En aquel
tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "El Reino de los cielos se parece a
un tesoro escondido en un campo. El que lo encuentra lo vuelve a esconder y,
lleno de alegría, va y vende cuanto tiene y compra aquel campo.
El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que,
al encontrar una perla muy valiosa, va y vende cuanto tiene y la compra.
También se parece el Reino de los cielos a la red que los pescadores echan en
el mar y recoge toda clase de peces. Cuando se llena la red, los pescadores la
sacan a la playa y se sientan a escoger los pescados; ponen los buenos en
canastos y tiran los malos. Lo mismo sucederá al final de los tiempos: vendrán
los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los arrojarán al horno
encendido. Allí será el llanto y la desesperación.
¿Han entendido todo esto?" Ellos le contestaron: "Sí". Entonces
Él les dijo: "Por eso, todo escriba instruido en las cosas del Reino de
los cielos es semejante al padre de familia, que va sacando de su tesoro cosas
nuevas y cosas antiguas".
Palabra del Señor. Gloria a ti,
Señor Jesús.
En la Eucaristía de este domingo 20 de julio, recordamos los 50 años de la Pascua de Mario Presidió la misa el padre Raul Feres
Madrecita, el momento que precede
a la comunión es enteramente dinámico. Cristo desciende al altar, en la
consagración, esto es, baja a buscar a los hombres, se pone en medio de ellos,
y les llama, les atrae hacia Sí. Entonces, respondiendo a ese llamado, nos
acercamos nosotros a nuestra vez, hasta el altar. Solo después de este acto
nuestro de acercamiento viene Él a nuestro
corazón, y se unen allí la tierra con el Cielo, Es, pues, un mutuo acercarse y
buscarse. Sobre todo, es Él que me busca
a mí. El sacerdote baja con Él las
gradas del altar, y comienza a recorrer
uno por uno a los comulgantes arrodillados ante el altar; sus pasos se acercan
a mí, y yo lo siento como los pasos de Cristo que vienen a mí, y sólo puedo
pensar y decirle: Señor, yo no soy digno de que tu vengas a mí. (Diario Mario Hiriart)