miércoles, 15 de agosto de 2012

ASSUMTIO SANCTÍSSIMAE DEI GENITRICIS VIRGINIS MARIAE. SOLEMNIDAD DE LA ASUNCIÓN DE MARÍA 15 DE AGOSTO 2012


Evangelio según San Lucas 1,39-56.
En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá.
Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?
Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.
Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor".
María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza del Señor,
y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,
porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo!
Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen.
Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías.
Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre".
María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa

39 Exsurgens autem Maria in diebus illis abiit in montana cum festinatione in civitatem Iudae 40 et intravit in domum Zachariae et salutavit Elisabeth. 41 Et factum est, ut audivit salutationem Mariae Elisabeth, exsultavit infans in utero eius, et repleta est Spiritu Sancto Elisabeth 42 et exclamavit voce magna et dixit: " Benedicta tu inter mulieres, et benedictus fructus ventris tui. 43 Et unde hoc mihi, ut veniat mater Domini mei ad me? 44 Ecce enim ut facta est vox salutationis tuae in auribus meis, exsultavit in gaudio infans in utero meo. 45 Et beata, quae credidit, quoniam perficientur ea, quae dicta sunt ei a Domino ".
 46 Et ait Maria: " Magnificat anima mea Dominum, 47 et exsultavit spiritus meus in Deo salvatore meo,  48 quia respexit humilitatem ancillae suae. Ecce enim ex hoc beatam me dicent omnes generationes, 49 quia fecit mihi magna, qui potens est, et sanctum nomen eius, 50 et misericordia eius in progenies et progenies timentibus eum.
 51 Fecit potentiam in brachio suo, dispersit superbos mente cordis sui; 52 deposuit potentes de sede et exaltavit humiles;
 53 esurientes implevit bonis et divites dimisit inanes.
 54 Suscepit Israel puerum suum, recordatus misericordiae,
 55 sicut locutus est ad patres nostros, Abraham et semini eius in saecula ".
 56 Mansit autem Maria cum illa quasi mensibus tribus et reversa est in domum suam.

COMENTARIO PATRÍSTICO

Asunción de la Virgen María 15 de agosto, solemnidad 

Entrada: «Una señal grandiosa apareció en el cielo: una Mujer con el sol por vestido, la luna bajo sus pies y en la cabeza una corona de doce estrellas» (Ap 12,1). O : «Alegrémonos  todos en el Señor al celebrar este día de fiesta en honor de la Virgen María: de su Asunción, se alegran los ángeles y alaban al Hijo de Dios». 

Colecta (como la oración del ofertorio y la postcomunión, procede del Misal anterior, desde 1950): «Dios todopoderoso y eterno, que has elevado en cuerpo y alma a los cielos a la inmaculada Virgen María, Madre de tu Hijo, concédenos, te rogamos, que aspirando siempre a las realidades divinas, lleguemos a participar con ella de su misma  gloria en el cielo». 

Ofertorio: «Llegue a tu presencia, Señor, nuestra humilde oblación, y por la intercesión de la Santísima Virgen María, que ha subido a los cielos, haz que nuestros corazones, abrasados en tu amor, vivan siempre orientados hacia ti». 

Comunión: «Me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí» (Lc 1,48-49). 
 
Postcomunión: «Después de recibir los sacramentos que nos salvan, te rogamos, Señor, que, por intercesión de la Virgen María, que ha subido a los cielos, lleguemos a la gloria de la resurrección».

En la Virgen María, asunta en cuerpo y alma a los cielos, se ha consumado plenamente el misterio Pascual de Cristo. Ella nos ha precedido en el tiempo como índice de la capacidad regenerante y glorificadora de la obra de Cristo sobre la naturaleza humana.
LECTURAS
Apocalipsis 11,19.12,1-6.10: Una Mujer vestida de sol, la luna por pedestal. María, Arca Nueva y Viva de la Nueva Alianza, realizadora de la presencia del Emmanuel en medio de su pueblo y entronizada, al fin, en la bienaventuranza. Ella es el signo plenamente logrado de la obra redentora de Cristo. Comenta San Germán de Constantinopla:

«Ya que por medio de ti, oh santísima Madre de Dios, han cobrado esplendor los cielos y la tierra, ¿acaso es posible que, con tu tránsito, dejas a los hombres privados de tu asistencia? En modo alguno podemos pensarlo. Puesto que cuando habitabas en el mundo no eras ajena a las costumbres celestiales, de igual modo, después  de haber emigrado de entre nosotros, no te has distanciado en espíritu del tenor de vida de los seres humanos» (Homilía 1 sobre la Dormición, 13, 109-110).
–Con el Salmo 44 proclamamos: «De pie a tu derecha está la Reina enjoyada con oro de Ofir... Prendado está el Rey de tu belleza... Las traen entre alegría y algazara, van entrando en el palacio real»...

1 Corintios 15,20-26: Primero resucita Cristo, como primicia, después todos los cristianos. La Asunción plena de María en cuerpo y alma a los cielos, triunfo pleno de la obra de Cristo en Ella, es también un índice consumado de nuestra vocación de resucitados para Cristo y para la eternidad. Comenta Modesto de Jerusalén:
«Finalmente, tal como correspondía a la gloriosísima Madre de Aquel que es dador de vida y de inmortalidad, le fue concedida la vida eterna y la participación en la incorruptibilidad de su Hijo: Cristo, en efecto, nuestro Dios y Salvador, la resucitó de la muerte, haciéndola subir del sepulcro y la elevó junto a Sí en los cielos del modo que solo Él conoce» (Sermón sobre la Dormición 14).

Lucas 1,39-56: El Poderoso ha hecho obras grandes por mí: enaltece a los humildes. Grandes son las prerrogativas de la Virgen María, sobre todo su Maternidad divina, con todo lo que antecede y sigue a la misma. Escribe Antíoco Estratagio:
«Desde el tiempo en que nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, gracias a su bondad para con nosotros, se dignó aparecer en el mundo, naciendo de la santa e inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, nos ha concedido el don de la fortaleza necesaria para combatir al diablo, a fin de que, para quien lo desea, resulte más fácil alcanzar la virtud de la virginidad a pesar de que su práctica sea ardua y laboriosa. 
«A los que de veras aman a Dios se les otorga un feliz resultado y unos dones aún mayores, de acuerdo con su promesa. Nadie, sin embargo, puede alcanzar una virtud tan excelsa, si no tiene amor y si no posee la humildad debida, como lo atestigua Aquella que es totalmente inmaculada, la siempre alabada y gloriosísima Madre de Dios, al entonar su cántico de alabanza en el que dice: “mi alma engrandece al Señor”» (Homilía 21). 
FUENTE:MANUEL GARRIDO BONAÑO, O.S.B.     Año litúrgico patrístico: Tiempo Ordinario XXVII-XXXIV 

LA LITURGIA DE LA ASUNCION DE MARIA

 
La eucologio del Misal actual se ha enriquecido sobre todo con el prefacio que, inspirándose en LG 68, presenta una hermosa síntesis del sentido cristológico y eclesiológico.

De la celebración mariana: María cuyo cuerpo no conoció la corrupción, es Asumpta al Cielo y hecha imagen de la Iglesia, como cumplimiento del misterio de salvación, y signo de consolación y segura esperanza para el pueblo de Dios que peregrina hacia su patria definitiva.

Las lecturas:
En el Evangelio, a través del canto del Magnificat, María aparece como la sierva del Señor glorificada por su Hijo, el “siervo de Dios” (flp 2,6-11). La segunda lectura aborda el tema de la Resurrección de Cristo como fundamento de la glorificación de quienes son son suyos y, por tanto, de su Madre. En la lucha del dragón contra la mujer y su hijo, de la que habla.
la lectura  del Apocalipsis, puede vence a María y a la Iglesia: una y otra lucha contra él y termina venciéndola .

EL MAGNIFICAT. JUAN S BACH


MAGNIFICAT TOMAS LUIS DE VICTORIA

Chanticleer
Chanticleer - Magnificat
Its one one of my favorites
Tracks :
(01) [Chanticleer] Ave Maria (Chant)
(02) [Chanticleer] Ave Maria, Mater Dei (William Cornysh)
(03) [Chanticleer] Magnificat (John Taverner)
(04) [Chanticleer] Stabat Virgo Maria (Claudio Monteverdi & Aquillino Coppini)
(05) [Chanticleer] Maria, Quid Ploras (Claudio Monteverdi & Aquillino Coppini)
(06) [Chanticleer] The Angel Cried Out (Vasily Titov)
(07) [Chanticleer] Regina Cæli Lætare (Tomás Luis de Victoria)
(08) [Chanticleer] Alma Redemptoris Mater (Tomás Luis de Victoria)
(09) [Chanticleer] Ave Maris Stella (Chant)
(10) [Chanticleer] O Thou Joy Of All The Sorrowful (Vasily Titov)
(11) [Chanticleer] Ave Regina Cælorum (Giovanni Pierluigi da Palestrina)
(12) [Chanticleer] Ave Maria (Josquin Desprez)
(13) [Chanticleer] Salve Regina (Josquin Desprez)


Corale della Pastorale Giovanile Diocesana di Catania

PERGOLESI


ARCHIVOS HISTÓRICOS DE LA PROCLAMACIÓN DEL DOGMA DE LA ASUNCIÓN




Antiphona ad Introitum, Ad Missam in die, Die 15 Augusti, In Assumptione B. Mariae V. SIGNUM MAGNUM, Canto Gregoriano, Studio di Giovanni Vianini, Milano, Italia, www.cantogregoriano.it



Signum magnum appáruit in cælo: múlier amícta sole, et luna sub pédibus eius, et in cápite eius coróna stellárum duódecim.

 Apareció en el cielo un gran signo: una
mujer revestida del sol, con la luna bajo
sus pies y una corona de doce estrellas
en su cabeza.
 
Un segno grandioso apparve nel cielo:
una donna ammantata di sole,
con la luna sotto i suoi piedi
e sul capo una corona di dodici stelle.

 



 
San Juan Damasceno, el más ilustre transmisor de esta tradición, comparando la asunción de la santa Madre de Dios con sus demás dotes y privilegios, afirma, con elocuencia vehemente:

"Convenía que aquella que en el parto había conservado intacta su virginidad conservara su cuerpo también después de la muerte libre de la corruptibilidad. Convenía que aquella que había llevado al Creador como un niño en su seno tuviera después su mansión en el cielo. Convenía que la esposa que el Padre había desposado habitara en el tálamo celestial. Convenía que aquella que había visto a su hijo en la cruz y cuya alma había sido atravesada por la espada del dolor, del que se había visto libre en el momento del parto, lo contemplara sentado a la derecha del Padre. Convenía que la Madre de Dios poseyera lo mismo que su Hijo y que fuera venerada por toda criatura como Madre y esclava de Dios."

Según el punto de vista de san Germán de Constantinopla, el cuerpo de la Virgen María, la Madre de Dios, se mantuvo incorrupto y fue llevado al cielo, porque así lo pedía no sólo el hecho de su maternidad divina, sino también la peculiar santidad de su cuerpo virginal:

"Tú, según está escrito, te muestras con belleza; y tu cuerpo virginal es todo él santo, todo él casto, todo él morada de Dios, todo lo cual hace que esté exento de disolverse y convertirse en polvo, y que, sin perder su condición humana, sea transformado en cuerpo celestial e incorruptible, lleno de vida y sobremanera glorioso, incólume y participe de la vida perfecta."
 
Si ahora contemplamos a la humilde Virgen de Nazaret en la aureola de sus prerrogativas y de sus virtudes, la veremos brillar ante nuestra mirada como la Nueva Eva39, la excelsa hija de Sión, el vértice del Antiguo Testamento y la aurora del Nuevo, en la que se ha realizado la plenitud de los tiempos , preordenada por Dios Padre para el envío de su Hijo Unigénito al mundo. Ciertamente que la Virgen María, más que todos los patriarcas y profetas, más que el justo y piadoso Simeón, ha esperado e implorado la consolación de Israel... el Mesías del Señor y luego con el cántico del Magnificat ha saludado su llegada, cuando Él descendió al castísimo seno de Ella, para en él tomar nuestra carne. Por ello, la Iglesia tiene en María el ejemplo del modo más digno de recibir en nuestros espíritus el Verbo de Dios, conforme a la luminosa sentencia de San Agustín: María fue, por lo tanto, más feliz al recibir la fe en Cristo que al concebir la carne de Cristo. De suerte que la consanguinidad materna de nada le habría servido a María, si Ella no se hubiera sentido más afortunada por acoger a Cristo en el corazón que en el seno42. Y también en Ella es donde los cristianos pueden admirar el ejemplo de cómo cumplir, con humildad a la vez que con magnanimidad, la misión que Dios confía a cada uno en este mundo, en orden a la propia salvación eterna y a la del prójimo. 
«SIGNUM MAGNUM»EXHORTACIÓN APOSTÓLICA PABLO VI

 

Madre, así como pasaste con el Señor por la vida,354
con el viviste,
amaste y sufriste,
ahora, una vez terminado
el curso de la existencia,
te asume El con cuerpo y alma al cielo.
De corazón participi,
Madre, en tu dicha y la suya,
e imploro un destino semejante para el mundo.
(Hacia el padre Padre Jose Kentenich)
 
María como Madre no quiere condecoraciones ni honras, sino prestar servicios. Y Jesús no va a desoír sus súplicas, Él, que mandó obedecer padre y madre. Su primer inmenso servicio fue el "Hágase"... y el "He aquí la Esclava del Señor" (Lc 1,38). Todos los teólogos de acuerdo en admitir que no habríamos tenido Encarnación si María se hubiese resistido (¡cuántas encarnaciones de Dios en el alma de sus fieles fallan por nuestra culpa!). Dios hizo depender su obra del "Sí" de María. Sin hacer bulla prestó y sigue prestando servicios: esto llena el alma de una santa alegría y hace que los hijos que adoran al Hijo, no puedan separarlo de la Madre. Varonil, fuerte y tierna, esta devoción afirmémosla. ¡Será la defensa de nuestros mejores valores!

San Alberto Hurtado Cruchaga
134. El Magnificat es la fotografía del corazón
y del alma de la Virgen de Nazaret. Es el espejo
fiel del sentir de Santa María Virgen.

315. María, vista desde Dios, es la elegida, la
preservada de todo pecado (Inmaculada), la
llena de dones de Dios, la Madre de Dios, la
Asunta en carne al cielo, la constituida Reina
del cielo y de la tierra

324. La resurrección de Santa María y su
Asunción al cielo es la consagración total a
Dios de su cuerpo y de su alma, hecha por el
Espíritu Santo en la unión-comunión con Dios,
sentada como Reina a la derecha de su Hijo.

329. Asunta en cuerpo y alma, para sentarse
como reina a la derecha de su Hijo, el Rey.

Frases Marianas del P. Rodrigo Molina, L.D.


 
"Mi alma engrandece al Señor... / porque ha hecho en mí maravillas el Poderoso, / cuyo nombre es santo" (Lc 46, 49).
Si estas palabras tuvieron su motivo, pleno y superabundante, sobre la boca de María cuando Ella, Inmaculada, se convirtió en Madre del Verbo Eterno, hoy alcanzan la cumbre definitiva. María que, gracias a su fe (realzada por Isabel) entró en aquel momento, todavía bajo el velo del misterio, en el tabernáculo de la Santísima Trinidad, hoy entra en la Morada eterna, en plena intimidad con el Padre, con el Hijo y con el Espíritu Santo, en la visión beatífica, "cara a cara". Y esa visión, como inagotable fuente del amor perfecto, colma todo su ser con la plenitud de la gloria y de la felicidad. Así, pues, la Asunción es, al mismo tiempo, el "coronamiento" de toda la vida de María, de su vocación única, entre todos los miembros de la humanidad, para ser la Madre de Dios. Es el "coronamiento" de la fe que Ella, "llena de gracia", demostró durante la Anunciación y que Isabel, su pariente, subrayó y exaltó durante la Visitación.
La Asunción de María es un especial don del Resucitado a su Madre. Si, en efecto, "los que son de Cristo", recibirán la vida "cuando El venga", he aquí que es justo y comprensible que esa participación en la victoria sobre la muerte sea experimentada en primer lugar por Ella, la Madre; Ella, que es "de Cristo", de modo más pleno, ya que, efectivamente, El pertenece a Ella, como el hijo a la madre. Y Ella pertenece a El; es, en modo especial, "de Cristo", porque fue amada y redimida de forma totalmente singular. La que, en su propia concepción humana, fue Inmaculada —es decir, libre de pecado, cuya consecuencia es la muerte—, por el mismo hecho, ¿no debía ser libre de la muerte, que es consecuencia del pecado? Esa "venida" de Cristo, de que habla el Apóstol en la segunda lectura de hoy, ¿no "debía" acaso cumplirse, en este único caso de modo excepcional, por decirlo así, "inmediatamente", es decir, en el momento de la conclusión de la vida terrestre? ¿Para Ella, repito, en la cual se había cumplido su primera "venida" en Nazaret y en la noche de Belén? De ahí que ese final de la vida que para todos los hombres es la muerte, en el caso de María la Tradición lo llama más bien dormición.
 Benedicto XVI Solemnidad de la Asunción Viernes 15 de agosto de 1980

Hoy la Iglesia canta el amor inmenso de Dios por esta criatura suya: la eligió como verdadera «arca de la alianza», como Aquella que sigue engendrando y dando a Cristo Salvador a la humanidad, como Aquella que en el cielo comparte la plenitud de la gloria y goza de la felicidad misma de Dios y, al mismo tiempo, también nos invita a nosotros a ser, a nuestro modo modesto, «arca» en la que está presente la Palabra de Dios, que es transformada y vivificada por su presencia, lugar de la presencia de Dios, para que los hombres puedan encontrar en los demás la cercanía de Dios y así vivir en comunión con Dios y conocer la realidad del cielo.
El Evangelio de san Lucas que acabamos de escuchar (cf. Lc 1, 39-56) nos muestra esta arca viviente, que es María, en movimiento: tras dejar su casa de Nazaret, María se pone en camino hacia la montaña para llegar de prisa a una ciudad de Judá y dirigirse a la casa de Zacarías e Isabel. Me parece importante subrayar la expresión «de prisa»: las cosas de Dios merecen prisa; más aún, las únicas cosas del mundo que merecen prisa son precisamente las de Dios, que tienen la verdadera urgencia para nuestra vida. Entonces María entra en esta casa de Zacarías e Isabel, pero no entra sola. Entra llevando en su seno al Hijo, que es Dios mismo hecho hombre. Ciertamente, en aquella casa la esperaban a ella y su ayuda, pero el evangelista nos guía a comprender que esta espera remite a otra, más profunda. Zacarías, Isabel y el pequeño Juan Bautista son, de hecho, el símbolo de todos los justos de Israel, cuyo corazón, lleno de esperanza, aguarda la venida del Mesías salvador. Y es el Espíritu Santo quien abre los ojos de Isabel para que reconozca en María la verdadera arca de la alianza, la Madre de Dios, que va a visitarla. Así, la pariente anciana la acoge diciéndole «a voz en grito»: «¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?» (Lc 1, 42-43). Y es el Espíritu Santo quien, ante Aquella que lleva al Dios hecho hombre, abre el corazón de Juan Bautista en el seno de Isabel. Isabel exclama: «En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre» (v. 44). Aquí el evangelista san Lucas usa el término «skirtan», es decir, «saltar», el mismo término que encontramos en una de las antiguas traducciones griegas del Antiguo Testamento para describir la danza del rey David ante el arca santa que había vuelto finalmente a la patria (cf. 2 S 6, 16). Juan Bautista en el seno de su madre danza ante el arca de la Alianza, como David; y así reconoce: María es la nueva arca de la alianza, ante la cual el corazón exulta de alegría, la Madre de Dios presente en el mundo, que no guarda para sí esta divina presencia, sino que la ofrece compartiendo la gracia de Dios. Y así —como dice la oración— María es realmente «causa nostrae laetitiae», el «arca» en la que verdaderamente el Salvador está presente entre nosotros.
Benedicto XVI Solemnidad de la Asunción 15 de agosto 2011




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