Miércoles, 17 de abril de 2013
Ciudad del Vaticano, 17 abril 2013 (VIS).-El significado de la Ascensión,
el acontecimiento que culmina la vida terrenal de Jesús, ha sido el tema de la
catequesis del Papa Francisco durante la audiencia general de los miércoles,
celebrada en la Plaza de San Pedro y en la que han participado más de 50.000
personas.
“En el Credo -ha señalado el pontífice- confesamos nuestra fe en Cristo,
que “subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre”... ¿Qué significa
esto para nosotros? Ya al comienzo de su “subida” a Jerusalén, donde tendrá
lugar su éxodo de esta vida, Jesús ve ya la meta, el Cielo, pero sabe que el
camino de vuelta a la gloria del Padre pasa por la cruz, por la obediencia al
designio divino de amor por la humanidad. ..También nosotros hemos de saber que
entrar en la gloria de Dios exige la fidelidad cotidiana a su voluntad, aun a
costa de sacrificios y del cambio de nuestros programas.”
El Papa ha explicado la Ascensión a la luz del Evangelio de San Lucas que
la narra de forma sintética. Jesús llevó a los discípulos "fuera hacia
Betania, y alzando sus manos, los bendijo. Mientras los bendecía, se separó de
ellos y fue llevado al cielo”...Durante la ascensión Jesús cumple el gesto de
la bendición sacerdotal... “Este es un primer punto importante - ha afirmado el
Obispo de Roma- : Jesús es el único y eterno Sacerdote, que con su pasión ha
pasado por la muerte y la tumba, resucitó y ascendió a los cielos y está con
Dios Padre, intercediendo por siempre en nuestro favor. Como escribe San Juan
en su primera carta: Él es nuestro abogado, nuestro defensor ante el Padre. !Que
bello es escuchar estas palabras!. Cuando a uno lo cita un juez o tiene un
pleito, lo primero que hace es buscarse un abogado para que lo defienda;
nosotros tenemos uno que nos defiende siempre, nos defiende de las asechanzas
del diablo, de nuestros pecados... No tengamos miedo de acudir a pedirle
perdón, bendición y misericordia. Nos perdona siempre: es nuestro abogado; nos
defiende siempre. ¡No lo olvidéis nunca! La
Ascensión de Jesús al cielo nos da a conocer esta realidad tan consoladora para
nuestro camino: en Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, nuestra humanidad
ha sido llevada a Dios. El nos ha abierto el paso, es como el jefe de un grupo
de montañeros, que llegado a la cima, tira de nosotros y nos lleva a Dios. Si
le confiamos nuestras vidas; si nos dejamos guiar por Él estamos seguros de
estar en buenas manos”.
San Lucas menciona que los apóstoles, después de ver a Jesús ascender al
cielo regresaron a Jerusalén “con gran alegría”. “Y esto nos resulta raro - ha
dicho el Papa- porque cuando estamos separados de nuestras familias o nuestros
amigos, sobre todo por un cambio definitivo o por la muerte, sentimos una
tristeza natural porque... no podemos disfrutar ya de su presencia. En cambio,
el evangelista pone de relieve la profunda alegría de los Apóstoles. ¿Por qué?
Porque, con los ojos de la fe, entienden que aunque ya no lo vean con los ojos,
Jesús permanece con ellos para siempre, no los abandona y en la gloria del Padre,
los sostiene, los guía e intercede por ellos”.
El evangelista coloca la Ascensión al comienzo de los Hechos de los
Apóstoles, “para subrayar que este evento es como el eslabón que engancha y une
la vida terrenal de Jesús con la de la Iglesia” y también menciona que mientras
una nube lo arrebataba de la vista de los apóstoles y éstos siguen mirando al
cielo, dos hombres vestidos de blanco, les instan a no quedarse inmóviles allí,
sino a nutrir su vida y su testimonio con la certeza de que Jesús volverá de la
misma manera en que ascendió al cielo. “Se trata -ha explicado el Santo Padre -
de una invitación a partir de la contemplación del Señorío de Jesús, para
recibir de él la fuerza de dar testimonio del Evangelio en la vida cotidiana:
contemplar y actuar. “Ora et labora” como San Benito enseña :ambas son
necesarias en nuestra vida de cristianos”.
“La Ascensión -ha concluido Francisco- no indica la ausencia de Jesús, sino
que nos dice que Él está vivo entre nosotros de una manera nueva; ya no está en
un lugar concreto como lo estaba antes de la Ascensión; ahora está en el
señorçio de Dios, presente en todo el espacio y el tiempo, cerca de cada uno de
nosotros. En nuestras vidas nunca estamos solos: tenemos a este abogado
que nos espera y nos defiende; nunca estamos solos: el Señor crucificado y resucitado nos guía, y con nosotros
hay muchos hermanos y hermanas que...en la vida familiar y laboral, con sus
problemas y dificultades, sus alegrías y esperanzas viven la fe día a día y
llevan, con nosotros, al mundo del señorío del amor de Dios, en Cristo
resucitado, ascendido al cielo, abogado nuestro”.
Al final de la catequesis el Papa ha saludado, entre otros, a los prelados
de la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales y a los peregrinos polacos
del santuario de San Andrés Bobola de Varsovia venidos a Roma en el 75
aniversario de la canonización del santo, uno de los patrones de Polonia, que
fue sacerdote jesuita y mártir. “Ha dado la vida por la fe, la reconciliación
de los hermanos y la unidad de la Iglesia. Que su intercesión ante Dios obtenga
a la Iglesia el don de la unidad y la paz”, ha exclamado el Santo Padre.
Fuente: visnews-es.blogspot.com
CATEQUESIS
COMPLETA
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el
Credo, encontramos la afirmación de que Jesús "subió a los cielos y está
sentado a la diestra del Padre". La vida terrenal de Jesús culmina con el
evento de la Ascensión, que es cuando Él pasa de este mundo al Padre, y es
alzado a su derecha. ¿Cuál es el significado de este evento? ¿Cuáles son las
consecuencias para nuestra vida? ¿Qué significa contemplar a Jesús sentado a la
diestra del Padre? Sobre esto, dejémonos guiar por el evangelista Lucas.
Partimos
del momento en que Jesús decide emprender su última peregrinación a Jerusalén.
San Lucas anota: "Sucedió que como se iban cumpliendo los días de su
asunción, él se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén" (Lc. 9,51).
Mientras "asciende" a la Ciudad santa, donde se llevará a cabo su
"éxodo" de esta vida, Jesús ve ya la meta, el Cielo, pero sabe bien
que el camino que lo lleva de nuevo a la gloria del Padre pasa a través de la
Cruz, a través de la obediencia al designio divino de amor por la humanidad. El
Catecismo de la Iglesia Católica afirma que "la elevación en la Cruz significa
y anuncia la elevación de la ascensión al cielo" (n. 661). También
nosotros debemos tener claro, en nuestra vida cristiana, que entrar en la
gloria de Dios exige la fidelidad cotidiana a su voluntad, incluso cuando esto
requiere sacrificio, requiere a veces cambiar nuestros planes. La Ascensión de
Jesús ocurre concretamente en el Monte de los Olivos, cerca del lugar donde se
había retirado en oración antes de la pasión, para permanecer en profunda unión
con el Padre: una vez más, vemos que la oración nos da la gracia de vivir
fieles al proyecto Dios.
Al final de
su evangelio, san Lucas narra el acontecimiento de la Ascensión de una manera
muy sintética. Jesús llevó a los discípulos "cerca a Betania y, alzando
sus manos, los bendijo. Y, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue
llevado al cielo. Ellos, después de postrarse ante él, volvieron a Jerusalén
con gran gozo. Y estaban siempre en el Templo bendiciendo a Dios"
(24,50-53); esto lo dice san Lucas. Quisiera destacar dos elementos de la
narración. En primer lugar, durante la Ascensión Jesús cumple el gesto
sacerdotal de la bendición y los discípulos seguramente expresan su fe con la
postración, se arrodillan inclinando la cabeza. Este es un primer elemento
importante: Jesús es el único y eterno Sacerdote, que con su pasión traspasó la
muerte y el sepulcro, resucitó y ascendió a los cielos; está ante Dios Padre,
donde intercede por siempre a favor nuestro (Cf. Hb. 9,24). Como afirma san
Juan en su Primera Carta, Él es nuestro abogado.
¡Qué bello
es escuchar esto! Cuando uno ha sido convocado por el juez o tiene un juicio,
lo primero que hace es buscar a un abogado para que lo defienda. Nosotros
tenemos uno que nos defiende siempre, nos defiende de las insidias del diablo,
nos defiende de nosotros mismos, de nuestros pecados.
Queridos
hermanos y hermanas, tenemos este abogado: ¡no tengamos miedo de acudir a él a
pedir perdón, a pedir la bendición, a pedir misericordia! Él nos perdona
siempre, es nuestro abogado: nos defiende siempre ¡No olviden esto! La Ascensión
de Jesús al Cielo nos permite conocer esta realidad tan consoladora para
nuestro camino: en Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, nuestra humanidad
ha sido llevada ante Dios; Él nos ha abierto el camino; Él es como un guía
cuando se sube a una montaña, que llegado a la cima, nos tira hacia él
llevándonos a Dios. Si confiamos a Él nuestra vida, si nos dejamos guiar por Él
estamos seguros de estar en buenas manos, en las manos de nuestro Salvador, de
nuestro abogado.
Un segundo
elemento: san Lucas menciona que los Apóstoles, después de ver a Jesús ascender
al cielo, regresaron a Jerusalén "con gran alegría." Esto parece un
poco extraño. Normalmente cuando nos separamos de nuestros familiares, de
nuestros amigos, de una manera definitiva, y sobre todo debido a la muerte, hay
en nosotros una tristeza natural, porque no vamos a ver nunca más su rostro, no
vamos a escuchar su voz, no podremos disfrutar más de su afecto, de su
presencia. En cambio, el evangelista destaca la profunda alegría de los Apóstoles.
¿Por qué? Porque, con la mirada de la fe, entienden que, aunque nos está ante
sus ojos, Jesús permanece con ellos para siempre, no los abandona y, en la
gloria del Padre, los sostiene, los guía e intercede por ellos.
San Lucas
narra el hecho de la Ascensión también al comienzo de los Hechos de los
Apóstoles, para enfatizar que este evento es como el anillo que engancha y
conecta la vida terrenal de Jesús con la de la Iglesia. Aquí san Lucas también
menciona la nube que oculta a Jesús de la vista de los discípulos, los cuales
permanecieron contemplando el Cristo que subía hacia Dios (cf. Hch. 1,9-10).
Entonces aparecieron dos hombres vestidos de blanco, instándoles a no quedarse
inmóviles. “Este Jesús que de entre ustedes ha sido llevado al cielo, volverá
así tal como lo han visto marchar” (Cf. Hechos 1,10-11). Es precisamente una
invitación a la contemplación del Señorío de Jesús, para tener de Él la fuerza
para llevar y dar testimonio del Evangelio en la vida cotidiana: contemplar y
actuar, ora et labora, nos enseña san Benito, ambas son necesarias
en nuestra vida de cristianos.
Queridos
hermanos y hermanas, la Ascensión no significa la ausencia de Jesús, sino que
nos dice que Él está vivo entre nosotros de una manera nueva; ya no está en un
preciso lugar del mundo tal como era antes de la Ascensión; ahora está en el
señorío de Dios, presente en todo espacio y tiempo, junto a cada uno de
nosotros. En nuestra vida nunca estamos solos: tenemos este abogado que nos
espera, que nos defiende, No estamos nunca más solos: el Señor crucificado y
resucitado nos guía; con nosotros hay muchos hermanos y hermanas que en el
silencio y la oscuridad, en la vida familiar y laboral, en sus problemas y
dificultades, en sus alegrías y esperanzas, viven cotidianamente la fe y llevan
al mundo, junto con nosotros, el señorío del amor de Dios, en Cristo Jesús
resucitado, subido al Cielo, nuestro abogado. Gracias.
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