1. «La paz os dejo, mi paz os doy» [1], son
las palabras con las que Jesús promete a sus discípulos reunidos en el
cenáculo, antes de afrontar la pasión, el don de la paz, para infundirles la
gozosa certeza de su presencia permanente. Después de su resurrección, el Señor
lleva a cabo su promesa presentándose en medio de ellos, en el lugar donde se
encontraban por temor a los Judíos, diciendo: «¡Paz a vosotros!» [2]. La
paz, fruto de la Redención que Cristo ha traído al mundo con su muerte y
resurrección, es el don que el Resucitado sigue ofreciendo hoy a su Iglesia,
reunida para la celebración Eucarística, de modo que pueda testimoniarla en la
vida de cada día.
2. En la tradición litúrgica romana el signo de la
paz, colocado antes de la Comunión, tiene un significado teológico propio. Éste
encuentra su punto de referencia en la contemplación eucarística del misterio
pascual -diversamente a como hacen otras familias litúrgicas que se inspiran en
el pasaje evangélico de Mateo (cf. Mt 5, 23)-
presentándose así como el “beso pascual” de Cristo resucitado presente en el
altar [3]. Los ritos que preparan a la comunión constituyen un conjunto bien
articulado dentro del cual cada elemento tiene su propio significado y
contribuye al sentido del conjunto de la secuencia ritual, que conduce a la
participación sacramental en el misterio celebrado. El signo de la paz, por
tanto, se encuentra entre el Pater noster -al
cual se une mediante el embolismo que prepara al gesto de la paz- y la fracción
del pan -durante la cual se implora al Cordero de Dios que nos dé su paz-. Con
este gest0, que «significa la paz, la comunión y la caridad» [4], la
Iglesia «implora la paz y la unidad para sí misma y para toda la familia
humana, y los fieles se expresan la comunión eclesial y la mutua caridad, antes
de la comunión sacramental» [5], es decir, la comunión en el Cuerpo de Cristo
Señor.
3. En la Exhortación Apostólica post-sinodal Sacramentum caritatis el Papa Benedicto XVI había
confiado a esta Congregación la tarea de considerar la problemática referente
al signo de la paz [6], con el fin de salvaguardar el valor sagrado de la
celebración eucarística y el sentido del misterio en el momento de la Comunión
sacramental: «La Eucaristía es por su naturaleza sacramento de paz. Esta
dimensión del Misterio eucarístico se expresa en la celebración litúrgica de
manera específica con el rito de la paz. Se trata indudablemente de un signo de
gran valor (cf. Jn 14,27). En nuestro tiempo, tan lleno de
conflictos, este gesto adquiere, también desde el punto de vista de la
sensibilidad común, un relieve especial, ya que la Iglesia siente cada vez más
como tarea propia pedir a Dios el don de la paz y la unidad para sí misma y
para toda la familia humana. [...] Por ello se comprende la intensidad con
que se vive frecuentemente el rito de la paz en la celebración litúrgica. A
este propósito, sin embargo, durante el Sínodo de los Obispos se ha visto la
conveniencia de moderar este gesto, que puede adquirir expresiones exageradas,
provocando cierta confusión en la asamblea precisamente antes de la Comunión.
Sería bueno recordar que el alto valor del gesto no queda mermado por la
sobriedad necesaria para mantener un clima adecuado a la celebración, limitando
por ejemplo el intercambio de la paz a los más cercanos» [7].
4. El Papa
Benedicto XVI, además de destacar el verdadero sentido del rito y del signo de
la paz, ponía en evidencia su gran valor como aportación de los cristianos,
para colmar, mediante su oración y testimonio, las angustias más profundas e
inquietantes de la humanidad contemporánea. Por esta razón, renovaba su
invitación a cuidar este rito y a llevar a cabo este signo litúrgico con
sentido religioso y sobriedad.
5. El Dicasterio,
en base a las disposiciones del Papa Benedicto XVI, se dirigió a las
Conferencias de los Obispos en mayo de 2008 pidiendo su parecer sobre si
mantener el signo de la paz antes de la Comunión, donde se encuentra ahora, o
si cambiarlo a otro momento, con el fin de mejorar la comprensión y el desarrollo
de tal gesto. Tras una profunda reflexión, se ha visto conveniente conservar en
la liturgia romana el rito de la paz en su puesto tradicional y no introducir
cambios estructurales en el Misal Romano. Se ofrecen a continuaciones algunas
disposiciones prácticas para expresar mejor el contenido del signo de la paz y
para moderar los excesos, que suscitan confusión en la asamblea litúrgica justo
antes de la Comunión.
6. El tema tratado
es importante. Si los fieles no comprenden y no demuestran vivir, en sus gestos
rituales, el significado correcto del rito de la paz, se debilita el concepto
cristiano de la paz y se ve afectada negativamente su misma fructuosa
participación en la Eucaristía. Por tanto, junto a las precedentes reflexiones,
que pueden constituir el núcleo de una oportuna catequesis al respecto, para la
cual se ofrecerán algunas líneas orientativas, se somete a la prudente
consideración de las Conferencias de los Obispos algunas sugerencias prácticas:
a) Se aclara definitivamente que el rito de la paz
alcanza ya su profundo significado con la oración y el ofrecimiento de la paz
en el contexto de la Eucaristía. El darse la paz correctamente entre los
participantes en la Misa enriquece su significado y confiere expresividad al
rito mismo. Por tanto, es totalmente legítimo afirmar que no es necesario
invitar “mecánicamente” a darse la paz. Si se prevé que tal intercambio no se
llevará adecuadamente por circunstancias concretas, o se retiene
pedagógicamente conveniente no realizarlo en determinadas ocasiones, se puede
omitir, e incluso, debe ser omitido. Se recuerda que la rúbrica del Misal dice:
“Deinde, pro
opportunitate, diaconus, vel sacerdos, subiungit: Offerte vobis pacem” [8].
b) En base a las
presentes reflexiones, puede ser aconsejable que, con ocasión de la publicación
de la tercera edición típica del Misal Romano en el propio País, o cuando se
hagan nuevas ediciones del mismo, las Conferencias consideren si es oportuno
cambiar el modo de darse la paz establecido en su momento. Por ejemplo, en aquellos
lugares en los que optó por gestos familiares y profanos de saludo, tras la
experiencia de estos años, se podrían sustituir por otros gestos más
apropiados.
c) De todos modos,
será necesario que en el momento de darse la paz se eviten algunos abusos tales
como:
§ La introducción de un “canto para la paz”,
inexistente en el Rito romano [9].
§ Los desplazamientos de los fieles para
intercambiarse la paz.
§ El que el sacerdote abandone el altar para dar la
paz a algunos fieles.
§ Que en algunas circunstancias, como la solemnidad
de Pascua o de Navidad, o durante las celebraciones rituales, como el Bautismo,
la Primera Comunión, la Confirmación, el Matrimonio, las sagradas Órdenes, las
Profesiones religiosas o las Exequias, el darse la paz sea ocasión para
felicitar o expresar condolencias entre los presentes [10].
d) Se invita
igualmente a todas las Conferencias de los Obispos a preparar catequesis
litúrgicas sobre el significado del rito de la paz en la liturgia romana y
sobre se correcto desarrollo en la celebración de la Santa Misa. A éste
propósito, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los
Sacramentos acompaña la presente carta circular con algunas pistas
orientativas.
7. La íntima relación entre lex orandi y lex credendi debe
obviamente extenderse a la lex vivendi.
Conseguir hoy un compromiso serio de los católicos de cara a la construcción de
un mundo más justo y pacífico implica una comprensión más profunda del
significado cristiano de la paz y de su expresión en la celebración litúrgica.
Se invita, pues, con insistencia a dar pasos eficaces en tal materia ya que de
ello depende la calidad de nuestra participación eucarística y el que nos
veamos incluidos entre los que merecenn la gracia prometida en las
bienaventuranzas a los trabajan y construyen la paz [11].
8. Al finalizar
estas consideraciones, se exhorta a los Obispos y, bajo su guía, a los
sacerdotes a considerar y profundizar el significado espiritual del rito de la
paz, tanto en la celebración de la Santa Misa como en la propia formación
litúrgica y espiritual o en la oportuna catequesis a los fieles. Cristo en
nuestra paz [12], la paz divina, anunciada por los profetas y por los ángeles,
y que Él ha traído al mundo con su misterio pascual. Esta paz del Señor
Resucitado es invocada, anunciada y difundida en la celebración, también a través
de un gesto humano elevado al ámbito sagrado.
El Santo Padre
Francisco, el 7 de junio de 2014, ha aprobado y confirmado cuanto se contiene
en esta Carta circular, preparado por la Congregación para el Culto Divino y la
Disciplina de los Sacramentos, y ha dispuesto su publicación.
En la sede
la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, a
8 de junio de 2014, en la solemnidad de Pentecostés.
[1] Jn 14, 27.
[2] Cf. Jn 20, 19-23.
[3] Cf. MISSALE ROMANUM ex decreto SS. Concilii Tridentini restitutum summorum pontificum
cura recognitum, Editio typica, 1962, Ritus servandus,X, 3.
[4] CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA
DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Instr. Redemptionis sacramentum, 25
marzo 2004, n. 71: AAS 96 (2004)
571.
[5] MISSALE ROMANUM, ex decreto sacrosanctii Oecumenici Concilii Vaticani II instauratum,
auctoritate Pauli Pp. VI promulgatum, Ioannis Pauli Pp. II cura
recognitum, editio typica tertia, diei 20 aprilis 2000, Typis
Vaticanis, reimpressio emendata 2008, Ordenación General del Misal Romano, 2. 82. Cf. BENEDICTO XVI, Exhort. Apost. post-sinodal, Sacramentum caritatis, 22 febrero 2007, n.
49: AAS 99 (2007) 143.
[6] Cf. BENEDICTO XVI, Exhort. Apost. Sacramentum caritatis, 22 febrero 2007, n. 49,
nota n. 150: AAS 99 (2007) 143.
[7] BENEDICTO XVI, Exhort. Apost. Sacramentum caritatis, 22 febrero 2007, n.
49: AAS 99 (2007) 143.
[8] MISSALE ROMANUM, Ordo Missae, n. 128.
[9] En el Rito
romano no está tradicionalmente previsto un canto para la paz porque se prevé
un tiempo brevísimo para dar la paz sólo a los más cercanos. El canto de la paz
sugiere, por el contrario, un tiempo mucho más amplio para el intercambio de la
paz.
[10] Cf. Ordenación General
del Misal Romano, n. 82: «Conviene, sin embargo, que cada uno exprese
sobriamente la paz sólo a los que tiene más cerca»; n. 154: «El sacerdote
puede dar la paz a los ministros, permaneciendo siempre dentro del presbiterio,
para no alterar la celebración. Hágase del mismo modo si, por una causa
razonable, desea dar la paz a algunos fieles»; CONGREGACIÓN PARA EL CULTO
DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Instr. Redemptionis sacramentum, 25 marzo 2004, n.
72: AAS 96 (2004) 572.
[11] Cf. Mt 5, 9ss.
[12] Cf. Ef 2,
14.
DOCUMENTO CITADO
EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL SACRAMENTUM
CARITATISBDEL SANTO PADRE BENEDICTO
XVI
Rito de la paz
49. La Eucaristía es por su naturaleza sacramento de paz. Esta dimensión
del Misterio eucarístico se expresa en la celebración litúrgica de manera
específica con el rito de la paz. Se trata indudablemente de un signo de gran
valor (cf. Jn 14,27). En nuestro tiempo, tan lleno de
conflictos, este gesto adquiere, también desde el punto de vista de la
sensibilidad común, un relieve especial, ya que la Iglesia siente cada vez más
como tarea propia pedir a Dios el don de la paz y la unidad para sí misma y
para toda la familia humana. La paz es ciertamente un anhelo indeleble en el
corazón de cada uno. La Iglesia se hace portavoz de la petición de paz y
reconciliación que surge del alma de toda persona de buena voluntad,
dirigiéndola a Aquel que « es nuestra paz » (Ef 2,14), y que puede
pacificar a los pueblos y personas aun cuando fracasen las iniciativas humanas.
Por ello se comprende la intensidad con que se vive frecuentemente el rito de
la paz en la celebración litúrgica. A este propósito, sin embargo, durante el
Sínodo de los Obispos se ha visto la conveniencia de moderar este gesto, que
puede adquirir expresiones exageradas, provocando cierta confusión en la
asamblea precisamente antes de la Comunión. Sería bueno recordar que el alto
valor del gesto no queda mermado por la sobriedad necesaria para mantener un
clima adecuado a la celebración, limitando por ejemplo el intercambio de la paz
a los más cercanos.(150)
(150) Teniendo en cuenta costumbres
antiguas y venerables, así como los deseos manifestados por los Padres
sinodales, he pedido a los Dicasterios competentes que estudien la posibilidad
de colocar el rito de la paz en otro momento, por ejemplo, antes de la
presentación de las ofrendas en el altar. Por lo demás, dicha opción recordaría
de manera significativa la amonestación del Señor sobre la necesidad de
reconciliarse antes de presentar cualquier ofrenda a Dios (cf. Mt 5,23
s.): cf.Propositio 23.
Instrucción
Misal Romano
152. Terminada Plegaria Eucarística,
el sacerdote con las manos juntas, dice la monición antes de la Oración del
Señor; luego, con las manos extendidas, dice la Oración del Señor juntamente
con el pueblo.
153. Concluida la Oración del Señor,
el sacerdote solo, con las manos extendidas, dice el embolismo Líbranos de
todos los males, terminado el cual, el pueblo aclama: Tuyo es el reino.
154. A continuación el sacerdote
solo, con las manos extendidas, dice en voz alta la oración: Señor
Jesucristo, que dijiste; y terminada ésta, extendiendo y juntando las
manos, vuelto hacia el pueblo, anuncia la paz, diciendo: La paz del Señor
esté siempre con ustedes. El pueblo responde: Y con tu espíritu.
Luego, según las circunstancias, el sacerdote añade: Dense fraternalmente la
paz.
El sacerdote puede dar la paz a los
ministros, pero permaneciendo siempre dentro del presbiterio para que la
celebración no se perturbe. Haga del mismo modo si por alguna causa razonable
desea dar la paz a unos pocos fieles. Todos, empero, según lo determinado por
la Conferencia de Obispos, se expresan unos a otros la paz, la comunión y la
caridad. Mientras se da la paz, se puede decir: La paz del Señor esté
siempre contigo, a lo cual se responde: Amén.
155. En seguida el sacerdote toma la
Hostia, la parte sobre la patena, y deja caer una partícula en el cáliz,
diciendo en secreto: El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo
unidos en este cáliz. Mientras tanto, se canta o se dice por el coro el Cordero
de Dios (cfr. n.83).
NOTA
(83)Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución sobre la
Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, núm.
48; Sagrada Congregación de Ritos, Instrucción Eucharisticum mysterium, día
25 de mayo de 1967, núm. 12: A.A.S. 59 (1967) págs. 548-5
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