sábado, 3 de marzo de 2012

"Ante la proximidad de la Pasión, fortaleció la fe de los apóstoles, para que sobrellevasen el escándalo de la cruz



DOMINGO II DE CUARESMA
"Ante la proximidad de la Pasión, fortaleció la fe de los apóstoles, para que sobrellevasen el escándalo
de la cruz"
* Gn 22,12.913.1518:
"El sacrificio de Abraham, nuestro padre en la fe"
* Sal 115,10 y 15.1617.1819:
"Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida"
* Rm 8,31b34:
"Dios no perdonó a su propio Hijo"
* Mc 9,210:
"Éste es mi Hijo amado"
El relato de la ofrenda de Isaac por su padre Abraham pone de relieve que el sacrificio que Dios prefiere es la fe obediencia, en que tanto insisten los profetas contemporáneos al autor de la tradición
elohísta. Se advierte sin embargo que la perícopa ha sido elegida en función del Evangelio: Jesús, obediente y entregado al Padre, es por eso mismo, el Siervo Glorificado en la Transfiguración.
San Marcos une la Transfiguración al primer anuncio de la Pasión. Así, el Cristo paciente y glorioso adquiere mayor relevancia. El Padre, avalando al Hijo mediante la invitación a que sea escuchado, acepta su entrega sacrificial y lo coloca por encima de todos los personajes del Antiguo Testamento.
La referencia a que el Padre "no perdonó a su propio Hijo" (2.a lectura) trae a la memoria igualmente la obediencia de Abraham.
Nada hay más buscado que la felicidad y a la vez con la convicción profunda de que su conquista no es fruto simplemente de un esfuerzo. Cuanto más se experimenta, con más ansia se busca. El hombre sabe que hay que trabajar por ser feliz, aunque reconoce que la felicidad en definitiva es un regalo.
_ La Transfiguración, visión anticipada del Reino:
"Por un instante, Jesús muestra su gloria divina, confirmando así la confesión de Pedro. Muestra también que ``para entrar en su gloria'' (Lc 24,26), es necesario pasar por la cruz en Jerusalén. Moisés y Elías habían visto la gloria de Dios en la Montaña; la ley y los Profetas habían anunciado los sufrimientos del Mesías. La Pasión de Jesús es la voluntad por excelencia del Padre: el Hijo actúa como Siervo de Dios. La nube indica la presencia del Espíritu Santo: ``Tota Trinitas apparuit''" (CIC 555).
_ "...La Transfiguración nos concede una visión anticipada de la gloriosa venida de Cristo ``el cual transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo'' (Flp 3,21). Pero ella nos recuerda también que ``es necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios'' (Hch 14,22)" (CIC 556).

_ Fe obediencia de Abraham:



"Como última purificación de su fe, se le pide al ``que había recibido las promesas'' (Hb 11,17) que sacrifique al hijo que Dios le ha dado. Su fe no vacila: ``Dios proveerá el cordero para el holocausto'' (Gn 22,8), ``pensaba que poderoso era Dios aun para resucitar a los muertos'' (Hb 11,19). Así, el padre de los creyentes se hace semejante al Padre que no perdonará a su propio Hijo sino que lo entregará por todos nosotros" (CIC 2572).
_ "Pedro no había comprendido eso cuando deseaba vivir con Cristo en la montaña. Te ha reservado eso, oh Pedro, para después de la muerte. Pero ahora, él mismo dice: Desciende para penar en la tierra, para servir en la tierra, para ser despreciado y crucificado en la tierra. La Vida desciende para hacerse matar; el Pan desciende para tener hambre; el camino desciende para fatigarse andando; la fuente desciende para sentir la sed; y tú, ¿vas a negarte a sufrir?" (San Agustín, serm 78,6) (CIC 556).
Tan montaña es el Calvario como el Tabor; pero no se puede subir a ésta sin haber pasado por aquélla.
Fuente:CATECISMO AÑOA B EPISCOPADO ESPAÑOL



DEL CATECISMO DE LA IGLESIA

Una visión anticipada del Reino: La Transfiguración
554 A partir del día en que Pedro confesó que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, el Maestro "comenzó a mostrar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén, y sufrir... y ser condenado a muerte y resucitar al tercer día" (Mt 16,21): Pedro rechazó este anuncio, los otros no lo comprendieron mejor. En este contexto se sitúa el episodio misterioso de la Transfiguración de Jesús, sobre una montaña, ante tres testigos elegidos por él: Pedro, Santiago y Juan. El rostro y los vestidos de Jesús se pusieron fulgurantes como la luz, Moisés y Elías aparecieron y le "hablaban de su partida, que estaba para cumplirse en Jerusalén" (Lc 9,31). Una nube les cubrió y se oyó una voz desde el cielo que decía: "Este es mi Hijo, mi elegido; escuchadle" (Lc 9,35).

555 Por un instante, Jesús muestra su gloria divina, confirmando así la confesión de Pedro.
Muestra también que para "entrar en su gloria" (Lc 24,26), es necesario pasar por la Cruz en Jerusalén. Moisés y Elías habían visto la gloria de Dios en la Montaña; la Ley y los profetas habían anunciado los sufrimientos del Mesías. La Pasión de Jesús es la voluntad por excelencia del Padre: el Hijo actúa como siervo de Dios. La nube indica la presencia del Espíritu Santo: "Tota Trinitas apparuit: Pater in voce; Filius in homine, Spiritus in nube
clara" ("Apareció toda la Trinidad: el Padre en la voz, el Hijo en el hombre, el Espíritu en la nube luminosa").
En el monte te transfiguraste, Cristo Dios, y tus discípulos contemplaron tu gloria, en cuanto podían comprenderla. Así, cuando te viesen crucificado, entenderían que padecías libremente y anunciarían al mundo que tú eres en verdad el resplandor del Padre. [Liturgia]

556 En el umbral de la vida pública se sitúa el Bautismo; en el de la Pascua, la Transfiguración. Por el Bautismo de Jesús "fue manifestado el misterio de la primera regeneración": nuestro bautismo; la Transfiguración "es el sacramento de la segunda regeneración": nuestra propia resurrección. Desde ahora nosotros participamos en la Resurrección del Señor por el Espíritu Santo que actúa en los sacramentos del Cuerpo de Cristo. La Transfiguración nos concede una visión anticipada de la gloriosa venida de Cristo "el cual transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo" (Flp3,21). Pero ella nos recuerda también que "es necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios" (Hch 14,22): Pedro no había comprendido eso cuando deseaba vivir con Cristo en la montaña (cf. Lc 9,33). Te ha reservado eso, oh Pedro, para después de la muerte. Pero ahora, él mismo dice: Desciende para penar en la tierra, para servir en la tierra, para ser despreciado y crucificado en la tierra. La Vida desciende para hacerse matar; el Pan desciende para tener hambre; el Camino desciende para fatigarse andando; la Fuente desciende para sentir la sed; y tú, ¿vas a negarte a sufrir? [San Agustín]

El rostro de Jesús se volvió deslumbrante
Papa Benedicto xvi


La Transfiguración. El evangelista Mateo nos ha narrado lo que sucedió cuando Jesús subió a un monte alto llevando consigo a tres de sus discípulos: Pedro, Santiago y Juan. Mientras estaban allí arriba, ellos solos, el rostro de Jesús se volvió deslumbrante, y así también sus vestidos. Es lo que llamamos “Transfiguración”: un misterio luminoso, confortante. ¿Cuál es su significado? La Transfiguración es una revelación de la persona de Jesús, de su realidad profunda. De hecho, los testigos oculares del acontecimiento, es decir, los tres Apóstoles, fueron envueltos por una nube, también ésta luminosa – que en la Biblia anuncia siempre la presencia de Dios – y oyeron una voz que decía: “Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: Escuchadle” (Mt 17,5). Con este acontecimiento, los discípulos son preparados al misterio pascual de Jesús: a superar la terrible prueba de la pasión y también a comprender bien el hecho luminoso de la resurrección.
El relato habla también de Moisés y de Elías, que aparecieron y conversaban con Jesús. Efectivamente, este episodio tiene una relación con otras dos revelaciones divinas. Moisés había subido al monte Sinaí, y allí había tenido la revelación de Dios. Había pedido ver su gloria, pero Dios le había respondido que no lo vería de cara sino solo de espaldas (cfr Ex 33,18-23). De forma análoga, también Elías tuvo una revelación de Dios en el monte: una manifestación más íntima, no con una tempestad, con un terremoto, o con el fuego, sino con una brisa ligera (cfr 1 Re 19,11-13). A diferencia de estos dos episodios, en la Transfiguración no es Jesús quien tiene la revelación de Dios, sino es precisamente en Él donde Dios se revela y revela su rostro a los Apóstoles. Por tanto, quien quiere conocer a Dios, debe contemplar el rostro de Jesús, su rostro transfigurado: Jesús es la perfecta revelación de la santidad y de la misericordia del Padre. Además, recordemos que en el monte Sinaí Moisés tuvo también la revelación de la voluntad de Dios: los diez mandamientos. Y, siempre en el monte, Elías tuvo de Dios la revelación divina de una misión que llevar a cabo. Jesús, en cambio, no recibe la revelación de lo que deberá realizar: ya lo sabe; son más bien los Apóstoles quienes escuchan, en la nube, la voz de Dios que manda: “Escuchadlo”. La voluntad de Dios se revela plenamente en la persona de Jesús. Quien quiere vivir según la voluntad de Dios, debe seguir a Jesús, escucharle, acoger sus palabras, y con la ayuda del Espíritu Santo, profundizarlas. Esta es la primera invitación que deseo haceros, queridos amigos, con gran afecto: creced en el conocimiento y en el amor a Cristo, sea como individuos, sea como comunidad parroquial, encontradle en la Eucaristía, en la escucha de su palabra, en la oración, en la caridad.

FUENTE:Homilía de Benedicto XVI en la parroquia romana de San Corbiniano lunes 21 de marzo de 2011


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