Ciudad del
Vaticano, 13 febrero 2013 (VIS).-Benedicto XVI ha dedicado la catequesis de la
audiencia general de los miércoles al tiempo litúrgico de la Cuaresma, que
comienza hoy, Miércoles de Ceniza. “Son - ha dicho -cuarenta días que nos
preparan para la celebración de la Santa Pascua. Es un tiempo de particular
compromiso en nuestro camino espiritual...Cuarenta días fue también el período
que Jesús pasó en el desierto antes de comenzar su vida pública y donde fue
tentado por el diablo”.
Reflexionar
sobre las tentaciones de Jesús en el desierto es “una invitación a responder a
una pregunta fundamental: ¿Qué es lo importante en nuestras vidas? ...¿Que
puesto ocupa el Señor en nuestra existencia? El núcleo de las tres tentaciones
que afronta Jesús es la propuesta de instrumentalizar a Dios, de usarlo para el
propio interés, para la gloria y el éxito propios. Es, en esencia, ponerse en
lugar de Dios, eliminándolo de nuestra existencia y haciéndole parecer
superfluo (...) Dar a Dios el primer lugar es un camino que todo cristiano debe
recorrer. "Convertirse ... significa seguir a Jesús en su Evangelio , que
sea guía concreta de la vida...es reconocer que somos criaturas que dependen de
Dios, de su amor. Para ello es necesario tomar nuestras decisiones a la luz de
la Palabra de Dios. Hoy ya no se puede ser cristiano como simple consecuencia de
que vivimos en una sociedad que tiene raíces cristianas; también los que
proceden de una familia cristiana... deben renovar cada día la decisión de ser
cristianos, de dar a Dios el primer lugar, frente a las tentaciones que una
cultura secularizada le sugiere todo el tiempo, frente a las críticas de muchos
de sus contemporáneos”.
“Las pruebas
a las que la sociedad actual somete a los cristianos son muchas, y afectan a la
vida personal y social. No es fácil ser fiel al matrimonio cristiano, practicar
la misericordia en la vida cotidiana, dejar espacio a la oración y al silencio
interior; no es fácil oponerse públicamente a decisiones que muchos consideran
obvias, como el aborto en caso de un embarazo no deseado, la eutanasia en caso
de enfermedad grave, o la selección de embriones para evitar enfermedades
hereditarias. La tentación de dejar de lado la fe está siempre presente y la
conversión se convierte en una respuesta a Dios que debe ser confirmada en
varias ocasiones en la vida”.
El Santo
Padre ha recordado que en la historia ha habido “grandes conversiones como la
de San Pablo en el camino a Damasco, o la de San Agustín. Pero también en
nuestra época de eclipse del sentido de lo sagrado, la gracia de Dios actúa y
hace maravillas en la vida de muchas personas (...) como fue el caso del
científico ruso ortodoxo Pavel Florenski que después de una educación
completamente agnóstica ... se encontró exclamando "No, no se puede vivir
sin Dios", y cambió su vida por completo, llegando a hacerse monje”. El
Papa ha citado también a la intelectual Etty Hillesum (1914-1943), “una joven
judía de origen holandés que murió en Auschwitz. Inicialmente lejos de Dios, lo
descubre mirando profundamente dentro de sí misma y escribe: "Hay un pozo
muy profundo dentro de mí. Y Dios está en ese pozo”....En su vida dispersa e
inquieta reencuentra a Dios en medio a la gran tragedia del Novecientos, a la
Shoah”.
“En nuestra
época no son pocas las conversiones entendidas como el retorno de los que,
después de una educación cristiana, tal vez superficial, se han alejado de la
fe durante años para volver a descubrir después a Cristo y su Evangelio. En
este tiempo de Cuaresma, en el Año de la fe, renovemos nuestro compromiso en el
camino de la conversión, superando la tendencia a encerrarnos en nosotros
mismos y hacer, sin embargo, lugar para Dios, mirando con sus ojos la realidad
diaria...Convertirse significa no encerrarse en la búsqueda del éxito, del
prestigio, de la posición social, sino hacer que cada día, en las pequeñas cosas,
la verdad, la fe en Dios y el amor se conviertan en lo más importante”, ha
concluido el Papa.
Fuente: visnews-es.
Queridos hermanos y
hermanas
Como sabéis – gracias
por vuestra simpatía –, he decidido renunciar al ministerio que el Señor me ha
confiado el 19 de abril de 2005. Lo he hecho con plena libertad por el bien de
la Iglesia, tras haber orado durante mucho tiempo y haber examinado mi
conciencia ante Dios, muy consciente de la importancia de este acto, pero
consciente al mismo tiempo de no estar ya en condiciones de desempeñar el
ministerio petrino con la fuerza que éste requiere. Me sostiene y me ilumina la
certeza de que la Iglesia es de Cristo, que no dejará de guiarla y cuidarla.
Agradezco a todos el amor y la plegaria con que me habéis acompañado. Gracias.
En estos días nada fáciles para mí, he sentido casi físicamente la fuerza que
me da la oración, el amor de la Iglesia, vuestra oración. Seguid rezando por
mí, por la Iglesia, por el próximo Papa. El Señor nos guiará.
Queridos hermanos y
hermanas:
Hoy, Miércoles de
Ceniza, iniciamos el tiempo litúrgico de la Cuaresma, cuarenta días que nos
preparan a la celebración de la Santa Pascua. Es un tiempo de particular
esfuerzo en nuestro camino espiritual. Cuarenta días es el período que Jesús
pasó en el desierto antes de iniciar su vida pública, y donde fue tentado por
el diablo.
Reflexionar sobre las
tentaciones de Jesús en el desierto es una invitación a responder a la pregunta
fundamental: ¿Qué es lo importante en la vida? ¿Qué puesto ocupa el Señor en
nuestra existencia? Las tentaciones que afronta Jesús muestran el riesgo de
instrumentalizar a Dios, de usarlo para el propio interés, para la propia
gloria. Dar a Dios el primer puesto ante las tentaciones requiere
“convertirse”; significa seguir a Cristo de forma que su Evangelio sea guía
concreta de la vida; es reconocer que somos criaturas, que dependemos de él, de
su amor; que solamente “perdiendo” la vida por su causa la podemos ganar.
Convertirse es no dejarse invadir por las ilusiones, las apariencias, las
cosas; es buscar que la verdad, la fe y el amor en Dios sean lo más importante
de nuestra vida.
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