(De una carta del Padre Kentenich al Padre Alex Menningen, titulada “Carta del 20” [20 de agosto de 1954]) – Ver: Kentenich Reader, Tomo 1, Pág. 101)
Pero Cristo no fue mujer y, sin embargo, es modelo para ellas. El modelo más asequible es María. Podemos copiar del original o de la copia... Copiemos de María... La copia más perfecta de Cristo, y toda humana, porque en Cristo hay la naturaleza divina, es Dios. María es totalmente hermana nuestra y madre nuestra.
Nacida para observar con amor la voluntad del Padre de
los cielos, se inmola en la realización de esa voluntad y, por amor al Padre de
los cielos, abraza a todos los hombres como a sus hijos con el máximo
sacrificio. Nada de quietismo: desde que recibe la noticia de la Encarnación,
emprende el largo viaje de la visitación para servir, servir en oficios reales,
difíciles, pronta, alegre, cortésmente; en Caná la hallamos sugiriendo a Jesús
el primer milagro; por amor al Padre y a los hombres nos da a su Hijo cuando
acepta ser Madre, y cuando luego Jesús quiere salir al mundo a predicar su
doctrina. Acepta ser Madre de la gran familia y fue la consoladora.
Hijo de Dios es su Hijo. De su carne tomó carne; de su ser, alimento; ella veló su sueño... Y su amor consistía en copiarlo, en asemejarse más y más a Él, y en ser cada día más como Él... Vivía en la contemplación de Dios.
Amor no sensiblero (que lo sacrifica). Amor que le da fuerza para estar firme al pie de la Cruz (cf. Jn 19,25). Y su muerte de amor a Cristo.
Así debe ser nuestro amor, alimentado de Cristo: con
la lectura, la comunión, la oración.
(San Alberto Hurtado. La Búsqueda de Dios)
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