¡Tú eres el Cristo! ¡Tú
eres Pedro! Me parece revivir esa misma escena evangélica; yo, Sucesor de
Pedro, repito con estremecimiento las estremecedoras palabras del pescador de
Galilea y vuelvo a escuchar con íntima emoción la consoladora promesa del divino
Maestro. Si es enorme el peso de la responsabilidad que cae sobre mis débiles
hombros, sin duda es inmensa la fuerza divina con la que puedo contar:
"Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia" (Mt 16, 18). Al escogerme como Obispo de Roma,
el Señor ha querido que sea su vicario, ha querido que sea la
"piedra" en la que todos puedan apoyarse con seguridad. A él le pido
que supla la pobreza de mis fuerzas, para que sea valiente y fiel pastor de su
rebaño, siempre dócil a las inspiraciones de su Espíritu.
Me dispongo a iniciar
este ministerio peculiar, el ministerio "petrino" al servicio de la
Iglesia universal, abandonándome humildemente en las manos de la Providencia de
Dios. Ante todo, renuevo a Cristo mi adhesión total y confiada: "In
Te, Domine, speravi; non confundar in aeternum!".
4. Mi pontificado
inicia, de manera particularmente significativa, mientras la Iglesia vive el
Año especial dedicado a la Eucaristía. ¿Cómo no percibir en esta coincidencia
providencial un elemento que debe caracterizar el ministerio al que he sido
llamado? La Eucaristía, corazón de la vida cristiana y manantial de la misión
evangelizadora de la Iglesia, no puede menos de constituir siempre el centro y
la fuente del servicio petrino que me ha sido confiado.
La Eucaristía hace presente constantemente a Cristo resucitado, que se sigue entregando a nosotros, llamándonos a participar en la mesa de su Cuerpo y su Sangre. De la comunión plena con él brota cada uno de los elementos de la vida de la Iglesia, en primer lugar la comunión entre todos los fieles, el compromiso de anuncio y de testimonio del Evangelio, y el ardor de la caridad hacia todos, especialmente hacia los pobres y los pequeños.
La Eucaristía hace presente constantemente a Cristo resucitado, que se sigue entregando a nosotros, llamándonos a participar en la mesa de su Cuerpo y su Sangre. De la comunión plena con él brota cada uno de los elementos de la vida de la Iglesia, en primer lugar la comunión entre todos los fieles, el compromiso de anuncio y de testimonio del Evangelio, y el ardor de la caridad hacia todos, especialmente hacia los pobres y los pequeños.
5. Alimentados y sostenidos por la Eucaristía, los católicos no pueden menos de sentirse impulsados a la plena unidad que Cristo deseó tan ardientemente en el Cenáculo. El Sucesor de Pedro sabe que tiene que hacerse cargo de modo muy particular de este supremo deseo del divino Maestro, pues a él se le ha confiado la misión de confirmar a los hermanos (cf. Lc 22, 32).
EXTRACTO
MISSA PRO ECCLESIA PRIMER MENSAJE DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI AL FINAL DE LA CONCELEBRACIÓN EUCARÍSTICA
CON LOS CARDENALES ELECTORES EN LA CAPILLA SIXTINA
Miércoles 20 de abril de 2005
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