sábado, 10 de marzo de 2012

"La Pascua de Cristo no es para ``destruir'' sino para que nazca el Hombre Nuevo"




DOMINGO III DE CUARESMA
)
"La Pascua de Cristo no es para ``destruir'' sino para que nazca el Hombre Nuevo"
* Ex 20,117:
"La Ley fue dada por Moisés"
* Sal 18,8.9.10.11: "Señor tú tienes palabras de vida eterna"
* 1Co 1,22-25:
"Predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los hombres, pero para los llamados sabiduría de Dios"
* Jn 2,1325:
"Destruid este templo y en tres días lo levantaré"

La tradición Sacerdotal, al redactar el Decálogo, usa un estilo imperativo, conciso. Los mandatos se imponen sin condiciones ni matices. Es una manera de entender por parte del pueblo la voluntad de Dios.
Jesucristo, al mantener la antigua Ley en todo su vigor y dimensiones, pone en la caridad, en el amor al Padre, la motivación principal para su cumplimiento. Y es precisamente ese amor, experiencia única de los cristianos y velada a los que ponen en la racionalidad la única fuente de su conocimiento, lo que hará que la Cruz sea "escándalo para los griegos o necedad para los judíos" (2.a lectura).
El antiguo templo ya no tendrá razón de ser a partir del Nuevo Templo que es Cristo. Y la referencia a los "tres días" y a la Pascua, muestra que Juan está pensando en el acontecimiento pascual que dará lugar al inicio de ese tiempo nuevo.
Quienes creen que lo religioso ha de circunscribirse y limitarse a lo estrictamente personal, al ámbito de la conciencia, al repliegue a las sacristías, hoy pueden advertir que Cristo propone algo distinto. La acción pública de Jesús en el templo muestra que el celo de la casa de su Padre presupone lo privado y además se presenta públicamente. Contrapone la religiosidad exterior y vana, con la suya, interior y profunda.
_ "Jesús subió al templo como al lugar privilegiado para el encuentro con Dios. El templo era para Él la casa de su Padre, una casa de oración, y se indigna porque el atrio exterior se haya convertido en un mercado (Mt 21,13). Si expulsa a los mercaderes del templo es por celo hacia las cosas de su Padre:
``No hagáis de la casa de mi Padre una casa de mercado''. Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: ``El celo por tu Casa me devorará' (Sal 69,10)'' (Jn 2,1617)" (CIC 584).
_ "Jesús anunció, no obstante, en el umbral de su Pasión, la ruina de ese espléndido edificio del cual no quedará piedra sobre piedra (cf. Mt 24,12).
Hay aquí un anuncio de una señal de los últimos tiempos que se van a abrir con su propia Pascua" (CIC 585).
_ Nuevo templo:
"Por eso su muerte corporal anuncia la destrucción del templo que señalará la entrada en una nueva edad de la historia de la salvación: ``Llega la hora en que, ni en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre'' (Jn 4,21)" (CIC 586).
_ El templo, lugar propio de oración:

"La iglesia, casa de Dios, es el lugar propio de la oración litúrgica de la comunidad parroquial. Es también el lugar privilegiado para la adoración de la presencia real de Cristo en el Santísimo Sacramento. La elección de un lugar favorable no es indiferente para la verdad de la oración" (CIC 2691).
_ "Ora por nosotros como sacerdote nuestro; ora en nosotros como cabeza nuestra; a Él dirige nuestra oración como a Dios nuestro. Reconozcamos, por tanto, en Él nuestras voces; y la voz de Él, en nosotros" (San Agustín, Sal 85,1) (CIC 2616).
_ "El Espíritu es verdaderamente el lugar de los santos, y el santo es para el Espíritu un lugar propio, ya que se ofrece a habitar con Dios y es llamado su templo" (San Ambrosio, Spir. 26, 62). (CIC 2684).
Porque Cristo es el Nuevo Templo, la Iglesia, su Cuerpo Místico, es su plenitud (pléroma), y nosotros, signos vivos (piedras vivas).
Fuente:CATECISMO AÑO A B EPISCOPADO ESPAÑOL



DEL CATECISMO DE LA IGLESIA
II.- JESÚS Y EL TEMPLO

583 Como los profetas anteriores a El, Jesús profesó el más profundo respeto al Templo de Jerusalén. Fue presentado en él por José y María cuarenta días después de su nacimiento. A la edad de doce años, decidió quedarse en el Templo para recordar a sus padres que se debía
a los asuntos de su Padre. Durante su vida oculta, subió allí todos los años al menos con ocasión de la Pascua; su ministerio público estuvo jalonado por sus peregrinaciones a Jerusalén con motivo de las grandes fiestas judías.

584 Jesús subió al Templo como al lugar privilegiado para el encuentro con Dios. El Templo era para El la casa de su Padre, una casa de oración, y se indigna porque el atrio exterior se haya convertido en un mercado. Si expulsa a los mercaderes del Templo es por celo hacia las cosas de su Padre: "No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado. Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: "El celo por tu Casa me devorará" (Sal 69,10)" (Jn 2,16-17).
Después de su Resurrección, los apóstoles mantuvieron un respeto religioso hacia el Templo.

585 Jesús anunció, no obstante, en el umbral de su Pasión, la ruina de ese espléndido edificio del cual no quedará piedra sobre piedra. Hay aquí un anuncio de una señal de los últimos tiempos que se van a abrir con su propia Pascua. Pero esta profecía pudo ser deformada por falsos testigos en su interrogatorio en casa del sumo sacerdote y serle reprochada como injuriosa cuando estaba clavado en la cruz.

586 Lejos de haber sido hostil al Templo donde expuso lo esencial de su enseñanza, Jesús quiso pagar el impuesto del Templo asociándose con Pedro, a quien acababa de poner como fundamento de su futura Iglesia. Aún más, se identificó con el Templo presentándose como la morada definitiva de Dios entre los hombres. Por eso su muerte corporal anuncia la destrucción del Templo que señalará la entrada en una nueva edad de la historia de la salvación: "Llega la hora en que, ni en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre" (Jn 4,21).


Con su resurrección se inaugurará el nuevo templo
Joseph Ratzinger

Juan, por su parte, la ofrece como explicación profética de una acción: “Destruid este templo y en tres días lo levantare” (Jn 2,19). Jesús no dice que el aniquilará el templo. Esta versión fue un falso testimonio contre Él. Sin embargo, profetizo que sus acusadores llevarían a efecto precisamente una cosa así. Se trata de una profecía que tiene a la cruz por objeto. Jesús hace saber que el fin de su cuerpo terrenal coincidirá con el fin  del templo. Con su resurrección se inaugurará el nuevo templo. Este templo será el cuerpo viviente de Jesucristo que sa se encuentra a la derecha de Dios y que se ha constituido como nuevo ámbito de culto. Dentro de este cuerpo Jesús introduce también a los hombres.
La profecía de la Resurrección, leída en toda su profundidad, es al mismo tiempo, una profecía de la Eucaristía. Se anuncia el misterio del cuerpo ofrecido y vivificado de Cristo. Se nos hace partícipes de este Cuerpo y, por su medio, somos conducido a una relación real con Dios.
( De introducción al espíritu de la liturgia de Joseph Ratzinger)



















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