Enlace a Liturgia Segundo Domingo de Pascua
sábado, 30 de abril de 2011
II Domingo de Pascua o de la divina misericordia
La Fiesta
Durante el transcurso de las revelaciones de Jesús a la hermana Faustina sobre la Divina Misericordia Él le pidió en diversas ocasiones que se dedicara una fiesta a la Divina Misericordia y que esta fiesta fuera celebrada el domingo después de la Pascua. Los textos litúrgicos de ese día, el segundo domingo de Pascua, son concernientes a la institución del Sacramento de Penitencia, el Tribunal de la Divina Misericordia, de manera que van perfectamente con las peticiones de nuestro Señor. Esta fiesta ya ha sido otorgada a la nación de Polonia, al igual que es celebrada en la Ciudad del Vaticano. La canonización de la hermana Faustina el 30 de abril 2000 representa el respaldo más grande que la Iglesia le puede dar a una revelación privada, un acto de infalibilidad Papal proclamando la segura santidad de la mística.
De hecho el día de la canonización de Sor Faustina esta fiesta se extendió a lo largo de la Iglesia universal. Sobre esta fiesta dijo Jesús:
"Quien se acerque ese día a la Fuente de Vida, recibirá el perdón total de las culpas y de las penas." (Diario 300).
"Quiero que la imagen sea bendecida solemnemente el primer domingo después de Pascua y que se le venere públicamente para que cada alma pueda saber de ella. " (Diario 341)
"Esta fiesta ha salido de las entrañas de Mi misericordia y está confirmada en el abismo de Mis gracias." (Diario 420)
"Una vez, oí estas palabras: Hija Mía, habla al mundo entero de la inconcebible misericordia Mía. Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea refugio y amparo para todas las almas y, especialmente, para los pobres pecadores. Ese día están abiertas las entrañas de Mi misericordia. Derramo todo un mar de gracias sobre las almas que se acercan al manantial de Mí misericordia. El alma que se confiese y reciba la Santa Comunión obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas. En ese día están abiertas todas las compuertas divinas a través de las cuales fluyen las gracias. Que ningún alma tema acercarse a Mí, aunque sus pecados sean como escarlata. Mi misericordia es tan grande que en toda la eternidad no la penetrará ningún intelecto humano ni angélico. Todo lo que existe ha salido de las entrañas de Mi misericordia. Cada alma respecto a mí, por toda la eternidad meditará Mi amor y Mi misericordia. La Fiesta de la Misericordia ha salido de Mis entrañas, deseo que se celebre solamente el primer domingo después de la Pascua. La humanidad no conocerá paz hasta que se dirija a la Fuente de Mi misericordia." (Diario 699)
"Sí, el primer domingo después de la Pascua es la Fiesta de la Misericordia, pero también debe estar presente la acción y pido se rinda culto a Mi Misericordia con la solemne celebración de esta Fiesta y con el culto a la imagen que ha sido pintada." (Diario 742)
"Deseo conceder el perdón total a las almas que se acerquen a la confesión y reciban la Santa Comunión el día de la Fiesta de Mi
Misericordia." (Diario 1109)
Podemos apreciar de estos extractos que Nuestro Señor desea que durante la celebración de esta fiesta se incluye la veneración solemne y pública de la imagen de la Divina Misericordia por parte de la Iglesia, como así desea además la veneración individual de cada uno de nosotros. La gran promesa para cada alma es que un acto devocional de penitencia sacramental y comunión obtendrán para esa alma la plenitud de la Divina Misericordia en la fiesta.
SIMBOLISMO DE LA IMAGEN
"Los dos rayos significan la Sangre y el Agua. El rayo blanco representa el Agua que justifica las almas; el rayo rojo simboliza la Sangre, que es la vida de las almas...
Ambos rayos brotaron de las entrañas más profundas de mi Misericordia en el mismo instante en que mi Corazón, que acababa de emitir el último latido, fue abierto en la Cruz, con la lanza".
Ambos rayos brotaron de las entrañas más profundas de mi Misericordia en el mismo instante en que mi Corazón, que acababa de emitir el último latido, fue abierto en la Cruz, con la lanza".
El Señor te dé el descanso eterno y la luz perpetua luzca para ti.
Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra tí, contra tí sólo pequé; cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón, en el juicio resultarás inocente. Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas sabiduría. Rocíame con el hisopo: quedaré limpio; lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados. Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso.
Dales Señor, el eterno descanso, y que la luz perpetua los ilumine, Señor
Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra tí, contra tí sólo pequé; cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón, en el juicio resultarás inocente. Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas sabiduría. Rocíame con el hisopo: quedaré limpio; lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados. Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso.
Dales Señor, el eterno descanso, y que la luz perpetua los ilumine, Señor
viernes, 29 de abril de 2011
II Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia
Evangelio según San Juan 20,19-31.
Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: "¡La paz esté con ustedes!".
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes".
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: "Reciban el Espíritu Santo.
Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan".
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes".
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: "Reciban el Espíritu Santo.
Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan".
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús.
Los otros discípulos le dijeron: "¡Hemos visto al Señor!". El les respondió: "Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré".
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: "¡La paz esté con ustedes!".
Luego dijo a Tomás: "Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe".
Los otros discípulos le dijeron: "¡Hemos visto al Señor!". El les respondió: "Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré".
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: "¡La paz esté con ustedes!".
Luego dijo a Tomás: "Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe".
Tomas respondió: "¡Señor mío y Dios mío!".
Jesús le dijo: "Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!".
Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro.
Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.
Jesús le dijo: "Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!".
Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro.
Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.
ZENIT - «La Eucaristía abre al futuro de Dios» Papa Juan Pablo II y la Eucaristía
3. Del misterio pascual nace la Iglesia. Precisamente por eso la Eucaristía, que es el sacramento por excelencia del misterio pascual, está en el centro de la vida eclesial. Se puede observar esto ya desde las primeras imágenes de la Iglesia que nos ofrecen los Hechos de los Apóstoles: « Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones » (2, 42).La « fracción del pan » evoca la Eucaristía. Después de dos mil años seguimos reproduciendo aquella imagen primigenia de la Iglesia. Y, mientras lo hacemos en la celebración eucarística, los ojos del alma se dirigen al Triduo pascual: a lo que ocurrió la tarde del Jueves Santo, durante la Última Cena y después de ella. La institución de la Eucaristía, en efecto, anticipaba sacramentalmente los acontecimientos que tendrían lugar poco más tarde, a partir de la agonía en Getsemaní. Vemos a Jesús que sale del Cenáculo, baja con los discípulos, atraviesa el arroyo Cedrón y llega al Huerto de los Olivos. En aquel huerto quedan aún hoy algunos árboles de olivo muy antiguos. Tal vez fueron testigos de lo que ocurrió a su sombra aquella tarde, cuando Cristo en oración experimentó una angustia mortal y « su sudor se hizo como gotas espesas de sangre que caían en tierra » (Lc 22, 44).La sangre, que poco antes había entregado a la Iglesia como bebida de salvación en el Sacramento eucarístico, comenzó a ser derramada; su efusión se completaría después en el Gólgota, convirtiéndose en instrumento de nuestra redención: « Cristo como Sumo Sacerdote de los bienes futuros [...] penetró en el santuario una vez para siempre, no con sangre de machos cabríos ni de novillos, sino con su propia sangre, consiguiendo una redención eterna » (Hb 9, 11-12).
Carta Encíclica ECCLESIA DE EUCHARISTIA Papa Juan Pablo II
jueves, 28 de abril de 2011
REGINA COELI
REGINA COELI
“Regina Coeli” significa en latín “Reina del cielo”
Regina Coeli es una oración mariana y cristológica centrada en la meditación del misterio de la Resurrección del Señor, que se reza en el tiempo de Pascua, desde el Domingo de Resurrección hasta Pentecostés, en lugar del "Ángelus".
Es la Oración para el tiempo de Pascua.
Al igual que el Ángelus, suele rezarse tres veces al día: al comenzar la jornada, al medio día y al atardecer.
Es una manera de consagrar el día entero a Dios y a la Virgen Santísima, un modo de santificar, con una breve oración el trabajo o el estudio.
El papa recomienda a todos los fieles el rezo del Regina Coeli con el cual meditamos el misterio más grande de nuestra fe y nos llenamos de alegría "porque Cristo ha Resucitado".
V. Alégrate, Reina del cielo; aleluya.
R. Porque el que mereciste llevar en tu seno; aleluya.
V. Ha resucitado, según predijo; aleluya.
R. Ruega por nosotros a Dios; aleluya.
V. Gózate y alégrate, Virgen María; aleluya.
R. Porque ha resucitado Dios verdaderamente; aleluya.
Oración
Oh Dios que por la resurrección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, te has dignado dar la alegría al mundo, concédenos que por su Madre, la Virgen María, alcancemos el gozo de la vida eterna. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor.
Dominica in Albis in Octava Paschae - Introitus
ANT. AD INTROITUM. 1 Petri 2, 2
Quasi modo géniti infántes, allelúja: rationábile, sine dolo lac concupíscite, allelúja, allelúja, allelúja. Ps. 80, 2. Exsultáte Deo, adjutóri nostro: jubiláte Deo Jacob. V. Glória Patri.
Quasi modo géniti infántes, allelúja: rationábile, sine dolo lac concupíscite, allelúja, allelúja, allelúja. Ps. 80, 2. Exsultáte Deo, adjutóri nostro: jubiláte Deo Jacob. V. Glória Patri.
Antífona de Entrada.
Como niños recién nacidos, aleluya, ansiad la leche espiritual, y sin mezcla. Aleluya, aleluya, aleluya. Ps. Regocijaos alabando a Dios, nuestro protector: cantad al Dios de Jacob. V. Gloria al Padre.
Como niños recién nacidos, aleluya, ansiad la leche espiritual, y sin mezcla. Aleluya, aleluya, aleluya. Ps. Regocijaos alabando a Dios, nuestro protector: cantad al Dios de Jacob. V. Gloria al Padre.
lunes, 25 de abril de 2011
domingo, 24 de abril de 2011
Mensaje de Pascua de Resurrección 2011 del Arzobispo de Santiago
Autor: Mons. Ricardo Ezzati Andrello
Fecha: 23/04/2011 País: Chile Ciudad: Santiago
“Ha resucitado Cristo, mi esperanza”
Fecha: 23/04/2011 País: Chile Ciudad: Santiago
“Ha resucitado Cristo, mi esperanza”
“La muerte y la vida se enfrentaron en duelo admirable: el Rey de la vida estuvo muerto y ahora vive.” Así canta la Iglesia en la secuencia de la fiesta de Pascua.
La expresión de fe contenida en este canto, sintetiza el misterio que hemos celebrado en Semana Santa y, de modo particular, la certeza que proclamamos en la solemnidad de la Pascua: Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, plenamente solidario con condición de la humanidad caída, asumió sobre sus hombros el proyecto salvador de Dios, que lo llevó a entregar su vida en la cruz: “redimió a las ovejas y reconcilió a los pecadores con el Padre”. Crucificado y muerto un viernes por la tarde, ha resucitado victorioso de la muerte, ha vencido el mal y nos ha hecho partícipes de su condición de resucitado: ha injertado su vida divina en nuestra condición mortal, haciéndonos pasar, a nosotros también, de la muerte a la vida.
La expresión de fe contenida en este canto, sintetiza el misterio que hemos celebrado en Semana Santa y, de modo particular, la certeza que proclamamos en la solemnidad de la Pascua: Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, plenamente solidario con condición de la humanidad caída, asumió sobre sus hombros el proyecto salvador de Dios, que lo llevó a entregar su vida en la cruz: “redimió a las ovejas y reconcilió a los pecadores con el Padre”. Crucificado y muerto un viernes por la tarde, ha resucitado victorioso de la muerte, ha vencido el mal y nos ha hecho partícipes de su condición de resucitado: ha injertado su vida divina en nuestra condición mortal, haciéndonos pasar, a nosotros también, de la muerte a la vida.
En la noche del Sábado Santo, en cada comunidad cristiana, ha resonado el aleluya pascual que ha vuelto a abrir el corazón a la esperanza: ha resucitado Cristo, nuestra esperanza; Él es la esperanza cierta, la esperanza que no engaña, la esperanza que abre al futuro, la esperanza que no morirá jamás.
La Pascua de este año está marcada por un peculiar contexto de confusión y de dolor, ampliamente conocido y comentado por la opinión pública. Como la primera comunidad de Corinto, también nosotros, en medio del desconcierto de la prueba, experimentamos el consuelo de Dios: “por todas partes nos aprietan, pero no nos aplastan; andamos con graves preocupaciones, pero no desesperados; somos perseguidos, pero no desamparados; derribados, pero no aniquilados; siempre y en todas partes, llevamos en nuestro cuerpo los sufrimientos de la muerte de Jesús, para que también en nuestro cuerpo se manifieste la vida de Jesús” (2 Cor 4, 8-10). Como nunca hemos tocado con la mano que el tesoro de la fe, “lo llevamos en vasijas de barro”, pero también, como nunca, hemos experimentado como esta misma fragilidad, con certeza y confianza, nos ha permitido reconocer que el don de ser la Iglesia de Cristo, “procede de Dios y no de nosotros”. Somos suyos, ovejas de su rebaño. La fiesta de Pascua, se alza entonces, como el signo de esperanza cierta y como arco iris que anuncia la aurora de tiempos nuevos.
Con su Pascua, el Señor abre un camino de la vida y de plenitud. Más aún, Él se nos ofrece como Camino, Verdad y Vida ¿Qué podemos, entonces, aprender del Maestro”.
a. En primer lugar, la Pascua de Jesús nos invita a redoblar la confianza y el abandono filial en las manos de Dios, que siempre salva a su pueblo: Si el rostro de Jesús en la cruz – lo recordaba el querido Papa Juan Pablo II-, “no es el rostro de un desesperado”, sino “el rostro del Hijo que confía en el amor de su Padre”, de la misma manera los discípulos de Jesús podemos confiar y a esperar en el Padre. Sin embargo, la nuestra no es una espera pasiva que adormece y paraliza, sino la esperanza que motiva y moviliza toda la vitalidad y toda la responsabilidad que el Espíritu ha derramado en los miembros de su Iglesia. La nuestra es una hora de gracia, y por tanto, ¿no será éste el momento oportuno para fortalecer la consistencia interior de cada hombre y de cada mujer que ha encontrado en Jesucristo el sentido más bello y auténtico de su vida? ¿No será esta la hora de Dios, para que despertemos a una fe más auténtica y vigorosa, a la vez don del Padre y compromiso libre y maduro del creyente?
b. Sin embargo, esto no sería suficiente. La Pascua de Jesús nos invita a asumir su mismo amor solidario. El Evangelio recuerda que Jesús “habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn. 13, 1). Hasta el extremo significa que no sólo se quitó el manto y se ató una toalla a la cintura para lavar los pies a sus discípulos, sino que amó hasta dar la propia vida. La cruz de Jesús es la expresión más grande de la solidaridad. En Él Dios optó por los últimos. Con razón, San Alberto Hurtado traducía esta actitud de Jesús con la expresión: “dar hasta que duela”. Sin desconocer los avances significativos alcanzados, las cifras que caracterizan la situación socioeconómica, nos dicen que dos millones y medio de chilenos siguen sufriendo el flagelo de la pobreza urbana y rural; 700 mil jóvenes, ni estudian ni trabajan; en las poblaciones periféricas de nuestras ciudades, la droga no deja de ofrecer ilusorios y efímeros caminos de realización; en las cárceles muchos siguen esperando condiciones de vida más humana, mientras que hermanos y hermanas de las etnias originarias siguen anhelando ser reconocidos, con pleno derecho, en la vida nacional.
Los días posteriores al terremoto, han sido una manifestación concreta de cómo el amor se hace fecundo, engendra gozo, comunica y fortalece la esperanza. La avalancha de solidaridad que brotó en esos días, ha evidenciado la fecundidad social del mandamiento nuevo de Jesús: “ámense unos a otros…, ámense como Yo los he amado”. El amor solidario, nacido de la Pascua de Cristo, no puede esperar; y ese “como”, “como Yo los he amado”, no puede sonar marginal o indiferentemente; constituye, más bien, la medida alta de la solidaridad a la cual debemos aspirar y la medida alta a la cual tienen derecho los pobres para que Chile sea una “mesa para todos”. Vivir la Pascua es vivir en comunión.
c. Finalmente, la Pascua de Jesús evidencia también un método, un estilo de compromiso con quienes sufren. El Evangelio dice de Jesús que pasó haciendo el bien a todos, hizo ver a los ciegos, escuchar a los sordos y caminar a los tullidos… En una palabra, con su estilo de vida Jesús enseña cómo responder con prontitud y con realismo a las necesidades urgentes de los pobres. Él es el “buen samaritano” y el “buen pastor” que actúa eficazmente y con prontitud. En los días del terremoto, he sido testigo de tantos gestos sencillos y concretos que procuraron aliviar el hambre, la sed o las necesidades más urgentes de la gente. Los jóvenes, de manera especial, han sido admirables en este campo. Gestos que enseñaban a ser más humanos, más fraternos, más hijos de Dios; gestos que proclamaban que es posible una civilización y una cultura de vida plena y compartida, desde la justicia y la solidaridad. La Pascua de Jesús y nuestra propia Pascua en Él, nos compromete a caminar con quienes se encuentran marginados del bienestar y del progreso, a alargar la mesa para que en ella haya espacio digno para todos, a tender la mano para que nadie se quede solo al borde del camino. Jesús nos invita a seguirlo, junto con una multitud infinita de hombres y mujeres de fe, para que la fiesta de la Pascua se extienda y contagie a todos de esperanza, de paz y de gozo y para que el mundo nuevo que Jesús ha inaugurado con su resurrección, sea una realidad para Santiago, para Chile y para el mundo entero.
Permítanme entrar en sus hogares para decirles: feliz Pascua de Resurrección para todos. Paz y esperanza para todas las familias. Esperanza y gozo para los jóvenes y los niños. Gozo y confianza para quienes están probados por el dolor, para quienes se sienten marginados o abandonados y quienes se encuentran en los hospitales o en sus lechos de enfermos, tras los barrotes de las cárceles, o solos en hogares, sin amor. Paz y bendición para todos quienes han puesto su esperanza en Cristo y participan activamente en su Iglesia.
La bendición de Pascua haga brotar la sonrisa en todos nuestros labios.
La Pascua de este año está marcada por un peculiar contexto de confusión y de dolor, ampliamente conocido y comentado por la opinión pública. Como la primera comunidad de Corinto, también nosotros, en medio del desconcierto de la prueba, experimentamos el consuelo de Dios: “por todas partes nos aprietan, pero no nos aplastan; andamos con graves preocupaciones, pero no desesperados; somos perseguidos, pero no desamparados; derribados, pero no aniquilados; siempre y en todas partes, llevamos en nuestro cuerpo los sufrimientos de la muerte de Jesús, para que también en nuestro cuerpo se manifieste la vida de Jesús” (2 Cor 4, 8-10). Como nunca hemos tocado con la mano que el tesoro de la fe, “lo llevamos en vasijas de barro”, pero también, como nunca, hemos experimentado como esta misma fragilidad, con certeza y confianza, nos ha permitido reconocer que el don de ser la Iglesia de Cristo, “procede de Dios y no de nosotros”. Somos suyos, ovejas de su rebaño. La fiesta de Pascua, se alza entonces, como el signo de esperanza cierta y como arco iris que anuncia la aurora de tiempos nuevos.
Con su Pascua, el Señor abre un camino de la vida y de plenitud. Más aún, Él se nos ofrece como Camino, Verdad y Vida ¿Qué podemos, entonces, aprender del Maestro”.
a. En primer lugar, la Pascua de Jesús nos invita a redoblar la confianza y el abandono filial en las manos de Dios, que siempre salva a su pueblo: Si el rostro de Jesús en la cruz – lo recordaba el querido Papa Juan Pablo II-, “no es el rostro de un desesperado”, sino “el rostro del Hijo que confía en el amor de su Padre”, de la misma manera los discípulos de Jesús podemos confiar y a esperar en el Padre. Sin embargo, la nuestra no es una espera pasiva que adormece y paraliza, sino la esperanza que motiva y moviliza toda la vitalidad y toda la responsabilidad que el Espíritu ha derramado en los miembros de su Iglesia. La nuestra es una hora de gracia, y por tanto, ¿no será éste el momento oportuno para fortalecer la consistencia interior de cada hombre y de cada mujer que ha encontrado en Jesucristo el sentido más bello y auténtico de su vida? ¿No será esta la hora de Dios, para que despertemos a una fe más auténtica y vigorosa, a la vez don del Padre y compromiso libre y maduro del creyente?
b. Sin embargo, esto no sería suficiente. La Pascua de Jesús nos invita a asumir su mismo amor solidario. El Evangelio recuerda que Jesús “habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn. 13, 1). Hasta el extremo significa que no sólo se quitó el manto y se ató una toalla a la cintura para lavar los pies a sus discípulos, sino que amó hasta dar la propia vida. La cruz de Jesús es la expresión más grande de la solidaridad. En Él Dios optó por los últimos. Con razón, San Alberto Hurtado traducía esta actitud de Jesús con la expresión: “dar hasta que duela”. Sin desconocer los avances significativos alcanzados, las cifras que caracterizan la situación socioeconómica, nos dicen que dos millones y medio de chilenos siguen sufriendo el flagelo de la pobreza urbana y rural; 700 mil jóvenes, ni estudian ni trabajan; en las poblaciones periféricas de nuestras ciudades, la droga no deja de ofrecer ilusorios y efímeros caminos de realización; en las cárceles muchos siguen esperando condiciones de vida más humana, mientras que hermanos y hermanas de las etnias originarias siguen anhelando ser reconocidos, con pleno derecho, en la vida nacional.
Los días posteriores al terremoto, han sido una manifestación concreta de cómo el amor se hace fecundo, engendra gozo, comunica y fortalece la esperanza. La avalancha de solidaridad que brotó en esos días, ha evidenciado la fecundidad social del mandamiento nuevo de Jesús: “ámense unos a otros…, ámense como Yo los he amado”. El amor solidario, nacido de la Pascua de Cristo, no puede esperar; y ese “como”, “como Yo los he amado”, no puede sonar marginal o indiferentemente; constituye, más bien, la medida alta de la solidaridad a la cual debemos aspirar y la medida alta a la cual tienen derecho los pobres para que Chile sea una “mesa para todos”. Vivir la Pascua es vivir en comunión.
c. Finalmente, la Pascua de Jesús evidencia también un método, un estilo de compromiso con quienes sufren. El Evangelio dice de Jesús que pasó haciendo el bien a todos, hizo ver a los ciegos, escuchar a los sordos y caminar a los tullidos… En una palabra, con su estilo de vida Jesús enseña cómo responder con prontitud y con realismo a las necesidades urgentes de los pobres. Él es el “buen samaritano” y el “buen pastor” que actúa eficazmente y con prontitud. En los días del terremoto, he sido testigo de tantos gestos sencillos y concretos que procuraron aliviar el hambre, la sed o las necesidades más urgentes de la gente. Los jóvenes, de manera especial, han sido admirables en este campo. Gestos que enseñaban a ser más humanos, más fraternos, más hijos de Dios; gestos que proclamaban que es posible una civilización y una cultura de vida plena y compartida, desde la justicia y la solidaridad. La Pascua de Jesús y nuestra propia Pascua en Él, nos compromete a caminar con quienes se encuentran marginados del bienestar y del progreso, a alargar la mesa para que en ella haya espacio digno para todos, a tender la mano para que nadie se quede solo al borde del camino. Jesús nos invita a seguirlo, junto con una multitud infinita de hombres y mujeres de fe, para que la fiesta de la Pascua se extienda y contagie a todos de esperanza, de paz y de gozo y para que el mundo nuevo que Jesús ha inaugurado con su resurrección, sea una realidad para Santiago, para Chile y para el mundo entero.
Permítanme entrar en sus hogares para decirles: feliz Pascua de Resurrección para todos. Paz y esperanza para todas las familias. Esperanza y gozo para los jóvenes y los niños. Gozo y confianza para quienes están probados por el dolor, para quienes se sienten marginados o abandonados y quienes se encuentran en los hospitales o en sus lechos de enfermos, tras los barrotes de las cárceles, o solos en hogares, sin amor. Paz y bendición para todos quienes han puesto su esperanza en Cristo y participan activamente en su Iglesia.
La bendición de Pascua haga brotar la sonrisa en todos nuestros labios.
¡Feliz Pascua de Resurrección!
† Ricardo Ezzati A., sdb
Arzobispo de Santiago
Santiago, Pascua de Resurrección 2011
CRISTO HA RESUCITADO ALELUYA , ALELUYA
El pregon Pascual nos anuncia que Cristo Ha resucitado.
Feliz Pascua en Jesús y María
VIDEO VIGILIA PASCUA 2011,SANTUARIO CENÁCULO DE BELLAVISTA,CHILE
sábado, 23 de abril de 2011
Viernes santo:retiros:Liturgia de la Pasiòn del Señor,Via Crucis
Santuario Nacional de Maipu. Retiro predicado por el Padre Carlos Cox rector del Santuario
Liturgia de la Pasión del Señor, Santuario Cenáculo de Bellavista
Lectura de la Pasión
Salmo Responsorial
Adoración de la Cruz
Cordero de Dios
Comunión
VÍA CRUCIS SANTUARIO CENÁCULO DE BELLAVISTA
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