viernes, 26 de octubre de 2012

Santuario Cenáculo de Bellavista. 29 del tiempo ordinario. 21 de octubre 2012



No somos dignos de recibirte,
pues nos asemejamos al hijo pródigo.
Creemos, sin embargo, en la prueba de tu amor y nos acercamos sin temor ni angustía.

Venimos a decidirnos nuevamente
a ser como cera en tus manos
para que puedas enviarnos como instrumentos a pastorear tu rebaño según tus deseos.
Amén
(Padre José Kentenich Hacia el Padre 139-140
)







En esta línea, quiero sólo hacer referencia a uno de los momentos que, durante la liturgia misma, nos llama y nos ayuda a encontrar esa concordancia, ese conformarnos a lo que escuchamos, decimos y hacemos en la celebración de la liturgia. 

Me refiero a la invitación que formula el celebrante antes de la plegaria eucarística: «Sursum corda», elevemos nuestro corazón fuera del enredo de nuestras preocupaciones, de nuestros deseos, de nuestras angustias, de nuestra distracción. Nuestro corazón, el interior de nosotros mismos, debe abrirse dócilmente a la Palabra de Dios y recogerse en la oración de la Iglesia, para recibir su orientación hacia Dios de las palabras mismas que escucha y dice. La mirada del corazón debe dirigirse al Señor, que está en medio de nosotros: es una disposición fundamental.

Cuando vivimos la liturgia con esta actitud de fondo, nuestro corazón está como apartado de la fuerza de gravedad, que lo atrae hacia abajo, y se eleva interiormente hacia lo alto, hacia la verdad, hacia el amor, hacia Dios. Come recuerda el Catecismo de la Iglesia católica: «La misión de Cristo y del Espíritu Santo que, en la liturgia sacramental de la Iglesia, anuncia, actualiza y comunica el misterio de la salvación, se continúa en el corazón que ora. Los Padres espirituales comparan a veces el corazón a un altar» (n. 2655): altare Dei est cor nostrum.

Queridos amigos, sólo celebramos y vivimos bien la liturgia si permanecemos en actitud orante, no si queremos «hacer algo», hacernos ver o actuar, sino si orientamos nuestro corazón a Dios y estamos en actitud de oración uniéndonos al misterio de Cristo y a su coloquio de Hijo con el Padre. Dios mismo nos enseña a rezar, afirma san Pablo (cf. Rm 8, 26). Él mismo nos ha dado las palabras adecuadas para dirigirnos a él, palabras que encontramos en el Salterio, en las grandes oraciones de las sagrada liturgia y en la misma celebración eucarística. Pidamos al Señor ser cada día más conscientes del hecho de que la liturgia es acción de Dios y del hombre; oración que brota del Espíritu Santo y de nosotros, totalmente dirigida al Padre, en unión con el Hijo de Dios hecho hombre (cf. Catecismo de la Iglesia católica, n. 2564). Gracias.
(BENEDICTO XVI AUDIENCIA GENERAL Plaza de San Pedro Miércoles 26 de septiembre de 2012)

INTROITUS




LITURGIA DE LA PALABRA
EVANGELIO




Evangelio según San Marcos 10,35-45.  
Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: "Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir".
El les respondió: "¿Qué quieren que haga por ustedes?".
Ellos le dijeron: "Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria".
Jesús les dijo: "No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que yo beberé y recibir el bautismo que yo recibiré?".
"Podemos", le respondieron. Entonces Jesús agregó: "Ustedes beberán el cáliz que yo beberé y recibirán el mismo bautismo que yo.
En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes han sido destinados".
Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos.
Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que aquellos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad.
Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos.
Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud". 

HOMILIA 







PROFECION DE FE
Acabada la homilía, si la liturgia del día lo prescribe, se hace la profesión de fe:


 
Credo de Nicea 
Creo en un solo Dios,
Padre todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra,
de todo lo visible y lo invisible.

Creo en un solo Señor, Jesucristo,

Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios,
Luz de Luz,
Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado,
de la misma naturaleza del Padre,
por quien todo fue hecho;
que por nosotros lo hombres,
y por nuestra salvación
bajó del cielo,
y por obra del Espíritu Santo
se encarnó de María, la Virgen,
y se hizo hombre;
y por nuestra causa fue crucificado
en tiempos de Poncio Pilato;
padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día, según las Escrituras,
y subió al cielo,
y está sentado a la derecha del Padre;
y de nuevo vendrá con gloria
para juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin.

Creo en el Espíritu Santo,

Señor y dador de vida,
que procede del Padre y del Hijo,
que con el Padre y el Hijo
recibe una misma adoración y gloria,
y que habló por los profetas.

Creo en la Iglesia,

que es una, santa, católica y apostólica.

Confieso que hay un solo bautismo

para el perdón de los pecados.

Espero la resurrección de los muertos

y la vida del mundo futuro.
Amén.





LITURGIA EUCARÍSTICA


PREPARACION DE LAS OFRENDAS

Acabada la Liturgia de la Palabra, los ministros colocan en el altar el corporal, el puri­ficador, el cáliz y el misal; mientras tanto puede ejecutarse un canto adecuado.










ORACION SOBRE LAS OFRENDAS


 Después, de pie en el centro del altar y de cara al pueblo, extendiendo y juntando las manos, dice una de las siguientes fórmulas:Orad, hermanos,para que este sacrificio, mío y vuestro, sea agradable a Dios, Padre todopoderoso.



El pueblo responde:
El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien  y el de toda su santa Iglesia.



Luego el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración sobre las ofrendas.






Te ofrecemos, Señor, estos dones, con un corazón libre y generoso, para que tu gracia nos purifique por estos misterios que ahora celebramos. Por Jesucristo, nuestro Señor

Tríbue nos, Dómine, quæsumus, donis tuis líbera mente servíre, ut, tua purificánte nos grátia, iísdem quibus famulámur mystériis emundémur. Per Christum..


PLEGARIA EUCARISTICA
EPÍCLESIS





PLEGARIA EUCARÍSTICA
31. El sacerdote, con las manos extendidas, dice:
Santo eres en verdad, Padre,
y con razón te alaban todas tus criaturas,
ya que por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro,
con la fuerza del Espíritu Santo,
das vida y santificas todo,
y congregas a tu pueblo sin cesar,
para que ofrezca en tu honor
un sacrificio sin mancha
desde donde sale el sol hasta el ocaso.

32. Junta las manos y, manteniéndolas extendidas sobre las ofrendas, dice:
Por eso, Padre, te suplicamos
que santifiques por el mismo Espíritu
estos dones que hemos separado para ti,



Junta las manos y traza el signo de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente, diciendo:
de manera que sean
Cuerpo y X Sangre de Jesucristo,
Hijo tuyo y Señor nuestro,
Junta las manos.
que nos mandó celebrar estos misterios.

33. En las fórmulas que siguen, las palabras del Señor han de pronunciarse con claridad,
como lo requiere la naturaleza de éstas.
Porque él mismo, la noche en que iba a ser entregado,
Toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó pan, y dando gracias te bendijo, lo partió
y lo dio a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco.
Tomad y comed todos de él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros.
Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora haciendo genuflexión.


34. Después prosigue:
Del mismo modo, acabada la cena,
Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó el cáliz,
dando gracias te bendijo,
y lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco.
Tomad y bebed todos de él,
porque éste es el cáliz de mi Sangre,
Sangre de la alianza nueva y eterna,
que será derramada por vosotros
y por todos los hombres
para el perdón de los pecados.
Haced esto en conmemoración mía.

Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora haciendo genuflexión.


















37. Toma la patena, con el pan consagrado, y el cáliz y, sosteniéndolos elevados, dice:
Por Cristo, con él y en él,
a ti, Dios Padre omnipotente,
en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
Amén.





RITO DE COMUNION

CORDERO DE DIOS 


El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo,
unidos en este cáliz,
sean para nosotros
alimento de vida eterna.
Mientras tanto se canta o se dice:
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
danos la paz.
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi: miserere nobis.
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi: miserere nobis.
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi: dona nobis pacem

Agnello di Dio, che togli i peccati del mondo, abbi pietà di noi.
Agnello di Dio, che togli i peccati del mondo, abbi pietà di noi.
Agnello di Dio, che togli i peccati del mondo, dona a noi la pace.

Si la fracción del pan se prolonga, el canto precedente puede repetirse varias veces. La última vez se dice: danos la paz.
A continuación el sacerdote, con las manos juntas, dice en secreto:
Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo,
que por voluntad del Padre,
cooperando el Espíritu Santo,
diste con tu muerte la vida al mundo,
líbrame, por la recepción de tu Cuerpo y de tu Sangre,
de todas mis culpas y de todo mal.
Concédeme cumplir siempre tus mandamientos
y jamás permitas que me separe de ti.


El sacerdote hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevado sobre la patena, lo muestra al pueblo, diciendo:

Éste es el Cordero de Dios,
que quita el pecado del mundo.
Dichosos los invitados a la cena del Señor.

Ecce Agnus Dei, ecce qui tollit
peccáta mundi. Beáti qui ad cenam
Agni vocáti sunt.

Beati gli invitati alla Cena del
Signore. Ecco l’Agnello di Dio,
che toglie i peccati del mondo.

Y, juntamente con el pueblo, añade:
Señor, no soy digno
de que entres en mi casa,
pero una palabra tuya
bastará para sanarme.

Dómine, non sum dignus ut
intres sub tectum meum: sed
tantum dic verbo, et sanábitur
ánima mea.

O Signore, non sono degno
di partecipare alla tua mensa:
ma di’ soltanto una parola e io
sarò salvato.

El sacerdote dice en secreto:
El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna.
Y comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo.
Después toma el cáliz y dice en secreto:
La Sangre de Cristo me guarde para la vida eterna.

Y bebe reverentemente la Sangre de Cristo.
Después toma la patena o la píxide, se acerca a los que quieren comulgar y les  presenta el pan consagrado, que sostiene un poco elevado, diciendo a cada uno de ellos:
El Cuerpo de Cristo.
El que va a comulgar responde:
Amén.
Y comulga.















ORACION DESPUES DE LA COMUNION

Luego, de pie en la sede o en el altar, el sacerdote dice:
Oremos.
Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante unos momentos, a no ser que este silencio ya se haya hecho antes.
Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración después de la comunión.



Padre, humildemente te pedimos que así como nos alimentas con el Cuer­po y la Sangre de tu Hijo, nos hagas partícipes de la naturaleza divina. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Maiestátem tuam, Dómine, supplíciter deprecámur, ut, sicut nos Córporis et Sánguinis sacrosáncti pascis aliménto, ita divínæ natúræ fácias esse consórtes. Per Christum..


Oratio Super Populum
BENDICIONES SOLEMNES








RITUS CONCLUSIONIS
RITO DE CONCLUSION


En este momento se hacen, si es necesario y con brevedad, los oportunos anuncios o advertencias al pueblo.


Después tiene lugar la despedida. El sacerdote extiende las manos hacia el pueblo y dice:

El Señor esté con vosotros.
Dóminus vobíscum.
Il Signore sia con voi.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
 Et cum spíritu tuo.
E con il tuo spirito.
El sacerdote bendice al pueblo, diciendo:
La bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo +  y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.

Benedícat vos omnípotens Deus,Pater, et Fílius, et Spíritus Sanc tus.
Vi benedica Dio onnipotente, Padre e Figlio e Spirito Santo.

El pueblo responde:
Amén.













AÑO DE LA CORRIENTE DEL SANTUARI

Tu alianza - NUESTRA MISIÓN





Los próximos tres años serán como un gran ejercicio espiritual que reavivará el primer amor, la originalidad y la pasión. La peregrinación nos regalará una nueva decisión y fortalecerá la
conciencia misionera en medio del mundo. Donde haya pusilanimidad y desaliento, deben crecer la esperanza y una confianza absoluta. En las tormentas de las coyunturas temporales no retrocederemos, seremos misioneros de la cultura de la Alianza para nuestra época.
P. Heinrich Walter, ISch




No hay comentarios:

Publicar un comentario