Hablamos
muy a menudo de la Virgen y destacamos su papel. Lo hacemos contemplándola en
todo momento como la “pequeña María”, conformada con Cristo. En su persona
encontramos al Señor, que se refleja en el espejo de su Madre y Esposa. Es
Cristo mismo quien resplandece en la faz de su Divina Madre. No olvidemos nunca
que la Santísima Virgen es siempre la Esposa y Compañera de Cristo.
(Padre
José Kentenich conferencia para las
hermanas de María 1946)
Madrecita:
tú eres el perfecto Cáliz; junto con ser Madre de Cristo te desposaste con el
Espíritu Santo, entregando todo tu amor con perfecta exclusividad para Él. Te
ruego Madrecita, Tú que eres mi camino
y mi guía, condúceme hacia lo más hondo
del corazón de tu Hijo.
(Diario
IV-36,2.9.57) Mario Hiriart
LITURGIA DE LA PALABRA
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