RITOS
INICIALES RITUS INITIALES
INTROITUS
ANTIFONA
DE ENTRADA Sal 26, 7.9
Escucha, Señor, mi
voz y mis clamores y ven en mi ayuda; no me rechaces, ni me abandones, Dios,
salvador mío.
Exáudi, Dómine, vocem meam, qua clamávi ad te.
Adiútor meus esto,
ne derelínquas me, neque despícias me, Deus salutáris meus.
Ascolta, Signore, la mia voce: a te io grido.
Sei tu il mio aiuto, non respingermi, non abbandonarmi, Dio della mia salvezza.
Sei tu il mio aiuto, non respingermi, non abbandonarmi, Dio della mia salvezza.
Reunido el pueblo, el
sacerdote con los ministros va al altar, mientras se entona el canto de
entrada.
Cuando llega al altar, el sacerdote
con los ministros hace la debida reverencia, besa el altar y, si se juzga
oportuno, lo inciensa. Después se dirige con los ministros a la sede. Terminado
el canto de entrada, el sacerdote y los fieles, de pie, se santiguan, mientras
el sacerdote dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo
In nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti.
Amen.
El sacerdote, extendiendo las manos,
saluda al pueblo con una de las fórmulas siguientes:
Saludo Salutatio
El
Señor esté con vosotros
Dominus vobiscum.
Respuesta
Y
con tu espíritu.
Et cum spiritu tuo.
ACTO PENITENCIAL
Actus Pænitentialis
Kyrie, eleison.
Kyrie, eleison.
Christe, eleison.
Christe, eleison.
Kyrie, eleison.
Kyrie,
eleison.
Señor, ten piedad.
Señor, ten piedad.
Cristo, ten piedad.
Cristo, ten piedad.
Señor, ten piedad.
Señor, ten piedad
Gloria
Gloria a Dios en el cielo,
y en la tierra paz a los hombres
que ama el Señor.
Por tu inmensa gloria
te alabamos,
te bendecimos,
te adoramos,
te glorificamos,
te damos gracias,
Señor Dios, Rey celestial,
Dios Padre todopoderoso.
Señor, Hijo único, Jesucristo.
Señor Dios, Cordero de Dios,
Hijo del Padre;
tú que quitas el pecado del
mundo,
ten piedad de nosotros;
tú que quitas el pecado del mundo
atiende nuestra súplica
tú que estás sentado a la derecha
del Padre,
ten piedad de nosotros;
porque sólo tú eres Santo,
sólo tú Señor,
sólo tú Altísimo, Jesucristo,
con el Espíritu Santo
en la gloria de Dios Padre.
Amén.
Glória in excélsis Deo
et in terra pax homínibus bonae
voluntátis.
Laudámus te,
benedícimus te,
adorámus te,
glorificámus te,
grátias ágimus tibi propter
magnam glóriam tuam,
Dómine Deus, Rex caeléstis,
Deus Pater omnípotens.
Dómine Fili unigénite, Iesu
Christe,
Dómine Deus, Agnus Dei, Fílius
Patris,
qui tollis peccáta mundi,
miserére nobis;
qui tollis peccáta mundi, súscipe
deprecatiónem nostram.
Qui sedes ad déxteram Patris,
miserére nobis.
Quóniam tu solus Sanctus, tu
solus Dóminus,
tu solus Altíssimus,
Iesu Christe, cum Sancto Spíritu:
in glória Dei Patris.
Amen.
Acabado el himno, el sacerdote, con las manos
juntas dice:
Oremos.
Y todos junto con el sacerdote rezan en silencio
durante unos instantes. Luego el sacerdote con las manos extendidas pronuncia
la oración colecta. Cuando ésta finaliza el pueblo aclama: Amen.
ORACIÓN COLECTA Collecta
S: Oremus
Dios nuestro, fuerza
de todos los que en ti confían, ayúdanos con tu gracia, sin la cual nada puede
nuestra humana debilidad, para que podamos serte fieles en la observancia de
tus mandamientos.
Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, in te sperántium fortitúdo, invocatiónibus
nostris adésto propítius, et, quia sine te nihil potest mortális infírmitas,
grátiæ tuæ præsta semper auxílium, ut, in exsequéndis mandátis tuis, et
voluntáte tibi et actióne placeámus. Per Dóminum.
Dio, fortezza di chi spera in te, ascolta benigno le
nostre invocazioni, e poiché nella nostra debolezza nulla possiamo senza il tuo
aiuto, soccorrici con la tua grazia, perché fedeli ai tuoi comandamenti
possiamo piacerti nelle intenzioni e nelle opere. Per il nostro Signore...
LITURGIA DE LA
PALABRA/
El lector va al ambón y lee la primera lectura,
que todos escuchan sentados.
Para indicar el fin de la lectura, el lector
dice:
Palabra de Dios.
Todos aclaman:
Te alabamos, Señor.
El salmista o el cantor entona la antífona del
salmo, y el pueblo la repite y la intercala entre las estrofas.
Si hay segunda lectura, se lee en el ambón, como
la primera.
Para indicar el fin de la lectura, el lector
dice:
Palabra de Dios.
Todos aclaman:
Te alabamos, Señor.
Sigue el canto del Aleluya o, en tiempo de
Cuaresma, el canto antes del evangelio.
Mientras tanto, si se usa incienso, el sacerdote
lo pone en el incensario.
Después el diácono (o el concelebrante que ha de
proclamar el evangelio, en la misa presidida por el Obispo), inclinado ante el
sacerdote, pide la bendición, diciendo en voz baja:
Padre, dame tu bendición.
El sacerdote en voz baja dice:
El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que
anuncies dignamente su Evangelio; en el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo.
El diácono o el concelebrante se signa y
responde: Amén.
Si el mismo sacerdote debe proclamar el
evangelio, inclinado ante el altar, dice en secreto:
Purifica mi corazón y mis labios, Dios todopoderoso, para que anuncie dignamente tu Evangelio.
Después el diácono (o el sacerdote) va al ambón,
acompañado eventualmente por los ministros que llevan el incienso y los cirios;
ya en el ambón dice:
El Señor esté con ustedes.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
El diácono (o el sacerdote):
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san N.
Mientras tanto hace la señal de la cruz sobre el
libro y sobre su frente, labios y pecho.
El pueblo aclama:
Gloria a ti, Señor.
El diácono (o el sacerdote), si se usa incienso,
inciensa el libro.
Luego proclama el evangelio.
Acabado el evangelio el diácono (o el sacerdote)
dice:
Palabra del Señor.
Todos aclaman:
Gloria a ti, Señor Jesús.
Si la aclamación es cantada pueden usarse otras
respuestas de alabanza a Jesucristo, por ejemplo:
Tu palabra, Señor, es la verdad, y tu ley nuestra
libertad.
O bien:
Tu palabra, Señor, es lámpara que alumbra nuestros pasos.
O bien:
Tu palabra, Señor, permanece por los siglos.
Después el diácono lleva el libro a quien
preside, y éste lo besa, diciendo en secreto:
Las palabras del Evangelio borren nuestros pecados.
O bien el mismo diácono besa el libro, diciendo
en secreto las mismas palabras.
Luego tiene lugar la homilía; ésta es
obligatoria todos los domingos y fiestas de precepto y se recomienda en los
restantes días.
Acabada la homilía, si la Liturgia del día lo
prescribe, se hace la profesión de fe:
Primera lectura
Lectio prima
Lectura de la profecía de Ezequiel. 17, 22-24
Así habla el Señor: Yo tomaré la copa de un gran cedro, cortaré un brote de la más alta de sus ramas, y lo plantaré en una montaña muy elevada: lo plantaré en la montaña más alta de Israel. Él echará ramas y producirá frutos, y se convertirá en un magnífico cedro. Pájaros de todas clases anidarán en él, habitarán a la sombra de sus ramas. Y todos los árboles del campo sabrán que Yo, el Señor, humillo al árbol elevado y exalto al árbol humillado, hago secar al árbol verde y reverdecer al árbol seco. Yo, el Señor, lo he dicho y lo haré.
Verbum Dòmini.
Así habla el Señor: Yo tomaré la copa de un gran cedro, cortaré un brote de la más alta de sus ramas, y lo plantaré en una montaña muy elevada: lo plantaré en la montaña más alta de Israel. Él echará ramas y producirá frutos, y se convertirá en un magnífico cedro. Pájaros de todas clases anidarán en él, habitarán a la sombra de sus ramas. Y todos los árboles del campo sabrán que Yo, el Señor, humillo al árbol elevado y exalto al árbol humillado, hago secar al árbol verde y reverdecer al árbol seco. Yo, el Señor, lo he dicho y lo haré.
Verbum Dòmini.
T: Deo
gratias.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor
SALMO RESPONSORIAL. PSALMUS RESPONSORIUS
Sal 91, 2-3. 13-16
R. Es bueno darte gracias, Señor.
Es bueno
dar gracias al Señor, y cantar, Dios Altísimo, a tu Nombre; proclamar tu amor
de madrugada, y tu fidelidad en las vigilias de la noche.
R.
El justo
florecerá como la palmera, crecerá como los cedros del Líbano: trasplantado en la Casa del Señor, florecerá en
los atrios de nuestro Dios.
R.
En la vejez
seguirá dando frutos, se mantendrá fresco y frondoso, para proclamar qué justo
es el Señor, mi Roca, en quien no existe la maldad.
R.
SEGUNDA LECTURA LECTIO SECUNDA
Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pablo a los cristianos
de Corinto. 2Cor 5, 6-10
Hermanos: Nosotros nos sentimos plenamente seguros, sabiendo que
habitar en este cuerpo es vivir en el exilio, lejos del Señor; porque nosotros
caminamos en la fe y todavía no vemos claramente. Sí, nos sentimos plenamente
seguros, y por eso, preferimos dejar este cuerpo para estar junto al Señor; en
definitiva, sea que vivamos en este cuerpo o fuera de él, nuestro único deseo
es agradarle. Porque todos debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para
que cada uno reciba, de acuerdo con sus obras buenas o malas, lo que mereció
durante su vida mortal.
Lector: Palabra de Dios.
Verbum Dòmini.
T: Deo gratias
ACLAMACIÓN
Aleluya Cfr. Apoc 1,
8
Aleluya. La semilla
es la palabra de Dios, el sembrador es Cristo; el que lo encuentra permanece
para siempre. Aleluya.
EVANGELIO Evangelium
Después el diácono (o el sacerdote) va al ambón, acompañado
eventualmente por los ministros que llevan el incienso y los cirios; ya en el
ambón dice:
El Señor esté con vosotros.
El pueblo responde:
R: / Y con tu espíritu.
Dóminus vobíscum
Et cum spíritu tuo
El diácono (o el sacerdote):
Lectura del santo Evangelio según san N.
Léctio sancti
Evangélii secúndum
Y mientras tanto hace la señal de la cruz sobre el libro y sobre su
frente, labios y pecho.
El pueblo aclama:
R: / Gloria a ti, Señor. Glória tibi, Dómine.
El diácono (o el sacerdote), si se usa incienso, inciensa el libro.
Luego proclama el evangelio.
Acabado el evangelio el diácono (o el sacerdote) dice:
Palabra del Señor.
Todos aclaman:
R: / Gloria a ti, Señor Jesús.
Lectura (Proclamación) del santo Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Marcos. 4, 26-34
Jesús
decía a sus discípulos: «El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla
en la tierra: sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra por sí
misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en
la espiga. Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha
llegado el tiempo de la cosecha». También decía: «¿Con qué podríamos comparar
el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo? Se parece a un
grano de mostaza. Cuan- do se la siembra, es la más pequeña de todas las
semillas de la tierra, pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más
grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del
cielo se cobijan a su sombra». Y con muchas parábolas como éstas les anunciaba la Palabra, en la medida en
que ellos podían comprender. No les hablaba sino en parábolas, pero a sus
propios discípulos, en privado, les explicaba todo.
S: Palabra del
Señor
Verbum
Domini.
T: Laus tibi, Christe
Acabada la homilía, si la liturgia
del día lo prescribe, se hace la profesión de fe:
Creo en Dios, Padre
todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo,
su único Hijo, nuestro Señor,
En las palabras que
siguen, hasta María Virgen, todos se inclinan.
que fue concebido por
obra y gracia del Espíritu Santo,
nació de santa María
Virgen,
padeció bajo el poder
de Poncio Pilato,
fue crucificado,
muerto y sepultado,
descendió a los
infiernos,
al tercer día
resucitó de entre los muertos,
subió a los cielos
y está sentado a la
derecha de Dios, Padre todopoderoso.
Desde allí ha de
venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu
Santo,
la santa Iglesia
católica,
la comunión de los
santos,
el perdón de los
pecados,
la resurrección de la
carne
y la vida eterna.
Amén.
Professio
fidei
Credo in unum Deum, Patrem
omnipotentem, factorem caeli et terrae, visibilium omnium et invisibilium. Et
in unum Dominum Iesum Christum, Filium Dei unigenitum, et ex Patre natum ante
omnia saecula. Deum de Deo, lumen de lumine, Deum verum de Deo vero, genitum,
non factum, consubstantialem Patri: per quem omnia facta sunt. Qui propter nos
homines et propter nostram salutem descendit de caelis. Et incarnatus est de
Spiritu Sancto ex Maria Virgine, et homo factus est. Crucifixus etiam pro nobis
sub Pontio Pilato; passus et sepultus est, et resurrexit tertia die, secundum
Scripturas, et ascendit in caelum, sedet ad dexteram Patris. Et iterum venturus
est cum gloria, iudicare vivos et mortuos, cuius regni non erit finis. Et in
Spiritum Sanctum, Dominum et vivificantem: qui ex Patre Filioque procedit. Qui
cum Patre et Filio simul adoratur et conglorificatur: qui locutus est per
prophetas. Et unam, sanctam, catholicam et apostolicam Ecclesiam.
Confiteor unum baptisma in remissionem peccatorum. Et expecto resurrectionem
mortuorum et vitam venturi saeculi.
Después se hace la
plegaria universal u oración de los fieles, que se desarrolla de la siguiente
forma:
lnvitatorio
El sacerdote invita
a los fieles a orar, por medio de una breve monición.
Intenciones
Las intenciones son
propuestas por un diácono o, en su defecto, por un lector o por otra persona
idónea.
El pueblo manifiesta
su participación con una invocación u orando en silencio.
La sucesión de
intenciones ordinariamente debe ser la siguiente:
a) por las
necesidades de la Iglesia;
b) por los
gobernantes y por la salvación del mundo entero;
e) por aquellos que
se encuentran en necesidades particulares;
d) por la comunidad
local.
Conclusión
El sacerdote termina
la plegaria común con una oración conclusiva
Deinde fit oratio
universalis, seu oratio fidelium.
Oratio Fidelium ORACIONES DE LOS FIELES
LITURGIA EUCARÍSTICA LITURGIA
EUCHARISTICA
Acabada la Liturgia de la Palabra, los ministros
colocan en el altar el corporal, el purificador, el cáliz y el misal; mientras
tanto puede ejecutarse un canto adecuado.
Conviene que los
fieles expresen su participación en la ofrenda, bien sea llevando el pan y el
vino para la celebración de la eucaristía, bien aportando otros dones para las
necesidades de la Iglesia
o de los pobres.
El sacerdote se acerca al altar,
toma la patena con el pan y, manteniéndola un poco elevada sobre el altar, dice
en secreto:
Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este
pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre, que recibimos de tu
generosidad y ahora te presentamos; él
será para nosotros pan de vida.
Después deja la
patena con el pan sobre el corporal.
Si no se canta
durante la presentación de las ofrendas, el sacerdote puede decir en voz alta
estas palabras; al final el pueblo puede aclamar:
Bendito seas por siempre, Señor
El diácono, o el sacerdote, echa
vino y un poco de agua en el cáliz, diciendo en secreto:
El agua unida al vino sea signo de nuestra participación
en la vida divina de quien ha querido compartir nuestra condición humana.
Después el sacerdote toma el cáliz
y, manteniéndolo un poco elevado sobre el altar, dice en secreto:
Bendito seas, Señor, Dios del universo, por
este vino, fruto de la vid y del trabajo del hombre, que recibimos de tu
generosidad y ahora te presentamos; él será para nosotros bebida de salvación.
Después deja el
cáliz sobre el corporal.
Si no se canta durante la presentación de las
ofrendas, el sacerdote puede decir en voz alta estas palabras; al final el
pueblo puede aclamar:
Bendito seas por siempre,
Señor.
A continuación,
el sacerdote, inclinado, dice en secreto:
Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro espíritu
humilde; que éste sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia,
Señor, Dios nuestro.
Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro espíritu
humilde; que éste sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia,
Señor, Dios nuestro.
Y, si se juzga
oportuno, inciensa las ofrendas y el altar. A continuación el diácono o un
ministro inciensa al sacerdote y al pueblo.
Lava del todo mi delito, Señor,
limpia mi pecado.
Lava
me, Domine, ab iniquitate mea, et a peccato meo munda me.
Después, de pie
en el centro del altar y de cara al pueblo, extendiendo y juntando las manos,
dice una de las siguientes fórmulas:
horad, hermanos,para que este sacrificio, mío y vuestro,sea agradable a Dios, Padre todopoderoso.
horad, hermanos,para que este sacrificio, mío y vuestro,sea agradable a Dios, Padre todopoderoso.
Orate,
fratres, ut meum ac vestrum sacrificium acceptabile fiat apud Deum Patrem
omnipotentem!
O bien:
En el momento de ofrecer
el sacrificio de toda la Iglesia,
oremos a Dios, Padre todopoderoso.
O bien:
Orad, hermanos,
para que, llevando al altar
los gozos y las fatigas de cada día,
nos dispongamos a ofrecer el sacrificio
agradable a Dios, Padre todopoderoso.
En el momento de ofrecer
el sacrificio de toda la Iglesia,
oremos a Dios, Padre todopoderoso.
O bien:
Orad, hermanos,
para que, llevando al altar
los gozos y las fatigas de cada día,
nos dispongamos a ofrecer el sacrificio
agradable a Dios, Padre todopoderoso.
El pueblo
responde:
El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para
alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien
y el de toda su santa
Iglesia.
Luego el sacerdote, con las manos
extendidas, dice la oración sobre las ofrendas.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Oratio Super oblata (nos ponemos de pie)
Dios nuestro, que en estos dones que te presentamos has otorgado al
hombre el pan que lo alimenta y el sacramento que le da nueva vida, haz que
nunca llegue a faltarnos este sustento del cuerpo y del espíritu.
Por Jesucristo,
nuestro Señor.
Deus, qui humáni géneris
utrámque substántiam præséntium múnerum et aliménto végetas et rénovas
sacraménto, tríbue, quæsumus, ut eórum et corpóribus nostris subsídium non
desit et méntibus. Per Christum.
O Dio, che nel pane e nel vino doni all'uomo il
cibo che lo alimenta e i sacramento che lo rinnova, fa' che non ci venga mai a
mancare questo sostegno del corpo e dello spirito. Per Cristo nostro Signore.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Súper Oblata
La
oración sobre las ofrendas termina siempre con la conclusión breve.
Si
la oración se dirige al Padre:
Por Jesucristo, nuestro
Señor.
Si
la oración se dirige al Padre, pero al final de la misma se menciona al Hijo:
Él, que vive y reina
por los siglos de los
siglos.
Si
la oración se dirige al Hijo:
Tú que vives y reinas
por los siglos de los
siglos.
El
pueblo aclama:
Amén.
Prex Eucharistica PLEGARIA EUCARISTICA
En las plegarias eucarísticas se pueden nombrar
junto al Obispo diocesano a los Obispos coadjutores o auxiliares y al Obispo
que eventualmente preside una concelebración. Si el celebrante es Obispo,
siempre se nombra a si mismo; el Obispo diocesano se nombra después del Papa;
los otros Obispos se nombran a sí mismos después del Obispo diocesano.
En la plegaria
eucarística primera o Canon romano pueden omitirse aquellas partes que están
incluidas dentro de corchetes.
PREFACIO Præfatio
El sacerdote comienza la plegaria eucarística
con el prefacio. Con las manos extendidas dice:
El Señor esté con vosotros.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
El sacerdote, elevando las manos, prosigue:
Levantemos el corazón.
El pueblo responde:
Lo tenemos levantado hacia
el Señor.
El sacerdote, con las manos extendidas, añade:
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
El pueblo responde:
Es justo y necesario.
El sacerdote prosigue el prefacio con las manos
extendidas.
Al final del prefacio junta las manos y, en
unión del pueblo,
Dominus vobiscum.
Et cum spiritu tuo.
Sursum corda.
Habemus ad Dominum.
Gratias agamus Domino Deo
nostro.
Dignum
et iustum est.
concluye el prefacio, cantando o
diciendo en voz alta:
Sanctus, sanctus, sanctus
Dominus Deus Sabaoth. Pleni sunt caeli et terra gloria tua. Hosanna in excelsis. Benedictus qui venit in nomine
Domini. Hosanna in excelsis.
Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del Universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna
en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna
en el cielo.
Ahora se
elige alguna de las Plegarias Eucarísticas
PLEGARIA EUCARÍSTICA III
31. El sacerdote, con las manos
extendidas, dice:
Santo eres en verdad,
Padre,
y con razón te alaban
todas tus criaturas,
ya que por Jesucristo, tu
Hijo, Señor nuestro,
con la fuerza del
Espíritu Santo,
das vida y santificas
todo,
y congregas a tu pueblo
sin cesar,
para que ofrezca en tu
honor
un sacrificio sin mancha
desde donde sale el sol
hasta el ocaso.
32. Junta las manos y,
manteniéndolas extendidas sobre las ofrendas, dice:
Por eso, Padre, te
suplicamos
que santifiques por el
mismo Espíritu
estos dones que hemos
separado para ti,
Junta las manos y traza el
signo de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente, diciendo:
de manera que sean
Cuerpo y Sangre de Jesucristo,
Hijo tuyo y Señor
nuestro,
Junta las manos.
que nos mandó celebrar
estos misterios.
33. En las fórmulas que siguen,
las palabras del Señor han de pronunciarse con claridad,como lo requiere la
naturaleza de éstas.
Porque él mismo, la noche
en que iba a ser entregado,
Toma el pan y,
sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó pan, y dando gracias
te bendijo, lo partió
y lo dio a sus
discípulos, diciendo:
Se inclina un poco.
Tomad y comed todos de él,
porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros.
Muestra el pan consagrado
al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora haciendo genuflexión.
34. Después prosigue:
Del mismo modo, acabada
la cena,
Toma el cáliz y,
sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó el cáliz,
dando gracias te bendijo,
y lo pasó a sus
discípulos, diciendo:
Se inclina un poco.
Tomad y bebed todos de él,
porque éste es el cáliz
de mi Sangre,
Sangre de la alianza
nueva y eterna,
que será derramada por
vosotros
y por todos los hombres
para el perdón de los
pecados.
Haced esto en
conmemoración mía.
35. Luego dice una de las
siguientes fórmulas:
1 Éste es el Sacramento de
nuestra fe.
O bien:
Éste es el Misterio de la
fe.
Y el pueblo prosigue,
aclamando:
Anunciamos tu muerte,
proclamamos tu resurrección.
¡Ven, Señor Jesús!
2 Aclamad el Misterio de la
redención:
Y el pueblo prosigue,
aclamando:
Cada vez que comemos de
este pan
y bebemos de este cáliz,
anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas.
3 Cristo se entregó por
nosotros.
Y el pueblo prosigue,
aclamando:
Por tu cruz y
resurrección
nos has salvado, Señor.
36. Después el sacerdote, con
las manos extendidas, dice:
Así, pues, Padre,
al celebrar ahora el
memorial
de la pasión salvadora de
tu Hijo,
de su admirable
resurrección y ascensión al cielo,
mientras esperamos su
venida gloriosa,
te ofrecemos, en esta
acción de gracias, el sacrificio vivo y santo.
Dirige tu mirada sobre la
ofrenda de tu Iglesia,
y reconoce en ella la victima
por cuya inmolación
quisiste devolvernos tu amistad,
para que, fortalecidos
con el Cuerpo y la Sangre
de tu Hijo
y llenos de su Espíritu
Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu.
Que él nos transforme en ofrenda permanente,
para que gocemos de tu
heredad
junto con tus elegidos:
con María, la Virgen Madre de Dios,
los apóstoles y los
mártires,
[san N.: santo del día o
patrono]
y todos los santos, por
cuya intercesión
confiamos obtener siempre
tu ayuda.
Te pedimos, Padre, que
esta Víctima de reconciliación
traiga la paz y la
salvación al mundo entero.
Confirma en la fe y en la
caridad
a tu Iglesia, peregrina
en la tierra:
a tu servidor, el Papa N., a nuestro Obispo N.,
Puede hacerse también
mención de los Obispos coadjutores o auxiliares y, en las concelebraciones, del
Obispo que preside la celebración.
El Obispo, cuando celebra
en su diócesis, dice:
a mí, indigno siervo
tuyo,
Cuando celebra un Obispo
que no es el Ordinario, dice:
a mi hermano N., Obispo de esta Iglesia de
N.,
a mí, indigno siervo
tuyo,
al orden episcopal, a los
presbíteros y diáconos,
y a todo el pueblo
redimido por ti.
Atiende los deseos y
súplicas de esta familia
que has congregado en tu
presencia.
Reúne en torno a ti,
Padre misericordioso,
a todos tus hijos
dispersos por el mundo.
† A nuestros hermanos
difuntos
y a cuantos murieron en
tu amistad
recíbelos en tu reino,
donde esperamos gozar
todos juntos
de la plenitud eterna de
tu gloria,
Junta las manos.
por Cristo, Señor
nuestro,
por quien concedes al
mundo todos los bienes. †
37. Toma la patena, con el pan
consagrado, y el cáliz y, sosteniéndolos elevados, dice:
Por Cristo, con él y en
él,
a ti, Dios Padre
omnipotente,
en la unidad del Espíritu
Santo,
todo honor y toda gloria
por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
Después sigue el rito de la comunión.
RITO
DE COMUNION RITUS
COMMUNIONIS
Una vez que ha dejado el
cáliz y la patena, el sacerdote, con las manos juntas, dice:
Fieles a la recomendación
del Salvador
y siguiendo su divina
enseñanza,
nos atrevemos a decir:
O bien:
Llenos de alegría por ser
hijos de Dios,
digamos confiadamente
la oración que Cristo nos
enseñó:
O bien:
El amor de Dios ha sido
derramado
en nuestros corazones
con el Espíritu Santo que
se nos ha dado;
digamos con fe y
esperanza:
O bien:
Antes de participar en el
banquete de la
Eucaristía,
signo de reconciliación
y vinculo de unión
fraterna,
oremos juntos como el
Señor nos ha enseñado:
Extiende las manos y, junto
con el pueblo, continúa:
Padrenuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu
Nombre;
venga a nosotros tu
reino;
hágase tu voluntad en la
tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de
cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros
perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la
tentación,
y líbranos del mal.
Pater noster, qui es in caelis:
sanctificétur nomen tuum;
advéniat regnum tuum;
fiat volúntas tua, sicut in caelo,
et in terra.
Panem nostrum cotidiánum da nobis hódie;
et dimítte nobis débita nostra,
sicut et nos dimíttimus debitóribus nostris;
et ne nos indúcas in tentatiónem;
sed líbera nos a malo.
El sacerdote, con las manos
extendidas, prosigue él solo:
Líbranos de todos los
males, Señor,
y concédenos la paz en
nuestros días,
para que, ayudados por tu
misericordia,
vivamos siempre libre de
pecado
y protegidos de toda
perturbación,
mientras esperamos la
gloriosa venida
de nuestro Salvador
Jesucristo.
Junta las manos.
El pueblo concluye la
oración, aclamando:
Tuyo es el reino, tuyo el
poder y la gloria, por siempre, Señor.
Después el sacerdote, con
las manos extendidas, dice en voz alta:
Señor Jesucristo,
que dijiste a tus
apóstoles:
"La paz os dejo, mi
paz os doy",
no tengas en cuenta
nuestros pecados,
sino la fe de tu Iglesia
y, conforme a tu palabra,
concédele la paz y la
unidad.
Junta las manos.
Tú que vives y reinas
por los siglos de los
siglos.
El pueblo responde:
Amén.
El sacerdote, extendiendo y
juntando las manos, añade:
La paz del Señor esté
siempre con vosotros.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
Luego, si se juzga
oportuno, el diácono, o el sacerdote, añade:
Daos fraternalmente la
paz.
O bien:
Como hijos de Dios,
intercambiad ahora
un signo de comunión
fraterna.
O bien:
En Cristo, que nos ha
hecho hermanos con su
cruz,
daos la paz como signo de
reconciliación.
O bien:
En el Espíritu de Cristo
resucitado,
daos fraternalmente la
paz.
Y todos, según la costumbre
del lugar, se dan la paz. El sacerdote da la paz al diácono o al ministro.
Después toma el pan
consagrado, lo parte sobre la patena, y deja caer una parte del mismo en el
cáliz, diciendo en secreto:
El
Cuerpo y la Sangre
de nuestro Señor Jesucristo,
unidos
en este cáliz,
sean
para nosotros
alimento
de vida eterna.
Cordero de Dios, que quitas
el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que
quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que
quitas el pecado del mundo,
danos la paz.
Agnus Dei, qui tollis peccata
mundi: miserere nobis.
Agnus Dei, qui tollis peccata
mundi: miserere nobis.
Agnus Dei, qui tollis peccata
mundi: dona nobis pacem
Si la fracción del pan se
prolonga, el canto precedente puede repetirse varias veces. La última vez se
dice: danos la paz.
A continuación el
sacerdote, con las manos juntas, dice en secreto:
Señor
Jesucristo, Hijo de Dios vivo,
que
por voluntad del Padre,
cooperando
el Espíritu Santo,
diste
con tu muerte la vida al mundo,
líbrame,
por la recepción de tu Cuerpo y de tu Sangre,
de
todas mis culpas y de todo mal.
Concédeme
cumplir siempre tus mandamientos
y
jamás permitas que me separe de ti.
O bien:
Señor
Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre
no
sea para mí un motivo de juicio y condenación,
sino
que, por tu piedad,
me
aproveche para defensa de alma y cuerpo
y
como remedio saludable.
El sacerdote hace
genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevado sobre la
patena, lo muestra al pueblo, diciendo:
Éste es el Cordero de
Dios,
que quita el pecado del
mundo.
Dichosos los invitados a
la cena del Señor.
Y, juntamente con el
pueblo, añade:
Señor, no soy digno
de que entres en mi casa,
pero una palabra tuya
bastará para sanarme.
El sacerdote dice en
secreto:
El
Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna.
Y comulga reverentemente el
Cuerpo de Cristo.
Después toma el cáliz y
dice en secreto:
La Sangre de Cristo me guarde para la vida eterna.
Y bebe reverentemente la Sangre de Cristo.
Después toma la patena o la
píxide, se acerca a los que quieren comulgar y les presenta el pan consagrado, que sostiene un
poco elevado, diciendo a cada uno de ellos:
El Cuerpo de Cristo.
El que va a comulgar
responde:
Amén.
El diácono y los ministros
que distribuyen la
Eucaristía observan los mismos ritos.
Si se comulga bajo las dos
especies, se observa el rito descrito en su lugar. (Instr. Gen. n. 240-252).
Cuando el sacerdote comulga
el Cuerpo de Cristo, comienza el canto de comunión.
Acabada la comunión, el
diácono, el acólito, o el mismo sacerdote, purifica la patena sobre el cáliz y
también el mismo cáliz, a no ser que se prefiera purificarlo en la credencia
después de la misa.
Si el sacerdote hace la
purificación, dice en secreto:
Haz,
Señor,
que
recibamos con un corazón limpio
el
alimento que acabamos de tomar,
y que
el don que nos haces en esta vida nos aproveche para la eterna.
Después el sacerdote puede
ir a la sede. Si se juzga oportuno, se pueden guardar unos momentos de silencio
o cantar un salmo o cántico de alabanza.
Luego, de pie en la sede o
en el altar, el sacerdote dice:
Oremos.
Y todos, junto con el
sacerdote, oran en silencio durante unos momentos, a no ser que este silencio
ya se haya hecho antes.
Después el sacerdote, con
las manos extendidas, dice la oración después de la comunióñ.
POSTCOMMUNIO
ORACION DESPUES DE LA
COMUNION
Que nuestra participación en
este sacramento signo de la unión de los fieles en ti, contribuya, Señor, a la
unidad de tu Iglesia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Hæc tua, Dómine, sumpta sacra
commúnio, sicut fidélium in te uniónem præsígnat, sic in Ecclésia tua unitátis
operétur efféctum. Per Christum.
Signore, la partecipazione a questo sacramento, segno della
nostra unione con te, edifichi la tua Chiesa nell'unità e nella pace. Per
Cristo nostro Signore.
La oración después de la
comunión termina con la conclusión breve.
Si la oración se dirige al
Padre:
Por Jesucristo, nuestro
Señor.
Si la oración se dirige al
Padre, pero al final de la misma se menciona al Hijo:
Él, que vive y reina por
los siglos de los siglos.
Si la oración se dirige al
Hijo:
Tú que vives y reinas por
los siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
Amén.
Oratio
Super Populum
Inclinaos
para recibir la bendición.
Luego, el
sacerdote, extendidas las manos sobre el pueblo, dice la bendición.
Todos responden: Amen.
RITUS CONCLUSIONIS
RITO DE
CONCLUSION
En este momento
se hacen, si es necesario y con brevedad, los oportunos anuncios o advertencias
al pueblo.
Después tiene
lugar la despedida. El sacerdote extiende las manos hacia el pueblo y dice:
El Señor esté con vosotros.
El pueblo
responde:
Y con tu espíritu.
El sacerdote
bendice al pueblo, diciendo:
La bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.
El pueblo
responde:
Amén.
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