RITOS INICIALES RITUS INITIALES
INTROITUS
De ti mi corazón me habla diciendo: "Busca su rostro". Tu rostro estoy buscando, Señor; no me lo escondas.
Antifona d'Ingresso Sal 26, 8-9
Di te dice il mio cuore: «Cercate il suo volto».
Il tuo volto io cerco, o Signore.
Non nascondermi il tuo volto.
Di te dice il mio cuore: «Cercate il suo volto».
Il tuo volto io cerco, o Signore.
Non nascondermi il tuo volto.
Tibi dixit cor meum quaesívi vultum tuum,
vultum tuum, Dómine, requíram.
Ne avértas fáciem tuam a me.
Reunido el pueblo, el sacerdote con los ministros va al altar, mientras se entona el canto de entrada.
Cuando llega al altar, el sacerdote con los ministros hace la debida reverencia, besa el altar y, si se juzga oportuno, lo inciensa. Después se dirige con los ministros a la sede. Terminado el canto de entrada, el sacerdote y los fieles, de pie, se santiguan, mientras el sacerdote dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo
In nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti.
Amen.
El sacerdote, extendiendo las manos, saluda al pueblo con una de las fórmulas siguientes:
Saludo Salutatio
El Señor esté con vosotros
Dominus vobiscum.
respuesta
Y con tu espíritu.
Et cum spiritu tuo.
ACTO PENITENCIAL
Actus Pænitentialis
Kyrie, eleison.
Kyrie, eleison.
Christe, eleison.
Christe, eleison.
Kyrie, eleison.
Kyrie, eleison. Señor, ten piedad.
Señor, ten piedad.
Cristo, ten piedad.
Cristo, ten piedad.
Señor, ten piedad.
Señor, ten piedad
NO Se dice Gloria durante la cuaresma
ORACIÓN COLECTA Collecta
S: Oremus
Señor, Padre santo, que nos mandaste escuchar a tu amado Hijo, alimenta nuestra fe con tu palabra y purifica los ojos de nuestro espíritu, para que podamos alegrarnos en la contemplación de tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo...
Padre, che ci chiami ad ascoltare il tuo amato Figlio, nutri la nostra fede con la tua parola e purifica gli occhi del nostro spirito perché possiamo godere la visione della tua gloria. Per il nostro Signore Gesù Cristo, tuo Figlio, che è Dio ...
Deus, qui nobis diléctum Fílium tuum audíre praecepísti, verbo tuo intérius nos páscere dignéris, ut, spiritáli purificáto intúitu, glóriae tuae laetémur aspéctu. Per Dóminum.
LITURGIA DE LA PALABRA /
Liturgia Verbi
Primera lectura Lectio prima
Lectura del Libro del Génesis 22, 12.
9a. 15-18.
En aquel tiempo Dios puso a prueba a Abrahán
Llamándole: — ¡Abrahán! El respondió: —Aquí me tienes.
Dios le dijo:
—Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moría y ofrécemelo allí en sacrificio, sobre uno de los montes que yo te indicaré.
Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios,
Abrahán levantó allí un altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña.
Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor gritó desde el cielo:
—¡Abrahán, Abrahán !
El contestó:
—Aquí me tienes.
Dios le ordenó:
—No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo.
Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo.
El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo:
—Juro por mi mismo— oráculo del Señor—: Por haber hecho eso, por no haberte reservado tu hijo, tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con
tu descendencia, porque me has obedecido.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL Psalmus
Salmo responsorial Sal 115, 10 y 15. 16-17.
18-19
V/. Caminaré en presencia del Señor, en el país de la vida.
R/. Caminaré en presencia del Señor, en el país de la vida.
V/. Tenía fe, aun cuando dije: «Qué desgraciado soy.»
Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles.
R/.Caminaré en presencia del Señor, en el país de la vida.
V/. Señor, yo soy tu siervo, siervo tuyo, hijo de tu esclava: rompiste mis cadenas.
—Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
R/. Caminaré en presencia del Señor, en el país de la vida.
V/. Cumpliré al Señor mis votos, en presencia de todo el pueblo; en el atrio de la casa del Señor, en medio de ti, Jerusalén.
R/. Caminaré en presencia del Señor, en el país de la vida.
SEGUNDA LECTURA LECTIO SECUNDA
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos 8,31b34.
Hermanos:
Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?
El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por nosotros, ¿cómo no nos dará todo con Él?
¿Quién acusará a los elegidos de Dios?
Dios es el que justifica.
¿Quién condenará?
¿Será acaso Cristo que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros?
Lector: Palabra de Dios. Verbum Dòmini.
T: Deo gratias.
ACLAMACIÓN
Versículo antes del Evangelio
Si no se canta, puede omitirse: Ins. núm. 39.
En el esplendor de la nube se oyó la voz del Padre:
Este es mi Hijo, el Amado, escuchadle.
Después el diácono (o el sacerdote) va al ambón,
acompañado eventualmente por los ministros que llevan el incienso y los cirios; ya en el ambón dice:
El Señor esté con vosotros. Dóminus vobíscum
El pueblo responde:
R:/ Y con tu espíritu. Et cum spíritu tuo
El diácono (o el sacerdote):
Lectura del santo Evangelio según san N.
Léctio sancti Evangélii secúndum
Y mientras tanto hace la señal de la cruz sobre el libro y sobre su frente, labios y pecho.
El pueblo aclama:
R: / Gloria a ti, Señor. Gloria tibi, Dómine.
El diácono (o el sacerdote), si se usa incienso,
inciensa el libro.
Luego proclama el evangelio.
Acabado el evangelio el diácono (o el sacerdote) dice:
Palabra del Señor.
Todos aclaman:
R: / Gloria a ti, Señor Jesús
En aquel tiempo Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo.
Se les aparecieron Elías y Moisés conversando con Jesús.
Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús:
—Maestro. ¡Qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
Estaban asustados y no sabía lo que decía.
Se formó una nube que los cubrió y salió una voz de la nube:
—Este es mi Hijo amado; escuchadlo.
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: No contéis a nadie lo que habéis visto hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos.
Esto se les quedó grabado y discutían qué querría decir aquello de resucitar de entre los muertos.
S: Palabra del Señor Verbum Domini.T: Laus tibi, Christe
Oratio Fidelium ORACIONES DE LOS FIELES
CredoCredo in unum Deum, Patrem omnipotentem, factorem caeli et terrae, visibilium omnium et invisibilium. Et in unum Dominum Iesum Christum, Filium Dei unigenitum, et ex Patre natum ante omnia saecula. Deum de Deo, lumen de lumine, Deum verum de Deo vero, genitum, non factum, consubstantialem Patri: per quem omnia facta sunt. Qui propter nos homines et propter nostram salutem descendit de caelis. Et incarnatus est de Spiritu Sancto ex Maria Virgine, et homo factus est. Crucifixus etiam pro nobis sub Pontio Pilato; passus et sepultus est, et resurrexit tertia die, secundum Scripturas, et ascendit in caelum, sedet ad dexteram Patris. Et iterum venturus est cum gloria, iudicare vivos et mortuos, cuius regni non erit finis. Et in Spiritum Sanctum, Dominum et vivificantem: qui ex Patre Filioque procedit. Qui cum Patre et Filio simul adoratur et conglorificatur: qui locutus est per prophetas. Et unam, sanctam, catholicam et apostolicam Ecclesiam. Confiteor unum baptisma in remissionem peccatorum. Et expecto resurrectionem mortuorum et vitam venturi saeculi.
Amen.Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen , y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras; y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia , que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro.
Liturgia Eucarística
Acabada la Liturgia de la Palabra , los ministros colocan en el altar el corporal, el purificador, el cáliz y el misal; mientras tanto puede ejecutarse un canto adecuado.
Conviene que los fieles expresen su participación en la ofrenda, bien sea llevando el pan y el vino para la celebración de la eucaristía, bien aportando otros dones para las necesidades de la Iglesia o de los pobres.
El sacerdote se acerca al altar, toma la patena con el pan y, manteniéndola un poco elevada sobre el altar, dice en secreto:
Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te
presentamos; él será para nosotros pan de vida.
Después deja la patena con el pan sobre el corporal.
Si no se canta durante la presentación de las ofrendas, el sacerdote puede decir en voz alta estas palabras; al final el pueblo puede aclamar:
Bendito seas por siempre, Señor
El diácono, o el sacerdote, echa vino y un poco de agua en el cáliz, diciendo en secreto:
El agua unida al vino
sea signo de nuestra participación en la vida divina de quien ha querido compartir nuestra condición humana.
Después el sacerdote toma el cáliz y, manteniéndolo un poco elevado sobre el altar, dice en secreto:
Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este vino, fruto de la vid y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él será para nosotros bebida de salvación.
Después deja el cáliz sobre el corporal.
Si no se canta durante la presentación de las ofrendas, el sacerdote
puede decir en voz alta estas palabras; al final el pueblo puede aclamar:
Bendito seas por siempre, Señor.
A continuación, el sacerdote, inclinado, dice en secreto:
Acepta, Señor, nuestro corazón contrito
y nuestro espíritu humilde;
que éste sea hoy nuestro sacrificio
y que sea agradable en tu presencia,
Señor, Dios nuestro.
Y, si se juzga oportuno, inciensa las ofrendas y el altar. A continuación el diácono o un ministro inciensa al sacerdote y al pueblo.
Luego el sacerdote, de pie a un lado del altar, se lava las manos, diciendo en secreto:
Lava del todo mi delito, Señor,
limpia mi pecado.
Lava me, Domine, ab iniquitate mea, et a peccato meo munda me.
Después, de pie en el centro del altar y de cara al pueblo, extendiendo y juntando las
manos, dice una de las siguientes fórmulas:
Orad, hermanos,
para que este sacrificio, mío y vuestro,
sea agradable a Dios, Padre todopoderoso.
Orate, fratres, ut meum ac vestrum sacrificium acceptabile fiat apud Deum Patrem omnipotentem!
O bien:
En el momento de ofrecer
el sacrificio de toda la Iglesia ,
oremos a Dios, Padre todopoderoso.
O bien:
Orad, hermanos,
para que, llevando al altar
los gozos y las fatigas de cada día,
nos dispongamos a ofrecer el sacrificio
agradable a Dios, Padre todopoderoso.
El pueblo responde:
El Señor reciba de tus manos este sacrificio,
para alabanza y gloria de su nombre,
para nuestro bien
y el de toda su santa Iglesia.
Luego el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración sobre las ofrendas.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS Oratio (nos ponemos de pie)
Que esta ofrenda, Señor, nos obtenga el perdón de nuestros pecados y nos santifique en el cuerpo y en el alma para que podamos celebrar dignamente las festividades de la Pascua. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Sulle Offerte
Questa offerta, Signore misericordioso, ci ottenga il perdono dei nostri peccati e ci santifichi nel corpo e nello spirito, perché possiamo celebrare degnamente le feste pasquali. Per Cristo nostro Signore.
Questa offerta, Signore misericordioso, ci ottenga il perdono dei nostri peccati e ci santifichi nel corpo e nello spirito, perché possiamo celebrare degnamente le feste pasquali. Per Cristo nostro Signore.
Haec hóstia, Dómine, quaesumus, emúndet nostra delícta, et ad celebránda festa paschália fidélium tuórum córpora mentésque sanctíficet. Per Christum.
Súper Oblata
La oración sobre las ofrendas termina siempre con la conclusión breve.
Si la oración se dirige al Padre:
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Si la oración se dirige al Padre, pero al final de la misma se menciona al Hijo:
Él, que vive y reina
por los siglos de los siglos.
Si la oración se dirige al Hijo:
Tú que vives y reinas
por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
Amén.
Prex Eucharistica PLEGARIA EUCARISTICA
En las plegarias eucarísticas se pueden nombrar junto al Obispo diocesano a los Obispos coadjutores o auxiliares y al Obispo que eventualmente preside una concelebración. Si el celebrante es Obispo, siempre se nombra a si mismo; el Obispo diocesano se nombra después del Papa; los otros Obispos se nombran a sí mismos después del Obispo diocesano.
En la plegaria eucarística primera o Canon romano pueden omitirse aquellas partes que están incluidas dentro de corchetes.
PREFACIO: La transfiguración del Señor.
El sacerdote comienza la plegaria eucarística con el prefacio. Con las manos extendidas dice:
El Señor esté con vosotros.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
El sacerdote, elevando las manos, prosigue:
Levantemos el corazón.
El pueblo responde:
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
El sacerdote, con las manos extendidas, añade:
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
El pueblo responde:
Es justo y necesario.
El sacerdote prosigue el prefacio con las manos extendidas.
Al final del prefacio junta las manos y, en unión del pueblo,
Dominus vobiscum.
Et cum spiritu tuo.
Sursum corda.
Habemus ad Dominum.
Gratias agamus Domino Deo nostro.
Dignum et iustum est.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios
todopoderoso y eterno.
Porque Cristo nuestro Señor, después de anunciar su muerte a los discípulos, les mostró en el monte santo el esplendor de su gloria, para testimoniar, de acuerdo con la ley y los profetas, que la pasión es el camino de la resurrección.
Por eso, como los ángeles te cantan en el cielo, así nosotros en
la tierra te aclamamos, diciendo sin cesar:
concluye el prefacio, cantando o diciendo en voz alta:
Sanctus, sanctus, sanctus Dominus Deus Sabaoth. Pleni sunt caeli et terra gloria tua. Hosanna in excelsis. Benedictus qui venit in nomine
Domini. Hosanna in excelsis.
Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del Universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.
Ahora se elige alguna de las Plegarias Eucarísticas
PLEGARIA EUCARÍSTICA III
31. El sacerdote, con las manos extendidas, dice:
Santo eres en verdad, Padre,
y con razón te alaban todas tus criaturas,
ya que por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro,
con la fuerza del Espíritu Santo,
das vida y santificas todo,
y congregas a tu pueblo sin cesar,
para que ofrezca en tu honor
un sacrificio sin mancha
desde donde sale el sol hasta el ocaso.
32. Junta las manos y, manteniéndolas extendidas sobre las ofrendas, dice:
Por eso, Padre, te suplicamos
que santifiques por el mismo Espíritu
estos dones que hemos separado para ti,
Junta las manos y traza el signo de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente, diciendo:
de manera que sean
Cuerpo y Sangre de Jesucristo,
Hijo tuyo y Señor nuestro,
Junta las manos.
que nos mandó celebrar estos misterios.
33. En las fórmulas que siguen, las palabras del Señor han de pronunciarse con claridad, como lo requiere la naturaleza de éstas.
Porque él mismo,
la noche en que iba a ser entregado,
Toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó pan, y dando gracias te bendijo, lo partió
y lo dio a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco.
Tomad y comed todos de él,
porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros.
Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora haciendo genuflexión.
34. Después prosigue:
Del mismo modo, acabada la cena,
Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó el cáliz,
dando gracias te bendijo,
y lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco.
Tomad y bebed todos de él,
porque éste es el cáliz de mi Sangre,
Sangre de la alianza nueva y eterna,
que será derramada por vosotros
y por todos los hombres
para el perdón de los pecados.
Haced esto en conmemoración mía.
Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora haciendo genuflexión.
35. Luego dice una de las siguientes fórmulas:
1
Éste es el Sacramento de nuestra fe.
O bien:
Éste es el Misterio de la fe.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección.
¡Ven, Señor Jesús!
2
Aclamad el Misterio de la redención:
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Cada vez que comemos de este pan
y bebemos de este cáliz, anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas.
3
Cristo se entregó por nosotros.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Por tu cruz y resurrección
nos has salvado, Señor.
36. Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice:
Así, pues, Padre,
al celebrar ahora el memorial
de la pasión salvadora de tu Hijo,
de su admirable resurrección y ascensión al cielo,
mientras esperamos su venida gloriosa,
te ofrecemos, en esta acción de gracias, el sacrificio vivo y santo.
Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia,
y reconoce en ella la Víctima
por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad,
para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo
y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu.
Que él nos transforme en ofrenda permanente,
para que gocemos de tu heredad
junto con tus elegidos:
con María, la Virgen Madre de Dios,
los apóstoles y los mártires,
[san N.: santo del día o patrono]
y todos los santos, por cuya intercesión
confiamos obtener siempre tu ayuda.
Te pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación
traiga la paz y la salvación al mundo entero.
Confirma en la fe y en la caridad
a tu Iglesia, peregrina en la tierra:
a tu servidor, el Papa N., a nuestro Obispo N.,
Puede hacerse también mención de los Obispos coadjutores o auxiliares y, en las concelebraciones, del Obispo que preside la celebración.
El Obispo, cuando celebra en su diócesis, dice:
a mí, indigno siervo tuyo,
Cuando celebra un Obispo que no es el Ordinario, dice:
a mi hermano N., Obispo de esta Iglesia de N.,
a mí, indigno siervo tuyo,
al orden episcopal, a los presbíteros y diáconos,
y a todo el pueblo redimido por ti.
Atiende los deseos y súplicas de esta familia
que has congregado en tu presencia.
Reúne en torno a ti, Padre misericordioso,
a todos tus hijos dispersos por el mundo.
† A nuestros hermanos difuntos
y a cuantos murieron en tu amistad
recíbelos en tu reino,
donde esperamos gozar todos juntos
de la plenitud eterna de tu gloria,
Junta las manos.
por Cristo, Señor nuestro,
por quien concedes al mundo todos los bienes. †
37. Toma la patena, con el pan consagrado, y el cáliz y, sosteniéndolos elevados, dice: Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
Amén.
Después sigue el rito de la comunión.
RITO DE COMUNION
Una vez que ha dejado el cáliz y la patena, el sacerdote, con las manos juntas, dice:
Fieles a la recomendación del Salvador
y siguiendo su divina enseñanza,
nos atrevemos a decir:
O bien:
Llenos de alegría por ser hijos de Dios,
digamos confiadamente
la oración que Cristo nos enseñó:
O bien:
El amor de Dios ha sido derramado
en nuestros corazones
con el Espíritu Santo que se nos ha dado;
digamos con fe y esperanza:
O bien:
Antes de participar en el banquete de la
Eucaristía, signo de reconciliación
y vinculo de unión fraterna,
oremos juntos como el Señor nos ha enseñado:
Extiende las manos y, junto con el pueblo, continúa:
Padrenuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
El sacerdote, con las manos extendidas, prosigue él solo:
Líbranos de todos los males, Señor,
y concédenos la paz en nuestros días,
para que, ayudados por tu misericordia,
vivamos siempre libre de pecado
y protegidos de toda perturbación,
mientras esperamos la gloriosa venida
de nuestro Salvador Jesucristo.
Junta las manos.
El pueblo concluye la oración, aclamando:
Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.
Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice en voz alta:
Señor Jesucristo,
que dijiste a tus apóstoles:
"La paz os dejo, mi paz os doy",
no tengas en cuenta nuestros pecados,
sino la fe de tu Iglesia
y, conforme a tu palabra,
concédele la paz y la unidad.
Junta las manos.
Tú que vives y reinas
por los siglos de los siglos.
El pueblo responde:
Amén.
El sacerdote, extendiendo y juntando las manos, añade:
La paz del Señor esté siempre con vosotros.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
Luego, si se juzga oportuno, el diácono, o el sacerdote, añade:
Daos fraternalmente la paz.
O bien:
Como hijos de Dios, intercambiad ahora
un signo de comunión fraterna.
O bien:
En Cristo, que nos ha hecho hermanos con su
cruz,
daos la paz como signo de reconciliación.
O bien:
En el Espíritu de Cristo resucitado,
daos fraternalmente la paz.
Y todos, según la costumbre del lugar, se dan la paz. El sacerdote da la paz al diácono o al ministro.
Después toma el pan consagrado, lo parte sobre la patena, y deja caer una parte del mismo en el cáliz, diciendo en secreto:
El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo,
unidos en este cáliz,
sean para nosotros
alimento de vida eterna.
Mientras tanto se canta o se dice:
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
danos la paz.
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi: miserere nobis.
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi: miserere nobis.
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi: dona nobis pacem
Si la fracción del pan se prolonga, el canto precedente puede repetirse varias veces. La última vez se dice: danos la paz.
A continuación el sacerdote, con las manos juntas, dice en secreto:
Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo,
que por voluntad del Padre,
cooperando el Espíritu Santo,
diste con tu muerte la vida al mundo,
líbrame, por la recepción de tu Cuerpo y de tu Sangre,
de todas mis culpas y de todo mal.
Concédeme cumplir siempre tus mandamientos
y jamás permitas que me separe de ti.
O bien:
Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre
no sea para mí un motivo de juicio y condenación,
sino que, por tu piedad,
me aproveche para defensa de alma y cuerpo
y como remedio saludable.
El sacerdote hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevado sobre la patena, lo muestra al pueblo, diciendo:
Éste es el Cordero de Dios,
que quita el pecado del mundo.
Dichosos los invitados a la cena del Señor.
Y, juntamente con el pueblo, añade:
Señor, no soy digno
de que entres en mi casa,
pero una palabra tuya
bastará para sanarme.
El sacerdote dice en secreto:
El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna.
Y comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo.
Después toma el cáliz y dice en secreto:
La Sangre de Cristo me guarde para la vida eterna.
Y bebe reverentemente la Sangre de Cristo.
Después toma la patena o la píxide, se acerca a los que quieren comulgar y les presenta el pan consagrado, que sostiene un poco elevado, diciendo a cada uno de ellos:
El Cuerpo de Cristo.
El que va a comulgar responde:
Amén.
Y comulga.
El diácono y los ministros que distribuyen la Eucaristía observan los mismos ritos.
Si se comulga bajo las dos especies, se observa el rito descrito en su lugar. (Instr. Gen. n. 240-252).
Cuando el sacerdote comulga el Cuerpo de Cristo, comienza el canto de comunión.
Acabada la comunión, el diácono, el acólito, o el mismo sacerdote, purifica la patena sobre el cáliz y también el mismo cáliz, a no ser que se prefiera purificarlo en la credencia después de la misa.
Si el sacerdote hace la purificación, dice en secreto:
Haz, Señor,
que recibamos con un corazón limpio
el alimento que acabamos de tomar,
y que el don que nos haces en esta vida nos aproveche para la eterna.
Después el sacerdote puede ir a la sede. Si se juzga oportuno, se pueden guardar unos momentos de silencio o cantar un salmo o cántico de alabanza.
Luego, de pie en la sede o en el altar, el sacerdote dice:
Oremos.
Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante unos momentos, a no ser que este silencio ya se haya hecho antes.
Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración después de la comunióñ.
POSTCOMMUNIO
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Oremus
Te damos gracias, Señor, porque al darnos en este sacramento el Cuerpo glorioso de tu Hijo, nos permites participar ya, desde este mundo, de los bienes eternos de tu Reino. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Per la partecipazione ai tuoi gloriosi misteri ti rendiamo fervide grazie, Signore, perché a noi ancora pellegrini sulla terra fai pregustare i beni del cielo. Per Cristo nostro Signore.
Percipiéntes, Dómine, gloriósa mystéria, grátias tibi reférre satágimus, quod, in terra pósitos, iam caeléstium praestas esse partícipes. Per Christum.
. La oración después de la comunión termina con la conclusión breve.
Si la oración se dirige al Padre:
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Si la oración se dirige al Padre, pero al final de la misma se menciona al Hijo:
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Si la oración se dirige al Hijo:
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
Amén.
Oratio Super Populum
BENDICIONES SOLEMNES
Inclinaos para recibir la bendición.
Luego, el sacerdote, extendidas las manos sobre el pueblo, dice la bendición.
Todos responden: Amen.
Dios, Padre misericordioso, os conceda a todos vosotros, como al hijo pródigo,
el gozo de volver a la casa paterna.
R. Amén.
Cristo, modelo de oración y de vida,
os guíe a la auténtica conversión del corazón,
a través del camino de la Cuaresma.
R. Amén.
El Espíritu de sabiduría y de fortaleza
os sostenga en la lucha contra el maligno,
para que podáis celebrar con Cristo la victoria pascual.
R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.
R. Amén.
RITUS CONCLUSIONIS
RITO DE CONCLUSION
En este momento se hacen, si es necesario y con brevedad, los oportunos anuncios o advertencias al pueblo.
Después tiene lugar la despedida. El sacerdote extiende las manos hacia el pueblo y dice:
El Señor esté con vosotros.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
El sacerdote bendice al pueblo, diciendo:
La bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.
El pueblo responde:
Amén.
En algunas ocasiones y en determinadas misas rituales puede usarse una de las bendiciones solemnes o de las oraciones sobre el pueblo.
El Obispo, para bendecir al pueblo, usa el siguiente formulario, a no ser que prefiera utilizar una de las bendiciones solemnes o una de las oraciones sobre el pueblo.
V. Bendito sea el nombre del Señor.
R. Ahora y por todos los siglos.
V. Nuestro auxilio es el nombre del
Señor.
R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. La bendición de Dios todopoderoso,
Pa+dre, Hi+jo,
y Espíritu + Santo
descienda sobre vosotros.
R. Amén.
Luego el diácono, o el mismo sacerdote, con las manos juntas, despide al pueblo con una de las fórmulas siguientes:
I Podéis ir en paz.
II La alegría del Señor sea nuestra fuerza. Podéis ir en paz.
III Glorificad al Señor con vuestra vida. Podéis ir en paz.
IV En el nombre del Señor, podéis ir en paz.
V Especialmente en los domingos de Pascua:
Anunciad a todos la alegría del Señor resucitado.
Podéis ir en paz.
El pueblo responde:
Demos gracias a Dios.
Después el sacerdote besa con veneración el altar, como al comienzo, y, hecha la debida reverencia con los ministros, se retira a la sacristía.
Si sigue inmediatamente otra acción litúrgica, se omite el rito de despedida.
Dóminus vobíscum.
Et cum spíritu tuo.
Benedícat vos omnípotens Deus, Pater, et
Fílius, et Spíritus Sanctus.
Amen.
Ite, missa est.
Deo grátias
por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad,
para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo
y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu.
Que él nos transforme en ofrenda permanente,
para que gocemos de tu heredad
junto con tus elegidos:
con María, la Virgen Madre de Dios,
los apóstoles y los mártires,
[san N.: santo del día o patrono]
y todos los santos, por cuya intercesión
confiamos obtener siempre tu ayuda.
Te pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación
traiga la paz y la salvación al mundo entero.
Confirma en la fe y en la caridad
a tu Iglesia, peregrina en la tierra:
a tu servidor, el Papa N., a nuestro Obispo N.,
Puede hacerse también mención de los Obispos coadjutores o auxiliares y, en las concelebraciones, del Obispo que preside la celebración.
El Obispo, cuando celebra en su diócesis, dice:
a mí, indigno siervo tuyo,
Cuando celebra un Obispo que no es el Ordinario, dice:
a mi hermano N., Obispo de esta Iglesia de N.,
a mí, indigno siervo tuyo,
al orden episcopal, a los presbíteros y diáconos,
y a todo el pueblo redimido por ti.
Atiende los deseos y súplicas de esta familia
que has congregado en tu presencia.
Reúne en torno a ti, Padre misericordioso,
a todos tus hijos dispersos por el mundo.
† A nuestros hermanos difuntos
y a cuantos murieron en tu amistad
recíbelos en tu reino,
donde esperamos gozar todos juntos
de la plenitud eterna de tu gloria,
Junta las manos.
por Cristo, Señor nuestro,
por quien concedes al mundo todos los bienes. †
37. Toma la patena, con el pan consagrado, y el cáliz y, sosteniéndolos elevados, dice: Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
Amén.
Después sigue el rito de la comunión.
RITO DE COMUNION
Una vez que ha dejado el cáliz y la patena, el sacerdote, con las manos juntas, dice:
Fieles a la recomendación del Salvador
y siguiendo su divina enseñanza,
nos atrevemos a decir:
O bien:
Llenos de alegría por ser hijos de Dios,
digamos confiadamente
la oración que Cristo nos enseñó:
O bien:
El amor de Dios ha sido derramado
en nuestros corazones
con el Espíritu Santo que se nos ha dado;
digamos con fe y esperanza:
O bien:
Antes de participar en el banquete de la
Eucaristía, signo de reconciliación
y vinculo de unión fraterna,
oremos juntos como el Señor nos ha enseñado:
Extiende las manos y, junto con el pueblo, continúa:
Padrenuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
El sacerdote, con las manos extendidas, prosigue él solo:
Líbranos de todos los males, Señor,
y concédenos la paz en nuestros días,
para que, ayudados por tu misericordia,
vivamos siempre libre de pecado
y protegidos de toda perturbación,
mientras esperamos la gloriosa venida
de nuestro Salvador Jesucristo.
Junta las manos.
El pueblo concluye la oración, aclamando:
Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.
Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice en voz alta:
Señor Jesucristo,
que dijiste a tus apóstoles:
"La paz os dejo, mi paz os doy",
no tengas en cuenta nuestros pecados,
sino la fe de tu Iglesia
y, conforme a tu palabra,
concédele la paz y la unidad.
Junta las manos.
Tú que vives y reinas
por los siglos de los siglos.
El pueblo responde:
Amén.
El sacerdote, extendiendo y juntando las manos, añade:
La paz del Señor esté siempre con vosotros.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
Luego, si se juzga oportuno, el diácono, o el sacerdote, añade:
Daos fraternalmente la paz.
O bien:
Como hijos de Dios, intercambiad ahora
un signo de comunión fraterna.
O bien:
En Cristo, que nos ha hecho hermanos con su
cruz,
daos la paz como signo de reconciliación.
O bien:
En el Espíritu de Cristo resucitado,
daos fraternalmente la paz.
Y todos, según la costumbre del lugar, se dan la paz. El sacerdote da la paz al diácono o al ministro.
Después toma el pan consagrado, lo parte sobre la patena, y deja caer una parte del mismo en el cáliz, diciendo en secreto:
El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo,
unidos en este cáliz,
sean para nosotros
alimento de vida eterna.
Mientras tanto se canta o se dice:
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
danos la paz.
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi: miserere nobis.
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi: miserere nobis.
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi: dona nobis pacem
Si la fracción del pan se prolonga, el canto precedente puede repetirse varias veces. La última vez se dice: danos la paz.
A continuación el sacerdote, con las manos juntas, dice en secreto:
Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo,
que por voluntad del Padre,
cooperando el Espíritu Santo,
diste con tu muerte la vida al mundo,
líbrame, por la recepción de tu Cuerpo y de tu Sangre,
de todas mis culpas y de todo mal.
Concédeme cumplir siempre tus mandamientos
y jamás permitas que me separe de ti.
O bien:
Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre
no sea para mí un motivo de juicio y condenación,
sino que, por tu piedad,
me aproveche para defensa de alma y cuerpo
y como remedio saludable.
El sacerdote hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevado sobre la patena, lo muestra al pueblo, diciendo:
Éste es el Cordero de Dios,
que quita el pecado del mundo.
Dichosos los invitados a la cena del Señor.
Y, juntamente con el pueblo, añade:
Señor, no soy digno
de que entres en mi casa,
pero una palabra tuya
bastará para sanarme.
El sacerdote dice en secreto:
El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna.
Y comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo.
Después toma el cáliz y dice en secreto:
La Sangre de Cristo me guarde para la vida eterna.
Y bebe reverentemente la Sangre de Cristo.
Después toma la patena o la píxide, se acerca a los que quieren comulgar y les presenta el pan consagrado, que sostiene un poco elevado, diciendo a cada uno de ellos:
El Cuerpo de Cristo.
El que va a comulgar responde:
Amén.
Y comulga.
El diácono y los ministros que distribuyen la Eucaristía observan los mismos ritos.
Si se comulga bajo las dos especies, se observa el rito descrito en su lugar. (Instr. Gen. n. 240-252).
Cuando el sacerdote comulga el Cuerpo de Cristo, comienza el canto de comunión.
Acabada la comunión, el diácono, el acólito, o el mismo sacerdote, purifica la patena sobre el cáliz y también el mismo cáliz, a no ser que se prefiera purificarlo en la credencia después de la misa.
Si el sacerdote hace la purificación, dice en secreto:
Haz, Señor,
que recibamos con un corazón limpio
el alimento que acabamos de tomar,
y que el don que nos haces en esta vida nos aproveche para la eterna.
Después el sacerdote puede ir a la sede. Si se juzga oportuno, se pueden guardar unos momentos de silencio o cantar un salmo o cántico de alabanza.
Luego, de pie en la sede o en el altar, el sacerdote dice:
Oremos.
Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante unos momentos, a no ser que este silencio ya se haya hecho antes.
Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración después de la comunióñ.
POSTCOMMUNIO
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Oremus
Te damos gracias, Señor, porque al darnos en este sacramento el Cuerpo glorioso de tu Hijo, nos permites participar ya, desde este mundo, de los bienes eternos de tu Reino. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Per la partecipazione ai tuoi gloriosi misteri ti rendiamo fervide grazie, Signore, perché a noi ancora pellegrini sulla terra fai pregustare i beni del cielo. Per Cristo nostro Signore.
Percipiéntes, Dómine, gloriósa mystéria, grátias tibi reférre satágimus, quod, in terra pósitos, iam caeléstium praestas esse partícipes. Per Christum.
. La oración después de la comunión termina con la conclusión breve.
Si la oración se dirige al Padre:
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Si la oración se dirige al Padre, pero al final de la misma se menciona al Hijo:
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Si la oración se dirige al Hijo:
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
Amén.
Oratio Super Populum
BENDICIONES SOLEMNES
Inclinaos para recibir la bendición.
Luego, el sacerdote, extendidas las manos sobre el pueblo, dice la bendición.
Todos responden: Amen.
Dios, Padre misericordioso, os conceda a todos vosotros, como al hijo pródigo,
el gozo de volver a la casa paterna.
R. Amén.
Cristo, modelo de oración y de vida,
os guíe a la auténtica conversión del corazón,
a través del camino de la Cuaresma.
R. Amén.
El Espíritu de sabiduría y de fortaleza
os sostenga en la lucha contra el maligno,
para que podáis celebrar con Cristo la victoria pascual.
R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.
R. Amén.
RITUS CONCLUSIONIS
RITO DE CONCLUSION
En este momento se hacen, si es necesario y con brevedad, los oportunos anuncios o advertencias al pueblo.
Después tiene lugar la despedida. El sacerdote extiende las manos hacia el pueblo y dice:
El Señor esté con vosotros.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
El sacerdote bendice al pueblo, diciendo:
La bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.
El pueblo responde:
Amén.
En algunas ocasiones y en determinadas misas rituales puede usarse una de las bendiciones solemnes o de las oraciones sobre el pueblo.
El Obispo, para bendecir al pueblo, usa el siguiente formulario, a no ser que prefiera utilizar una de las bendiciones solemnes o una de las oraciones sobre el pueblo.
V. Bendito sea el nombre del Señor.
R. Ahora y por todos los siglos.
V. Nuestro auxilio es el nombre del
Señor.
R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. La bendición de Dios todopoderoso,
Pa+dre, Hi+jo,
y Espíritu + Santo
descienda sobre vosotros.
R. Amén.
Luego el diácono, o el mismo sacerdote, con las manos juntas, despide al pueblo con una de las fórmulas siguientes:
I Podéis ir en paz.
II La alegría del Señor sea nuestra fuerza. Podéis ir en paz.
III Glorificad al Señor con vuestra vida. Podéis ir en paz.
IV En el nombre del Señor, podéis ir en paz.
V Especialmente en los domingos de Pascua:
Anunciad a todos la alegría del Señor resucitado.
Podéis ir en paz.
El pueblo responde:
Demos gracias a Dios.
Después el sacerdote besa con veneración el altar, como al comienzo, y, hecha la debida reverencia con los ministros, se retira a la sacristía.
Si sigue inmediatamente otra acción litúrgica, se omite el rito de despedida.
Dóminus vobíscum.
Et cum spíritu tuo.
Benedícat vos omnípotens Deus, Pater, et
Fílius, et Spíritus Sanctus.
Amen.
Ite, missa est.
Deo grátias
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