Ciudad del Vaticano, 5 julio 2013 (VIS).-Esta
mañana, a las 11, 00, en la Oficina de Prensa de la Santa Sede ha tenido lugar
la presentación de la primera encíclica del Papa Francisco “Lumen fidei”. La
presentación ha corrido a cargo del cardenal Marc Ouellet, P.S.S., Prefecto de
la Congregación para los Obispos y de los arzobispos Gerhard Ludwig Müller y
Rino Fisichella, respectivamente Prefecto de la Congregación para la Doctrina de
la Fe y Presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización.
Ha hablado en primer lugar el arzobispo Gerhard
L. Müller explicando que en la Lumen Fidei las temáticas se dividen en cuatro
partes como "cuatro cuadros de una única grande pintura".
"En la primera parte -ha dicho-, a partir
de la fe de Abraham, que presenta al hombre reconociendo en la voz de Dios “una
llamada profunda, inscrita desde siempre en su corazón ”, se pasa a la fe del
pueblo de Israel. Un continuo pasaje de la “tentación de la incredulidad” y la
adoración de los ídolos, “obras de las manos del hombre”, a la confesión “de
los beneficios de Dios y al cumplimiento progresivo de sus promesas. Se llega
así a la historia de Jesús, compendio de la salvación, en quien todas las
líneas de la historia de Israel se unen y concentran. Con Jesús podemos decir
definitivamente que “hemos conocido y creído al amor que Dios tiene por
nosotros”, porque Él es “la manifestación plena de la fiabilidad de Dios”.
"En la segunda parte la encíclica pone la
verdad como una cuestión que se coloca “en el centro de la fe”. La fe es un
evento cognoscitivo relacionado con el conocimiento de la realidad: “sin la
verdad, la fe no salva… permanece una hermosa fábula… o se reduce a un bello
sentimiento”.
"La fe, -ha recordado- abriéndonos al amor
que viene de Dios, transforma nuestro modo de ver las cosas “en cuanto el mismo
amor trae una luz”. El amor es auténtico cuando nos une a la verdad, mientras
la verdad nos atrae a ella con la fuerza del amor. “Este descubrimiento del
amor como fuente de conocimiento, que pertenece a la experiencia originaria de
cada hombre”, nos es testimoniada justamente “por la concepción bíblica de la
fe” y constituye uno de los énfasis más bellos e importantes de esta encíclica"...La
fe nos ayuda por tanto a alcanzar en profundidad los fundamentos de la
realidad. En ese sentido, se puede comprender el nivel en el cual la luz de la
fe puede “iluminar los interrogativos de nuestro tiempo en cuanto a la verdad”,
es decir las grandes preguntas que surgen en el corazón humano frente a la
totalidad de la realidad, sea en relación a su belleza que a sus aspectos
dramáticos".
Monseñor Müller ha destacado varios puntos
relevantes de la encíclica. Primero, "el lugar genético de la fe,
señalando esta como evento que toca íntimamente la persona, pero no cierra el
“yo” en un aislado y aislante “tú a tú” con Dios. De hecho, la fe -ha dicho-
“nace de un encuentro que se produce en la historia” y “se transmite… por
contacto, de persona a persona, como una llama enciende otra llama".
En segundo lugar ha señalado una cita presente
en la tercera parte de la encíclica, extraída de las Homilías de San León
Magno: “Si la fe no es una, no es fe”. “Vivimos de hecho -ha continuado- en un
“mundo” que, a pesar de sus conexiones y globalizaciones, está fragmentado y
seccionado en muchos mundos, que si bien se encuentran en comunicación, se
hallan con frecuencia en mutuo conflicto. Por esta razón la unidad de la fe es
un bien precioso que el Santo Padre y sus hermanos obispos están llamados a
testimoniar, alimentar y garantizar como primicias de una unidad que se ofrece
al mundo entero como don".
Por último el prelado ha referido un pasaje de
la cuarta parte de la Encíclica. "Si es verdad que la fe auténtica llena
el corazón de alegría y “se ensancha la vida” —afirmación que aúna
concretamente al Papa Francisco y Benedicto XVI— “la luz de la fe no nos lleva
a olvidarnos de los sufrimientos del mundo” sino que nos abre “a una presencia
que le acompaña, con una historia del bien que se une a toda historia de
sufrimiento, para abrir en ella un resquicio de luz”.
La encíclica según monseñor Müller "quiere
reafirmar de modo nuevo, que la fe en Jesucristo es un bien para el hombre y
“es un bien para todos, un bien común”: “su luz no luce sólo dentro de la
Iglesia, ni sirve únicamente para construir una ciudad eterna en el más allá;
nos ayuda a edificar nuestras sociedades para que avancen hacia el futuro con
esperanza”.
A continuación ha tomado la palabra el cardenal
Ouellet señalando que Lumen fidei “habla de la fe como de una experiencia de
comunión, de dilatación del yo y de solidaridad en el camino de la Iglesia con
Cristo para la salvación de la humanidad... Objetivamente, la luz de la fe
orienta el sentido de la vida, ayuda y consuela a los corazones inquietos y
abandonados, pero compromete también a los creyentes para que se pongan al
servicio del bien común de la humanidad a través del anuncio y la división
auténtica de la gracia recibida de Dios... Subjetivamente la fe es una apertura
al Amor de Cristo, un acoger, un entrar en relación que ensancha el yo a la
dimensión de un nosotros que no es solamente humano, en la Iglesia, sino que es
propiamente divino, esto es, una participación auténtica en el Nosotros del
Padre y del Hijo en el Espíritu Santo”
“A partir de este “nosotros” trinitario que se
prolonga en el “nosotros” eclesial, la encíclica se enlaza de forma
completamente natural con el “nosotros” de la familia que es el lugar por
excelencia de transmisión de la fe... Por otra parte recuerda las profundas
afinidades entre la fe y el amor sin fin que se prometen el hombre y la mujer
que se unen en matrimonio”. Asimismo “la encíclica da un notable contribución a
la pertinencia de la fe para la vida social, para la construcción de la ciudad
en la justicia y en la paz, gracias al respeto de cada persona y de su
libertad, gracias a los recursos de la compasión y la reconciliación que ofrece
para el consuelo de los sufrimientos y la composición de los conflictos... La
tendencia a confinar a la fe en la esfera de la vida privada se confuta en
tonos mesurados, pero de forma decisiva” y “muchos aspectos desarrollados en
precedencia por las encíclicas sobre la caridad y la esperanza se completan con
esta puesta en luz de la fe como comunión y servicio al bien común”.
“Al final -ha terminado el cardenal- la
encíclica contempla a María, la figura por excelencia de la fe, aquella que ha
escuchado la Palabra y la ha conservado en su corazón, la que ha seguido a
Jesús y se ha dejado transformar”.
Por su parte, monseñor Fisichella retomando las
palabras del Santo Padre: “El que cree ve”, ha afirmado que en esta expresión
“puede resumirse la enseñanza del Papa Francisco en esta primera encíclica
suya. Un texto situado en la perspectiva del binomio luz y amor. Lo que nos
enseña es un camino que el Papa propone a la Iglesia para recuperar su misión
en el mundo de hoy... Presentando la fe, la encíclica nos pide que fijemos de
nuevo la mirada sobre lo que es esencial en la Iglesia y en cada creyente; es
decir el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios que en su muerte y
resurrección ha revelado el amor en su plenitud y en su profundidad....
Partiendo del presupuesto de que la fe nace del amor, se articula la relación
entre conocimiento de la fe y conocimiento del amor como un binomio
inseparable, en el cual, de cualquier forma, el primado indiscutible es el del
amor. La “luz de la fe” se resuelve en la “luz del amor”.
El arzobispo Fisichella ha señalado que Lumen
fidei se publica justo a mitad del Año de la Fe y que está fechada el 29 de
junio, festividad de los apóstoles Pedro y Pablo y primeros testigos de la fe
de la Iglesia de Roma en la que el Papa está llamado a confirmar a los hermanos
en la unidad de la fe de siempre. Asimismo he revelado que a Benedicto XVI se
le había pedido repetidamente que escribiera una encíclica sobre la fe para
concluir la tríada abierta con “Deus Caritas est” sobre el amor y “Spe salvi”
sobre la esperanza. “El Papa -ha dicho mons. Fisichella- no estaba convencido
de tener que someterse a esta ulterior fatiga. Sin embargo, la insistencia
prevaleció y Benedicto XVI decidió que la habría escrito como conclusión del
Año de la Fe. La historia ha querido que fuera de otra forma y la encíclica nos
la ofrece hoy el Papa Francisco... como programa sobre como continuar viviendo
esta experiencia que ha visto a toda la Iglesia comprometida en tantas
manifestaciones significativas”.
“Hay que decir sin dudas de algún tipo - ha
precisado- que aunque Lumen Fidei retome algunas intenciones y contenidos
propios del magisterio de Benedicto XVI, es plenamente un texto del Papa
Francisco. En ella encontramos su estilo...la inmediatez de las expresiones que
usa, la riqueza de las imágenes que usa como referencia y la peculiaridad de
algunas citas de autores antiguos y modernos hacen de este texto una verdadera
introducción a su magisterio... Por poner un ejemplo, una lectura atenta
mostrará que retornan con fuerza tres verbos ... caminar, construir, confesar.
De alguna forma, podríamos decir, que la encíclica se estructura sobre estos
tres verbos y especifica sus contenidos”.
En Lumen fidei, el Pontífice no olvida los dos
acontecimientos que caracterizan este año: el cincuenta aniversario de la
apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II y el vigésimo de la publicación del
Catecismo de la Iglesia Católica. “Por lo que se refiere al primer evento -ha comentado
el prelado- el Papa Francisco reafirma que fue un “concilio sobre la fe”... que
tenía el objetivo de poner en el centro de la vida de la Iglesia el primado de
Dios y la exigencia de decirlo hoy, en una sociedad y una cultura diferentes,
de forma comprensible y creíble. Por cuanto concierne al Catecismo, en cambio,
la Iglesia subraya su validez como instrumento a través del cual la Iglesia
cumple su obra de transmisión de la fe con la memoria viva del anuncio de
Jesucristo. Hay que notar, además, que en este contexto el Papa Francisco hace
hincapié en el gran valor que posee la Profesión de fe, el Credo... una oración
que hace sentir la fe como un dato vivo y eficaz en la vida de los creyentes,
que a menudo experimentan un analfabetismo injustificado acerca de los
contenidos de la fe. En estas páginas se reafirma el profundo valor que posee
el Credo, no solo para recordar la síntesis de la fe, sino sobre todo para
comprender el compromiso de cambiar de vida... El que cree está llamado a vivir
responsablemente en el mundo”.
“Lumen fidei - ha concluido- es una encíclica de
fuerte connotación pastoral... El Papa Francisco con su sensibilidad de pastor
consigue traducir muchas cuestiones de carácter estrictamente teológico en
temáticas que pueden contribuir a la reflexión y a la catequesis...Ninguno
tendría que tener miedo de mirar a los grandes ideales y perseguirlos. La fe y
el amor son los primeros que deben proponerse. En un periodo de debilidad
cultural como el nuestro, esa invitación es una provocación y un reto que no
pueden dejarnos indiferentes”.
Ciudad del
Vaticano, 5 julio 2013 (VIS).-Publicamos a continuación una amplia síntesis de
la primera encíclica del Papa Francisco “Lumen Fidei”, publicada hoy, 5 de
julio de 2013 y fechada el 29 de junio del mismo año.
Lumen fidei
- La luz de la fe (LF) es la primera encíclica firmada por el Papa Francisco.
Dividida en cuatro capítulos, una introducción y una conclusión, la Carta -
explica el Papa - se suma a las encíclicas del Papa Benedicto XVI sobre la
caridad y la esperanza y asume el "valioso trabajo" realizado por el
Papa emérito, que ya había "prácticamente completado" la encíclica
sobre la fe. A este "primera redacción" el Santo Padre Francisco
agrega ahora "algunas aportaciones".
La
introducción (No. 1-7) de la LF ilustra los motivos en que se basa el
documento: En primer lugar, recuperar el carácter de luz propio de la fe, capaz
de iluminar toda la existencia del hombre, de ayudarlo a distinguir el bien del
mal, sobre todo en una época como la moderna, en la que el creer se opone al
buscar y la fe es vista como una ilusión, un salto al vacío que impide la
libertad del hombre. En segundo lugar, la LF - justo en el Año de la Fe, 50
años después del Concilio Vaticano II, un "Concilio sobre la Fe" -
quiere reavivar la percepción de la amplitud de los horizontes que la fe abre
para confesarla en la unidad y la integridad. La fe, de hecho, no es un
presupuesto que hay que dar por descontado, sino un don de Dios que debe ser
alimentado y fortalecido. "Quien cree ve", escribe el Papa, porque la
luz de la fe viene de Dios y es capaz de iluminar toda la existencia del
hombre: procede del pasado, de la memoria de la vida de Jesús, pero también
viene del futuro porque nos abre vastos horizontes.
El primer
capítulo (8-22): Hemos creído en el amor (1 Jn 4, 16). En referencia a la
figura bíblica de Abraham, la fe en este capítulo se explica como
"escucha" de la Palabra de Dios, "llamada" a salir del
aislamiento de su propio yo , para abrirse a una nueva vida y
"promesa" del futuro, que hace posible la continuidad de nuestro
camino en el tiempo, uniéndose así fuertemente a la esperanza. La fe también se
caracteriza por la "paternidad", porque el Dios que nos llama no es
un Dios extraño, sino que es Dios Padre, la fuente de bondad que es el origen
de todo y sostiene todo. En la historia de Israel, lo contrario de la fe es la
idolatría, que dispersa al hombre en la multiplicidad de sus deseos y lo
"desintegra en los múltiples instantes de su historia", negándole la
espera del tiempo de la promesa. Por el contrario, la fe es confiarse al amor
misericordioso de Dios, que siempre acoge y perdona, que endereza "lo
torcido de nuestra historia", es disponibilidad a dejarse transformar una
y otra vez por la llamada de Dios "es un don gratuito de Dios que exige la
humildad y el valor de fiarse y confiarse, para poder ver el camino luminoso
del encuentro entre Dios y los hombres, la historia de la salvación." (n.
14) Y aquí está la "paradoja" de la fe: el volverse constantemente al
Señor hace que el hombre sea estable, y lo aleja de los ídolos.
La LF se
detiene, después, en la figura de Jesús, el mediador que nos abre a una verdad
más grande que nosotros, una manifestación del amor de Dios que es el
fundamento de la fe "precisamente en la contemplación de la muerte de
Jesús la fe se refuerza", porque Él revela su inquebrantable amor por el
hombre. También en cuanto resucitado Cristo es "testigo fiable",
"digno de fe”, a través del cual Dios actúa realmente en la historia y
determina el destino final. Pero hay "otro aspecto decisivo" de la fe
en Jesús: "La participación en su modo de ver". La fe, en efecto, no
sólo mira a Jesús, sino que también ve desde el punto de vista de Jesús, con
sus ojos. Usando una analogía, el Papa explica que, como en la vida diaria,
confiamos en "la gente que sabe las cosas mejor que nosotros" - el
arquitecto, el farmacéutico, el abogado - también en la fe necesitamos a
alguien que sea fiable y experto en "las cosas de Dios" y Jesús es
"aquel que nos explica a Dios." Por esta razón, creemos a Jesús
cuando aceptamos su Palabra, y creemos en Jesús cuando lo acogemos en nuestras
vidas y nos confiamos a él. Su encarnación, de hecho, hace que la fe no nos
separe de la realidad, sino que nos permite captar su significado más profundo.
Gracias a la fe, el hombre se salva, porque se abre a un Amor que lo precede y
lo transforma desde su interior. Y esta es la acción propia del Espíritu Santo:
"El cristiano puede tener los ojos de Jesús, sus sentimientos, su
condición filial, porque se le hace partícipe de su Amor, que es el
Espíritu" (n. 21). Fuera de la presencia del Espíritu, es imposible
confesar al Señor. Por lo tanto, "la existencia creyente se convierte en
existencia eclesial", porque la fe se confiesa dentro del cuerpo de la
Iglesia, como "comunión real de los creyentes." Los cristianos son
"uno" sin perder su individualidad y en el servicio a los demás cada
uno gana su propio ser. Por eso, "la fe no es algo privado, una concepción
individualista, una opinión subjetiva", sino que nace de la escucha y está
destinada a pronunciarse y a convertirse en anuncio.
El segundo
capítulo (23-36): Si no creéis, no comprenderéis (Is 07, 09). El Papa demuestra
la estrecha relación entre fe y verdad, la verdad fiable de Dios, su presencia
fiel en la historia. "La fe, sin verdad, no salva - escribe el Papa – Se
queda en una bella fábula, la proyección de nuestros deseos de felicidad."
Y hoy, debido a la "crisis de verdad en que nos encontramos", es más
necesario que nunca subrayar esta conexión, porque la cultura contemporánea
tiende a aceptar solo la verdad tecnológica, lo que el hombre puede construir y
medir con la ciencia y lo que es "verdad porque funciona", o las
verdades del individuo, válidas solo para uno mismo y no al servicio del bien
común. Hoy se mira con recelo la "verdad grande, la verdad que explica la
vida personal y social en su conjunto", porque se la asocia erróneamente a
las verdades exigidas por los regímenes totalitarios del siglo XX. Esto, sin
embargo, implica el "gran olvido en nuestro mundo contemporáneo", que
- en beneficio del relativismo y temiendo el fanatismo - olvida la pregunta
sobre la verdad, sobre el origen de todo, la pregunta sobre Dios. La LF subraya
el vínculo entre fe y amor, entendido no como "un sentimiento que va y
viene", sino como el gran amor de Dios que nos transforma interiormente y
nos da nuevos ojos para ver la realidad. Si, pues, la fe está ligada a la
verdad y al amor, entonces "amor y verdad no se pueden separar",
porque sólo el verdadero amor resiste la prueba del tiempo y se convierte en
fuente de conocimiento. Y puesto que el conocimiento de la fe nace del amor
fiel de Dios, "verdad y fidelidad van juntos". La verdad que nos abre
la fe es una verdad centrada en el encuentro con el Cristo encarnado, que,
viniendo entre nosotros, nos ha tocado y nos ha dado su gracia, transformando
nuestros corazones.
Aquí el Papa
abre una amplia reflexión sobre el "diálogo entre fe y razón", sobre
la verdad en el mundo de hoy, donde a menudo viene reducida a la
"autenticidad subjetiva", porque la verdad común da miedo, se
identifica con la imposición intransigente de los totalitarismo. En cambio, si
la verdad es la del amor de Dios, entonces no se impone con la violencia, no
aplasta al individuo. Por esta razón, la fe no es intransigente, el creyente no
es arrogante. Por el contrario, la verdad vuelve humildes y conduce a la
convivencia y el respeto del otro. De ello se desprende que la fe lleva al
diálogo en todos los ámbitos: en el campo de la ciencia, ya que despierta el
sentido crítico y amplía los horizontes de la razón, invitándonos a mirar con
asombro la Creación; en el encuentro interreligioso, en el que el cristianismo
ofrece su contribución; en el diálogo con los no creyentes que no dejan de buscar,
que "intentan vivir como si Dios existiese", porque "Dios es
luminoso, y se deja encontrar por aquellos que lo buscan con sincero
corazón". "Quién se pone en camino para practicar el bien - afirma el
Papa - se acerca a Dios". Por último, la LF habla de la teología y afirma
que es imposible sin la fe, porque Dios no es un mero "objeto", sino
que es Sujeto que se hace conocer. La teología es participación del
conocimiento que Dios tiene de sí mismo; se desprende que debe ponerse al
servicio de la fe de los cristianos y que el Magisterio de la Iglesia no es un
límite a la libertad teológica, sino un elemento constitutivo porque garantiza
el contacto con la fuente original, con la Palabra de Cristo.
El tercer
capítulo (37-49): Transmito lo que he recibido (1 Co 15, 03). Todo el capítulo
se centra en la importancia de la evangelización: quien se ha abierto al amor
de Dios, no puede retener este regalo para sí mismo, escribe el Papa: La luz de
Jesús resplandece sobre el rostro de los cristianos y así se difunde, se
transmite bajo la forma del contacto, como una llama que se enciende de la
otra, y pasa de generación en generación, a través de la cadena ininterrumpida
de testigos de la fe. Esto comporta el vínculo entre fe y memoria, porque el
amor de Dios mantiene unidos todos los tiempos y nos hace contemporáneos a
Jesús. Por otra parte, se hace "imposible creer cada uno por su
cuenta", porque la fe no es "una opción individual", sino que
abre el yo al "nosotros" y se da siempre "dentro de la comunión
de la Iglesia". Por esta razón, "quien cree nunca está solo":
porque descubre que los espacios de su "yo" se amplían y generan
nuevas relaciones que enriquecen la vida.
Hay, sin
embargo, un "medio particular" por el que la fe se puede transmitir:
son los Sacramentos, en los que se comunica "una memoria encarnada."
El Papa cita en primer lugar el Bautismo – tanto de niños como de adultos, en
la forma del catecumenado - que nos recuerda que la fe no es obra del individuo
aislado, un acto que se puede cumplir solos, sino que debe ser recibida, en
comunión eclesial . "Nadie se bautiza a sí mismo", dice la LF.
Además, como el niño que tiene que ser bautizado no puede profesar la fe él
solo, sino que debe ser apoyado por los padres y por los padrinos, se sigue "la
importancia de la sinergia entre la Iglesia y la familia en la transmisión de
la fe." En segundo lugar, la Encíclica cita la Eucaristía, "precioso
alimento para la fe", "acto de memoria, actualización del
misterio" y que "conduce del mundo visible al invisible," enseñándonos
a ver la profundidad de lo real. El Papa recuerda después la confesión de la
fe, el Credo, en el que el creyente no sólo confiesa la fe, sino que se ve
implicado en la verdad que confiesa; la oración, el Padre Nuestro, con el que
el cristiano comienza a ver con los ojos de Cristo; el Decálogo, entendido no
como "un conjunto de preceptos negativos", sino como "un
conjunto de indicaciones concretas" para entrar en diálogo con Dios,
"dejándose abrazar por su misericordia", "camino de la
gratitud" hacia la plenitud de la comunión con Dios . Por último, el Papa
subraya que la fe es una porque uno es "el Dios conocido y
confesado", porque se dirige al único Señor, que nos da la "unidad de
visión" y "es compartida por toda la Iglesia, que forma un solo cuerpo
y un solo Espíritu". Dado, pues, que la fe es una sola, entonces tiene que
ser confesada en toda su pureza e integridad, "la unidad de la fe es la
unidad de la Iglesia"; quitar algo a la fe es quitar algo a la verdad de
la comunión. Además, ya que la unidad de la fe es la de un organismo vivo,
puede asimilar en sí todo lo que encuentra, demostrando ser universal,
católica, capaz de iluminar y llevar a su mejor expresión todo el cosmos y toda
la historia. Esta unidad está garantizada por la sucesión apostólica.
El capítulo
cuarto (n. 50-60): Dios prepara una ciudad para ellos (Hb 11, 16) Este capítulo
explica la relación entre la fe y el bien común, lo que conduce a la formación
de un lugar donde el hombre puede vivir junto con los demás. La fe, que nace
del amor de Dios, hace fuertes los lazos entre los hombres y se pone al
servicio concreto de la justicia, el derecho y la paz. Es por esto que no nos
aleja del mundo y no es ajena al compromiso concreto del hombre contemporáneo.
Por el contrario, sin el amor fiable de Dios, la unidad entre todos los hombres
estaría basada únicamente en la utilidad, el interés o el miedo. La fe, en
cambio, capta el fundamento último de las relaciones humanas, su destino
definitivo en Dios, y las pone al servicio del bien común. La fe "es un
bien para todos, un bien común", no sirve únicamente para construir el más
allá, sino que ayuda a edificar nuestras sociedades, para que avancen hacia el
futuro con esperanza.
La encíclica
se centra, después, en los ámbitos iluminados por la fe: en primer lugar, la
familia fundada en el matrimonio, entendido como unión estable de un hombre y
una mujer. Nace del reconocimiento y de la aceptación de la bondad de la
diferenciación sexual y, fundada sobre el amor en Cristo, promete "un amor
para siempre" y reconoce el amor creador que lleva a generar hijos.
Después los jóvenes: aquí el Papa cita las Jornadas Mundiales de la Juventud,
en las que los jóvenes muestran "la alegría de la fe" y el compromiso
de vivirla de un modo firme y generoso. "Los jóvenes aspiran a una vida
grande - escribe el Papa -. El encuentro con Cristo da una esperanza sólida que
no defrauda. La fe no es un refugio para personas pusilánimes, sino que
ensancha la vida". Y en todas las relaciones sociales: haciéndonos hijos
de Dios, de hecho, la fe da un nuevo significado a la fraternidad universal
entre los hombres, que no es mera igualdad, sino la experiencia de la
paternidad de Dios, comprensión de la dignidad única de la persona singular.
Otra área es la de la naturaleza: la fe nos ayuda a respetarla, a "buscar
modelos de desarrollo que no se basen únicamente en la utilidad y el provecho,
sino que consideren la creación como un don"; nos enseña a encontrar las
formas justas de gobierno, en las que la autoridad viene de Dios y está al
servicio del bien común; nos ofrece la posibilidad del perdón que lleva a
superar los conflictos. "Cuando la fe se apaga, se corre el riesgo de que
los fundamentos de la vida se debiliten con ella", escribe el Papa, y si
hiciéramos desaparecer la fe en Dios de nuestras ciudades, se debilitaría la
confianza entre nosotros y quedaríamos unidos sólo por el miedo. Por esta razón
no debemos avergonzarnos de confesar públicamente a Dios, porque la fe ilumina
la vida social. Otro ámbito iluminado por la fe es el del sufrimiento y la
muerte: el cristiano sabe que el sufrimiento no puede ser eliminado, pero que
le puede dar sentido, puede convertirlo en acto de amor, de entrega confiada en
las manos de Dios, que no nos abandona, y ser así "etapa de crecimiento en
la fe y el amor". Al hombre que sufre, Dios no le da un racionamiento que
explique todo, sino que le responde con una presencia que acompaña, que abre un
un resquicio de luz en la oscuridad. En este sentido, la fe está unida a la
esperanza. Y aquí el Papa hace un llamamiento: "No nos dejemos robar la
esperanza, no permitamos que la banalicen con soluciones y propuestas
inmediatas que obstruyen el camino."
Conclusión
(N º 58-60): Bienaventurada la que ha creído (Lc 1, 45) Al final de la LF, el
Papa nos invita a mirar a María, "icono perfecto" de la fe, porque,
como Madre de Jesús, ha concebido "fe y alegría." A Ella se alza la
oración del Papa para que ayude la fe del hombre, nos recuerde que aquellos que
creen nunca están solos, y que nos enseñe a mirar con los ojos de Jesús.
ENCICLICA PARA DESCARGARLA :www.vatican.va
FUENTE: visnews-es.
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