martes, 11 de diciembre de 2012

Santuario Cenáculo de Bellavista. Solemnidad de la Inmaculada Concepción 08 de diciembre 2012


A, ti Madre, te escogió el Señor 224
como Colaboradora
para la salvación del mundo;
fiel y nupcialmente
lo secundas en todo momento
como Diaconisa;
con tu virginal reciedumbre
eres quien aniquila a la serpiente.
(Hacia el padre.P.José Kentenich)


¡Queridos hermanos y hermanas!

A todos ustedes, ¡buena fiesta de María Inmaculada! En este Año de la fe quisiera subrayar que María es la Inmaculada por un don gratuito de la gracia de Dios, pero que en Ella ha encontrado perfecta disponibilidad y colaboración. En este sentido ella es “bienaventurada” porque «ha creído» (Lc 1,45), porque ha tenido una fe firme en Dios. María representa aquel «resto de Israel», aquella raíz santa que los profetas han anunciado. En ella encuentran acogida las promesas de la antigua Alianza. En María la palabra de Dios encuentra escucha, recepción, respuesta, encuentra aquel «si» que le permite encarnarse y venir a habitar entre nosotros. En María la humanidad, la historia se abren realmente a Dios, acogen su gracia, están dispuestas a hacer su voluntad. María es expresión genuina de la Gracia. Ella representa el nuevo Israel, que las Escrituras del Antiguo Testamento describen con el símbolo de la esposa. Y san Pablo retoma este lenguaje en la carta a los Efesios allí donde habla del matrimonio y dice que «Cristo ha amado a la Iglesia y se ha dado a si mismo por ella, para hacerla santa, purificándola con el lavado del agua mediante la palabra, y para presentar a si mismo la Iglesia toda gloriosa, sin mancha ni arruga o algo de similar, sino santa e inmaculada» (5,25-27). Los Padres de la Iglesia han desarrollado esta imagen y así la doctrina de la Inmaculada ha nacido primero en referencia a la Iglesia virgen-madre, y sucesivamente a María. Así escribe poéticamente Efrén el Sirio: «Como los mismos cuerpos han pecado y mueren, y la tierra, su madre, es maldita (cfr Gen 3,17-19), así a causa de este cuerpo que es la Iglesia incorruptible, su tierra está bendecida desde el principio. Esta tierra es el cuerpo de María, templo en el cual ha sido depositada una semilla» (Diatessaron 4, 15: SC 121, 102).

La luz que emana de la figura de María también nos ayuda a comprender el verdadero sentido del pecado original. En María, de hecho, está plenamente viva y operante aquella relación con Dios que el pecado rompe. En ella no hay alguna oposición entre Dios y su ser: hay plena comunión, pleno entendimiento. Hay un «si» recíproco, de Dios a ella y de ella a Dios. María está libre del pecado porque es toda de Dios, totalmente apropiada por Él. Está llena de su Gracia, de su Amor.

En conclusión, la doctrina de la Inmaculada Concepción de María expresa la certeza de fe que las promesas de Dios se han realizado: que su alianza no falla, que ha producido una raíz santa, de la cual ha germinado el Fruto bendito de todo el universo, Jesús, el Salvador. La Inmaculada demuestra que la Gracia es capaz de suscitar una respuesta, que la fidelidad de Dios sabe generar una fe verdadera y buena. 
Angelus Domini, Benedicto XVI, en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción)



















ANTÍFONA DE ENTRADA      Cfr. Is 61, 10

Desbordo de alegría en el Señor, mi alma se regocija en mi Dios. Porque él me vistió con las vestiduras de la salvación y me envolvió con el manto de la justicia, como una esposa que se adorna con sus joyas.

Gaudens gaudébo in Dómino, et exsultábit ánima mea in Deo meo; quia índuit me vestiméntis salútis, et induménto iustítiæ circúmdedit me, quasi sponsam ornátam monílibus suis.

Antifona d'Ingresso 
Esulto e gioisco nel Signore,l'anima mia si allieta nel mio Dio,perché mi ha rivestito delle vesti di salvezza,mi ha avvolto con il manto della giustizia, come una sposa adornata di gioielli.


GLORIACoral Catalunya.









EVANGELIO                      Lc 1, 26-38
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
El Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María. El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: « ¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo».
Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo. Pero el Ángel le dijo: «No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de
Jacob para siempre y su reino no tendrá fin».  María dijo al Ángel: « ¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?». El Ángel le respondió: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios». María dijo entonces: «Yo soy la servidora del Señor, que se haga en mí según tu Palabra». Y el Ángel se alejó.
Palabra del Señor.


















PREFACIO
EL MISTERIO DE MARÍA Y DE LA IGLESIA
S. El Señor esté con ustedes.
A. Y con tu espíritu.

S. Levantemos el corazón.
A. Lo tenemos levantado hacia el Señor.

S. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
A. Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Tú preservaste a la Virgen María de toda mancha del pecado original y la enriqueciste con la plenitud de tu gracia, preparándola para que fuera la Madre  digna de tu Hijo y comienzo e imagen de la Iglesia, esposa de Cristo, llena de juventud y de limpia hermosura.
Purísima debía ser la Virgen que nos diera a tu Hijo, el Cordero inocente que quita el pecado del mundo. Purísima la que, para todos los hombres, es ahora
abogada de gracia y modelo de santidad.
Por eso, unidos a los coros de los ángeles, cantamos un himno a tu gloria, diciendo sin cesar:
Santo, Santo, Santo…











































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