La devoción mariana llegó a Chile con los primeros conquistadores españoles en el siglo XVI. La Armada española está consagrada a la Virgen del Carmen, y no es de extrañar que la práctica de dicha piedad haya venido con ellos y se haya difundido en tierra americana teniendo especial arraigo en nuestro país. Cuando Don Pedro de Valdivia llegó a Chile en 1540, traía en el arzón de su montura una pequeña imagen española de la Virgen del Socorro, la cual aún es venerada en el altar mayor de la iglesia de San Francisco en Santiago. Junto con fundar dicha ciudad en 1541, señaló el lugar donde se edificaría la primera iglesia de nuestra nación, que corresponde a la Parroquia del Sagrario. Como muestra de la devoción y espíritu evangelizador que traían los conquistadores, la toma de posesión de muchos lugares en América, así como fundaciones y demarcaciones territoriales se hicieron siempre en nombre de Jesús y la Virgen, siendo bautizadas gran número de ciudades con el patronímico de algún santo o diversas advocaciones de María, como es posible observar a lo largo de nuestro territorio. Igualmente, muchas iglesias y capillas fundadas hasta el siglo XIX llevan títulos marianos, unos traídos desde España (de Monserrat, del Pilar, del Rosario, etc.) y otros nacidos en América, con un fuerte carácter hispánico.
La devoción a María estaba ya asentada en Chile cuando llegaron los monjes Agustinos en 1595 y dieron a conocer la Virgen del Carmen, fundando una cofradía varios años más tarde. La llegada de las primeras monjas carmelitas a Chile a fines del siglo XVII desde Chuquisaca (Bolivia) y la consiguiente fundación de conventos, tuvo un importante papel en el desarrollo y fortalecimiento de la espiritualidad y devoción carmelitana. En la gran mayoría de los hogares existía una imagen de Nuestra Señora y en las haciendas capillas y parroquias se la veneraba con fervor. Miembros de familias ilustres, muchos de ellos militares, fueron hermanos terceros de la cofradía de la Virgen del Carmen.
Durante los períodos de Independencia y Reconquista, Chile se colocó bajo el amparo de la Virgen del Carmen y desde entonces muchas han sido las ocasiones, a través de nuestra historia, en que Ella ha intervenido en favor de Chile obteniéndole la victoria y ayudándole en sus empresas.
En los comienzos de la Independencia el Ejército Libertador escogió a N. S. del Carmen como Patrona y le juró fidelidad. El 5 de enero de 1817, el Ejército de los Andes y el General José de San Martín se encomendaron a Ella, entregándole este último su bastón de mando como ofrenda. Días después, el 11 de febrero, antes de la Batalla de Chacabuco, Don Bernardo O’Higgins proclamó a la Virgen del Carmen como “Patrona Generalísima de las Armas de Chile”, logrando luego la victoria.
Mientras las tropas realistas se hallaban en Talcahuano esperando refuerzos,
O’Higgins con su gente intentaron recuperar dicha ciudad, pero los resultados no fueron favorables y se volvió con su ejército hacia Santiago, dejando los terrenos yermos y desvastados a su paso a fin de dificultar el avance de las tropas realistas. Viendo que la independencia de Chile peligraba, los habitantes de Santiago se reunieron en la Catedral el 14 de marzo de 1818, junto a las autoridades religiosas e “imploraron la protección del cielo y juntos formularon en el mismo acto el Voto de erigir un templo a Nuestra Señora del Carmen en el lugar en que se decidiese la batalla favorable a la Independencia de Chile” . Por medio de un Decreto Supremo del 7 de mayo del mismo año, O’Higgins oficializó el Voto de los patriotas y suyo propio. El 5 de abril de 1818 se libraba la batalla en los llanos de Maipú, siendo derrotadas las tropas realistas, donde hoy se eleva el Templo Votivo en conmemoración de la victoria obtenida. El primer Templo fue inaugurado en 1892, pero los sucesivos terremotos lo fueron destruyendo y se hizo necesaria la construcción de uno nuevo y definitivo. Éste es el que actualmente se erige en Maipú, frente a las ruinas del antiguo.
Del mismo modo, durante los conflictos con los países vecinos –Confederación Perú-Boliviana, Guerra del Pacífico– Chile acudió siempre a su Patrona y Reina con gran fervor y sus tropas fueron a la batalla llevando devotamente en sus pechos el escapulario del Carmen. Después de la guerra del Pacífico, el 14 de marzo de 1881, el General Manuel Baquedano concurrió ante la imagen del Carmen y colocó su espada victoriosa en sus manos, entre las aclamaciones de una gran multitud. Igualmente, durante la revolución de 1891, Monseñor Ángel Jara (autor de la tradicional oración a la Virgen del Carmen por Chile), convocó a los habitantes de Santiago a postrarse delante de su Patrona e implorar la paz, la cual les fue concedida tiempo después, celebrándose una solemne Acción de Gracias.
Se venera a la Virgen del Carmen como “Patrona de Chile” desde el 24 de octubre de 1923, por decreto vaticano emitido por el papa Pío XI. En el Breve apostólico se declaró: “a la Bienaventurada Virgen del Monte Carmelo, Patrona Principal de toda la República Chilena, concediéndole todos los privilegios y honores que a los principales Patronos de los lugares por derecho competen” . Durante un acto que se llevó a cabo en la Plaza de Armas, por medio de Monseñor Rafael Edwards, se le hizo juramento nacional de fidelidad. Tres años después, el 19 de diciembre de 1926, en una emotiva ceremonia en el Parque Cousiño, organizada por el obispo Rafael Edwards Salas, Mons. Benedicto Aloisi Masella, legado pontificio, coronó solemnemente a la Virgen como Reina de esta Nación.
En 1987, durante la venida del Papa Juan Pablo II a Chile, se realizó la coronación de la imagen de Nuestra Señora del Carmen de Maipú, en la explanada del Templo Votivo y ante una multitud de personas.
La devoción a María estaba ya asentada en Chile cuando llegaron los monjes Agustinos en 1595 y dieron a conocer la Virgen del Carmen, fundando una cofradía varios años más tarde. La llegada de las primeras monjas carmelitas a Chile a fines del siglo XVII desde Chuquisaca (Bolivia) y la consiguiente fundación de conventos, tuvo un importante papel en el desarrollo y fortalecimiento de la espiritualidad y devoción carmelitana. En la gran mayoría de los hogares existía una imagen de Nuestra Señora y en las haciendas capillas y parroquias se la veneraba con fervor. Miembros de familias ilustres, muchos de ellos militares, fueron hermanos terceros de la cofradía de la Virgen del Carmen.
Durante los períodos de Independencia y Reconquista, Chile se colocó bajo el amparo de la Virgen del Carmen y desde entonces muchas han sido las ocasiones, a través de nuestra historia, en que Ella ha intervenido en favor de Chile obteniéndole la victoria y ayudándole en sus empresas.
En los comienzos de la Independencia el Ejército Libertador escogió a N. S. del Carmen como Patrona y le juró fidelidad. El 5 de enero de 1817, el Ejército de los Andes y el General José de San Martín se encomendaron a Ella, entregándole este último su bastón de mando como ofrenda. Días después, el 11 de febrero, antes de la Batalla de Chacabuco, Don Bernardo O’Higgins proclamó a la Virgen del Carmen como “Patrona Generalísima de las Armas de Chile”, logrando luego la victoria.
Mientras las tropas realistas se hallaban en Talcahuano esperando refuerzos,
O’Higgins con su gente intentaron recuperar dicha ciudad, pero los resultados no fueron favorables y se volvió con su ejército hacia Santiago, dejando los terrenos yermos y desvastados a su paso a fin de dificultar el avance de las tropas realistas. Viendo que la independencia de Chile peligraba, los habitantes de Santiago se reunieron en la Catedral el 14 de marzo de 1818, junto a las autoridades religiosas e “imploraron la protección del cielo y juntos formularon en el mismo acto el Voto de erigir un templo a Nuestra Señora del Carmen en el lugar en que se decidiese la batalla favorable a la Independencia de Chile” . Por medio de un Decreto Supremo del 7 de mayo del mismo año, O’Higgins oficializó el Voto de los patriotas y suyo propio. El 5 de abril de 1818 se libraba la batalla en los llanos de Maipú, siendo derrotadas las tropas realistas, donde hoy se eleva el Templo Votivo en conmemoración de la victoria obtenida. El primer Templo fue inaugurado en 1892, pero los sucesivos terremotos lo fueron destruyendo y se hizo necesaria la construcción de uno nuevo y definitivo. Éste es el que actualmente se erige en Maipú, frente a las ruinas del antiguo.
Del mismo modo, durante los conflictos con los países vecinos –Confederación Perú-Boliviana, Guerra del Pacífico– Chile acudió siempre a su Patrona y Reina con gran fervor y sus tropas fueron a la batalla llevando devotamente en sus pechos el escapulario del Carmen. Después de la guerra del Pacífico, el 14 de marzo de 1881, el General Manuel Baquedano concurrió ante la imagen del Carmen y colocó su espada victoriosa en sus manos, entre las aclamaciones de una gran multitud. Igualmente, durante la revolución de 1891, Monseñor Ángel Jara (autor de la tradicional oración a la Virgen del Carmen por Chile), convocó a los habitantes de Santiago a postrarse delante de su Patrona e implorar la paz, la cual les fue concedida tiempo después, celebrándose una solemne Acción de Gracias.
Se venera a la Virgen del Carmen como “Patrona de Chile” desde el 24 de octubre de 1923, por decreto vaticano emitido por el papa Pío XI. En el Breve apostólico se declaró: “a la Bienaventurada Virgen del Monte Carmelo, Patrona Principal de toda la República Chilena, concediéndole todos los privilegios y honores que a los principales Patronos de los lugares por derecho competen” . Durante un acto que se llevó a cabo en la Plaza de Armas, por medio de Monseñor Rafael Edwards, se le hizo juramento nacional de fidelidad. Tres años después, el 19 de diciembre de 1926, en una emotiva ceremonia en el Parque Cousiño, organizada por el obispo Rafael Edwards Salas, Mons. Benedicto Aloisi Masella, legado pontificio, coronó solemnemente a la Virgen como Reina de esta Nación.
En 1987, durante la venida del Papa Juan Pablo II a Chile, se realizó la coronación de la imagen de Nuestra Señora del Carmen de Maipú, en la explanada del Templo Votivo y ante una multitud de personas.
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