Ahora estás suspendido
entre cielo y tierra
para que surja una nueva creación de amor.
Tu ,el Dios omnipotente,
estás allí inefablemente pobre,
porque tu amor es tan hondo y es tan cálido.
Para conducirnos rápido y seguro hacia ti,
moribundo nos quieres regalar tu Madre:
“¡Ahí tienes a tu Madre!”
“¡Ahí tienes a tu hijo!”
Así resuenan tus palabras desde la cruz,
tu trono de rey.
Padre José Kentenich (hacia el Padre nro 311-312)
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