DOMINGO XIII DEL TIEMPO ORDINARIO
01 DE JULIO 2018
SANTUARIO CENÁCULO DE BELLAVISTA
CELEBRÓ PADRE VÍCTOR PÉREZ
HOMILÍA
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 5, 21-43
Cuando
Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su
alrededor, y Él se quedó junto al mar. Entonces llegó uno de los jefes de la
sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con
insistencia: “Mi hijita se
está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se sane y viva”. Jesús fue con él y lo seguía una
gran multitud que lo apretaba por todos lados.
Se
encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias.
Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes
sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor. Como había oído hablar de
Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, porque
pensaba: “Con sólo tocar su
manto quedaré sanada”.
Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba sanada
de su mal.
Jesús se
dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de Él, se dio vuelta y,
dirigiéndose a la multitud, preguntó: “¿Quién tocó mi manto?”
Sus
discípulos le dijeron: “¿Ves
que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?” Pero Él seguía mirando a su
alrededor, para ver quién había sido.
Entonces la
mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido,
fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad.
Jesús le
dijo: “Hija, tu fe te ha
salvado. Vete en paz, y queda sanada de tu enfermedad”.
Todavía
estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la
sinagoga y le dijeron: “Tu
hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?” Pero Jesús, sin tener en cuenta
esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: “No temas, basta que creas”.
Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el
hermano de Santiago, fue a casa del jefe de la sinagoga.
Allí vio un
gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba. Al entrar, les dijo: “¿Por qué se alborotan y lloran? La
niña no está muerta, sino que duerme”.
Y se burlaban de Él.
Pero Jesús
hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los
que venían con Él, entró donde ella estaba. La tomó de la mano y le dijo: “Talitá kum”, que significa: “¡Niña,
yo te lo ordeno, levántate!” En
seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos,
entonces, se llenaron de asombro, y Él les mandó insistentemente que nadie se
enterara de lo sucedido. Después dijo que dieran de comer a la niña.
Antífona de entrada Sal 46, 2
Todos los pueblos aplaudan y aclamen al Señor con gritos de alegría.
Omnes gentes, pláudite
mánibus,
iubiláte Deo in voce
exsultatiónis.
SALMO RESPONSORIAL
REZO DEL ÁNGELUS
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