Ciudad
del Vaticano, 28 febrero 2013 (VIS).-Benedicto XVI ha saludado esta mañana a
las 11 en la Sala Clementina al Colegio de Cardenales cuyo Decano es el
cardenal Angelo Sodano que ha dirigido, en nombre de todos los presentes, un
breve discurso de despedida al Papa.
“Con
gran emoción -ha dicho- los Padres Cardenales, presentes en Roma se estrechan
hoy en torno a su persona para manifestarle una vez más profundo afecto y viva
gratitud por su testimonio de abnegado servicio apostólico, por el bien de la Iglesia
y de toda la humanidad.
El
cardenal ha recordado´las palabras que el pasado sábado, al final de los
Ejercicios Espirituales el Papa dirigió a sus colaboradores de la Curia Romana:
“Amigos míos, quiero daros las gracias a todos, no sólo por esta semana, sino
por estos ocho años, durante los cuales habéis llevado conmigo, con gran
competencia, afecto, amor y fe, el peso del ministerio petrino”.
“Amado
y venerado Sucesor de Pedro -ha exclamado el cardenal- somos nosotros los que
tenemos que darle las gracias por el ejemplo que nos ha dado en estos ocho años
de pontificado. El 19 de abril de 2005 se unía a la larga cadena de sucesores
del apóstol Pedro y hoy, 28 de febrero de 2013, se prepara a dejarnos, en
espera de que el timón de la barca de Pedro pase a otras manos. Así continuará
la sucesión apostólica que el Señor prometió a su Santa Iglesia, hasta que
resuene en la tierra la voz del Ángel del Apocalipsis que proclamará: “No hay
más tiempo... se ha cumplido el misterio de Dios”. Terminará entonces la
historia de la Iglesia, junto con la historia del mundo, con la llegada de
cielos nuevos y nueva tierra.”
El
decano del Colegio cardenalicio ha subrayado el “profundo afecto” con que los
cardenales han intentado acompañar al Papa en su camino “reviviendo la
experiencia de los discípulos de Emaús quienes, después de haber caminado con
Jesús durante un tramo del camino se dijeron uno a otro: “¿No ardía por
casualidad nuestro corazón, cuando nos hablaba a lo largo del camino?”.
“Si,
Padre Santo, sepa que también ardía nuestro corazón cuando caminábamos con
Usted en estos últimos ocho años. Hoy queremos, una vez más, expresarle toda
nuestra gratitud” y “en coro le repetimos una frase típica de su querida tierra
natal: “Vergelt's Gott” (¡Que Dios se lo pague!)”.
El
Santo Padre, a su vez, se ha dirigido a los cardenales, retomando la
experiencia de los discípulos de Emaús. “Para mí también - ha afirmado- ha sido
una alegría caminar con vosotros estos años, en la luz de la presencia del
Señor Resucitado. Como dije ayer, a los miles de fieles que llenaban la Plaza
de San Pedro, vuestra proximidad, vuestro consejo me han ayudado mucho en mi
ministerio. En estos ocho años hemos vivido con fe momentos hermosos de luz
radiante en el camino de la Iglesia, junto con momentos en que en el cielo se
ha espesado alguna nube. Hemos tratado de servir a Cristo y a su Iglesia con
amor profundo y total, que es el alma de nuestro ministerio. Hemos dado la
esperanza que viene de Cristo, y la única que puede iluminar el camino. Juntos
podemos agradecer al Señor que nos ha hecho crecer en la comunión y juntos
pedirle que os ayude a crecer siempre en esta unidad profunda, para que el
Colegio de Cardenales sea como una orquesta, donde las diversidades, expresión
de la Iglesia universal, contribuyan siempre a una armonía superior y
concorde”.
“Me
gustaría dejaros - ha añadido- una frase muy sencilla, que me gusta mucho: un
pensamiento sobre la Iglesia, sobre su misterio, que constituye para todos
nosotros - podemos decir - la razón y la pasión de la vida. Me apoyo en una
frase de Romano Guardini -escrita en el año en que los Padres del Concilio
Vaticano aprobaron la Constitución Lumen Gentium,- en su último libro con una
dedicatoria personal para mí. Por lo tanto, aprecio mucho las palabras de este
libro. Guardini dice: "La Iglesia no es una institución ideada y
planificada, sino una realidad viva. Vive a lo largo del transcurso del tiempo,
en devenir, como cualquier ser vivo, transformándose. Sin embargo, en su
naturaleza sigue siendo la mismo: su corazón es Cristo . Si pienso en la Plaza
que vimos ayer, veo que la Iglesia es un cuerpo vivo, animado por el Espíritu
Santo y vive verdaderamente de la fuerza de Dios. La Iglesia está en el mundo
pero no es del mundo: es de Dios, de Cristo, del Espíritu. Lo vimos ayer. Por
eso, es también verdadera y elocuente otra célebre frase de Guardini: "La
Iglesia se despierta en las almas." La Iglesia vive, crece y se despierta
en las almas, que - como la Virgen María - acogen la Palabra de Dios y la
conciben por el poder del Espíritu Santo. Ofrecen a Dios su propia carne y ,
justo,en su pobreza y su humildad, se vuelven capaces generar a Cristo en el
mundo de hoy. A través de la Iglesia, el misterio de la Encarnación permanece
presente para siempre. Cristo sigue caminando a través de los tiempos y de
todos los lugares”
“Permanezcamos
unidos, queridos hermanos en este misterio. Sobre todo en la Eucaristía y en la
oración diarias, para servir a la Iglesia y a toda la humanidad. Esta es
nuestra alegría, que nadie nos puede quitar”
“Antes
de saludaros personalmente -ha concluido el Papa- quiero deciros que seguiré
cerca de vosotros con la oración, especialmente en los próximos días para que
seáis completamente dóciles a la acción del Espíritu Santo en la elección del
nuevo Papa. Que el Señor os muestre lo que quiere. Entre vosotros, entre el
Colegio de Cardenales, también está el futuro Papa, al que ya desde hoy prometo
mi reverencia y obediencia incondicionales”.
Una
vez acabado su discurso Benedicto XVI ha saludado uno por uno a los 144
cardenales presentes y a diversas personalidades de la Curia romana
Texto
completo
Venerados y
queridos hermanos. Con gran alegría acojo y presento a cada uno de ustedes mi
cordial saludo. Agradezco al cardenal Angelo Sodano que, como siempre, ha
sabido hacerse intérprete de los sentimientos de todo el Colegio, cor
ad cor loquitur. Gracias eminencia, de corazón.
Y quiero decirles tomando como referencia
la experiencia de los discípulos de Emmaús, que también para mi fue una alegría
caminar con ustedes, estos años a la luz de la presencia del Señor Resucitado.
Como dije ayer delante de miles de
fieles, que llenaron la plaza de San Pedro, su cercanía y su consejo fueron de
gran ayuda en mi ministerio.
En estos ocho años hemos vivido con fe
momentos bellísimos de luz radiante en el camino de la Iglesia, junto a
momentos en los que alguna nube se volvió densa en el cielo. Hemos buscado
servir a Cristo y a su Iglesia, con amor profundo y total que es el alma de
nuestro ministerio. Hemos dado esperanza, aquella que nos viene de Cristo, el
único que puede iluminar el camino.
Juntos podemos agradecer al Señor que nos
hizo crecer en la comunión y juntos rezarle para que les ayude a crecer aún más
en esta unidad profunda, de manera que el colegio de cardenales sea como una
orquesta donde la diversidad, expresión de la Iglesia universal, lleve siempre
a la superior concorde armonía.
Querría dejarles un pensamiento simple
que llevo en el corazón, un pensamiento sobre la Iglesia, sobre su misterio,
que es para todos nosotros, podemos decir la razón y la pasión de la vida.
Me ayudo con una expresión de Romano
Guardini, escrita justamente en el año en el Concilio Vaticano II, aprobaba la
constitución Lumen Gentium. Un
último libro con una dedicatoria personal para mí, por lo que estas palabras en
este libro me son muy queridas.
Decía: “La Iglesia no es una institución
elucubrada y construida calculadamente. Es una realidad viviente, ella vive a
lo largo del curso del tiempo para evolucionar, como cada ser viviente,
transformándose, y aún así en su naturaleza permanece siempre la misma, y su
corazón es Cristo.
Era, me parece, nuestra experiencia de
ayer en la plaza, ver que la Iglesia es un cuerpo vivo, animado por el Espíritu
Santo, que vive realmente de la fuerza de Dios. Ella está en el mundo pero no
es del mundo. Es de Dios, de Cristo, del Espíritu Santo. Lo hemos visto
ayer.
Por ello es verdadera y elocuente otra
expresión de Guardini: 'La Iglesia se despierta en las almas'. La Iglesia vive
crece y se despierta en las almas que como la de la Virgen María acogen la
palabra de Dios y la conciben por obra del Espíritu Santo. Ofrecen a Dios su
propia carne y justamente en su pobreza y humildad se vuelven capaces de
generar a Cristo hoy en el mundo.
A través de la Iglesia el misterio de la
Encarnación permanece presente por siempre. Cristo sigue caminando a través de
los tiempos y en todos los lugares.
Permanezcamos unidos queridos hermanos en
este misterio. En la oración, especialmente en la eucaristía cotidiana, y así
sirvamos a la Iglesia y a toda la humanidad. Esta es nuestra alegría que nadie
nos puede quitar.
Antes de despedirles personalmente, deseo
decirles que estaré cerca de ustedes con la oración, especialmente en los
próximos días, para que sean enteramente dóciles a la acción del Espíritu Santo
para la elección del nuevo papa. Que el Señor les muestre la que es su
voluntad.
Entre ustedes, en el Colegio de
Cardenales, está también el futuro papa al que ya hoy prometo mi incondicional
reverencia y obediencia.
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