viernes, 14 de septiembre de 2012

fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. 14 de septiembre 2012





La fiesta del Triunfo de la Santa Cruz se hace en recuerdo de la recuperación de la Santa Cruz obtenida en el año 614 por el emperador Heraclio, quien la logró rescatar de los Persas que se la habían robado de Jerusalén.

Al llegar de nuevo la Santa Cruz a Jerusalén, el emperador dispuso acompañarla en solemne procesión, pero vestido con todos los lujosos ornamentos reales, y de pronto se dió cuenta de que no era capaz de avanzar. Entonces el Arzobispo de Jerusalén, Zacarías, le dijo: "Es que todo ese lujo de vestidos que lleva, están en desacuerdo con el aspecto humilde y doloroso de Cristo, cuando iba cargando la cruz por estas calles".
Entonces el emperador se despojó de su manto de lujo y de su corona de oro, y descalzo, empezó a recorrer así las calles y pudo seguir en la piadosa procesión.
La Santa Cruz (para evitar nuevos robos) fue partida en varios pedazos. Uno fue llevado a Roma, otro a Constantinopla, un tercero se dejó en un hermoso cofre de plata en Jerusalén. Otro se partió en pequeñísimas astillas para repartirlas en diversas iglesias del mundo entero, que se llamaron "Veracruz"(verdadera cruz).
Nosotros recordamos con mucho cariño y veneración la Santa Cruz porque en ella murió nuestro Redentor Jesucristo, y con las cinco heridas que allí padeció pagó Cristo nuestras inmensas deudas con Dios y nos consiguió la salvación.

A San Antonio Abad (año 300, fiesta el 17 de enero) le sucedió que el demonio lo atacaba con terribilísimas tentaciones y cuentan que un día, angustiado por tantos ataques, se le ocurrió hacerse la señal de la Cruz, y el demonio se alejó. En adelante cada vez que le llegaban los ataques diabólicos, el santo hacía la señal de la cruz y el enemigo huía. Y dicen que entonces empezó la costumbre de hacer la señal de la cruz para librarse de males.

De una gran santa se narra que empezaron a llegarle espantosas tentaciones de tristeza. Por todo se disgustaba. Consultó con su director espiritual y este le dijo: "Si Usted no está enferma del cuerpo, ésta tristeza es una tentación del demonio". Le recomendó la frase del libro del Eclesiástico en la S. Biblia: "La tristeza no produce ningún fruto bueno". Y le aconsejó: "Cada vez que le llegue la tristeza, haga muy devotamente la señal de la cruz". La santa empezó a notar que con la señal de la cruz se le alejaba el espíritu de tristeza.

Cuando Nuestra Señora se le apareció por primera vez a Santa Bernardita en Lourdes (Año 1859), la niña al ver a la Virgen quiso hacerse la señal de la cruz. Pero cuando llegó con los dedos frente a la cara, se le quedó paralizada la mano. La Virgen entonces hizo Ella la señal de la cruz muy despacio desde la frente hasta el pecho, y desde el hombro izquierdo hasta el derecho. Y tan pronto como la Madre de Dios terminó de hacerse la señal de la cruz, a la niña se le soltó la mano y ya pudo hacerla ella también. Y con esto entendió que Nuestra Señora le había querido dar una lección: que es necesario santiguarnos más despacio y con más devoción.

Mire a la gente cuando pasa por frente a una iglesia. ¿Cómo le parece esa cruz que se hacen? ¿No es cierto que más parece un garabato que una señal de la Cruz? ¿Cómo la haremos de hoy en adelante?
Como recuerdo de esta fecha de la exaltación de la Santa Cruz, quiero hacer con más devoción y más despacio mi señal de la Cruz.




ANTÍFONA DE ENTRADA (Cfr. Ga 6, 14)
Que nuestra única gloria sea la cruz de nuestro Señor Jesucristo, en quien está nuestra salvación, nuestra vida y resurrección y por quien hemos sido redimidos y liberados.

Nos autem gloriári opórtet in cruce Dómini nostri Iesu Christi, in quo est salus, vita et resurréctio nostra, per quem salváti et liberáti sumus.


ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que quisiste que tu Hijo muriera en la Cruz para salvar a todos los hombres, concédenos aceptar por su amor la cruz del sufrimiento aquí en la tierra, para poder gozar en el cielo los frutos de su redención. Por nuestro Señor Jesucristo.


Deus, qui Unigénitum tuum crucem subíre voluísti, ut salvum fáceret genus humánum, præsta, quæsumus, ut, cuius mystérium in terra cognóvimus, eius redemptiónis præmia in cælo cónsequi mereámur. Per Dóminum.

 
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Señor, que este sacrificio que Cristo te ofreció sobre la Cruz para borrar los pecados del mundo, nos purifique ahora de todas nuestras culpas. Por Jesucristo, nuestro Señor.


Hæc oblátio, Dómine, quæsumus, ab ómnibus nos purget offénsis, quæ in ara crucis totíus mundi tulit offénsam. Per Christum.


Evangelio según San Juan 3,13-17.
Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo.
De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.
Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.


ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Jn 12, 32)

Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí, dice el Señor.

«Quando sarò elevato da terra,
attirerò tutti a me», dice il Signore. 


ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Señor nuestro Jesucristo, tú que nos has redimido por medio de tu Cruz y nos has hecho partícipes de tu Cuerpo y de tu Sangre, concédenos participar también de la gloria de tu resurrección. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.


Refectióne tua sancta enutríti, Dómine Iesu Christe, súpplices deprecámur, ut, quos per lignum crucis vivíficæ redemísti, ad resurrectiónis glóriam perdúcas. Qui vivis et regnas in sæcula sæculórum.







  Cristo en la cruz derramó toda su sangre para librar a la humanidad de la esclavitud del pecado y de la muerte



Ahora, antes de la oración mariana, deseo referirme a dos recientes e importantes conmemoraciones litúrgicas: la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, celebrada el 14 de septiembre, y la memoria de la Virgen de los Dolores, celebrada al día siguiente. Estas dos celebraciones litúrgicas se pueden resumir visiblemente en la tradicional imagen de la crucifixión, que representa a la Virgen María al pie de la cruz, según la descripción del evangelista san Juan, el único de los Apóstoles que permaneció junto a Jesús moribundo. Pero ¿qué sentido tiene exaltar la cruz? ¿Acaso no es escandaloso venerar un patíbulo infamante? Dice el apóstol san Pablo: "Nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles" (1 Co 1, 23). Pero los cristianos no exaltan una cruz cualquiera, sino la cruz que Jesús santificó con su sacrificio, fruto y testimonio de inmenso amor. Cristo en la cruz derramó toda su sangre para librar a la humanidad de la esclavitud del pecado y de la muerte. Por tanto, de signo de maldición la cruz se ha transformado en signo de bendición, de símbolo de muerte en símbolo por excelencia del Amor que vence el odio y la violencia y engendra la vida inmortal. "O Crux, ave spes unica!", "¡Oh cruz, única esperanza!". Así canta la liturgia.

Narra el evangelista: junto a la cruz estaba María (cf. Jn 19, 25-27). Su dolor forma un todo con el de su Hijo. Es un dolor lleno de fe y de amor. La Virgen en el Calvario participa en la fuerza salvífica del dolor de Cristo, uniendo su "fiat", su "sí", al de su Hijo. 


Queridos hermanos y hermanas, unidos espiritualmente a la Virgen de los Dolores, renovemos también nosotros nuestro "sí" al Dios que eligió el camino de la cruz para salvarnos. Se trata de un gran misterio que aún se está realizando, hasta el fin del mundo, y que requiere también nuestra colaboración. Que María nos ayude a tomar cada día nuestra cruz y a seguir fielmente a Jesús por el camino de la obediencia, del sacrificio y del amor.

 Fuente: BENEDICTO XVI ÁNGELUS Palacio Pontificio de Castelgandolfo
Domingo 17 de septiembre de 2006




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