miércoles, 15 de agosto de 2012

San Alberto Hurtado Cruchaga, p. (MO). Blanco. . Sabado 18 de agosto 2012




¿Y yo? Ante mí la eternidad. Yo, un disparo en la eternidad. Después de mí, la eternidad. Mi existir un suspiro entre dos eternidades. Bondad infinita de Dios conmigo. Él pensó en mí hace más de cientos de miles de años. Comenzó, si pudiera, a pensar en mí, y ha continuado pensando, sin poderme apartar de su mente, como si yo no más existiera. Si un amigo me dijera: los once años que estuviste ausente, cada día pensé en ti, ¡cómo agradeceríamos tal fidelidad! ¡Y Dios, toda una eternidad!

¡Mi vida, pues, un disparo a la eternidad! No apegarme aquí, sino a través de todo mirar a la vida venidera. Que todas las creaturas sean transparentes y me dejen siempre ver a Dios y la eternidad. A la hora que se hagan opacas me vuelvo terreno y estoy perdido.

Después de mí la eternidad. Allá voy y muy pronto. Cuando uno piensa que tan pronto terminará lo presente uno saca la conclusión: ser ciudadanos del cielo, no del suelo.
San Alberto Hurtado S.J.

 
Nace en Viña del Mar (Chile), en el año 1901.
Muere En plena actividad, en el año 1952, a los 51 años.
Fue canonizado por el papa Benedicto XVI el 23 de octubre del año 2005.



Antífona de entrada Mt 25, 34. 36. 40


 Vengan benditos de mi Padre –dice
el Señor– porque estuve enfermo y me
visitaron. En verdad les digo que cuanto
hicieron con el más pequeño de mis
hermanos, conmigo lo hicieron.

ORACIÓN COLECTA


Dios y Padre nuestro, que en san
Alberto, presbítero, nos diste un signo
admirable de tu amor, por su intercesión,
concédenos perseverar unidos
en el Evangelio, acompañando con el
amor de Cristo a nuestro hermanos,
especialmente los abandonados y
los pobres, y promover así el reino de
justicia, de amor y de paz. Por nuestro
Señor Jesucristo tu Hijo, que vive y
reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo, y es Dios, por los siglos de los
siglos.

LECTURA Sant 2, 14-16
Lectura de la carta de Santiago.

¿De qué le sirve a uno, hermanos míos,
decir que tiene fe, si no tiene obras?
¿Acaso esa fe puede salvarlo? ¿De qué
sirve si uno de ustedes, al ver a un hermano o una hermana desnudos o sin el
alimento necesario, les dice: «Vayan en
paz, caliéntense y coman», y no les da lo
que necesitan para su cuerpo? Lo mismo
pasa con la fe: si no va acompañada de
las obras, está completamente muerta.
Sin embargo, alguien puede objetar: «Uno
tiene la fe y otro, las obras». A ese habría
que responderle: «Muéstrame, si puedes,
tu fe sin las obras. Yo, en cambio, por
medio de las obras, te demostraré mi fe».
Palabra de Dios.

Salmo Sal 111, 1-6
R. Donde hay amor y caridad, allí está
Dios.
Dichoso el hombre que teme al Señor y
se complace en sus mandamientos. Su
descendencia será fuerte en la tierra: La
posteridad del justo será bendita.
R.

En su casa habrá abundancia y riqueza,
su generosidad permanecerá para siempre.
Para los buenos brilla la luz en las
tinieblas: Es el Bondadoso, el Compasivo
y el Justo.  
R.

Dichoso el que se compadece y da y administra sus cosas con rectitud. El justo no vacilará jamás, su recuerdo permanecerá para siempre.
R.

El da abundantemente a los pobres: su
generosidad permanecerá para siempre,
y alzará su frente con dignidad. Feliz el
hombre que teme al Señor. R.

EVANGELIO Lc 10, 25-37
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas.

Un doctor de la Ley se levantó y le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro,
¿qué tengo que hacer para heredar la
Vida eterna?». Jesús le preguntó a su
vez: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué
lees en ella?». Él le respondió: «Amarás
al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con
toda tu alma, con todas tus fuerzas y con
todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti
mismo». «Has respondido exactamente,
–le dijo Jesús–; obra así y alcanzarás la
vida». Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: «¿Y quién es mi prójimo?». Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos bandidos, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino.
Pero un samaritano que viajaba por allí,
al pasar junto a él, lo vio y se conmovió.
Entonces se acercó y vendó sus heridas,
cubriéndolas con aceite y vino; después lo
puso sobre su propia montura, lo condujo
a un albergue y se encargó de cuidarlo.
Al día siguiente, sacó dos denarios y se
los dio al dueño del albergue, diciéndole:
“Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo
pagaré al volver”. ¿Cuál de los tres te
parece que se portó como prójimo del
hombre asaltado por los ladrones?». «El
que tuvo compasión de él», le respondió
el doctor. Y Jesús le dijo: «Ve, y procede
tú de la misma manera».
Palabra del Señor.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe, Señor, los dones de tu pueblo
y concédenos que, al recordar
las maravillas que el amor de tu Hijo
realizó con nosotros, nos reafirmemos,
a ejemplo de san Alberto en el amor a
ti y al prójimo. Por Jesucristo nuestro
Señor.

ORACIÓN DESPUÉS DE COMUNIÓN

Alimentados con estos sagrados misterios,
te pedimos, Señor, nos ayudes a
seguir los ejemplos de san Alberto que
te rindió culto con devoción constante,
y se entregó a tu pueblo en un continuo
servicio de amor. Por Jesucristo
nuestro Señor.







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