sábado, 8 de septiembre de 2018

El cuerpo y el alma están consagrados a la Santísima Trinidad,



15 DE SEPTIEMBRE

1968-2018


50 AÑOS DE LA PASCUA DEL SIERVO DE 

DIOS 

PADRE JOSÉ KENTENICH


AL CREDO

Tú, oh Dios, elevas nuestro ser,
te estableces en el alma como en un templo,
donde, con el Hijo y el Espíritu Santo,
te manifiestas huésped perdurable.

El cuerpo y el alma están consagrados
a la Santísima Trinidad,
que reina en nosotros como en el cielo
y nos habita con su riqueza.

Nos has regalado a tu Hijo, que en silencio
pende por nosotros en la cruz;
nos envías al Espíritu Santo,
quien nos adoctrina y educa.


Pones un ángel a nuestro lado,
presto a custodiarnos,
y nos das una Madre bondadosa,
que con amor cuida de nosotros.

Tu Hijo se ofrece benignamente por nosotros
como ofrenda en el altar;
allí está como amigo y alimento
en toda circunstancia, silencioso y cercano.

Cada sufrimiento es un saludo tuyo,
que da alas a nuestra alma,
con vigor nos marca el rumbo
y mantiene vivo nuestro esfuerzo

Silencioso y paternal
te vemos detrás de cada suceso;
te abrazamos con amor ardiente
y con ánimo de sacrificio vamos alegres hacia ti.


Te damos gracias, honor y gloria
en el santuario de nuestra alma;
allí jamás te dejaremos solo,
queremos estar siempre junto a ti.

Con los ángeles y santos
nuestro corazón gira en torno al altar;
late por aquel que, allí oculto,
sacia el vehemente anhelo de amor.

Creemos que se nos dará
la gloria y la dicha de la resurrección,
y que un día, iguales a Cristo transfigurado,
viviremos plenos y radiantes en cuerpo y alma.
(De la misa de instrumento.Hacia el Padre.P. José Kentenich nro 65-80)






Fotos Antonio Barbagelata Figari
Texto:Padre José Kentenich

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