Nace en Santiago el 23 de julio de 1931 Muere en Milwaukee el 15 de julio de 1964
TESTIMONIO MARIO HIRIAR
Juan Esteban Manriquez
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1.- Conocí a Mario en esta bendita
tierra de Bellavista en la Semana Santa de 1950. Mi primera impresión fue de un
joven serio, reservado, más bien tímido y rodeado de la aureola de ser un
estudiante inteligente.
2.- Más tarde tuve la oportunidad de
tratarlo, más de cerca, en los actos Y reuniones que realizaban los grupos del
P. Benito Schnaider. Pero donde tuve oportunidad de conocerlo, más al natural
fue en el Campamento de Radal, realizado en febrero de 1957. Su rostro
reflejaba un dormir escaso debido a los improvisados jergones de paja. Sus
dolores de cabeza y estomago eran visibles a simple vista, ellos templaban su
voluntad y lo obligaban a redoblar sus sacrificios para tratábamos de
cumplir fielmente como medio de auto información. Mario no se destacaba como un
líder nato o como joven simpático de trato social fácil, pero sí era
responsable, serio, profundo y su claridad en los principios e ideales, hacía
que su opinión fuera respetada.
Posteriormente y a raíz de su proceso
de beatificación, hemos conocido su enfermedad y sus operaciones, desde niño,
los continuos dolores que tuvo que soportar a lo largo de su vida,
y como debió luchar heroicamente, para superar y sublimar con la ayuda de la
gracia, su enfermedad, y sufrimientos. Su abundante aporte al capital de
gracias, fue como cáliz vivo de Cristo, lo destacan sin lugar a dudas,
entre aquellos que más han contribuido al actual desarrollo del
Movimiento.
Su anhelo de santidad y el
ofrecimiento de sus sufrimientos, al capital de gracias, lo señalan, además,
como una cruz negra, a la cual todos debiéramos aspirar seriamente.
3.- Tuve la oportunidad de conversar,
personalmente, con Mario, (en 1963), a su regreso de Brasil, cuando ya era
miembro del Instituto de los Hermanos de María, y he aquí la impresión
imborrable de ese encuentro. Su trato era mucho más alegre y cálido, su
acogimiento personal y directo, revelaban un cambio notable. Se le veía
tranquilo, dueño de sí mismo, sobre todo muy alegre e impulsado por un gran
sentido de familia y misión. Se podría afirmar, que efectivamente la gracia,
habría perfeccionado su naturaleza. Durante los años de noviciado en Brasil, su
querida Madrecita, no solo lo cuidó, formó, y educó, sino que con las gracias
que brotan del Santuario-Cenáculo, lo “Transformó”, y preparó para abrazar la
cruz de su muerte heroica en Milwaukee.
4.-Para mi Mario representa un caso
preclaro de la Alianza de Amor encarnada, base de la construcción de una
futura Cultura de Alianza.
Mario constituye el 31 de Mayo hecho
vida.
En el vemos la unión entre el Dios
creador y sus creaturas, la armonía entre la naturaleza y la gracia, la unión
entre lo natural y lo sobre natural, entre las ideas y la vida, entre la cabeza
y el corazón. Su personalidad y su vida, son un ejemplo preclaro del pensar,
sentir y el amar orgánico.
5.- La fe heroica de nuestro primer
santo laico y su entrega a la obra de Schoenstatt hasta la muerte, nos llama a
los laicos, como decía el Fundador a, poner el mundo en llamas. Nuestra
misión como laicos, es demostrar que somos capaces de vivir nuestro
cristianismo, en medio del mundo, no para mundanizar lo cristiano, sino
para cristianizar lo mundano. Tenemos aún pendiente el demostrar nuestra
formación y compromiso con Schoenstatt a fin de que se nos permita, a los
laicos, participar, en la dirección del movimiento. Asimismo debemos elaborar
una espiritualidad propia y original para los laicos. Nuestra tarea es rescatar
en el mundo moderno la imagen de un Dios personal, un Dios de amor
infinitamente misericordioso, cuya voluntad descubrimos cada día a través de la
fe practica en la Divina Providencia.
“La Santísima Virgen tiene la misión
de restaurar el orden destruido. Ella no debe tan solo proteger un orden
vigente, sino restaurarlo. Y nosotros, (junto a Mario), somos instrumentos de
la Virgen para esa tarea”.
15 Julio 1964 – 15 Julio 2014
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