Es el sacerdote el que hace posible que haya Eucaristía. ¿Y quién
si no el sacerdote, para traernos la presencia viva de Cristo mismo en su
cuerpo y en su sangre, a través de sus manos ungidas? Jesús mismo así lo
dispuso. Eligió primeros a sus discípulos, para quedarse en ellos, y así en
ellos, hacerse presente en la
Eucaristía. Si no hubiese sacerdotes, no tendríamos la Eucaristía. San
Alberto Hurtado, primer santo chileno lo expresa de una manera muy bonita y
certera en su Meditación sobre el Reino:
“El sacerdocio, las
misiones, las obras de Caridad no son materia de obligaciones, de pecado, son
absolutamente necesarias para la
Iglesia y son obra de la generosidad. El día que no haya
sacerdotes no habrá sacramentos y el sacerdocio no es obligatorio. El día que
no haya misioneros, no avanzará la fe, y las misiones no son obligatorias. El
día que no haya quienes cuiden a los leprosos, a los pobres... no habrá el
testimonio distintivo de Cristo, y esas obras no son obligatorias... El día que
no haya santos, no habrá Iglesia y la santidad no es obligatoria. ¡Qué grande
es esta idea! ¡La Iglesia
no vive del cumplimiento del deber, sino de la generosidad de sus fieles! ¡Qué
grande es la confianza que Dios nos ha hecho al fiarse de nuestra nobleza, de
nuestra generosidad y esperar que le respondamos!”
Sacerdote y Eucaristía
están indisolublemente unidos, ya no sólo porque sin los sacerdotes no se puede
celebrar la Eucaristía
y los sacramentos, sino porque el sacerdote se identifica plenamente con el
Cuerpo y la Sangre
de Cristo, es lo que define la esencia de su ministerio. El sacerdote es otro
Cristo aquí en la tierra y se entrega en la Eucaristía para que la Iglesia tenga el alimento
de vida eterna. El sacerdote se dona a sí mismo como alimento para la vida de
los hombres, como Cristo, es anfitrión de este banquete y además alimento,
Pastor y Pasto. Un sacerdote puede hacer muchas cosas, puede desplegar muchas
capacidades y desarrollar muchos proyectos pero si no celebra la Eucaristía pierde su esencia,
se aísla de la fuente de vida, muere.
(EXTRACTO HOMILÍA EN LA
PRIMERA MISA DEL RVDO. PADRE JAIME VIVANCOS MACHIMBARRENA )Madrid, 10 de Junio de 2012 P.Juan Barbudo Sepúlveda
El Dios redentor, que vino a nosotros era la Palabra eterna, pero el modo en que se introdujo no fue como una luz que ilumina el intelecto o como algo que es leido en un libro impreso. Dios se hizo hombre, "se hizo carne" para que pudiese ser visto, oido, tocado con las manos, tal como san Juan Subraya tan enérgicamente al comienzo de su primera carta. Este misterio de la encarnación se prolonga y sigue obrando en la palabra proclamada y la liturgia. La Palabra debe ser oida, pero que sea escuchada presupone el silencio
(Romano Guardini)
Evangelio según San Marcos 4,26-34.
Y decía: "El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra:
sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo.
La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga.
Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha".
También decía: "¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo?
Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra, pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra".
Y con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender.
No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo.
Después, de pie
en el centro del altar y de cara al pueblo, extendiendo y juntando las manos,
dice una de las siguientes fórmulas:
Orad,
hermanos,para que este sacrificio, mío y
vuestro,
sea agradable a Dios, Padre
todopoderoso.
Orate,
fratres, ut meum ac vestrum sacrificium acceptabile fiat apud Deum Patrem
omnipotentem!
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Oratio Super oblata (nos ponemos de pie)
Dios nuestro, que en estos dones que te presentamos has otorgado al
hombre el pan que lo alimenta y el sacramento que le da nueva vida, haz que
nunca llegue a faltarnos este sustento del cuerpo y del espíritu.
Por Jesucristo,
nuestro Señor.
Deus, qui humáni géneris
utrámque substántiam præséntium múnerum et aliménto végetas et rénovas
sacraménto, tríbue, quæsumus, ut eórum et corpóribus nostris subsídium non
desit et méntibus. Per Christum.
En el corazón de la celebración de la Eucaristía
se encuentran el pan y el vino que, por las palabras de Cristo y por la
invocación del Espíritu Santo, se convierten en el Cuerpo y la Sangre de
Cristo. Fiel a la orden del Señor, la Iglesia continúa haciendo, en memoria de
Él, hasta su retorno glorioso, lo que Él hizo la víspera de su pasión: "Tomó
pan...", "tomó el cáliz lleno de vino...". Al convertirse misteriosamente en
el Cuerpo y la Sangre de Cristo, los signos del pan y del vino siguen
significando también la bondad de la creación. Así, en el ofertorio, damos
gracias al Creador por el pan y el vino (cf Sal 104,13-15), fruto "del trabajo
del hombre", pero antes, "fruto de la tierra" y "de la vid", dones del
Creador. La Iglesia ve en en el gesto de Melquisedec, rey y sacerdote, que
"ofreció pan y vino" (Gn 14,18), una prefiguración de su propia ofrenda (cf
Plegaria Eucaristía I o
Canon Romano, 95; Misal Romano).
CIC 1333
Eres pan de los hijos de Dios,134
vino que nacen almas virginales,
alimento que reverencian los martires,
manantial para alegres heraldos de la redención
Padre José Kentenich
Por Cristo, con él y en
él, a ti, Dios Padre
omnipotente, en la unidad del Espíritu
Santo, todo honor y toda gloria
por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
Amén.
Tú, divino Caminante, experto de nuestras calzadas y conocedor
de nuestro corazón, no nos dejes prisioneros de las sombras de la noche.
Ampáranos en el cansancio, perdona nuestros pecados, orienta
nuestros pasos por la vía del bien.
Bendice a los niños, a los jóvenes, a los ancianos, a las
familias y particularmente a los enfermos. Bendice a los sacerdotes y a las
personas consagradas. Bendice a toda la humanidad.
En la Eucaristía te has hecho "remedio de inmortalidad": danos
el gusto de una vida plena, que nos ayude a caminar sobre esta tierra como
peregrinos seguros y alegres, mirando siempre hacia la meta de la vida sin fin.
Quédate con nosotros, Señor! Quédate con nosotros! Amén.
(Papa Juan Pablo II HOMILÍA Altar de la Confesión de la Basílica de San Pedro Domingo 17 de octubre de 2004
ORACION DESPUES DE LA
COMUNION
Oremus
Que nuestra participación en
este sacramento signo de la unión de los fieles en ti, contribuya, Señor, a la
unidad de tu Iglesia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Hæc tua, Dómine, sumpta sacra
commúnio, sicut fidélium in te uniónem præsígnat, sic in Ecclésia tua unitátis
operétur efféctum. Per Christum.
Desde el altar 162
nos dirigimos,Señor,
a dar forma
a la vida cotidiana
Padre Jose Kentenich del libro Hacia el Padre
El objetivo del Año de la Corriente del Santuario (2011-2012) es afianzar esta
red de Santuarios centrados en el Santuario Original, del que fluyen y
al que regresan todas las gracias. Todo se ha originado en Schoenstatt y
nuestro peregrinar finalmente nos lleva de vuelta ahí. El nuevo
entusiasmo que nos embarga por la importancia del Santuario Original en
nuestros tiempos, como un lugar de gracias y la presencia de lo santo
entre nosotros, como un lugar donde Dios y las naciones se encuentran, y
como un lugar de fervor misionero, le da al Año de la Corriente del
Santuario un significado más profundo.
P. José María GarcíaEnlace:
SantuarioCenaculoDeBellavista11DelTiempoOrdinarioDomingo17DeJunio2012
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