María
fue elevada al cielo en cuerpo y alma: en Dios también hay lugar para el
cuerpo. El cielo ya no es para nosotros una esfera muy lejana y desconocida. En
el cielo tenemos una madre. Y la Madre de Dios, la Madre del Hijo de Dios, es
nuestra madre. Él mismo lo dijo. La hizo madre nuestra cuando dijo al discípulo
y a todos nosotros: "He aquí a tu madre". En el cielo tenemos
una madre. El cielo está abierto; el cielo tiene un corazón.
En
el evangelio de hoy hemos escuchado el Magníficat,
esta gran poesía que brotó de los labios, o mejor, del corazón de María,
inspirada por el Espíritu Santo. En este canto maravilloso se refleja toda el
alma, toda la personalidad de María. Podemos decir que este canto es un
retrato, un verdadero icono de María, en el que podemos verla tal cual es.
El
hombre es grande, sólo si Dios es grande. Con María debemos comenzar a
comprender que es así. No debemos alejarnos de Dios, sino hacer que Dios esté
presente, hacer que Dios sea grande en nuestra vida; así también nosotros
seremos divinos: tendremos todo el esplendor de la dignidad divina.
Apliquemos esto a nuestra vida. Es importante que Dios sea grande entre nosotros, en la vida pública y en la vida privada. En la vida pública, es importante que Dios esté presente, por ejemplo, mediante la cruz en los edificios públicos; que Dios esté presente en nuestra vida común, porque sólo si Dios está presente tenemos una orientación, un camino común; de lo contrario, los contrastes se hacen inconciliables, pues ya no se reconoce la dignidad común. Engrandezcamos a Dios en la vida pública y en la vida privada. Eso significa hacer espacio a Dios cada día en nuestra vida, comenzando desde la mañana con la oración y luego dando tiempo a Dios, dando el domingo a Dios. No perdemos nuestro tiempo libre si se lo ofrecemos a Dios. Si Dios entra en nuestro tiempo, todo el tiempo se hace más grande, más amplio, más rico.
Apliquemos esto a nuestra vida. Es importante que Dios sea grande entre nosotros, en la vida pública y en la vida privada. En la vida pública, es importante que Dios esté presente, por ejemplo, mediante la cruz en los edificios públicos; que Dios esté presente en nuestra vida común, porque sólo si Dios está presente tenemos una orientación, un camino común; de lo contrario, los contrastes se hacen inconciliables, pues ya no se reconoce la dignidad común. Engrandezcamos a Dios en la vida pública y en la vida privada. Eso significa hacer espacio a Dios cada día en nuestra vida, comenzando desde la mañana con la oración y luego dando tiempo a Dios, dando el domingo a Dios. No perdemos nuestro tiempo libre si se lo ofrecemos a Dios. Si Dios entra en nuestro tiempo, todo el tiempo se hace más grande, más amplio, más rico.
María
vivía de la palabra de Dios; estaba impregnada de la palabra de Dios. Al estar
inmersa en la palabra de Dios, al tener tanta familiaridad con la palabra de
Dios, recibía también la luz interior de la sabiduría. Quien piensa con Dios,
piensa bien; y quien habla con Dios, habla bien, tiene criterios de juicio
válidos para todas las cosas del mundo, se hace sabio, prudente y, al mismo
tiempo, bueno; también se hace fuerte y valiente, con la fuerza de Dios, que
resiste al mal y promueve el bien en el mundo.
Así, María habla con nosotros, nos habla a nosotros, nos invita a conocer la palabra de Dios, a amar la palabra de Dios, a vivir con la palabra de Dios, a pensar con la palabra de Dios. Y podemos hacerlo de muy diversas maneras: leyendo la sagrada Escritura, sobre todo participando en la liturgia, en la que a lo largo del año la santa Iglesia nos abre todo el libro de la sagrada Escritura. Lo abre a nuestra vida y lo hace presente en nuestra vida.
Así, María habla con nosotros, nos habla a nosotros, nos invita a conocer la palabra de Dios, a amar la palabra de Dios, a vivir con la palabra de Dios, a pensar con la palabra de Dios. Y podemos hacerlo de muy diversas maneras: leyendo la sagrada Escritura, sobre todo participando en la liturgia, en la que a lo largo del año la santa Iglesia nos abre todo el libro de la sagrada Escritura. Lo abre a nuestra vida y lo hace presente en nuestra vida.
Fuente:
SANTA MISA EN LA SOLEMNIDAD
DE LA ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
HOMILÍA DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI
Parroquia
Pontificia de Santo Tomás de Villanueva, Castelgandolfo
Lunes 15 de agosto de 2005
Lunes 15 de agosto de 2005
Extracto
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