viernes, 13 de julio de 2012

¡Sólo Dios basta! 13 de julio.Santa Teresa de Jesús de Los Andes. Virgen. (F). Blanco.



Juana Fernández de Solar vino al mundo en Santiago de Chile el 13 de julio de 1900. Desde su adolescencia se sintió atraída irresistiblemente por Cristo. El 7 de mayo de 1919 ingresó en el monasterio de las Carmelitas Descalzas de "los Andes" con el nombre de Teresa de Jesús. Entregó su alma a Dios el 12 de abril del año siguiente, después de hacer su profesión religiosa. Fue beatificada por Juan Pablo II en Santiago de Chile el 3 de abril de 1987 y canonizada en Roma, el 21 de marzo de 1993. Propuesta como modelo a los jóvenes, es la primera flor de santidad de la nación chilena y del Carmelo Teresiano de América Latina.





ORACIÓN COLECTA
Dios misericordioso, alegría de los
santos, que encendiste el corazón juvenil
de santa Teresa (de Jesús de los Andes) con el fuego del amor virginal a Cristo y a su Iglesia y la hiciste testigo gozoso de la caridad, aun en medio de los sufrimientos; concédenos, por
su intercesión, que también nosotros proclamemos de palabra y de obra el
Evangelio de la caridad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

EL SANTUARIO
¿Por qué un Santuario?

A partir de la beatificación en 1987,  con motivo de la visita a nuestra patria de S.S.  Juan Pablo II, empezó la construcción de lo que hoy es el Santuario. Además del austero y sencillo templo y cripta, donde se veneran las reliquias de Santa Teresa, han surgido varias edificaciones al servicio de los miles de peregrinos que acuden a él.

El paisaje árido y seco de este rincón chileno ha reverdecido y florecido conlos miles de árboles plantados en el entorno y los jardines con que se va adornando.

Todo ello hace del Santuario un lugar de experiencia espiritual, lugar de verdadero encuentro personal y de reconciliación con Dios.







HOMILIA DEL PAPA JUAN PABLO EN EL DÍA DE SU CANONIZACIÓN.
ROMA,21 DE MARZO
Luz de Cristo para toda la Iglesia chilena es Sor Teresa de los Andes, Teresa de Jesús, carmelita descalza y primicia de santidad del Carmelo Teresiano de América Latina, que hoy es incorporada al número de los Santos de la Iglesia universal.
Al igual que en la primera lectura que hemos escuchado del libro de Samuel, la figura de Teresa sobresale no por “ su apariencia ni su gran estatura ”. “ La mirada de Dios – nos dice el libro sagrado – no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero el Señor mira el corazón ”.  Por eso, en su joven vida de poco más de 19 años, en sus once meses de carmelita, Dios ha hecho brillar en ella de modo admirable la luz de su Hijo Jesucristo, para que sirva de faro y guía a un mundo que parece cegarse con el resplandor de lo divino. A una sociedad secularizada, que vive de espaldas a Dios, esta carmelita chilena, que con vivo gozo presento como modelo de la perenne juventud del Evangelio, ofrece el límpido testimonio de una existencia que proclama a los hombres y mujeres de hoy que en el amar, adorar y servir a Dios están la grandeza y el gozo, la libertad y la realización plena de la criatura humana. La vida de la bienaventurada Teresa grita quedamente desde el claustro: “ ¡Sólo Dios basta! ”. 

Y lo grita especialmente a los jóvenes, hambrientos de verdad y en búsqueda de una luz que dé sentido a sus vidas. A una juventud solicitada por los continuos mensajes y estímulos de una cultura erotizada, y a una sociedad que confunde el amor genuino, que es donación, con la utilización hedonista del otro, esta joven virgen de los Andes proclama hoy la belleza y bienaventuranza que emana de los corazones puros. 

En su tierno amor a Cristo Teresa encuentra la esencia del mensaje cristiano: amar, sufrir, orar, servir. En el seno de su familia aprendió a amar a Dios sobre todas las cosas. Y al sentirse posesión exclusiva de su Creador, su amor al prójimo se hace aún más intenso y definitivo. Así lo afirma en una de sus cartas: “ Cuando quiero, es para siempre. Una carmelita no olvida jamás. Desde su pequeña celda acompaña a las almas que en el mundo quiso ”.  

Su encendido amor lleva a Teresa a desear sufrir con Jesús y como Jesús: “ Sufrir y amar, como el cordero de Dios que lleva sobre sí los pecados del mundo ” – nos dice –. Ella quiere ser hostia inmaculada ofrecida en sacrificio continuo y silencioso por los pecadores. “ Somos corredentoras del mundo – dirá más adelante – y la redención de las almas no se efectúa sin cruz ”.  

La joven Santa chilena fue eminentemente un alma contemplativa. Durante largas horas junto al tabernáculo y ante la cruz que presidía su celda, ora y adora, suplica y expía por la redención del mundo, animando con la fuerza del Espíritu el apostolado de los misioneros y, en especial, el de los sacerdotes. “ La carmelita – nos dirá – es hermana del sacerdote ”.  Sin embargo, ser contemplativa como María de Betania no exime a Teresa de servir como Marta. En un mundo donde se lucha sin denuedo por sobresalir, por poseer y dominar, ella nos enseña que la felicidad está en ser la última y la servidora de todos, siguiendo el ejemplo de Jesús, que no vino a ser servido sino a servir y a dar su vida en redención de muchos.  

Ahora, desde la eternidad, Santa Teresa de los Andes continúa intercediendo como abogada de un sin fin de hermanos y hermanas. La que encontró su cielo en la tierra desposando a Jesús, lo contempla ahora sin velos ni sombras, y desde su inmediata cercania intercede por quienes buscan la luz de Cristo.

SUS DIARIOS
Lunes 27 [8.1917]. No sé lo que tengo, pues siento a cada instante fatigas. Hoy varias veces he tenido que poner toda mi voluntad para no dejarme llevar de la tristeza. Y ayer saqué ese propósito en la meditación: mostrarme alegre todo el día. Y lo he cumplido. He pasado a veces de tal manera que casi no podía menearme del agotamiento de ánimo en que estoy. Yo creo que es la debilidad en que estoy: un dolor de cabeza constante. Añádese a esto el dolor de espalda. Ya no sé cómo estoy; pero estoy feliz, pues sufro y sufro con Jesús para consolarlo y para reparar mis pecados y los de los hombres. Y una tristeza moral; pero diré con el salmista: "Cercado estoy por mis enemigos, pero confío en el Señor que ha de confundirlos". 

Agosto 28 [1917]. Me siento cada día peor. No tengo ánimo para nada; pero en fin, es la voluntad de Dios. Que se haga como El quiera. Madre mía, todo lo he puesto en vuestras manos. ¿Por qué me habéis abandonado? Haz que sepa muy bien mis lecciones y composiciones. Madre mía, que tenga "muy bien" en mis temas. Muéstrate que eres mi Madre y dame todo, pero humildad ante todo. Jesús querido, dame sufrimientos. No importa sufrir, porque así me amas. Mañana sin Comunión. La obediencia me lo impone. ¿Qué hacer, Jesús mío, sin Ti? ¿Qué será de esta miserable sin Jesús? Mas, por suerte, que lo tengo en mi alma. Allí habita mi Jesús y no lo dejo salir.

Hoy, 30 de agosto [1917], no he comulgado. Sin unirme con Dios. Y todo por este cuerpo de barro. ¿Cuándo se acabará esta muerte para vivir en Dios? Jesús mío, Tú eres mi Vida. Sin Ti me muero; sin Ti desfallezco. Hoy me he sentido mal. Las fatigas no me dejan. Qué hacer, si es la voluntad de Dios. Hoy sin Comunión he metido más aparato. Silencio, cuerpo, quiero que sólo el alma hable con Dios para que tú calles a las criaturas.

La mirada de mi crucifijo me sostiene. Veo todo oscuro. Mi oración se acabó. Me han prohibido que la haga en la noche. La comunión me la han negado; pero venzo, porque Jesús lo es Todo y El está dentro de mi alma. ¿Qué importa todo? No quiero mirar sino el presente, es decir, mirar a Jesús. El me alumbra. El porvenir se me presenta en medio de tinieblas.
Cuando comulgo siento ánimo. Jesús me da vida, no sólo la del alma sino la del cuerpo. Y me la quitan; me privan del Cielo. Jesús querido, que se haga tu voluntad y no la mía. Mañana comulgaré. Conseguí permiso. ¡Oh, qué felicidad: mañana tendré el Cielo en mi corazón! ¡Oh, te amo, Jesús, te adoro! Te agradezco a Ti y a mi Madre este favor. ¡Toda tuya... Sólo Tú... ninguna criatura! 

Septiembre 1° [1917]. Enferma siempre. Se me presenta tan triste el porvenir que no lo quiero mirar. Me dijeron hoy que me iban a sacar del colegio y que, como la H. V daba baile, me tendría que estrenar en ése para este otro año. Me causa horror. Y ver por otro lado, que no podré ser carmelita por mi salud. Todo esto me hace exclamar ¡Jesús mío, si es posible, que pase de mi este cáliz; mas no se haga mi voluntad sino la tuya! Y ver que no puedo hacer oración. Por otro lado, cuando estoy con Jesús me da no se qué hablarle de mis penas en vez de consolarlo, cuándo El sufre mucho más. Y me callo. Y mi pobre corazón sigue gimiendo, y Jesús me mira contento, me cuenta sus...
Me muero, me siento morir. Jesús mío, me doy a Ti. Te ofrezco mi vida por mis pecados y por los pecadores. Madre mía, ofréceme como hostia. Verdaderamente, ayer ya no podía más del dolor al pecho. Me estaba ahogando. No podía respirar y del dolor me daban fatigas. Todo se lo ofrecí a Jesús por mis pecados y los de los pecadores. Estoy en mi casa. Me tuve que venir porque ya no podía más. Qué pena tuve al despedirme de las chiquillas y de las monjas y de mis chicas. Las quiero tanto... pero que se haga la voluntad de Dios. No he comulgado. Llegué a soñar anoche que tenía hambre de Jesús; pero después, todo el día en un estado de tibieza, no hice oración ni comulgué espiritualmente. Oh qué mala soy. Pero gracias a Dios hoy reparé e hice una comunión espiritual. Iba a meditar, cuando me quedé dormida, pero ahora voy a ver si puedo meditar. Mañana voy a comulgar. Cuánto lo deseo, Jesús mío. Soy tan mala. Necesito de Ti para ser buena. Ven, amor. Ven pronto y te daré mi corazón, mi alma y todo lo que poseo. Madre mía, prepara mi corazón para recibir a mi Jesús.
Jesús me alimenta cotidianamente con su Carne adorable y, junto con este manjar, escucho una voz dulce y suave como los ecos armoniosos de los ángeles del cielo. Esta es la voz que me guía, que suelta las velas del barco de mi alma para que no sucumba, y para que no se hunda. Siempre siento esa voz querida que es la de mi Amado, la voz de Jesús en el fondo del alma mía; y en mis penas, en mis tentaciones, El es mi Consolador, El es mi Capitán.
Condúceme siempre Jesús mío, por el camino de la Cruz. Y levantará el vuelo el alma mía, donde se encuentra el aire que vivifica y la quietud.


Jesus mío, Tú conoces la ofrenda que te he hecho de mí misma por la conversión de las personas que te he nombrado. Desde hoy, no sólo te ofrezco mi vida, sino también mi muerte como te pluguiere dármela. La recibiré con gusto, ya sea en el abandono del Calvario, ya en el Paraíso de Nazaret. Además, si quieres, dame sufrimientos, cruz humillaciones. Que sea pisoteada para castigar mi orgullo y el de ellos. Como Tú quieras, Jesús mío. Soy tuya, haz de mí según tu santa voluntad. 

A ti, oh María, que jamás me has desoído los ruegos que te he dirigido, como una hija le pide a su madre, también te pongo en tus manos maternales esas almas. Oyeme. Toda mi vida no he dejado de pedirte, Madre mía. Escúchame, te lo ruego por Jesús y por tu Esposo San José, a quien ruego interceda por esta pobre pecadora. Sufro. Esta palabra expresa todo para mí. ¡Felicidad! Cuando sufro estoy en la Cruz de mi Jesús. ¡Qué felicidad más grande es decirle: Jesús, Esposo mío, acuérdate que soy tu esposa, dame tu cruz!

Cada día que pasa, hermanita, comprendo mejor que "solo Dios basta". Esa es la máxima que tengo sobre mi cruz. Que también sea la tuya. Búscalo a El y lo encontrarás todo. Las criaturas ¿qué nos pueden dar, si no tienen más que miseria? Despréndete de ellas: Busca a Dios allí, en el fondo de tu alma y, cuando estés triste, expónselo todo y quedarás alegre; porque El te dará a conocer que, siendo Dios, sufrió más por ti que todo lo que los hombres han sufrido. Y no sólo esto, sino que ha sufrido infinitamente.

Obra por amor a El. No busques el agrado de las criaturas.
Oh hermanita, vivamos amando el Amor. Seamos hostias de alabanza a la Stma. Trinidad. ¿Y cómo? Cumpliendo en cada instante la voluntad de Dios ¡Si supieras la felicidad que inunda mi alma en cada momento de mi vida escondida en Dio! ¡Si supieras la felicidad que inunda mi alma en cada momento de mi vida escondida en Dios! No quisiera saber ni tratar nada que no fuera El. Comprendo que aún no lo conozco y que [no] lo amo con todas las fuerzas de mi alma. ¿Qué será, pues, cuando Dios se descubre a un alma santa? ¿Cómo podrán vivir en medio de las miserias de este destierro, no pudiendo contemplarle incesantemente por tener la naturaleza necesidades apremiantes?
Cuando comulgo siento ánimo. Jesús me da vida, no sólo la del alma sino la del cuerpo.
ENLACE A LA LITURGIA
sanpablochile.cl


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