CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO
Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS
DIRECTORIO
HOMILÉTICO
CIUDAD DEL VATICANO 2014
II. LOS DOMINGOS DE CUARESMA
57.
Si el Triduo
Pascual y los sucesivos cincuenta días son el centro radiante del año
litúrgico, la Cuaresma es el tiempo que prepara las mentes y los corazones del
pueblo cristiano a la digna celebración de estos días. Es, también, el tiempo
de la preparación última de los catecúmenos que serán bautizados en la Vigilia
Pascual. Su camino ha de ser acompañado de la fe, la oración y el testimonio de
toda la comunidad eclesial. Las lecturas bíblicas del Tiempo de Cuaresma
encuentran su sentido más profundo en relación al Misterio Pascual, para el que
nos disponen. Ofrecen, por ello, evidentes ocasiones para poner en práctica un
principio fundamental presentado en este Directorio: llevar las lecturas de la Misa a su centro, que es el Misterio
Pascual de Jesús, en el que entramos de modo más profundo mediante la
celebración de los Sacramentos pascuales. Los Praenotanda señalan, para los dos primeros domingos de Cuaresma, el uso
tradicional de las narraciones de los Evangelios de la Tentación y de la
Transfiguración, hablando de ellos en relación con las otras lecturas: «Las
lecturas del Antiguo Testamento se refieren a la Historia de la Salvación, que es
uno de los temas propios de la catequesis cuaresmal. Cada año hay una serie de textos
que presentan los principales elementos de esta historia, desde el principio
hasta la promesa de la nueva alianza. Las lecturas del Apóstol se han escogido
de manera que tengan relación con las lecturas del Evangelio y del Antiguo
Testamento y haya, en lo posible, una adecuada conexión entre las mismas» (OLM
97).
A. El Evangelio del I domingo de Cuaresma
58.
No es difícil
para los fieles relacionar los cuarenta días transcurridos por Jesús en el
desierto con los días de la Cuaresma. Sería conveniente que el homileta
explicitara esta conexión, con el fin de que el pueblo cristiano comprenda cómo
la Cuaresma, cada año, hace a los fieles
misteriosamente partícipes de estos cuarenta días de Jesús y de lo que él sufrió
y obtuvo, mediante el ayuno y el haber sido tentado. Mientras es costumbre para
los católicos empeñarse en diversas prácticas penitenciales y de devoción durante este tiempo, es importante subrayar la realidad
profundamente sacramental
de toda la
Cuaresma. En la oración colecta del I domingo de Cuaresma aparece, de suyo,
esta significativa expresión:
«...per annua
quadragesimalis exercitia sacramenti».
El mismo Cristo está presente y operante en la Iglesia en este
tiempo santo, y es su obra purificadora en los miembros de su Cuerpo la que da
valor salvífico a nuestras prácticas penitenciales. El prefacio asignado para
este domingo afirma maravillosamente esta idea, diciendo: «El cual, al
abstenerse durante cuarenta días de tomar alimento, inauguró la práctica de
nuestra penitencia cuaresmal…». El lenguaje del prefacio hace de puente entre
la Escritura y la Eucaristía.
59.
Los cuarenta días
de Jesús evocan los cuarenta años de peregrinación de Israel por el desierto;
toda la historia de Israel se recrea en él. Por ello aparece como una escena en
la que se concentra uno de los mayores temas de este Directorio: la historia de Israel, que
corresponde con la historia de nuestra vida, encuentra su sentido definitivo en
la Pasión sufrida por Jesús. La Pasión se inicia, en un cierto sentido, en el
desierto, al comienzo, metafóricamente hablando, de la vida pública de Jesús.
Desde el principio, por tanto, Jesús va al encuentro de la Pasión y aquí
encuentra significado todo lo que sigue.
60.
Un párrafo del Catecismo
de la Iglesia Católica puede
revelarse útil en la preparación de las homilías, en particular para afrontar
temas doctrinales enraizados en el texto bíblico. A propósito de las
tentaciones de Jesús, el Catecismo
afirma:
«Los evangelios indican el sentido salvífico de este
acontecimiento misterioso. Jesús es el nuevo Adán que permaneció fiel allí
donde el primero sucumbió a la tentación. Jesús cumplió perfectamente la vocación
de Israel: al contrario de los que anteriormente provocaron a Dios durante
cuarenta años por el desierto, Cristo se revela como el Siervo de Dios totalmente obediente a la voluntad divina. En
esto Jesús es vencedor del diablo; él ha “atado al hombre fuerte” para despojarle
de lo que se había apropiado. La victoria de Jesús en el desierto sobre el
Tentador es un anticipo de la victoria de la Pasión, suprema obediencia de su
amor filial al Padre» (CEC 539).
61.
Las tentaciones a
las que Jesús se ve sometido representan la lucha contra una comprensión
equivocada de su misión mesiánica. El diablo le impulsa a mostrarse un Mesías
que despliega los propios poderes divinos:
«Si tú eres Hijo de Dios…» iniciaba el tentador. El que
profetiza la lucha decisiva que Jesús tendrá que afrontar en la cruz, cuando
oirá las palabras de mofa: « ¡Sálvate a ti mismo bajando de la cruz!». Jesús no
cede a las tentaciones de Satanás, ni se baja de la cruz. Es exactamente de
esta manera como Jesús da prueba de entrar verdaderamente en el desierto de la existencia
humana y no usa su poder divino en beneficio propio. Él acompaña verdaderamente
nuestra peregrinación terrena y revela el poder real de Dios, el de amarnos
«hasta el extremo» (Jn 13,1).
62.
El homileta
debería subrayar que Jesús está sometido a la tentación y a la muerte por
solidaridad con nosotros. Pero la Buena Noticia que el homileta anuncia, no es
solo la solidaridad de Jesús con nosotros en el sufrimiento; anuncia, también,
la victoria de Jesús sobre la tentación y sobre la muerte, victoria que comparte
con todos los que creen en él. La garantía decisiva de que tal victoria sea
compartida por todos los creyentes será la celebración de los Sacramentos
Pascuales en la Vigilia pascual, hacia la que ya está orientado el primer
domingo de Cuaresma. El homileta se mueve en la misma dirección.
63.
Jesús ha
resistido a la tentación del demonio que le inducía a transformar las piedras
en pan, pero, al final y de un modo que la mente humana no habría nunca podido
imaginar, con su Resurrección, Él transforma la «piedra» de la muerte en «pan»
para nosotros. A través de la muerte, se convierte en el pan de la Eucaristía.
El homileta tendría que recordar a la asamblea que se alimenta de este pan celeste, que
la victoria de Jesús sobre la tentación y sobre la muerte, compartida por medio
del Sacramento, transforma sus «corazones de piedra en corazones de carne», como
lo prometido por el Señor mediante el profeta, corazones que se esfuerzan en
hacer tangible, en sus vidas cotidianas, el amor misericordioso de Dios. De este
modo, la fe cristiana puede transformarse en levadura en un mundo hambriento de
Dios, y las piedras serán de verdad transformadas en alimento que llene el vivo
deseo del corazón humano.
ABREVIATURAS
CEC Catecismo
de la Iglesia Católica
DV Concilio Vaticano II, Constitución dogmática sobre la Divina
Revelación Dei
Verbum
EG Papa Francisco, Exhortación apostólica Evangelii
gaudium
OLM Ordo
Lectionum Missae, Praenotanda
SC Concilio Vaticano II, Constitución sobre la Sagrada Liturgia
Sacrosanctum Concilium
VD Papa Benedicto XVI, Exhortación apostólica Verbum
Domini
Congregación para el Culto Divino
y la Disciplina de los Sacramentos
Prot. N. 531/14
Dado
En la sede
de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina
de los Sacramentos, el 29 de junio de 2014, solemnidad de los Santos
Pedro y Pablo, Apóstoles. (Antonio
Card. Cañizares Llovera)
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