VIERNES
SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR
25 de marzo 2016
1.
Según una antigua tradición, la Iglesia, ni hoy ni mañana,
celebra los sacramentos excepto, la Reconciliación
y la Unción de los enfermos.
2.
En este día la comunión se distribuye a los fieles únicamente
dentro de la celebración de la Pasión del Señor;
únicamente a los enfermos, que no pueden asistir
a esta celebración, se les puede llevar la comunión
en cualquier momento del día.
3.
El altar debe estar totalmente desnudo: sin cruz, sin
candelabros y sin manteles.
Celebración
de la Pasión del Señor
4.
Después del mediodía
horario
más tardío (aunque no más tarde que las 21 horas),
se realiza la celebración de la Pasión del Señor,
que consta de tres partes: Liturgia de la Palabra,
adoración de la Cruz, y sagrada Comunión.
5.
La celebración comienza en silencio. Si hay que decir
algunas palabras de introducción, debe hacerse antes
de la entrada de los ministros. El sacerdote y el
o los diáconos, revestidos con los ornamentos rojos
como
para la Misa, se dirigen en silencio al altar, hacen
reverencia y se postran rostro en tierra o, según
las circunstancias, se arrodillan; los fieles también
se arrodillan y todos oran en silencio por unos
momentos.
6.
Después, el sacerdote, con los ministros, se dirige a
la sede donde, vuelto hacia el pueblo, con las manos juntas,
dice una de las dos oraciones siguientes:
Oración
(No
se dice Oremos)
Acuérdate,
Señor, de tu gran misericordia
y
santifica con tu eterna protección
a
esta familia tuya por la que Jesucristo,
realizó
el misterio pascual derramando su sangre en la cruz.
Él,
que vive y reina contigo en
la unidad del Espíritu Santo y es Dios
por
los siglos de los siglos.
R.
Amén
O
bien:
(No
se dice Oremos)
Dios
y Padre nuestro,
la
Pasión de nuestro Señor Jesucristo nos libró de la muerte, transmitida
de generación en generación a
causa del pecado original.
Te
pedimos que nos identifiques con tu Hijo
para
que nuestra humanidad revestida de la imagen terrena quede
también, por tu acción santificadora, revestida
de la imagen celestial.
Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo
que
vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y
es Dios, por los siglos de los siglos.
R.
Amén.
Primera
parte: Liturgia de la Palabra
7.
Todos se sientan y se proclama la lectura del
profeta
Isaías (52,13-53,12) con el salmo
correspondiente.
8.
Sigue la segunda lectura tomada de la carta a los Hebreos
(4,14-16; 5,7-9) y el canto antes del
Evangelio.
9.
Luego se lee la historia de la Pasión del Señor
según
san Juan (18,1-19,42) del mismo modo que el domingo
precedente es decir sin cirios ni incienso; se omite
el saludo y la signación del libro. La lectura está
a cargo de un diácono o, en su defecto, del mismo sacerdote.
Sin embargo, es recomendable encomendar a
lectores
laicos las distintas partes según indica el Leccionario,
reservando al diácono o al sacerdote la parte
correspondiente a Cristo.
10.
Concluida la lectura de la Pasión, hágase una breve
homilía, y terminada ésta los fieles pueden ser invitados
a hacer un tiempo de oración en silencio.
Oración
Universal
11.
La liturgia de la Palabra concluye con la oración universal
que se hace de este modo: el diácono o en su ausencia
un laico, desde el ambón, dice la invitación que
expresa la intención; después todos oran en silencio
durante unos momentos y, seguidamente, el
sacerdote,
desde la sede o, si parece más oportuno, desde
el altar, con las manos extendidas, dice la oración.
Los fieles pueden permanecer de rodillas o de pie
durante toda la oración.
12.
[ Las Conferencias episcopales pueden establecer una
aclamación del pueblo antes de la oración del sacerdote
o determinar que se conserve la invitación tradicional
del diácono: "Nos ponemos de rodillas" -
"nos
ponemos de pie", permaneciendo todos de rodillas durante
la oración en silencio. ]
13.
Ante una grave necesidad pública, el Obispo
diocesano
puede permitir o mandar que se añada alguna intención
especial.
I.
Por la santa Iglesia
Oremos,
queridos hermanos, por la santa Iglesia:
que
Dios le conceda la paz y la unidad,
la
proteja en toda la tierra
y
nos permita vivir en calma y serenidad
para
glorificarlo como Padre todopoderoso.
Oración
en silencio. Prosigue el sacerdote, con las
manos
extendidas:
Dios
todopoderoso y eterno,
que
en Cristo revelas tu gloria a todos los pueblos,
protege
a la Iglesia, obra de tu misericordia,
para
que, extendida por todo el mundo,
persevere
con fe inquebrantable
en
la confesión de tu Nombre.
Por
Jesucristo, nuestro Señor.
R.
Amén.
II.
Por el Papa
Oremos
también por nuestro santo Padre, el Papa N.,
llamado
por Dios, nuestro Señor, al orden episcopal:
que
Él lo asista y proteja en bien de su Iglesia,
para
gobernar al pueblo santo de Dios.
Oración
en silencio. Prosigue el sacerdote, con las manos
extendidas:
Dios
todopoderoso y eterno,
con
tu sabiduría ordenas todas las cosas;
escucha
nuestra oración y protege con amor al Papa que nos
diste,
para
que el pueblo cristiano que tú gobiernas
progrese
siempre en la fe, guiado por este pastor.
Por
Jesucristo, nuestro Señor.
R.
Amén.
III.
Por el pueblo de Dios y sus ministros
Oremos
también por nuestro obispo N.,
pastor
de la Iglesia diocesana de N.,
y
por todos los obispos;
también
por los presbíteros y diáconos
que
colaboran con ellos en el servicio al pueblo de Dios.
Y
encomendemos también a todos los que en la Iglesia se
esfuerzan por construir el Reino de Jesús.
Oración
en silencio. Prosigue el sacerdote, con las manos
extendidas:
Dios
todopoderoso y eterno,
que
con tu Espíritu santificas y gobiernas a toda tu Iglesia,
escucha
nuestras súplicas y concédenos tu gracia, para
que todos, según nuestra particular vocación, podamos
servirte con fidelidad.
Por
Jesucristo, nuestro Señor.
R.
Amén
.
IV.
Por los catecúmenos
Oremos
también por los catecúmenos;
que
Dios nuestro Señor los ilumine interiormente, les
abra con amor las puertas de la Iglesia, y
así encuentren, en el bautismo,
el
perdón de sus pecados y la incorporación plena a Cristo.
Oración
en silencio. Prosigue el sacerdote, con las manos
extendidas:
Dios
todopoderoso y eterno, que
fecundas sin cesar a tu Iglesia con nuevos hijos;
acrecienta
la fe y la sabiduría de los catecúmenos, para
que, renacidos en la fuente bautismal, sean
contados entre tus hijos.
Por
Jesucristo, nuestro Señor.
R.
Amén.
V.
Por la unidad de los cristianos
Oremos
también por todos nuestros hermanos que creen en
Cristo,
aunque
no se profesan católicos;
para
que Dios, nuestro Señor, reúna y conserve en su única
Iglesia
a
quienes procuran vivir en la verdad.
Oración
en silencio. Prosigue el sacerdote, con las manos
extendidas:
Dios
todopoderoso y eterno,
que
reúnes a quienes están dispersos
y
conservas en la comunión a quienes ya están unidos, mira
con bondad el rebaño de tu Hijo,
para
que la integridad de la fe y el vínculo de la
caridad congreguen
a los que han sido consagrados por el único bautismo.
Por
Jesucristo, nuestro Señor.
R.
Amén
VI.
Por los judíos
Oremos
también por los judíos,
a
quienes Dios, nuestro Señor, habló primero,
para
que se acreciente en ellos el amor de su Nombre y
la fidelidad a su alianza.
Oración
en silencio. Prosigue el sacerdote, con las manos
extendidas:
Dios
todopoderoso y eterno,
que
confiaste tus promesas a Abraham y a su
descendencia, escucha
con bondad las súplicas de tu Iglesia, para
que el pueblo de la primera Alianza pueda
alcanzar la plenitud de la salvación.
Por
Jesucristo, nuestro Señor.
R.
Amén
VII.
Por quienes no creen en Cristo
Oremos
igualmente por quienes no creen en Cristo, aunque
profesan alguna religión,
para
que iluminados por el Espíritu Santo,
encuentren
también ellos el camino de la salvación.
Oración
en silencio. Prosigue el sacerdote, con las manos
extendidas:
Dios
todopoderoso y eterno,
concede
que quienes no creen en Cristo,
viviendo
en tu presencia con sinceridad de corazón, encuentren
la verdad
y
que nosotros, progresando en la caridad fraterna y
en el deseo de conocerte mejor
seamos
ante el mundo testigos más convincentes de tu amor.
Por
Jesucristo, nuestro Señor.
R.
Amén
VIII.
Por quienes no creen en Dios
Oremos
también por quienes no reconocen a Dios, lo
niegan o son indiferentes o agnósticos,
para
que buscando con sinceridad lo que es recto puedan
llegar hasta él.
Oración
en silencio. Prosigue el sacerdote, con las manos
extendidas:
Dios
todopoderoso y eterno:
tú
has creado al hombre para que te buscara con ansias y
hallara reposo habiéndote encontrado; concede
a quienes todavía no te conocen que
se alegren al reconocerte como el único Dios verdadero, al
experimentar, más allá de las dificultades, los signos
de tu amor
y
el testimonio de las buenas obras de los creyentes.
Por
Jesucristo, nuestro Señor.
R.
Amén
IX.
Por los gobernantes
Oremos
también por los gobernantes de todas las naciones, especialmente
los de nuestro país, para
que Dios, nuestro Señor, según sus designios, los
guíe en sus pensamientos y en sus decisiones hacia
la paz y libertad de todos los hombres; que
trabajen decididamente al servicio de una vida más digna
para todos,
una
distribución más inteligente de las riquezas, y
una justicia transparente y eficaz.
Oración
en silencio. Prosigue el sacerdote, con las manos
extendidas:
Dios
todopoderoso y eterno,
en
tus manos están los corazones de los hombres y
los derechos de los pueblos:
asiste
con bondad a nuestros gobernantes,
para
que, con tu protección, afiancen en toda la
tierra la
prosperidad, la libertad religiosa,
y
una paz duradera.
Por
Jesucristo, nuestro Señor.
R.
Amén
X.
Por los que sufren
Oremos
finalmente, hermanos, a Dios Padre
todopoderoso, para
que libre al mundo de toda falsedad, del hambre y de
la miseria.
Oremos
por los que sufren los horrores de la guerra, de
las dictaduras crueles,
de
la tortura, de la persecución y de la violencia.
Oremos
también por los perseguidos y encarcelados, y
por los que son tratados injustamente por los
hombres;
por
las víctimas del racismo, por los enfermos, por los
moribundos.
Y
oremos por las familias
que
están atravesando momentos de prueba y
sufrimiento, a
causa de la falta de trabajo, del desencuentro, de la
separación, de
la pobreza, de la inseguridad.
Oración
en silencio. Prosigue el sacerdote, con las manos
extendidas:
Dios
todopoderoso y eterno,
consuelo
de los afligidos y
fortaleza de los atribulados; escucha
el grito de la humanidad sufriente, para
que se alegre al experimentar tu misericordia
en
medio de sus angustias y necesidades.
Por
Jesucristo, nuestro Señor.
R.
Amén
Segunda
parte: Adoración de la santa Cruz
14.
Concluida la oración universal, se realiza la
solemne
adoración de la Cruz. Procédase en este rito con
alguna de las formas siguientes, según la conveniencia
pastoral:
Presentación
de la santa Cruz
PRIMERA
FORMA:
15.
La cruz, cubierta con un velo es llevada al altar, acompañada
por dos ministros con cirios encendidos. El sacerdote,
de pie ante el altar, recibe la cruz y, descubriéndola
en la parte superior, la eleva,
invitando
a los fieles a adorar la cruz, con las palabras:
"Este es el árbol de la Cruz..." ayudado en el
canto por los ministros o por el coro. Todos
responden
"Vengan y adoremos". Acabada la aclamación todos
se arrodillan y adoran en silencio durante unos momentos
la cruz que el sacerdote, de pie, mantiene en alto.
Luego
el sacerdote descubre el brazo derecho de la cruz
y, elevándola nuevamente, comienza la invitación:
"Este
es el árbol de la Cruz...", y se hace como la primera
vez.
Finalmente
descubre totalmente la cruz y, elevándola, comienza
por tercera vez la invitación: "Este es el árbol
de la Cruz..." y se hace todo como la primera vez.
Después,
acompañado por dos ministros con cirios encendidos,
lleva la cruz hasta la entrada del presbiterio,
o a otro lugar apto, y allí la deja o la entrega
a los ministros para que la sostengan, después que
han dejado los cirios a ambos lados de la cruz.
Inmediatamente
se hace la adoración de la Cruz, como indica
el n.18, p.
SEGUNDA
FORMA:
16.
El sacerdote o el diácono, con los ministros, u otro
ministro idóneo, se dirige a la puerta de la iglesia
donde toma la cruz descubierta. Desde allí se hace
la procesión por la iglesia hacia el presbiterio; los
ministros llevan cirios encendidos. Cerca de la puerta,
en medio del templo y antes de subir al presbiterio,
el que lleva la cruz la eleva y dice la invitación:
"Este es el árbol de la Cruz..." a la que
todos
responden: "Vengan y adoremos". Después de cada respuesta
todos se arrodillan y adoran en silencio,
como
se ha indicado antes. Luego se coloca la cruz con los
candeleros a la entrada del presbiterio.
TERCERA
FORMA:
17.
Pueden combinarse las dos formas anteriores, de modo
que se traiga la cruz procesionalmente como en la segunda
forma pero cubierta con un velo; en cada uno
de
los sitios donde se detiene la procesión, antes del canto
de invitación, se descubre una parte de la cruz(como
en la primera forma).
Adoración
de la santa Cruz
18.
El sacerdote, los ministros y los fieles se
acercan
procesionalmente y reverencian la cruz
mediante
una genuflexión simple o con algún otro signo adecuado,
por ejemplo, besando la cruz, según las costumbres
del lugar. Mientras tanto se canta la antífona:
"Señor, adoramos tu cruz", los "Improperios"
u
otro canto adecuado. Los que ya han adorado la cruz regresan
a sus lugares y se sientan.
19.
Para la adoración sólo debe exponerse una cruz. Si por
la gran cantidad de participantes en la celebración
no todos pueden acercarse individualmente, el
sacerdote, después que un grupo ha hecho la adoración,
toma la cruz y, de pie, ante el altar, invita
al pueblo con breves palabras a que adore la cruz.
Luego la levanta en alto durante unos momentos y
los
fieles la adoran en silencio.
20.
Concluida la adoración, la cruz es llevada a su lugar
en el altar. Los candeleros con los cirio encendidos
se colocan cerca del altar o a los lados de la
cruz.
Invitación
para mostrar la santa Cruz
V.
Este es el árbol de la Cruz,
donde
estuvo suspendida
la
salvación del mundo
R.
Vengan y adoremos.
Cantos
para la adoración de la santa Cruz
Las
partes que corresponden al primer coro se indican
con
el número 1; las que corresponden al segundo, con
el
número 2; las partes que deben ser cantadas por
ambos
coros se indican con los números 1 y 2.
Señor,
adoramos tu Cruz
1
y 2: Antífona
Señor,
adoramos tu Cruz,
alabamos
y glorificamos tu santa Resurrección.
Porque
gracias al árbol de la Cruz
el
gozo llegó al mundo entero.
1:
Salmo 66,2
El
Señor tenga piedad y nos bendiga
haga
brillar su rostro sobre nosotros.
1
y 2: Antífona
Señor,
adoramos tu Cruz,
alabamos
y glorificamos tu santa Resurrección.
Porque
gracias al árbol de la Cruz
el
gozo llegó al mundo entero.
Improperios
I
1
y
2:
¡
Pueblo
mío! ¿
Qué
te hecho,
en
qué te he ofendido?
¡Respóndeme!
1.
Yo te saqué de Egipto;
tú
preparaste una cruz para tu Salvador.
2.
¡Pueblo mío! ¿Qué te hecho,
en
qué te he ofendido?
¡Respóndeme!
1.
Hágios o Theós
2.
Santo es Dios.
1.
Hágios Ischyrós
2.
Santo y fuerte
1.
Hágios Athánatos, elèison himás.
2.
Santo e inmortal, ten piedad de nosotros.
1
y 2: Yo te guié cuarenta años por el desierto,
te
alimenté con el maná,
te
introduje en una tierra excelente;
tú
preparaste una cruz para tu Salvador.
1.
Hágios o Theós
2.
Santo es Dios.
1.
Hágios Ischyrós
2.
Santo y fuerte
1.
Hágios Athánatos, elèison himás.
2.
Santo e inmortal, ten piedad de nosotros.
1
y 2: ¿Qué más pude hacer por ti?
Yo
te planté como viña mía
escogida
y hermosa.
¡Qué
amarga te me has vuelto!
Para
mi sed me diste vinagre,
con
la lanza traspasaste el costado
a
tu Salvador.
1.
Hágios o Theós
2.
Santo es Dios.
1.
Hágios Ischyrós
2.
Santo y fuerte
1.
Hágios Athánatos, elèison himás.
2.
Santo e inmortal, ten piedad de nosotros.
II
1.
Yo por ti azoté a Egipto y a sus primogénitos;
tú
me entregaste para que me azotaran.
2.¡Pueblo
mío! ¿Qué te hecho,
en
qué te he ofendido?
¡Respóndeme!
1.
Yo te saqué de Egipto,
sumergiendo
al Faraón en el Mar Rojo;
tú
me entregaste a los sumos sacerdotes.
2.
¡Pueblo mío! ¿Qué te hecho,
en
qué te he ofendido?
¡Respóndeme!
1.
Yo abrí el mar delante de ti;
tú
con lanza abriste mi costado.
2.¡Pueblo
mío! ¿Qué te hecho,
en
qué te he ofendido?
¡Respóndeme!
1.
Yo te guiaba como una columna de nubes;
tú
me guiaste al pretorio de Pilato.
2.
¡Pueblo mío! ¿Qué te hecho,
en
qué te he ofendido?
¡Respóndeme!
1.
Yo te sustenté con maná en el desierto;
tú
me abofeteaste y me azotaste.
2.
¡Pueblo mío! ¿Qué te hecho,
en
qué te he ofendido?
¡Respóndeme!
1.
Yo te di a beber el agua salvadora
que
brotó de la peña;
tú
me diste a beber hiel y vinagre.
2.
¡Pueblo mío! ¿Qué te hecho,
en
qué te he ofendido?
¡Respóndeme!
1.
Yo por ti herí a los reyes cananeos
tú
me heriste la cabeza con la caña.
2.
¡Pueblo mío! ¿Qué te hecho,
en
qué te he ofendido?
¡Respóndeme!
1.
Yo te di un cetro real;
tú
me pusiste una corona de espinas.
2.
¡Pueblo mío! ¿Qué te hecho,
en
qué te he ofendido? ¡Respóndeme!
1.
Yo te levanté con gran poder;
tú
me colgaste del patíbulo de la cruz.
2.
¡Pueblo mío! ¿Qué te hecho,
en
qué te he ofendido?
¡Respóndeme!
Himno
a la cruz
1
y 2. Antífona
Esta
es la cruz de nuestra fe,
el
más noble de los árboles:
ningún
bosque produjo otro igual
en
ramas, flores y frutos.
¡Árbol
precioso, benditos clavos,
que
llevan tan dulce carga!
Himno
1.
Que canten nuestras voces
la
victoria de este glorioso combate;
que
celebren el triunfo de Cristo
en
el nuevo trofeo de la cruz,
donde
el Redentor del mundo
se
inmoló como vencedor.
2.
Esta es la cruz de nuestra fe,
el
más noble de los árboles:
ningún
bosque produjo otro igual
en
ramas, flores y frutos.
1.
El Creador tuvo compasión de Adán,
nuestro
padre pecador,
que
al comer el fruto prohibido
se
precipitó hacia la muerte;
y
para reparar los daños de ese árbol,
Dios
eligió el árbol de la cruz.
2.
¡Árbol precioso, benditos clavos,
que
llevan tan dulce carga!
1.
En el plan de nuestra salvación
estaba
previsto de antemano
que
los engaños del demonio
fueran
desbaratados por Dios,
sacando
el remedio de un árbol,
así
como vino de un árbol el mal.
2.
Esta es la cruz de nuestra fe,
el
más noble de los árboles:
ningún
bosque produjo otro igual
en
ramas, flores y frutos.
1.
Por eso, cuando se cumplió
el
tiempo señalado por Dios,
el
Padre envió desde el Cielo
a
su Hijo creador del mundo,
y
éste revistiéndose de nuestra carne
nació
del seno de la Virgen
2.
¡Árbol precioso, benditos clavos,
que
llevan tan dulce carga!
1.
Llora y gime el niño,
recostado
en estrecho pesebre;
la
Virgen Madre lo envuelve
con
unos pobres pañales,
y
así quedan atados
las
manos y los pies de un Dios.
2.
Esta es la cruz de nuestra fe,
el
más noble de los árboles:
ningún
bosque produjo otro igual
en
ramas, flores y frutos.
1.
Al cumplir los treinta años
de
su vida en este mundo,
el
Redentor se entregó libremente
para
sufrir su Pasión:
como
un cordero fue elevado en la cruz,
inmolándose
por todos.
2.
¡Árbol precioso, benditos clavos,
que
llevan tan dulce carga!
1.
Cuando ya estaba agotado,
le
dieron a beber hiel;
las
espinas, los clavos y la lanza
traspasaron
su bendito cuerpo,
haciendo
manar el agua y la sangre
que
lavan la tierra, el mar y los astros.
2.
Esta es la cruz de nuestra fe,
el
más noble de los árboles:
ningún
bosque produjo otro igual
en
ramas, flores y frutos.
1.
Doblega tus ramas, árbol altivo,
ablanda
tus tensas fibras,
suaviza
la rigidez
que
te dio la naturaleza,
y
ofrece un apoyo más suave
a
los miembros del Rey celestial.
2.
¡Árbol precioso, benditos clavos,
que
llevan tan dulce carga!
1.
Tú solo fuiste digno
de
llevar la Víctima al mundo;
tú
eres el arca que nos conduce
al
puerto de la salvación;
tú
fuiste empapado en la sangre divina
brotada
del cuerpo del Cordero.
2.
Esta es la cruz de nuestra fe,
el
más noble de los árboles:
ningún
bosque produjo otro igual
en
ramas, flores y frutos.
Esta
conclusión nunca debe omitirse:
1
y 2: ¡Demos gloria eterna
a
la santa Trinidad!
¡Gloria
igual al Padre y al Hijo,
gloria
al Espíritu Santo!
Que
todos celebren el nombre
de
un solo Dios en tres personas. Amén.
21.
Según las tradiciones de los pueblos y si
pastoralmente
parece oportuno, puede cantarse el himno
Stabat
Mater, según el Gradual Romano, o algún otro
canto
alusivo a los dolores de la Santísima Virgen.
Tercera
parte: Sagrada comunión
22.
Sobre el altar se extiende el mantel y se coloca el
corporal y el Misal. Luego el diácono, o en su defecto
el mismo sacerdote, trae el Santísimo Sacramento
desde el lugar de la reserva, por el camino más
breve, mientras todos permanecen de pie y en silencio.
Dos ministros acompañan al Santísimo Sacramento
con cirios encendidos que luego colocan
junto
al altar o sobre el mismo.
Después
que el diácono ha colocado sobre el altar el Santísimo
Sacramento y ha descubierto el copón, el sacerdote
se acerca, hace genuflexión y sube al altar.
23.
El sacerdote, con las manos juntas, dice en alta voz:
Fieles
a la recomendación del Salvador
y
siguiendo su divina enseñanza,
nos
atrevemos a decir:
Extiende
las manos y, junto con el pueblo, continúa:
Padre
nuestro, que estás en el cielo,
santificado
sea tu Nombre; venga
a nosotros tu reino; hágase
tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos
hoy nuestro pan de cada día;
perdona
nuestras ofensas, como
también nosotros perdonamos
a
los que nos ofenden; no
nos dejes caer en la tentación, y
líbranos del mal.
24.
El sacerdote, con las manos extendidas, prosigue él
solo:
Líbranos
de todos los males, Padre,
y
concédenos la paz en nuestros días,
para
que, ayudados por tu misericordia,
vivamos
siempre libres de pecado
y
protegidos de toda perturbación,
mientras
esperamos la gloriosa venida
de
nuestro Salvador Jesucristo.
Junta
las manos. El pueblo concluye la oración,
aclamando:
Tuyo
es el reino, tuyo
el poder y la gloria, por siempre, Señor.
25.
A continuación el sacerdote, con las manos juntas, dice
en secreto:
Señor
Jesucristo, la
comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre no
sea para mí un motivo de juicio y condenación, sino
que, por tu bondad,
sirva
para defensa de mi alma y mi cuerpo
y
sea remedio de salvación.
26.
El sacerdote hace genuflexión, toma una hostia consagrada
y, sosteniéndola un poco elevado sobre el copón
lo muestra al pueblo, diciendo:
Éste
es el Cordero de Dios, que
quita el pecado del mundo.
Dichosos
los invitados a la cena del Señor.
Y,
juntamente con el pueblo, añade:
Señor,
no soy digno de
que entres en mi casa,
pero
una palabra tuya bastará para sanarme.
27.
Y comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo.
28.
Después distribuye la comunión a los fieles.
Durante
la comunión se puede cantar el Salmo 21 uotros
cantos apropiados.
29.
Acabada la distribución de la comunión, un
ministro
idóneo lleva el copón al lugar preparado especialmente
fuera de la iglesia, o bien, si lo exigen
las circunstancias, es colocado en el sagrario.
30.
Según las circunstancias, se hace una pausa de sagrado
silencio, luego el sacerdote dice la siguiente oración:
Oración
después de la comunión
Oremos.
Dios
todopoderoso y eterno,
tú
nos has salvado con la gloriosa muerte y
resurrección
de Cristo.
Mantén
viva en nosotros la obra de tu misericordia,
para
que, por la participación de este sacramento,
vivamos
siempre dedicados a tu servicio.
Por
Jesucristo, nuestro Señor.
R.
Amén.
31.
Para despedir al pueblo, el sacerdote, de pie, mirando
hacia el pueblo y con las manos extendidas sobre
él, dice la siguiente oración:
Oración
sobre el pueblo
Señor
y Dios nuestro: te
pedimos que descienda una abundante bendición sobre
tu
pueblo, que
ha celebrado la muerte de tu Hijo con
la esperanza de la Resurrección.
Llegue
a él tu perdón,
concédele
tu consuelo,
acrecienta
su fe
y
asegúrale la eterna salvación.
Por
Jesucristo, nuestro Señor.
R.
Amén.
32.
Y todos se retiran en silencio.
33.
En el momento oportuno se despoja el altar,
quedando
solamente la cruz y los cuatro candeleros.
34.
Los que han participado de la solemne acción litúrgica
de la tarde no celebran Vísperas.
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