Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo

Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo
Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo

martes, 16 de octubre de 2012

Nuestra pastoral de caridad es un gran instrumento de evangelización, tanto para quien presta como para quien recibe nuestro servicios. Sínodo para la nueva Evangelización



Intervención de Mons. Joseph Nguyên Nang, Obispo de Phát Diêm



S. E. R. Mons. Joseph NGUYÊN NANG
Obispo de Phát Diêm
(Vietnam)

Viernes, 12 de octubre de 2012
El Beato Juan Pablo II dijo: “la futura evangelización depende en gran parte de la Iglesia doméstica” (FC 52).

De hecho, en Vietnam, la familia cristiana juega un papel importante en la comunicación y enriquecimiento de la fe. Los padres son los primeros catequistas que enseñan la oración y la doctrina a los hijos, sobre todo en los períodos de persecución. Muchas familias, mediante la oración en común de la tarde, en la que se medita el Evangelio, son evangelizadas progresivamente.

Muchas personas no cristianas asisten, por solidaridad, a ritos católicos del matrimonio y de los funerales; oyen hablar, por primera vez, de la significación y las características del matrimonio cristiano, del sentido de la vida, la resurrección y la esperanza escatológica. De hecho, muchas personas vuelven para la enseñanza religiosa después de haber participado a las celebraciones litúrgicas.

Intervención del Card. Giangranco Ravisi, Presidente del Pontificio Consejo de la Cultura


S. Em. R. Card. Gianfranco RAVASI
Presidente del Pontificio Consejo de la Cultura
(Ciudad del Vaticano)

Viernes, 12 de octubre de 2012
En la cultura contemporánea hay muchas encrucijadas que la evangelización no puede evitar.

Está en primer lugar el lenguaje. Sin abandonar la complejidad del discurso religioso, es necesario saber adoptar los nuevos cánones de la comunicación telemática y digital con su fuerza incisiva y su esencialidad, y con su recurso a la narración televisiva mediante imágenes.

Está también el horizonte de la secularización. Ésta no logra eliminar, sin embargo, la demanda religiosa y la fuerza de la ética natural. En este ámbito está trabajando con éxito el “patio de los gentiles” solicitado por Benedicto XVI con su evocación del Dios desconocido, aunque tal vez buscado por muchos no creyentes.

Existe un tercer ámbito de evangelización que ha sido decisivo durante siglos, y es el del arte, que hoy exige que se recomponga según la nueva gramática y estilística de las expresiones artísticas contemporáneas, sin perder el vínculo con la sacralidad del culto cristiano.

Existe también la encrucijada de las culturas juveniles, con sus experiencias socializantes muchas veces arriesgadas, aunque dotadas de fecundidad: pensemos sólo en los eventos y en la práctica deportiva o en el constante recurso a la música.
Y, finalmente, existe el mundo de la ciencia y la técnica, que afecta a todas las etnia y culturas, y al que quisiera dedicar una observación específica. La fe no debe tener miedo a adentrarse en este mundo, pues tiene la misma mirada de Cristo que contemplaba vegetales y animales y recurría incluso a las previsiones meteorológicas (Mt 16, 2-3; Lc 11, 54-55) para anunciar el Reino, en la línea del Antiguo Testamento que, en la creación, intuía una voz transcendente, como sugiere el Salmo 19. Hoy nuestra mirada puede dirigirse con estupor a la trama de la evolución global, desde el fondo cósmico primordial hasta la doble hélice del ADN, desde el bosón de Higgs hasta el multiverso.

En el caso de la incompatibilidad entre ciencia y fe y del abuso de una sobre la otra y viceversa, como ha sucedido en el pasado y como a veces sucede hoy, es necesario cambiar el recíproco reconocimiento de la dignidad de los respectivos estatutos epistemológicos: la ciencia se dedica a la “escena”, es decir, al fenómeno, mientras que la teología y la filosofía se centran en el “fundamento”. Distinción, pues, pero no separación y exclusión recíproca, porque el objeto es único y común, es decir, el ser y el existir. Por eso es comprensible que muchas veces se superen los confines y surjan las tensiones, sobre todo en el campo bioético.

Se hace, por tanto, indispensable el diálogo sin arrogancia y sin la confusión de los niveles y los planteamientos específicos. Como ya indicaba Juan Pablo II en 1988: “lo absolutamente importante es que cada disciplina siga enriqueciéndose, nutriéndose y provocando a la otra para que sea más plenamente lo que debe ser y contribuir a nuestra visión de lo que somos y hacia dónde vamos”.

Lo confirmaba también el gran científico Max Plank, padre de la teoría cuántica : “No hay contradicción entre religión y ciencia, sino que se necesitan la una a la otra para complementarse en la mente de un hombre que piensa seriamente”.

Intervención de Mons. Javier Echevarría Rodríguez, Prelado de la Prelatura Personal del Opus Dei

S. E. R. Mons. Javier ECHEVARRÍA RODRÍGUEZ
Obispo titular de Cilibia
Prelado de la Prelatura Personal del Opus Dei
(España)

Viernes, 12 de octubre de 2012
El pueblo de Dios desea que los obispos y los sacerdotes sean maestros de santidad, justamente porque la buscan cada día, atravesando la vida sacramental y su ministerio. Deben ser hombres que rezan con fe, que aman apasionadamente el Sacramento de la Eucaristía y el Sacramento de la Confesión y los viven con piedad sincera, para enriquecerse con las gracias y poder ser, de este modo, portadores de la Buena Nueva a los demás sacerdotes y a todos los fieles. El recurso a estos medios instituidos por Jesucristo para poder identificarse con Él hace que los fieles, al escuchar a los Pastores, escuchen al Señor, y al verlos rezar, se sientan a su vez llevados a rezar. Si ven que ellos recurren con frecuencia a la Confesión, irán a recibir el perdón sacramental.

Es útil también meditar sobre el ejemplo de muchos santos, como el Cura de Ars, San Pío de Pietrelcina o San José María Escrivá, y el del más recientemente Beato Juan Pablo II. Como ha recordado Benedicto XVI, ellos han dejado un ejemplo vivo de amor al Sacramento de la Penitencia y pueden reforzar la conciencia del deber de ser Buenos Pastores, que saben dar la propia vida por sus ovejas. Si se exhorta también a los presbíteros a sentarse en el confesionario habitualmente, muchas almas irán a lavar sus culpas y, de ese ministerio, florecerán vocaciones para el seminario y la vida religiosa y vocaciones de buenos padres y madres de familia.

También es interesante cuidar las homilías desde el punto de vista doctrinario y con el don de lenguas. Para muchos fieles la Santa Misa dominical, con la correspondiente Homilía, es la única ocasión para escuchar el mensaje de Cristo. Con un compromiso siempre renovado, la predicación será mucho más eficaz, sobre todo si se dirige también a la propia alma de quien predica: si se vive lo que se dice y se predica lo que se vive.

Intervención de Mons. Yves Le Saux, Obispo de Le Mans


S. E. R. Mons. Yves LE SAUX
Obispo de Le Mans
(Francia)

Jueves, 11 de octubre de 2012
Creo que es necesario aclarar el significado de la expresión “nueva evangelización”. No se trata de una reprobación del pasado, ni de un repliegue de identidad, ni de una reconquista. Se trata de anunciar la novedad de la Salvación de Cristo, la misericordia de Dios, en un mundo que está cambiando profundamente, que vive como si Dios no existiese, confrontándose a un profundo vacío interior.

Primeramente, hay que tener la osadía de hablar de Dios, de despertar en el corazón del hombre la nostalgia de Dios.
Voy a confiarles tres preocupaciones.
Despertar la conciencia misionera de los bautizados. La evangelización, la transmisión de la fe pasa primero de todo de persona a persona. Todo bautizado es capaz de dar testimonio a sus familiares, a sus vecinos, a sus compañeros de la alegría humilde que representa conocer a Cristo. Existe una verdadera dificultad. Muchos están marcados por una forma de relativismo, del que no tenemos tomadas las medidas. 

Reducimos la fe a una simple opción personal.
La cuestión de los “bautizados no creyentes”, que se dirigen a los sacerdotes pidiendo el bautismo para sus hijos o para que les preparen al matrimonio. Estos ignoran el sentido de su petición. A veces, se declaran no practicantes, no creyentes y esto desespera a los sacerdotes. ¿Cómo acoger sus peticiones? ¿Cómo transformarlas en un camino de tipo neocatecumenal, que se inspire en el ritual de los catecúmenos adultos? El futuro de la evangelización depende del redescubrimiento y la experiencia del sacramento de la reconciliación, que es central. Conviene trabajar también sobre una adecuada comprensión de los sacramentos de iniciación (bautismo, confirmación, eucaristía), sobre su unidad.

Ya no vivimos en un contexto de cristiandad, pero seguimos organizándonos como si todavía fuera así. No hay que pensar en términos de cobertura del territorio, ni de reclutamiento de personal, frente al reducido número de sacerdotes. Es preciso suscitar comunidades cristianas, vivas, alegres, atravesadas por un impulso misionero.

El verdadero desafío es el anuncio de la alegría de la Salvación, del amor misericordioso, a todos. Es necesario crear espacios nuevos en los cuales sea posible entablar un diálogo con quienes están alejados de Dios.

Intervención del Card. Joachim Meisner, Arzobispo de Colonia

S. Em. R. Card. Joachim MEISNER
Arzobispo de Colonia
(Alemania)

Jueves, 11 de octubre de 2012
Está en la naturaleza de la fe el que se difunda y pueda ser transmitida. La historia de los Apóstoles nos lo demuestra en la persona de Felipe, a quien el Espíritu de Dios conduce de Jerusalén hacia Gaza (cfr, Hch 8, 26-40). Felipe encuentra un funcionario de la reina de Etiopía que, sentado en un carro, estudia un texto de Isaías, que había recibido de un comerciante de material religioso cerca del templo. Felipe le pregunta al distinguido señor si comprende lo que está leyendo. La respuesta la conocemos: “¿Cómo lo puedo entender si nadie me hace de guía?”(Hch 8, 31).

Felipe sube al carro, le explica la escritura y poco después detiene el carro y se hace bautizar en un riachuelo que corre por allí cerca. Aquí se hace evidente una Iglesia en camino, que va por las calles y plantea interrogantes a los hombres.
Hoy la mayor parte de los cristianos son felices si nadie les plantea interrogantes.

De cinco hombres que cada día encontramos por el camino, tres se encuentran en las mismas condiciones que el funcionario etíope, lejos de toda socialización religiosa en su vida de cada día.

Llevan el fardel de una información sobre el sentido de su vida sepultada en el pasado, que hojean tristemente, sin comprender qué relación tiene con su vida. Del mismo modo, han comprado también un trozo del mensaje bíblico, como el viajante que había comprado el paso de Isaías, pero no hay nadie que los guíe, nadie que construya un puente entre la palabra de la fe y su vida cotidiana. Es evidente que a muchas personas del mundo moderno no les interesan las cuestiones religiosas.

Pero en realidad, al menos en Europa, gran parte de los hombres se enfrentan con interrogantes y no saben o no admiten que se trata de interrogantes religiosos. Por tanto, el lugar de la difusión de la fe es el de las calles de nuestras ciudades y de nuestras aldeas. Y no es necesario recurrir a un cristianismo informado para obedecer a la llamada de Dios. Alcanza con caminar un poco por las calles; se puede tratar sólo de lo que hemos visto que le ha sucedido a Felipe.

Con frecuencia no nos dejamos implicar por los problemas de otra persona, pensando que debería resolverlos ella sola. Quizás se necesita sólo un poco de escucha, de comprensión y la obra buena de ponerse en el lugar del otro, de subir al carro de su vida y acoger sus preguntas. Esto significa partir y reflexionar desde la situación en que se encuentra el otro.

El testimonio que se da de Jesucristo no conlleva una cristología completa y aprobada por la Iglesia, sino algo mucho más amplio: implica una correspondencia con la propia vida, y es igual, si se trata de algo único, insignificante. En muchas comunidades espirituales existen estos testimonios de la fe. Son necesarios para traer el Evangelio a nuestros días.

Intervención de Renato Salvtore, Superior General de los Clérigos Regulares Ministros de los Enfermos


Revdo. P. Renato SALVATORE, M.I.
Superior General de los Clérigos Regulares Ministros de los Enfermos (Camilos)
(Italia)

Jueves, 11 de octubre de 2012
El cuidado a los enfermos es esencial en la misión evangelizadora de la Iglesia, por fidelidad a Jesús “que recorría todas las ciudades y aldeas… proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia” (Mt 9, 35).
La Iglesia es una comunidad de personas que el Señor ha “sanado” y, por tanto, se convierte en una comunidad “que sana”. Cristo, médico de las almas y los cuerpos, ofrece la salud, la salvación, al hombre en todas sus dimensiones: cuerpo, psique y espíritu. De hecho, Él “vino a curar al hombre entero, alma y cuerpo” (CIC 1503).

El beato Juan Pablo II afirmaba: “La Iglesia …está obligada a buscar el encuentro con el hombre, de modo particular en el camino de su sufrimiento” (Salvifici doloris 3). “La conciencia de que el servicio a los enfermos y los que sufren es ‘parte integrante de la misión de la Iglesia’ exige que incorporemos en el proyecto evangelizador la promoción de la salud y el compromiso de aliviar el sufrimiento de los enfermos y de cuidarlos, obedeciendo al mandato de Cristo, cuyas obras unen estrechamente la tarea de la evangelización y la curación de los enfermos” (Conferencia Episcopal Italiana, Nota pastoral, nº 2).

S. E. R. Mons. Pedro Mario OSSANDÓN BULJEVIC
Obispo titular de La Imperial
Obispo auxiliar de Santiago de Chile
(Chila)

Viernes, 12 de octubre de 2012
Así como el Sínodo sobre la Palabra de Dios nos ofreció la novedad de la Animación Bíblica de la Pastoral, hoy podemos preguntarnos si cabe la propuesta de una Animación pastoral de la Vida en el Espíritu, tanto a nivel personal como comunitario.

¿Cómo podemos proponer esta animación de la vida en el Espíritu?
Comprender la Iglesia Particular como una Iglesia sinodal. Se trata de organizar la misión evangelizadora de la Iglesia diocesana desde el discernimiento en el Espíritu y con un real protagonismo pastoral de todos los fieles.

Cultivar la vida interior del sujeto creyente, en cada vocación específica, como un itinerario espiritual que une los procesos de crecimiento místico personal con la organización pastoral al servicio de la evangelización.

Discernir permanentemente los signos de los tiempos, según el Espíritu Santo al servicio del Reino de Dios. Se trata de incorporar a nuestro accionar pastoral una disciplina que nos enseñe a dialogar en la verdad y la caridad con la cultura desde la Sagrada Escritura y en sintonía con las enseñanzas de la Iglesia.Integrar las tareas de orar, vivir, servir, celebrar y anunciar a Cristo como un camino integral de la fe (cf. Catecismo). Se descubre así el orden armonioso del recorrido de Dios en el hombre y del hombre en Dios (cf. S.S. Juan Pablo II en Redemptor Hominis).

No se trata de espiritualizar ni tampoco de caer en el intimismo alienante de una falsa y dañina fe. No. Se trata de hacer la obra de Dios: “que creáis en el que él ha enviado” dice Jesús (Jn. 6, 29).

Privilegiar el encuentro con Cristo, desde la espiritualidad trinitaria de comunión, en el discernimiento en el Espíritu (cf. Documento de Aparecida: método del ver-juzgar-actuar) y en el servicio evangelizador y solidario. Se trata de renovar así la Pastoral Orgánica.

Ser orantes y contemplativos nos da la libertad de Espíritu que nos lleva a superar los moralismos y los fundamentalismos doctrinales que tanto daño nos han hecho. Mística que nos enseña a integrar la fe y la vida, la fe y la razón, y, sobre todo, la fe y el amor.

Intervención del Card. Robert Sarah, Presidente del Pontificio Consejo “Cor Unum”

S. Em. R. Card. Robert SARAH
Presidente del Pontificio Consejo Cor Unum
(Ciudad del Vaticano)

Viernes, 12 de octubre de 2012
Tanto el Motu proprio Porta Fidei (n. 14) como el Instrumentum laboris de este Sínodo (n. 123) recuerdan que la fe y la caridad están vinculadas la una a la otra. La relación intrínseca entre evangelización y diakonia se manifiesta en el hecho de que, como recuerda la Encíclica Deus Caritas est, junto a la liturgia, son las dimensiones fundamentales y propias a través de las cuales la Iglesia se realiza a sí misma. La Iglesia ofrece al mundo un testimonio envidiable de caridad, de la que nacen numerosas conversiones. Los trabajos sinodales deben poder valorizar aún más estos testimonios de caridad como una gran contribución para la nueva evangelización. En su actividad misionera, de hecho, la Iglesia ha unido siempre el anuncio del Evangelio a las obras de caridad. La gran misión de caridad de la Iglesia manifiesta al mundo la fuerza arrolladora y la vigorosa vitalidad del mensaje de Cristo. Nuestra pastoral de caridad es un gran instrumento de evangelización, tanto para quien presta como para quien recibe nuestro servicios. Está claro que la Iglesia no se reduce a una agencia social, pero el reto para nosotros es justamente reconducir, a través de las obras de caridad, al Dios que es caridad. Efectivamente ambas, unidad y caridad, llaman a la fe. Un elemento fundamental de la Encíclica Deus Caritas est tal vez ha sido un poco olvidado. La llave que abre y cierra la puerta del hombre al anuncio del Evangelio es la experiencia de que Dios me ama. Sin esta simple verdad el hombre moderno no podrá jamás conocer verdaderamente a Cristo. La actividad caritativa de la Iglesia, por tanto, puede ofrecernos un posibilidad enorme para que la luz de Dios entre en el mundo.


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