemne celebración, deseo daros las gracias por vuestra intensa y devota participación, con la que habéis querido también expresar vuestro amor por la familia y vuestro compromiso por favorecerla – como ha recordado hace un momento Mons. upan, al que también doy las gracias de corazón.
Estoy aquí hoy para confirmaros en la fe; éste es el don que os traigo: la fe de Pedro, la fe de la Iglesia. Pero, al mismo tiempo, vosotros me dais a mí esta misma fe, enriquecida por vuestra experiencia, por vuestras alegrías y por vuestros sufrimientos. En particular, vosotros me dais vuestra fe vivida en familia, para que yo la conserve en el patrimonio de toda la Iglesia.
Yo sé que vosotros encontráis gran fuerza en María, Madre de Cristo y Madre nuestra. Por eso, en este momento, nos dirigimos a ella, espiritualmente orientados hacia su Santuario de Marija Bistrica, y le confiamos todas las familias croatas: los padres, los hijos, los abuelos; el camino de los esposos, el compromiso educativo, el trabajo profesional y en el hogar. E invocamos su intercesión para que las administraciones públicas sostengan siempre la familia, célula del organismo social.
Queridos hermanos y hermanas, precisamente el próximo año, celebraremos el VII Encuentro Mundial de las Familias, en Milán. Confiemos a María la preparación de este importante evento eclesial.
[En español:]
En este momento, nos unimos en la oración también con todos aquellos que, en la Catedral de Burgo de Osma, en España, celebran la beatificación de Juan de Palafox y Mendoza, luminosa figura de obispo del siglo XVII en México y España; fue un hombre de vasta cultura y profunda espiritualidad, gran reformador, Pastor incansable y defensor de los indios. El Señor conceda numerosos y santos pastores a su Iglesia como el beato Juan.
[En esloveno:]
Saludo con afecto a los fieles de lengua eslovena. Os agradezco vuestra presencia. El Señor os bendiga.
[En serbio:]
Saludo con afecto a los fieles de lengua serbia. Os agradezco vuestra presencia. El Señor os bendiga.
[En macedonio:]
Saludo con afecto a los fieles de lengua macedonia. Os agradezco vuestra presencia. El Señor os bendiga.
[En húngaro:]
Saludo con afecto a los fieles de lengua húngara. Os agradezco vuestra presencia. El Señor os bendiga.
[En albanés:]
Saludo con afecto a los fieles de lengua albanesa. Os agradezco vuestra presencia. El Señor os bendiga.
[En alemán:]
Saludo con afecto a los fieles de lengua alemana. Os agradezco vuestra presencia. El Señor os bendiga.
[En croata:]
Queridas familias, no temáis. El Señor ama la familia y está con vosotros.
[Traducción del original croata e italiano distribuida por la Santa Sede
SANTUARIO CENÁCULO DE BELLAVISTA
sábado, 4 de junio de 2011
Meditación del Padre José Kentenich, en la Solemnidad de la Ascensión
MISTERIO GLORIOSO
LA ASCENSION DEL SEÑOR A SU PADRE
El Señor ha ascendido a los cielos,
dejando tras de si a los que anhelan su venida; a tu corazón y a tus ojos los embarga una honda nostalgia, pero la felicidad de tu Hijo también te hace dichosa. Madre, que en todo momento añore el cielo para que, como el tuyo, mi corazon sea amplio y generoso.
(Hacia el Padre Jose Kentenic 352)
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