VENGA TU REINO
Alegremente venga a nosotros tu Reino 120
que asemeje la tierra al cielo;
siempre rija en él.
verdad, amor y justicia
(Hacia el Padre. P. José Kentenich)
"Después que Juan fue preso, marchó
Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: El tiempo se ha cumplido
y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva" (Mc 1,
15). "Cristo, por tanto, para hacer la voluntad del Padre, inauguró en la
tierra el Reino de los cielos" (LG 3). Pues bien, la voluntad del Padre es
"elevar a los hombres a la participación de la vida divina" (LG 2). Lo hace reuniendo a los hombres en
torno a su Hijo, Jesucristo. Esta reunión es la Iglesia, que es sobre la tierra
"el germen y el comienzo de este Reino" (LG 5). (CIC 541
Todos los hombres están llamados
a entrar en el Reino. Anunciado en primer lugar a los hijos de Israel (cf. Mt 10,
5-7), este reino mesiánico está destinado a acoger a los hombres de todas las
naciones (cf. Mt 8, 11; 28, 19). Para entrar en él, es
necesario acoger la palabra de Jesús:
«La palabra de Dios se compara a una semilla
sembrada en el campo: los que escuchan con fe y se unen al pequeño rebaño de
Cristo han acogido el Reino; después la semilla, por sí misma, germina y crece
hasta el tiempo de la siega» (LG 5). (CIC 543)
¿Cómo va a acoger Jerusalén a su Mesías? Jesús rehuyó
siempre las tentativas populares de hacerle rey (cf. Jn 6,
15), pero elige el momento y prepara los detalles de su entrada mesiánica en la
ciudad de "David, su padre" (Lc 1,32; cf. Mt 21,
1-11). Es aclamado como hijo de David, el que trae la salvación
("Hosanna" quiere decir "¡sálvanos!", "Danos la
salvación!"). Pues bien, el "Rey de la Gloria" (Sal 24,
7-10) entra en su ciudad "montado en un asno" (Za 9, 9):
no conquista a la hija de Sión, figura de su Iglesia, ni por la astucia ni por
la violencia, sino por la humildad que da testimonio de la Verdad (cf. Jn 18,
37). Por eso los súbditos de su Reino, aquel día fueron los niños (cf. Mt 21,
15-16; Sal 8, 3) y los "pobres de Dios", que le
aclamaban como los ángeles lo anunciaron a los pastores (cf. Lc 19,
38; 2, 14). Su aclamación "Bendito el que viene en el nombre del
Señor" (Sal 118, 26), ha sido recogida por la Iglesia en el Sanctus de
la liturgia eucarística para introducir al memorial de la Pascua del Señor.
560 La entrada de Jesús en Jerusalén manifiesta
la venida del Reino que el Rey-Mesías llevará a cabo mediante la Pascua de su
Muerte y de su Resurrección. Con su celebración, el domingo de Ramos, la
liturgia de la Iglesia abre la gran Semana Santa. (CIC 559)
En este último
domingo del año litúrgico la Iglesia nos invita a celebrar al Señor Jesús como
Rey del universo. Nos llama a dirigir la mirada al futuro, o mejor aún en
profundidad, hacia la última meta de la historia, que será el reino definitivo
y eterno de Cristo. Cuando fue creado el mundo, al comienzo, él estaba con el
Padre, y manifestará plenamente su señorío al final de los tiempos, cuando
juzgará a todos los hombres. Las tres lecturas de hoy nos hablan de este reino.
En el pasaje evangélico que hemos escuchado, sacado de la narración de san
Juan, Jesús se encuentra en la situación humillante de acusado, frente al poder
romano. Ha sido arrestado, insultado, escarnecido, y ahora sus enemigos esperan
conseguir que sea condenado al suplicio de la cruz. Lo han presentado ante
Pilato como uno que aspira al poder político, como el sedicioso rey de los
judíos. El procurador romano indaga y pregunta a Jesús: «¿Eres tú el rey de los
judíos?» (Jn 18,33).
Jesús, respondiendo a esta pregunta, aclara la naturaleza de su reino y de su
mismo mesianismo, que no es poder mundano, sino amor que sirve; afirma que su
reino no se ha de confundir en absoluto con ningún reino político: «Mi reino no
es de este mundo … no es de aquí» (v. 36).
Está claro que
Jesús no tiene ninguna ambición política. Tras la multiplicación de los panes,
la gente, entusiasmada por el milagro, quería hacerlo rey, para derrocar el
poder romano y establecer así un nuevo reino político, que sería considerado
como el reino de Dios tan esperado. Pero Jesús sabe que el reino de Dios es de
otro tipo, no se basa en las armas y la violencia. Y es precisamente la multiplicación
de los panes la que se convierte, por una parte, en signo de su mesianismo,
pero, por otra, en un punto de inflexión de su actividad: desde aquel momento
el camino hacia la Cruz se hace cada vez más claro; allí, en el supremo acto de
amor, resplandecerá el reino prometido, el reino de Dios. Pero la gente no
comprende, están defraudados, y Jesús se retira solo al monte a rezar (cf. Jn 6,1-15). En la narración de la pasión
vemos cómo también los discípulos, a pesar de haber compartido la vida con
Jesús y escuchado sus palabras, pensaban en un reino político, instaurado
además con la ayuda de la fuerza. En Getsemaní, Pedro había desenvainado su
espada y comenzó a luchar, pero Jesús lo detuvo (cf. Jn 18,10-11).
No quiere que se le defienda con las armas, sino que quiere cumplir la voluntad
del Padre hasta el final y establecer su reino, no con las armas y la
violencia, sino con la aparente debilidad del amor que da la vida. El reino de
Dios es un reino completamente distinto a los de la tierra.
Y es esta la razón
de que un hombre de poder como Pilato se quede sorprendido delante de un hombre
indefenso, frágil y humillado, como Jesús; sorprendido porque siente hablar de
un reino, de servidores. Y hace una pregunta que le parecería una paradoja: «Entonces,
¿tú eres rey?». ¿Qué clase de rey puede ser un hombre que está en esas
condiciones? Pero Jesús responde de manera afirmativa: «Tú lo dices: soy rey.
Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de
la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz» (18,37). Jesús habla de
rey, de reino, pero no se refiere al dominio, sino a la verdad. Pilato no
comprende: ¿Puede existir un poder que no se obtenga con medios humanos? ¿Un
poder que no responda a la lógica del dominio y la fuerza? Jesús ha venido para
revelar y traer una nueva realeza, la de Dios; ha venido para dar testimonio de
la verdad de un Dios que es amor (cf. 1Jn 4,8-16) y que quiere establecer un
reino de justicia, de amor y de paz (cf. Prefacio). Quien está
abierto al amor, escucha este testimonio y lo acepta con fe, para entrar en el
reino de Dios.
Esta perspectiva la
volvemos a encontrar en la primera lectura que hemos escuchado. El profeta
Daniel predice el poder de un personaje misterioso que está entre el cielo y la
tierra: «Vi venir una especie de hijo de hombre entre las nubes del cielo.
Avanzó hacia el anciano y llegó hasta su presencia. A él se le dio poder, honor
y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas lo sirvieron. Su poder es un
poder eterno, no cesará. Su reino no acabará» (7,13-14). Se trata de palabras
que anuncian un rey que domina de mar a mar y hasta los confines de la tierra,
con un poder absoluto que nunca será destruido. Esta visión del profeta, una
visión mesiánica, se ilumina y realiza en Cristo: el poder del verdadero
Mesías, poder que no tiene ocaso y que no será nunca destruido, no es el de los
reinos de la tierra que surgen y caen, sino el de la verdad y el amor. Así
comprendemos que la realeza anunciada por Jesús de palabra y revelada de modo
claro y explícito ante el Procurador romano, es la realeza de la verdad, la
única que da a todas las cosas su luz y su grandeza.
En la segunda
lectura, el autor del Apocalipsis afirma que también nosotros participamos de la
realeza de Cristo. En la aclamación dirigida a aquel «que nos ama, y nos ha
librado de nuestros pecados con su sangre» declara que él «nos ha hecho reino y
sacerdotes para Dios, su Padre» (1,5-6). También aquí aparece claro que no se
trata de un reino político sino de uno fundado sobre la relación con Dios, con
la verdad. Con su sacrificio, Jesús nos ha abierto el camino para una relación
profunda con Dios: en él hemos sido hechos verdaderos hijos adoptivos, hemos
sido hechos partícipes de su realeza sobre el mundo. Ser, pues, discípulos de
Jesús significa no dejarse cautivar por la lógica mundana del poder, sino
llevar al mundo la luz de la verdad y el amor de Dios. El autor del Apocalipsis
amplia su mirada hasta la segunda venida de Cristo para juzgar a los hombres y
establecer para siempre el reino divino, y nos recuerda que la conversión, como
respuesta a la gracia divina, es la condición para la instauración de este
reino (cf. 1,7). Se trata de una invitación apremiante que se dirige a todos y
cada uno de nosotros: convertirse continuamente en nuestra vida al reino de
Dios, al señorío de Dios, de la verdad. Lo invocamos cada día en la oración del
«Padre nuestro» con la palabras «Venga a nosotros tu reino», que es como
decirle a Jesús: Señor que seamos tuyos, vive en nosotros, reúne a la humanidad
dispersa y sufriente, para que en ti todo sea sometido al Padre de la
misericordia y el amor.
(Del Angelus Domini papa Benedicti XVI Domingo 34 del tiempo ordinario)
RITO INICIALES
RITUS INITIALES
ANTÍFONA DE ENTRADA
INTROITUS
ORACIÓN COLECTA
LITURGIA DE LA PALABRA
EVANGELIO
Jn 18, 33-37
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Pilato llamó a Jesús y le preguntó: «¿Eres Tú el rey de los
judíos?» Jesús le respondió: «¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho
de mí?» Pilato replicó: «¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos
sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?» Jesús
respondió: «Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo,
los que están a mi servicio habrían combatido para que Yo no fuera entregado a
los judíos. Pero mi realeza no es de aquí». Pilato le dijo: «¿Entonces Tú eres
rey?» Jesús respondió: «Tú lo dices: Yo soy rey. Para esto he nacido y he venido
al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi
voz
S: Palabra del Señor .
Te alabamos Señor.
Verbum Domini.
Laus tibi,
Christe
HOMILIA
PROFESIÓN DE FE
Acabada la homilía, si la
liturgia del día lo prescribe, se hace la profesión de fe:
Creo en Dios, Padre
todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su
único Hijo, nuestro Señor,
En las palabras que siguen,
hasta María Virgen, todos se inclinan.
que
fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,
nació
de santa María Virgen,
padeció
bajo el poder de Poncio Pilato,
fue
crucificado, muerto y sepultado,
descendió
a los infiernos,
al
tercer día resucitó de entre los muertos,
subió
a los cielos
y
está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso.
Desde
allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo
en el Espíritu Santo,
la
santa Iglesia católica,
la
comunión de los santos,
el
perdón de los pecados,
la
resurrección de la carne
y
la vida eterna.
Amén.
Credo in unum Deum, Patrem
omnipotentem, factorem caeli et terrae, visibilium omnium et invisibilium. Et in unum
Dominum Iesum Christum, Filium Dei unigenitum, et ex Patre natum ante omnia
saecula. Deum de Deo, lumen de lumine, Deum verum de Deo vero, genitum, non
factum, consubstantialem Patri: per quem omnia facta sunt. Qui propter nos
homines et propter nostram salutem descendit de caelis. Et incarnatus est de
Spiritu Sancto ex Maria Virgine, et homo factus est. Crucifixus etiam pro nobis
sub Pontio Pilato; passus et sepultus est, et resurrexit tertia die, secundum
Scripturas, et ascendit in caelum, sedet ad dexteram Patris. Et iterum venturus
est cum gloria, iudicare vivos et mortuos, cuius regni non erit finis. Et in
Spiritum Sanctum, Dominum et vivificantem: qui ex Patre Filioque procedit. Qui
cum Patre et Filio simul adoratur et conglorificatur: qui locutus est per
prophetas. Et unam, sanctam,
catholicam et apostolicam Ecclesiam. Confiteor unum baptisma in remissionem
peccatorum. Et expecto resurrectionem mortuorum et vitam
venturi saeculi.
Credo
in un solo Dio, Padre
onnipotente, creatore del cielo e della terra, di
tutte le cose visibili e invisibili.
Credo
in un solo Signore, Gesù Cristo, unigenito
Figlio di Dio, nato dal Padre prima di tutti i secoli.
Dio
da Dio, Luce da Luce, Dio vero da Dio vero; generato,
non creato; della stessa sostanza del Padre; per
mezzo di lui tutte le cose sono state create.
Per
noi uomini e per la nostra salvezza discese dal cielo;
e
per opera dello Spirito Santo si
é
incarnato nel seno della Vergine Maria e si é fatto uomo.
Fu
crocifisso per noi sotto Ponzio Pilato, morì e fu sepolto.
Il
terzo giorno é risuscitato, secondo le Scritture; é salito al cielo, siede alla destra del Padre.
E
di nuovo verrà, nella gloria, per giudicare i vivi e i morti,
e
il suo regno non avrà fine.
Credo
nello Spirito Santo, che é Signore e da la vita,
e
procede dal Padre e dal Figlio
e
con il Padre e il Figlio é adorato e glorificato
e
ha parlato per mezzo dei profeti.
Credo
la Chiesa, una, santa, cattolica e apostolica.
Professo
un solo battesimo per il perdono dei peccati.
Aspetto
la risurrezione dei morti e la vita del mondo che verrà.
Amen.
LITURGIA EUCARÍSTICA
PREPARACIÓN DE LOS DONES
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
PLEGARIA EUCARISTICA
PLEGARIA
EUCARÍSTICA III
31. El
sacerdote, con las manos extendidas, dice:
Santo
eres en verdad, Padre,
y con
razón te alaban todas tus criaturas,
ya que
por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro,
con la
fuerza del Espíritu Santo,
das
vida y santificas todo,
y
congregas a tu pueblo sin cesar,
para
que ofrezca en tu honor
un
sacrificio sin mancha
desde
donde sale el sol hasta el ocaso.
32. Junta
las manos y, manteniéndolas extendidas sobre las ofrendas, dice:
Por
eso, Padre, te suplicamos
que
santifiques por el mismo Espíritu
estos
dones que hemos separado para ti,
Junta
las manos y traza el signo de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente,
diciendo:
de
manera que sean
Cuerpo
y X Sangre de Jesucristo,
Hijo
tuyo y Señor nuestro,
Junta
las manos.
que nos mandó celebrar estos misterios.
33. En las
fórmulas que siguen, las palabras del Señor han de pronunciarse con claridad, como lo requiere la naturaleza de éstas.
Porque él mismo, la noche en que iba a ser entregado,
Toma el
pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó pan, y dando gracias
te bendijo, lo partió
y lo dio a sus discípulos,
diciendo:
Se
inclina un poco.
Tomad y comed todos de él, porque esto es mi Cuerpo,
que será entregado por vosotros.
Muestra
el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora
haciendo genuflexión
34. Después
prosigue:
Del mismo modo, acabada la cena,
Toma el
cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
Tomó
el cáliz, dando gracias te bendijo, y lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Se
inclina un poco.
Tomad
y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza
nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el
perdón de los pecados.
Haced
esto en conmemoración mía.
Muestra
el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora haciendo
genuflexión.
35. Luego
dice una de las siguientes fórmulas:
1 Éste es el Sacramento de nuestra fe.
O bien:
Éste es el Misterio de la fe.
Y el
pueblo prosigue, aclamando:
Anunciamos
tu muerte, proclamamos tu resurrección.
¡Ven,
Señor Jesús!
Y el
pueblo prosigue, aclamando:
Cada
vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos tu muerte,
Señor, hasta que vuelvas.
DOXOLOGÍA
37. Toma la
patena, con el pan consagrado, y el cáliz y, sosteniéndolos elevados, dice:
Por
Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente,
en
la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los
siglos.
El
pueblo aclama:
Amén.
RITO DE COMUNIÓN
FRACCIÓN DEL PAN
COMUNIÓN
Después
el sacerdote puede ir a la sede. Si se juzga oportuno, se pueden guardar unos
momentos de silencio o cantar un salmo o cántico de alabanza.
Luego,
de pie en la sede o en el altar, el sacerdote dice:
Oremos.
Y todos,
junto con el sacerdote, oran en silencio durante unos momentos, a no ser que
este silencio ya se haya hecho antes.
Después
el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración después de la comunióñ.
RITO DE CONCLUSIÓN
Oratio Super
Populum
BENDICIONES SOLEMNES
Inclinaos para recibir
la bendición.
Luego, el sacerdote,
extendidas las manos sobre el pueblo, dice la bendición.
Todos responden: Amen
El sacerdote bendice
al pueblo, diciendo:
La bendición de Dios
todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.
Benedícat vos omnípotens
Deus,Pater, et Fílius, ✠ et Spíritus Sanc tus.
Vi benedica Dio onnipotente,
Padre e Figlio ✠ e Spirito Santo.
El pueblo responde:
Amén.
CONCLUIDA LA MISA NOS DIRIGIMOS PROCESIONALMENTE AL SANTUARIO Y REZAR DESDE ALLÍ, EL ANGELUS DOMINI Y LA CONSAGRACIÓN A LA MATER
Año de la corriente misionera (18.10.2012 - 18.10.2013).
No hay comentarios:
Publicar un comentario