jueves, 14 de febrero de 2013

Convertirse es no dejarse invadir por las ilusiones, las apariencias, las cosas; es buscar que la verdad, la fe y el amor en Dios sean lo más importante de nuestra vida.







Ciudad del Vaticano, 13 febrero 2013 (VIS).-Benedicto XVI ha dedicado la catequesis de la audiencia general de los miércoles al tiempo litúrgico de la Cuaresma, que comienza hoy, Miércoles de Ceniza. “Son - ha dicho -cuarenta días que nos preparan para la celebración de la Santa Pascua. Es un tiempo de particular compromiso en nuestro camino espiritual...Cuarenta días fue también el período que Jesús pasó en el desierto antes de comenzar su vida pública y donde fue tentado por el diablo”.

Reflexionar sobre las tentaciones de Jesús en el desierto es “una invitación a responder a una pregunta fundamental: ¿Qué es lo importante en nuestras vidas? ...¿Que puesto ocupa el Señor en nuestra existencia? El núcleo de las tres tentaciones que afronta Jesús es la propuesta de instrumentalizar a Dios, de usarlo para el propio interés, para la gloria y el éxito propios. Es, en esencia, ponerse en lugar de Dios, eliminándolo de nuestra existencia y haciéndole parecer superfluo (...) Dar a Dios el primer lugar es un camino que todo cristiano debe recorrer. "Convertirse ... significa seguir a Jesús en su Evangelio , que sea guía concreta de la vida...es reconocer que somos criaturas que dependen de Dios, de su amor. Para ello es necesario tomar nuestras decisiones a la luz de la Palabra de Dios. Hoy ya no se puede ser cristiano como simple consecuencia de que vivimos en una sociedad que tiene raíces cristianas; también los que proceden de una familia cristiana... deben renovar cada día la decisión de ser cristianos, de dar a Dios el primer lugar, frente a las tentaciones que una cultura secularizada le sugiere todo el tiempo, frente a las críticas de muchos de sus contemporáneos”.

“Las pruebas a las que la sociedad actual somete a los cristianos son muchas, y afectan a la vida personal y social. No es fácil ser fiel al matrimonio cristiano, practicar la misericordia en la vida cotidiana, dejar espacio a la oración y al silencio interior; no es fácil oponerse públicamente a decisiones que muchos consideran obvias, como el aborto en caso de un embarazo no deseado, la eutanasia en caso de enfermedad grave, o la selección de embriones para evitar enfermedades hereditarias. La tentación de dejar de lado la fe está siempre presente y la conversión se convierte en una respuesta a Dios que debe ser confirmada en varias ocasiones en la vida”.

El Santo Padre ha recordado que en la historia ha habido “grandes conversiones como la de San Pablo en el camino a Damasco, o la de San Agustín. Pero también en nuestra época de eclipse del sentido de lo sagrado, la gracia de Dios actúa y hace maravillas en la vida de muchas personas (...) como fue el caso del científico ruso ortodoxo Pavel Florenski que después de una educación completamente agnóstica ... se encontró exclamando "No, no se puede vivir sin Dios", y cambió su vida por completo, llegando a hacerse monje”. El Papa ha citado también a la intelectual Etty Hillesum (1914-1943), “una joven judía de origen holandés que murió en Auschwitz. Inicialmente lejos de Dios, lo descubre mirando profundamente dentro de sí misma y escribe: "Hay un pozo muy profundo dentro de mí. Y Dios está en ese pozo”....En su vida dispersa e inquieta reencuentra a Dios en medio a la gran tragedia del Novecientos, a la Shoah”.

“En nuestra época no son pocas las conversiones entendidas como el retorno de los que, después de una educación cristiana, tal vez superficial, se han alejado de la fe durante años para volver a descubrir después a Cristo y su Evangelio. En este tiempo de Cuaresma, en el Año de la fe, renovemos nuestro compromiso en el camino de la conversión, superando la tendencia a encerrarnos en nosotros mismos y hacer, sin embargo, lugar para Dios, mirando con sus ojos la realidad diaria...Convertirse significa no encerrarse en la búsqueda del éxito, del prestigio, de la posición social, sino hacer que cada día, en las pequeñas cosas, la verdad, la fe en Dios y el amor se conviertan en lo más importante”, ha concluido el Papa.



Fuente: visnews-es.






Queridos hermanos y hermanas
Como sabéis – gracias por vuestra simpatía –, he decidido renunciar al ministerio que el Señor me ha confiado el 19 de abril de 2005. Lo he hecho con plena libertad por el bien de la Iglesia, tras haber orado durante mucho tiempo y haber examinado mi conciencia ante Dios, muy consciente de la importancia de este acto, pero consciente al mismo tiempo de no estar ya en condiciones de desempeñar el ministerio petrino con la fuerza que éste requiere. Me sostiene y me ilumina la certeza de que la Iglesia es de Cristo, que no dejará de guiarla y cuidarla. Agradezco a todos el amor y la plegaria con que me habéis acompañado. Gracias. En estos días nada fáciles para mí, he sentido casi físicamente la fuerza que me da la oración, el amor de la Iglesia, vuestra oración. Seguid rezando por mí, por la Iglesia, por el próximo Papa. El Señor nos guiará.

Queridos hermanos y hermanas:
Hoy, Miércoles de Ceniza, iniciamos el tiempo litúrgico de la Cuaresma, cuarenta días que nos preparan a la celebración de la Santa Pascua. Es un tiempo de particular esfuerzo en nuestro camino espiritual. Cuarenta días es el período que Jesús pasó en el desierto antes de iniciar su vida pública, y donde fue tentado por el diablo.
Reflexionar sobre las tentaciones de Jesús en el desierto es una invitación a responder a la pregunta fundamental: ¿Qué es lo importante en la vida? ¿Qué puesto ocupa el Señor en nuestra existencia? Las tentaciones que afronta Jesús muestran el riesgo de instrumentalizar a Dios, de usarlo para el propio interés, para la propia gloria. Dar a Dios el primer puesto ante las tentaciones requiere “convertirse”; significa seguir a Cristo de forma que su Evangelio sea guía concreta de la vida; es reconocer que somos criaturas, que dependemos de él, de su amor; que solamente “perdiendo” la vida por su causa la podemos ganar. Convertirse es no dejarse invadir por las ilusiones, las apariencias, las cosas; es buscar que la verdad, la fe y el amor en Dios sean lo más importante de nuestra vida.




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