martes, 17 de septiembre de 2013

Comunidad de Nuestra Señora de los Dolores celebró Misa Centenario,Carrascal




Sobre una carreta tirada por caballos, escoltado por cuasimodistas y huasos, monseñor Ricardo Ezzati avanzó por avenida Carrascal hasta detenerse frente a la parroquia Nuestra Señora de los Dolores, donde una algarabía de cientos de fieles, poderosas campanadas, música y bailes religiosos aguardaba para celebrar el Centenario de la comunidad.



El Arzobispo de Santiago presidió la fiesta, este domingo 15 de septiembre, a la que asistieron además el Cardenal Francisco Javier Errázuriz, el Obispo emérito de Temuco, Manuel Camilo Vial, el padre Galo Fernández, vicario episcopal de la zona oeste, el padre Mario Romero, el padre Carlos Cox, la alcaldesa de Quinta Normal, Carmen Gloria Fernández junto al Concejo Municipal, el diputado Nicolás Monckeberg, y algunos representantes de Carabineros de Chile.

El padre Raúl Arcila, párroco de Nuestra Señora de los Dolores, dio la bienvenida a la alborozada asistencia y manifestó, a su vez, su júbilo por la presencia del Obispo de Santiago para celebrar “estos cien años de llevar la Palabra de Dios al corazón de los hombres, cien años de Misión junto a quien es la gran misionera, Nuestra Señora de los Dolores, Madre de la esperanza”, señaló.

“El primer sentimiento que surge de nuestro corazón es un sentimiento de asombro —dijo monseñor Ezzati al dar comienzo a su homilía—, de verdad lo que Jesús enseña en sus parábolas, que el Reino de Dios es como una semilla pequeña que crece, como un árbol que llega a cobijar bajo sus ramas a muchos pájaros del cielo, es lo que hoy día constatamos y celebramos”.

“Aquí está el dedo de Dios —agregó—, aquí no está solamente la obra humana, la obra de la inteligencia y el trabajo humano, ciertamente está todo eso, pero sobre todo está el dedo de Dios, la gracia de Dios, que hace fecundo también en todos los tiempos, el misterio del amor que Él nos ha querido revelar en su hijo Jesús. Y por consiguiente, la Acción de Gracias brota espontánea de nuestro corazón”, sostuvo.

María, madre de una nueva humanidad

El Arzobispo dedicó largos pasajes de su exhortación a destacar el rol esencial de la Virgen María en la identidad de Chile y la comunidad presente. María, explicó, a los pies de Jesucristo fue la primera redimida, “es una mamá, llena sin duda alguna de dolor, por eso la llamamos dolorosa; qué mamá no se angustia y no siente un dolor profundo frente a la muerte de un hijo”, se preguntó. Y, sin embargo, añadió, “está allí, junto a la Cruz, pero no pasivamente, solamente enmarcada por su dolor, María está allí como colaboradora de su hijo Jesús, como una mujer que quiere colaborar de verdad con el misterio de la Salvación que su hijo está consumando, y es por eso que ella, activamente, nuevamente, se pone al servicio de Jesús, al servicio del Padre Dios”, apuntó. De este modo, “María llega a ser la madre de una nueva humanidad redimida por la sangre de Cristo”.

“Si en nuestras familias está ausente María —advirtió—, ciertamente falta aquella que, como buena mamá, une, perdona, vuelve a abrir a la esperanza”. Y completó: “Si María estuviera ausente de nuestra Iglesia: ¡Cuánto perderíamos!”; la presencia de María en la Iglesia, aseguró el Pastor, “es un signo evidente de que estamos en la verdadera Iglesia de Jesucristo”.

“Si un grupo de cristianos, hace cien años atrás, a través de tanto trabajo, ha logrado crear una comunidad cristiana como la que estamos viendo en el día de hoy aquí presente en esta celebración litúrgica —dijo al finalizar su homilía—, cuál será la espera, que debemos llenar de esperanza, que nos toca a nosotros”.

Y agregó, previo a agradecer ampliamente a toda la comunidad religiosa, laica y en especial a la familia de Schoenstatt: “Despertemos en nuestro corazón el deseo de que el don de la Fe en Cristo, el don más precioso que podamos obtener, llegue a ser también el don de tantas personas que hoy día necesitan encontrarse con la fuente de la vida, del sentido de la vida, con la fuente de la esperanza, que necesita encontrarse con el amor de Dios. Sean una comunidad parroquial misionera, sientan que las puertas del mundo están abiertas, para que desde aquí ustedes puedan salir a anunciar la presencia bondadosa, misericordiosa de nuestro Dios, que en Jesucristo se ha hecho presente en nuestra propia historia y sigue estando presente en nuestra propia historia a través de la comunidad, especialmente a través de la Eucaristía que la comunidad celebra”, concluyó.

La Santa Misa prosiguió entonces con la renovación del compromiso y la Fe de la comunidad ante el Arzobispo, quien recibió los votos y luego algunas ofrendas de manos de un grupo de niños (plantas como símbolo del crecimiento de la comunidad), del empresario Alejandro Aguilera (un trozo del Cristo del barrio destruido durante el terremoto), un grupo de cuasimodistas (una esclavina y un traje típico), el teniente de la Comisaría Carrascal (la imagen de Nuestra Señora de los Dolores) y representantes de la Pastoral Social (el pan y el vino).

Tras la Eucaristía, monseñor Ricardo Ezzati compartió, junto a autoridades laicas y eclesiásticas, con la comunidad en pleno, tres cofradías distintas, músicos promeseros, cuya evidente exultación difícilmente hacía presagiar el festivo desenlace.

Caporales de bailes

Clara Muñoz, caporal mayor de la asociación de bailes Estrella Inmaculada: “Somos de la comunidad de Dolores, estos tres bailes son parte de la celebración de los cien años de nuestra parroquia. Es un orgullo muy grande para mí participar de esta celebración. Llevo muchos años aquí y estoy orgullosa de pertenecer a esta comunidad. Con mayor razón hoy día cuando el cristianismo y el catolicismo están siendo bastante criticados. No hacemos ni espectáculos ni folclor, somos cien por ciento religiosas. Somos una bolivianada: la diferencia con la diablada es que somos solamente cholas, sin diablo”.

María José Mora, caporal de los gitanos Hijos de la Dolorosa: “El baile pertenece hace diecisiete años a la parroquia. Nuestra patrona es la Virgen de los Dolores, por eso esta fiesta es tan importante para nosotros, porque la seguimos a ella y bailamos por sus dolores. Para nosotros bailar es hacer oración para que nuestra Madre interceda por nosotros ante Dios”.





































Fuente: Comunicaciones Iglesia de Santiago.
www.iglesiadesantiago.cl



Santiago, 15/09/2013

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