Queridos
amigos, como Sucesor de Pedro, estoy aquí para reavivar en la fe esta
"gracia del apostolado", porque Dios, según otra expresión del
Apóstol de los gentiles, me ha confiado la "solicitud por todas las
Iglesias" (2 Co 11,
28). Ante nuestros ojos tenemos el ejemplo de mi amado y venerado predecesor
Juan Pablo II, un Papa misionero, cuya actividad tan intensa, testimoniada por
más de cien viajes apostólicos fuera de los confines de Italia, es realmente
inimitable. ¿Qué lo impulsaba a semejante dinamismo, sino el mismo amor a
Cristo que transformó la existencia de san Pablo? (cf. 2 Co 5, 14). Que el Señor alimente también
en mí un amor semejante, para que no descanse ante la urgencia del anuncio
evangélico en el mundo de hoy. La Iglesia, por su misma naturaleza, es
misionera; su tarea principal es la evangelización. El concilio ecuménico
Vaticano II dedicó a la actividad misionera el decreto denominado precisamente Ad gentes, que recuerda cómo
"los Apóstoles (...), siguiendo las huellas de Cristo, "predicaron la
palabra de la verdad y engendraron las Iglesias" (san Agustín, Enarr. in Ps. 44,
23: PL 36, 508)", y que "es deber
de sus sucesores perpetuar esta obra para que "la palabra de Dios se
difunda y glorifique" (2 Ts 3,
1), y se anuncie e instaure el reino de Dios en toda la tierra" (n. 1).
HOMILÍA DEL PAPA
BENEDICTO XVI DURANTE LA CELEBRACIÓN DE LA PALABRA
EN LA BASÍLICA DE SAN PABLO EXTRAMUROS
Lunes 25 de abril de 2005
EN LA BASÍLICA DE SAN PABLO EXTRAMUROS
Lunes 25 de abril de 2005
Extracto
En la Eucaristía, nosotros aprendemos el amor de
Cristo.
Aquel
que es titular del ministerio petrino debe tener conciencia de que es un hombre
frágil y débil, como son frágiles y débiles sus fuerzas, y necesita
constantemente purificación y conversión. Pero debe tener también
conciencia de que del Señor le viene la fuerza para confirmar a sus hermanos en
la fe y mantenerlos unidos en la confesión de Cristo crucificado y resucitado.
El
Papa no es un soberano absoluto, cuyo pensamiento y voluntad son ley. Al
contrario: el ministerio del Papa es garantía de la obediencia a Cristo y
a su Palabra. No debe proclamar sus propias ideas, sino vincularse
constantemente a sí mismo y la Iglesia a la obediencia a la Palabra de Dios,
frente a todos los intentos de adaptación y alteración, así como frente a todo
oportunismo.
En
su carta a los Romanos se refiere a la Iglesia de Roma como a "aquella que
preside en el amor", expresión muy significativa. No sabemos con certeza
qué es lo que pensaba realmente Ignacio al usar estas palabras. Pero, para la
Iglesia antigua, la palabra amor, ágape,
aludía al misterio de la Eucaristía. En este misterio, el amor de Cristo se
hace siempre tangible en medio de nosotros. Aquí, él se entrega siempre de
nuevo. Aquí, se hace traspasar el corazón siempre de nuevo; aquí, mantiene su
promesa, la promesa según la cual, desde la cruz, atraería a todos a sí.
En la Eucaristía, nosotros aprendemos el amor de Cristo. Ha sido gracias a este centro y corazón, gracias a la Eucaristía, como los santos han vivido, llevando de modos y formas siempre nuevos el amor de Dios al mundo. Gracias a la Eucaristía, la Iglesia renace siempre de nuevo. La Iglesia es la red -la comunidad eucarística- en la que todos nosotros, al recibir al mismo Señor, nos transformamos en un solo cuerpo y abrazamos a todo el mundo.
En la Eucaristía, nosotros aprendemos el amor de Cristo. Ha sido gracias a este centro y corazón, gracias a la Eucaristía, como los santos han vivido, llevando de modos y formas siempre nuevos el amor de Dios al mundo. Gracias a la Eucaristía, la Iglesia renace siempre de nuevo. La Iglesia es la red -la comunidad eucarística- en la que todos nosotros, al recibir al mismo Señor, nos transformamos en un solo cuerpo y abrazamos a todo el mundo.
En
definitiva, presidir en la doctrina y presidir en el amor deben ser una sola
cosa: toda la doctrina de la Iglesia, en resumidas cuentas, conduce al
amor. Y la Eucaristía, como amor presente de Jesucristo, es el criterio de toda
doctrina. Del amor dependen toda la Ley y los Profetas, dice el Señor (cf. Mt 22, 40). El amor es la Ley en su
plenitud, escribió san Pablo a los Romanos (cf. Rm13, 10).
HOMILÍA DEL PAPA BENEDICTO
XVI
EN LA MISA DE TOMA DE POSESIÓN DE SU CÁTEDRA
Basílica de San Juan de Letrán
Sábado 7 de mayo de 2005
EN LA MISA DE TOMA DE POSESIÓN DE SU CÁTEDRA
Basílica de San Juan de Letrán
Sábado 7 de mayo de 2005
Extracto
Dejaos atraer siempre de nuevo a la santa Eucaristía, a la
comunión de vida con Cristo.
Queridos
ordenandos, de este modo el mensaje de Pentecostés se dirige ahora directamente
a vosotros. La escena de Pentecostés, en el evangelio de san Juan, habla de
vosotros y a vosotros. A cada uno de vosotros, de modo muy personal, el Señor
le dice: ¡la paz con vosotros!, ¡la paz contigo! Cuando el Señor
dice esto, no da algo, sino que se da a sí mismo, pues él mismo es la paz
(cf. Ef 2, 14).
En este saludo del Señor podemos vislumbrar también una referencia al gran misterio de la fe, a la santa Eucaristía, en la que él se nos da continuamente a sí mismo y, de este modo, nos da la verdadera paz. Así, este saludo se sitúa en el centro de vuestra misión sacerdotal: el Señor os confía el misterio de este sacramento. En su nombre podéis decir: "este es mi cuerpo", "esta es mi sangre". Dejaos atraer siempre de nuevo a la santa Eucaristía, a la comunión de vida con Cristo.
En este saludo del Señor podemos vislumbrar también una referencia al gran misterio de la fe, a la santa Eucaristía, en la que él se nos da continuamente a sí mismo y, de este modo, nos da la verdadera paz. Así, este saludo se sitúa en el centro de vuestra misión sacerdotal: el Señor os confía el misterio de este sacramento. En su nombre podéis decir: "este es mi cuerpo", "esta es mi sangre". Dejaos atraer siempre de nuevo a la santa Eucaristía, a la comunión de vida con Cristo.
Considerad como centro de toda jornada el poder celebrarla de modo digno. Conducid siempre de nuevo a los hombres a este misterio. A partir de ella, ayudadles a llevar la paz de Cristo al mundo.
MISA CON ORDENACIONES
SACERDOTALES
HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
Domingo 15 de mayo de 2005
Solemnidad de Pentecostés
Domingo 15 de mayo de 2005
Solemnidad de Pentecostés
Extracto
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