viernes, 6 de abril de 2012

CELEBRACION DE LA PASION DEL SEÑOR VIERNES 06 DE ABRIL 2012



VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR
1. El día de hoy y el de mañana, por una antiquísima tradición, la Iglesia omite por completo la celebración del sacrificio eucarístico.

2. El altar debe estar desnudo por completo: sin cruz, sin candelabros y sin manteles.

3. Después del mediodía, alrededor de las tres de la tarde, a no ser que por razón pastoral se elija una hora más avanzada, se celebra la Pasión del Señor, que consta de tres partes: Liturgia de la Palabra, Adoración de la Cruz y Sagrada Comunión.
En este día la sagrada comunión se distribuye a los fieles únicamente dentro de la celebración de la Pasión del Señor; pero a los enfermos que no puedan tomar parte en esta celebración, se les puede llevar a cualquier hora del día.

4. El sacerdote y el diácono, revestidos de color rojo como para la misa, se dirigen al altar, y hecha la debida reverencia, se postran rostro en tierra o, si se juzga mejor, se arrodillan, y todos oran en silencio durante algún espacio de tiempo.



 5. Después el sacerdote, con los ministros, se dirige a la sede, donde, vuelto hacia el pueblo, con las manos juntas, dice una de las siguientes oraciones:
ORACION
No se dice "Oremos".
Padre nuestro misericordioso, santifica y protege siempre a esta familia tuya, por cuya salvación derramó su Sangre y resucitó glorioso Jesucristo, tu Hijo.
El cual vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.
O bien:
Tú que con la Pasión de Cristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, nos libraste de la muerte, que heredamos todos a consecuencia del primer pecado, concédenos, Señor, a cuantos por nacimiento somos pecadores, asemejarnos plenamente, por tu gracia, a Jesucristo, que vive y reina contigo por los siglos de los siglos.
R. Amén.


Primera parte
LITURGIA DE LA PALABRA
6. Luego todos se sientan y se hace la primera lectura, tomada del profeta Isaías (52, 13-53, 12), con su salmo.

7 A continuación se hace la segunda lectura, tomada de la carta a los Hebreos (4, 14-16; 5, 7-9), con el canto antes del Evangelio.

8. Finalmente se lee la Pasión del Señor según san Juan, del mismo modo que el domingo precedente. (18, 1-19, 42)

9. Después de la lectura de la Pasión, se tiene, si parece oportuno, una breve homilía, después de la cual el sacerdote puede exhortar a los fieles a orar durante un breve espacio de tiempo.

VIERNES SANTO
PRIMERA LECTURA
Lectura del Profeta Isaías 52, 13-53, 12.

Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho.
Como muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano; así asombrará a muchos pueblos: ante El los reyes cerrarán la boca, al  ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito.
¿Quién creyó nuestro anuncio?
¿A quién se reveló el brazo del Señor?
Creció en su presencia como un brote, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza.
Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado por los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros; despreciado y desestimado.
El soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado, traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes.
Nuestro castigo saludable vino sobre él, sus cicatrices nos curaron.
Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino, y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes.
Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como un cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca.
Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron. ¿Quién meditó en su destino?
Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados de mi pueblo lo hirieron.
Le dieron sepultura con los malhechores; porque murió con los malvados, aunque no había cometido crímenes, ni hubo engaño en su boca.
El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento.
Cuando entregue su vida como expiación, verá su descendencia, prolongará sus años; lo que el Señor quiere prosperará por sus manos.
—A causa de los trabajos de su alma, verá y se hartará; con lo aprendido, mi Siervo justificará a muchos, cargando con los crímenes de ellos.
Por eso le daré una parte entre los grandes, con los poderosos tendrá parte en los despojos; porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, y él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.

Salmo responsorial Sal 30, 2 y 6. 12-13.
15-16. 17 y 25

V/. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.
R/. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.

V/. A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado; tú que eres justo, ponme a salvo. A tus manos encomiendo mi espíritu: tú, el Dios leal, me librarás.
R/. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.

V/. Soy la burla de todos mis enemigos, la irrisión de mis vecinos, el espanto de mis conocidos; me ven por la calle y escapan de mí. Me han olvidado como a un muerto, me han desechado como a un cacharro inútil.
R/. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.

V/. Pero yo confío en ti, Señor, te digo: «Tú eres mi Dios.» En tu mano están mis azares; líbrame de los enemigos que me persiguen.
R/. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.

V/. Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, sálvame por tu misericordia. Sed fuertes y valientes de corazón, los que esperáis en el Señor.
R/. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.

SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta a los Hebreos 4, 14-16;5, 7-9
Hermanos:
Tenemos un Sumo Sacerdote que penetró los cielos Jesús, el Hijo de Dios.
Mantengamos firmes la fe que profesamos.
Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras  flaquezas, sino probado en todo, igual que nosotros, excepto en el pecado.
Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar gracia para ser socorridos en el tiempo oportuno.
Pues Cristo, habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruego y súplicas, con poderoso clamor y lágrimas, al que podía salvarle de la muerte, fue escuchado por su actitud reverente y, aún siendo Hijo, con lo que padeció, experimentó la obediencia; y llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen.

Versículo antes del Evangelio Flp 2, 8-9
Si no se canta, puede omitirse. Ins. núm. 39.
Cristo, por nosotros, se sometió incluso a la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo, y le concedió el «Nombresobretodonombre
 Lectura de la Pasión
 C. Pasión de nuestro Señor Jesucristo según San Juan 18, 1-19,42.


En aquel tiempo Jesús salió con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre ÉL, se adelantó y les dijo:

— ¿A quién buscáis?
C. Le contestaron:
S. —A Jesús el Nazareno.
C. Les dijo Jesús:
—Yo soy.
C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles <<Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra.
Les preguntó otra vez:
— ¿A quién buscáis?
C. Ellos dijeron:
S. —A Jesús el Nazareno.
C. Jesús contestó:
—Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos.
C. Y así se cumplió lo que había dicho: <<No he perdido a ninguno de los que me diste.»
Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:
—Mete la espada en la vaina. Él cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?
C. La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, Sumo Sacerdote aquel año, el que había dado a los judíos este consejo: <<Conviene que muera un solo hombre
por el pueblo.»
Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Ese discípulo era conocido del Sumo Sacerdote y entró con Jesús en el palacio del Sumo Sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del Sumo Sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La portera dijo entonces a Pedro:
S. — ¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre ?
C. El dijo:
S. —No lo soy.
C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose.
El Sumo Sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina.
Jesús le contestó:
—Yo he hablado abiertamente al mundo: yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo.
C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:
S. — ¿Así contestas al Sumo Sacerdote?
C. Jesús respondió:
—Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?
C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, Sumo Sacerdote.
Simón Pedro estaba de pie, calentándose, y le dijeron:
S. — ¿No eres tú también de sus discípulos?
C. El lo negó diciendo:
S. —No lo soy.
C. Uno de los criados del Sumo Sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:
S. — ¿No te he visto yo con él en el huerto?
C. Pedro volvió a negar, y en seguida cantó un gallo.
Llevaron a Jesús de casa de Caifás al Pretorio. Era el amanecer y ellos no entraron en el Pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua.
Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos y dijo:
S. — ¿Qué acusación presentáis contra este
Hombre?
C. Le contestaron:
S. —Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos.
C. Pilato les dijo:
S. —Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley.
C. Los judíos le dijeron:
S. —No estamos autorizados para dar muerte a nadie.
C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir.
Entró otra vez Pilato en el Pretorio, llamó a Jesús y le dijo:
S. —¿Eres tú el rey de los judíos?
C. Jesús le contestó:
—¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?
C. Pilato replicó:
S. — ¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?
C. Jesús le contestó:
—Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.
C. Pilato le dijo:
S. —Conque, ¿tú eres rey?
C. Jesús le contestó:
—Tú lo dices: Soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.
C. Pilato le dijo:
S. —Y, ¿qué es la verdad?
C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo:
S. —Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?
C. Volvieron a gritar:
S. —A ése no, a Barrabás.
C. (El tal Barrabás era un bandido.)
Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían:
S. — ¡Salve, rey de los judíos!
C. Y le daban bofetadas.
Pilato salió otra vez afuera y les dijo:
S. —Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa.
C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo:
S. —Aquí lo tenéis.
C. Cuando lo vieron los sacerdotes y los guardias gritaron:
S. — ¡Crucifícalo, crucifícalo!
C. Pilato les dijo:
S. —Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él.
C. Los judíos le contestaron:
S. —Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios.
C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez en el Pretorio, dijo a Jesús:
S. — ¿De dónde eres tú ?
C. Pero Jesús no le dio respuesta.
Y Pilato le dijo:
S. — ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?
C. Jesús le contestó:
—No tendrías ninguna autoridad sobre mí si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor.
C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:
S. —Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey está contra el César.
C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman «El Enlosado» (en hebreo Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía.
Y dijo Pilato a los judíos:
S. —Aquí tenéis a vuestro Rey.
C. Ellos gritaron:
S. —¡Fuera, fuera; crucifícalo!
C. Pilato les dijo:
S. —¿A vuestro rey voy a crucificar?
C. Contestaron los Sumos Sacerdotes:
S. —No tenemos más rey que al César.
C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.
Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado <<de la Calavera>> (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: JESÚS EL NAZARENO, EL REY DE LOS JUDÍOS.
Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús y estaba escrito en hebreo, latín y griego.
Entonces los sumos sacerdotes de los judíos le dijeron a Pilato:
S. —No escribas «El rey de los judíos>>, sino <<Este ha dicho: Soy rey de los judíos».
C. Pilato les contestó:
S. —Lo escrito, escrito está.
C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo.
Y se dijeron:
S. —No la rasguemos, sino echemos a suertes a ver a quién le toca.
C. Así se cumplió la Escritura: <<Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica.»
Esto hicieron los soldados.
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre María la de Cleofás, y María la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: —Mujer, ahí tienes a tu hijo.
C. Luego dijo al discípulo:
—Ahí tienes a tu madre.
C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo:
—Tengo sed.
C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre dijo:
—Está cumplido.
C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
Todos se arrodillan, y se hace una pausa.
Los judíos entonces, como era el día de la
Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados con la lanza le traspasó el costado y al punto salió sangre y agua. Él que lo vio da testimonio y su testimonio es verdadero
y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: <<No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que atravesaron.»
Después de esto, José de Arimatea, que era
discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. El fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe.
Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.


















Oración universal
10. La Liturgia de la Palabra se termina con la Oración Universal, que se hace de esta manera: el diácono, junto al ambón, dice el invitatorio, en el cual se expresa la intención.
Enseguida oran todos en silencio durante un breve espacio de tiempo y luego el sacerdote, de pie junto a la sede o ante el altar, dice la oración con las manos extendidas. Los fieles pueden permanecer arrodillados o de pie durante todo el tiempo de las oraciones.
11. Las Conferencias Episcopales pueden aprobar algunas aclamaciones del pueblo antes de cada oración del sacerdote o disponer que se conserve la invitación tradicional del diácono:
Arrodillémonos, Levantémonos y la costumbre de que los fieles se arrodillen en silencio durante la oración.

12. Cuando hay una grave necesidad pública, el Ordinario del lugar puede permitir o prescribir que se añada alguna intención especial.
13. De las oraciones que se presentan en el Misal, el sacerdote puede escoger las que sean más apropiadas para las circunstancias del lugar, cuidando, sin embargo, de que se conserve la serie de intenciones establecidas para la Oración Universal. (Instrucción General del Misal
Romano, n. 46).

I. Por la santa Iglesia
Oremos, hermanos, por la santa Iglesia de Dios, para que el Señor le conceda la paz y la unidad, la proteja en todo el mundo y nos conceda una vida serena, para alabar a Dios Padre todopoderoso.
Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote:
Dios todopoderoso y eterno, que en Cristo revelaste tu gloria a todas las naciones, conserva la obra de tu amor, para que tu Iglesia, extendida por todo el mundo, persevere con fe inquebrantable en la confesión de tu nombre.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

II. Por el Papa
Oremos también por nuestro santo padre el Papa N., para que Dios nuestro Señor, que lo eligió entre los obispos, lo asista y proteja para bien de su Iglesia, como guía y pastor del pueblo santo de Dios.
Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote:
Dios todopoderoso y eterno, cuya providencia gobierna todas las cosas, atiende a nuestras súplicas y protege con tu amor al Papa que nos has elegido, para que el pueblo cristiano, confiado por ti a su guía pastoral, progrese siempre en la fe.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

III. Por el pueblo de Dios y sus ministros.
Sobre la forma de mencionar al obispo, cfr. Instr. Gen. n. 109
Oremos también por nuestro obispo N., por todos los obispos, presbíteros, diáconos, por todos los que ejercen algún ministerio en la Iglesia y por todo el pueblo de Dios.
Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote:
Dios todopoderoso y eterno, que con tu Espíritu santificas y gobiernas a toda tu Iglesia, escucha nuestras súplicas y concédenos tu gracia, para que todos, según nuestra vocación, podamos servirte con fidelidad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

IV. Por los catecúmenos.
Oremos también por los (nuestros) catecúmenos, para que Dios nuestro Señor los ilumine interiormente y les comunique su amor; y para que, mediante el bautismo, se les perdonen todos sus pecados y queden incorporados a Cristo nuestro Señor.
Se ora un momento en silencio.
Luego prosigue el sacerdote:
Dios todopoderoso y eterno, que sin cesar concedes nuevos hijos a tu Iglesia, aumenta en los (nuestros) catecúmenos el conocimiento de su fe, para que puedan renacer por el bautismo a la vida nueva de tus hijos de adopción.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

v. Por la unidad de los cristianos.
Oremos también por todos los hermanos que creen en Cristo, para que Dios nuestro Señor les conceda vivir sinceramente lo que profesan
y se digne reunirlos para siempre en un solo rebaño, bajo un solo pastor.
Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote:
Dios todopoderoso y eterno, tú que reúnes a los que están dispersos
y los mantienes en la unidad, mira con amor a todos los cristianos, a fin de que, cuantos están consagrados por un solo bautismo, formen una sola familia, unida por el amor y la integridad de la fe.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

VI. Por los judíos.
Oremos también por el pueblo judío, al que Dios se dignó hablar por medio de los profetas, para que el Señor le conceda progresar continuamente en el amor a su nombre y en la fidelidad a su alianza.
Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote:
Dios todopoderoso y eterno, que prometiste llenar de bendiciones a Abraham y a su descendencia, escucha las súplicas de tu Iglesia,
y concede al pueblo de la primitiva alianza alcanzar la plenitud de la redención.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

VII. Por los que no creen en Cristo.
Oremos también por los que no creen en Cristo, para que, iluminados por el Espíritu Santo, puedan encontrar el camino de la salvación.
Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote:
Dios todopoderoso y eterno, concede a quienes no creen en Cristo buscar sinceramente agradarte, para que encuentren la verdad; y a nosotros tus fieles, concédenos progresar en el amor fraterno
y en el deseo de conocerte más, para dar al mundo un testimonio creíble de tu amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

VIII. Por los que no creen en Dios.
Oremos también por los que no conocen a Dios, para que obren siempre con bondad y rectitud y puedan llegar así a conocer a Dios.
Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote:
Dios todopoderoso y eterno, que has hecho a los hombres en tal forma
que en todo, aun sin saberlo, te busquen y sólo al encontrarte hallen descanso, concédenos que, en medio de las adversidades de este mundo,
todos reconozcan las señales de tu amor y, estimulados por el testimonio de nuestra vida, tengan por fin la alegría de creer en ti, único Dios verdadero y Padre de todos los hombres.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

IX. Por los gobernantes.
Oremos también por los jefes de Estado y todos los responsables de los asuntos públicos, para que Dios nuestro Señor les inspire decisiones
que promuevan el bien común, en un ambiente de paz y libertad.
Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote:
Dios todopoderoso y eterno, en cuya mano está mover el corazón de los hombres y defender los derechos de los pueblos, mira con bondad a nuestros gobernantes, para que, con tu ayuda, promuevan una paz duradera, un auténtico progreso social y una verdadera libertad religiosa.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

X. Por los que se encuentran en alguna tribulación.
Oremos, hermanos, a Dios Padre todopoderoso, para que libre al mundo de todas sus miserias, dé salud a los enfermos y pan a los que tienen hambre, libere a los encarcelados y haga justicia a los oprimidos,
conceda seguridad a los que viajan, un pronto retorno a los que se encuentran lejos del hogar y la vida eterna a los moribundos.
Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote:
Dios todopoderoso y eterno, consuelo de los afligidos y fortaleza de los que sufren, escucha a los que te invocan en su tribulación, para que experimenten todos la alegría de tu misericordia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Segunda parte
ADORACION DE LA SANTA CRUZ
14. Terminada la oración universal, se hace la adoración solemne de la santa Cruz.
De las dos formas que se proponen a continuación para el descubrimiento de la cruz, elíjase la que se juzgue más apropiada pastoralmente, de acuerdo con las circunstancias.
Primera forma de mostrar la santa Cruz



15. Se lleva al altar la cruz, cubierta con un velo y acompañada por dos acólitos con velas encendidas.
El sacerdote, de pie ante el altar, recibe la cruz, descubre un poco su extremo superior, la eleva y comienza a cantar el invitatorio Mirad el árbol de la Cruz, cuyo canto prosigue juntamente con los ministros sagrados, o, si es necesario, con el coro. Todos responden: Venid y adoremos.
Terminado el canto, todos se arrodillan y adoran en silencio, durante algunos instantes, la cruz que el sacerdote, de pie, mantiene en alto.
Enseguida el sacerdote descubre el brazo derecho de la cruz y, elevándola de nuevo, comienza a cantar (en el mismo tono que antes) el invitatorio Mirad el árbol de la Cruz, y se prosigue como la primera vez. Finalmente descubre por completo la cruz y, volviéndola a elevar, comienza por tercera vez el invitatorio Mirad el árbol de la Cruz, etc., como la primera vez.

16. Enseguida, acompañado por dos acólitos con velas encendidas, el sacerdote lleva la cruz a la entrada del presbiterio o a otro sitio adecuado y la coloca ahí, o la entrega a los ministros o acólitos para que la sostengan, y se colocan las dos velas encendidas a los lados de la cruz.
Se hace luego la adoración de la santa Cruz como se indica más abajo, en el número 18.

Segunda forma de mostrar la santa Cruz
17. El sacerdote, el diácono u otro ministro idóneo, va a la puerta del templo juntamente con los acólitos.
Ahí recibe la cruz ya descubierta. Los acólitos toman los ciriales encendidos, y todos avanzan en forma de procesión hacia el presbiterio a través del templo.
Cerca de la puerta del templo, el que lleva la cruz la levanta y canta el invitatorio Mirad el árbol de la Cruz. Todos responden Venid y adoremos y se arrodillan después de la respuesta, adorando un momento en silencio. Esto mismo se repite a la mitad de la iglesia y a la entrada del presbiterio. (El invitatorio se canta las tres veces en el mismo tono).
Enseguida se coloca la cruz a la entrada del presbiterio y se ponen a sus lados los ciriales, como se indica en el número 16.
Adoración de la santa Cruz

18. El sacerdote, el clero y los fieles se acercan procesionalmente y adoran la cruz, haciendo delante de ella una genuflexión simple o algún otro signo de veneración (como el de besarla), según la costumbre de la región.
Mientras tanto, se canta la antífona Tu Cruz adoramos, los Improperios, u otros cánticos apropiados. Todos, conforme van terminando de adorar la cruz, regresan a su lugar y se sientan.




19. Expóngase solamente una cruz a la adoración de los fieles. Si por el gran número de asistentes no todos pudieren acercarse, el sacerdote, después de que una parte de los fieles haya hecho la adoración, toma la cruz y, de pie ante el altar, invita a todo el pueblo, con breves palabras, a adorar la santa Cruz. Luego la levanta en alto por un momento, para que los fieles la adoren en silencio.

20. Terminada la adoración, la cruz es llevada al altar y puesta en su lugar. Los ciriales encendidos son colocados a los lados del altar o junto a la cruz.
Tercera Parte
Sagrada comunión

21. Se extiende un mantel sobre el altar y se pone sobre él un corporal y el libro. Enseguida el diácono o, en su defecto, el mismo sacerdote, trae el Santísimo Sacramento del lugar del depósito directamente al altar, mientras todos permanecen de pie y en silencio. Dos acólitos, con
candelabros encendidos, acompañan al Santísimo Sacramento y depositan luego los candelabros a los lados del altar o sobre él.

22. Después de que el diácono ha depositado el Santísimo Sacramento sobre el altar y ha descubierto el copón, se acerca el sacerdote y, previa genuflexión, sube al altar. Ahí, teniendo las manos juntas, dice con voz clara:
Fieles a la recomendación del Salvador, y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir:
El sacerdote, con las manos extendidas, dice junto con el pueblo:
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
El sacerdote, con las manos extendidas, prosigue él solo en voz alta:
Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.
Junta las manos.
El pueblo concluye la oración, aclamando:
Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria por siempre, Señor.
23. A continuación el sacerdote, con las manos juntas, dice en secreto:
Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo no sea para mí un motivo de juicio y condenación, sino que, por tu piedad,me aproveche para defensa de alma y cuerpo
y como remedio saludable.
24. Seguidamente hace genuflexión, toma una partícula, la mantiene un poco elevada sobre el pixis y dice en voz alta, de cara al pueblo:
Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Dichosos los invitados a la cena del Señor.
Y, juntamente con el pueblo, añade una sola vez: Señor, no soy digno
de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.
Luego, comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo.


25. Después distribuye la comunión a los fieles. Durante la comunión se pueden entonar cantos apropiados.

26. Acabada la comunión, un ministro idóneo lleva el pixis a algún lugar especialmente preparado fuera de la iglesia, o bien, silo exigen las circunstancias, lo reserva en el sagrario.

27. Después el sacerdote, guardado si lo cree oportuno un breve silencio, dice la siguiente oración:

ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Oremos.
Dios todopoderoso y eterno, que nos has redimido con la gloriosa muerte
y resurrección de Jesucristo, por medio de nuestra participación en este sacramento prosigue en nosotros la obra de tu amor y ayúdanos a vivir entregados siempre a tu servicio.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
28. Como despedida, el sacerdote, de pie y vuelto hacia el pueblo, extendiendo las manos sobre él, dice la siguiente oración:

ORACION SOBRE EL PUEBLO
Envía Señor, tu bendición sobre estos fieles tuyos que han conmemorado la muerte de tu Hijo y esperan resucitar con él; concédeles tu perdón y tu consuelo, fortalece su fe y condúcelos a su eterna salvación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
Y todos se retiran en silencio. A su debido tiempo se desnuda el altar.

29. Los que asistieron a esta solemne acción litúrgica de la tarde, no están obligados a rezar Vísperas.

 ROMA 2009





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