¿Y yo? Ante mí la eternidad. Yo, un disparo en la eternidad. Después de mí,
la eternidad. Mi existir un suspiro entre dos eternidades. Bondad infinita de
Dios conmigo. Él pensó en mí hace más de cientos de miles de años. Comenzó, si
pudiera, a pensar en mí, y ha continuado pensando, sin poderme apartar de su
mente, como si yo no más existiera. Si un amigo me dijera: los once años que
estuviste ausente, cada día pensé en ti, ¡cómo agradeceríamos tal fidelidad! ¡Y
Dios, toda una eternidad!
¡Mi vida, pues, un disparo a la eternidad! No apegarme aquí, sino a través
de todo mirar a la vida venidera. Que todas las creaturas sean transparentes y
me dejen siempre ver a Dios y la eternidad. A la hora que se hagan opacas me
vuelvo terreno y estoy perdido.
Después de mí la eternidad. Allá voy y muy pronto. Cuando uno piensa que tan
pronto terminará lo presente uno saca la conclusión: ser ciudadanos del cielo,
no del suelo.
San Alberto Hurtado S.J.
Nace en Viña del Mar (Chile), en el año
1901.
Muere En plena actividad, en el año 1952, a los 51 años.
Fue
canonizado por el papa Benedicto XVI el 23 de octubre del año 2005.
Antífona de entrada Mt 25, 34. 36. 40
Vengan
benditos de mi Padre –dice
el
Señor– porque estuve enfermo y me
visitaron.
En verdad les digo que cuanto
hicieron
con el más pequeño de mis
hermanos, conmigo lo hicieron.
ORACIÓN
COLECTA
Dios
y Padre nuestro, que en san
Alberto,
presbítero, nos diste un signo
admirable
de tu amor, por su intercesión,
concédenos
perseverar unidos
en el Evangelio, acompañando con el
amor
de Cristo a nuestro hermanos,
especialmente
los abandonados y
los
pobres, y promover así el reino de
justicia,
de amor y de paz. Por nuestro
Señor
Jesucristo tu Hijo, que vive y
reina
contigo en la unidad del Espíritu
Santo,
y es Dios, por los siglos de los
siglos.
LECTURA Sant 2, 14-16
Lectura
de la carta de Santiago.
¿De
qué le sirve a uno, hermanos míos,
decir
que tiene fe, si no tiene obras?
¿Acaso
esa fe puede salvarlo? ¿De qué
sirve
si uno de ustedes, al ver a un hermano o
una hermana desnudos o sin el
alimento
necesario, les dice: «Vayan en
paz,
caliéntense y coman», y no les da lo
que
necesitan para su cuerpo? Lo mismo
pasa
con la fe: si no va acompañada de
las
obras, está completamente muerta.
Sin
embargo, alguien puede objetar: «Uno
tiene
la fe y otro, las obras». A ese habría
que
responderle: «Muéstrame, si puedes,
tu
fe sin las obras. Yo, en cambio, por
medio
de las obras, te demostraré mi fe».
Palabra de Dios.
Salmo
Sal 111, 1-6
R.
Donde hay amor y caridad, allí está
Dios.
Dichoso
el hombre que teme al Señor y
se complace en sus mandamientos. Su
descendencia
será fuerte en la tierra: La
posteridad
del justo será bendita.
R.
En
su casa habrá abundancia y riqueza,
su
generosidad permanecerá para siempre.
Para
los buenos brilla la luz en las
tinieblas:
Es el Bondadoso, el Compasivo
y
el Justo.
R.
Dichoso
el que se compadece y da y administra sus
cosas con rectitud. El justo no vacilará
jamás, su recuerdo permanecerá para
siempre.
R.
El
da abundantemente a los pobres: su
generosidad
permanecerá para siempre,
y
alzará su frente con dignidad. Feliz el
hombre que teme al Señor. R.
EVANGELIO
Lc 10, 25-37
Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo
según
san Lucas.
Un
doctor de la Ley
se levantó y le preguntó para
ponerlo a prueba: «Maestro,
¿qué
tengo que hacer para heredar la
Vida
eterna?». Jesús le preguntó a su
vez:
«¿Qué está escrito en la Ley?
¿Qué
lees
en ella?». Él le respondió: «Amarás
al
Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con
toda
tu alma, con todas tus fuerzas y con
todo
tu espíritu, y a tu prójimo como a ti
mismo».
«Has respondido exactamente,
–le
dijo Jesús–; obra así y alcanzarás la
vida».
Pero el doctor de la Ley,
para justificar su
intervención, le hizo esta pregunta: «¿Y
quién es mi prójimo?». Jesús volvió a
tomar la palabra y le respondió: «Un hombre
bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó
en manos de unos bandidos, que lo despojaron
de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo
medio muerto. Casualmente bajaba
por el mismo camino un sacerdote: lo
vio y siguió de largo. También pasó por allí
un levita: lo vio y siguió su camino.
Pero un samaritano que viajaba por allí,
al
pasar junto a él, lo vio y se conmovió.
Entonces
se acercó y vendó sus heridas,
cubriéndolas
con aceite y vino; después lo
puso
sobre su propia montura, lo condujo
a
un albergue y se encargó de cuidarlo.
Al
día siguiente, sacó dos denarios y se
los
dio al dueño del albergue, diciéndole:
“Cuídalo,
y lo que gastes de más, te lo
pagaré
al volver”. ¿Cuál de los tres te
parece
que se portó como prójimo del
hombre
asaltado por los ladrones?». «El
que
tuvo compasión de él», le respondió
el
doctor. Y Jesús le dijo: «Ve, y procede
tú de la misma manera».
Palabra del Señor.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe,
Señor, los dones de tu pueblo
y
concédenos que, al recordar
las
maravillas que el amor de tu Hijo
realizó
con nosotros, nos reafirmemos,
a
ejemplo de san Alberto en el amor a
ti
y al prójimo. Por Jesucristo nuestro
Señor.
ORACIÓN
DESPUÉS DE COMUNIÓN
Alimentados
con estos sagrados misterios,
te
pedimos, Señor, nos ayudes a
seguir
los ejemplos de san Alberto que
te
rindió culto con devoción constante,
y
se entregó a tu pueblo en un continuo
servicio
de amor. Por Jesucristo
nuestro Señor.
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