Lo que exija el Reinado de
Schoenstatt 153
al que me he consagrado por
entero,
será para mí como deseo y mandato
al cual someta todo.
Nunca me dejarás solo154
y estarás en mi ayudándome;
irás conmigo al dolor y la lucha,
aunque el camino sea largo y
duro.
Me acompañas por todo el mundo,
155
donde Tú, Señor, me has enviado,
sea que vaya a los paganos
o que permanezca entre los
fieles.
Me regalas luz y me das fuerza 156
contra las malas pasiones;
me conformas según tu imagen,
como se manifiesta en María, tu
compañera.
(Hacia el Padre. P.José Kentenich)
(Hacia el Padre. P.José Kentenich)
El Evangelio de hoy –
tomado del capítulo cuarto de san Lucas – es la continuación de aquel del
pasado domingo. Nos encontramos aun en la sinagoga de Nazaret, el pueblo donde
Jesús ha crecido y donde todos conocen a él y a su familia. Ahora, luego de un
tiempo de ausencia, Él ha regresado en una manera nueva: durante la liturgia
del sábado lee una profecía de Isaías sobre el Mesías y anuncia su
cumplimiento, haciendo entender que aquella palabra se refiere a Él. Este hecho
suscita el desconcierto de los nazarenos: por una parte, « Todos daban
testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de
gracia que salían de su boca» (Lc 4,22); san Marcos refiere que muchos decían:
«¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada?» (6,2).
Pero por otra parte, sus paisanos lo conocen muy bien: «Es uno como nosotros –
dicen –. Su reclamo no puede ser más que presunción» (La infancia de Jesús, 11).
«¿No es este el hijo de José?» (Lc 4,22), que es como preguntarse: ¿qué
aspiraciones puede tener un carpintero de Nazaret?
Justamente conociendo esta cerrazón, que confirma el proverbio «nadie es profeta en su tierra», Jesús dirige a la gente, en la sinagoga, palabras que suenan como una provocación. Cita dos milagros cumplidos por los grandes profetas Elías y Eliseo a favor de personas no israelitas, para demostrar que a veces hay más fe fuera de Israel. A este punto la reacción es unánime: todos se levantan y lo echan fuera, y hasta tratan de lanzarlo a un precipicio, pero Él, con soberana tranquilidad, pasa en medio de la gente enfurecida y se va. A este punto es espontáneo preguntarse: ¿cómo así Jesús ha querido provocar esta fractura? Al inicio la gente se admiraba de él, y quizás habría podido obtener cierto consenso… pero justamente este es el punto: Jesús no ha venido para buscar el consenso de los hombres, sino – como dirá al final a Pilato – para «dar testimonio de la verdad» (Jn 18,37). El verdadero profeta no obedece a nadie más que a Dios y se pone al servicio de la verdad, listo a responder personalmente. Es verdad que Jesús es el profeta del amor, pero también el amor tiene su verdad. Es más, amor y verdad son dos nombres de la misma realidad, dos nombres de Dios. En la liturgia de hoy resuenan también estas palabras de san Pablo: «El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad» (1 Cor 13,4-6). Creer en Dios significa renunciar a los propios prejuicios y acoger el rostro concreto con el que Él se ha revelado: el hombre Jesús de Nazaret. Y este camino conduce también a reconocerlo y a servirlo en los demás.
En esto la actitud de María es iluminante. ¿Quién más que ella tuvo familiaridad con la humanidad de Jesús? Pero jamás se escandalizó como los paisanos de Nazaret. Ella custodiaba en su corazón el misterio y supo acogerlo una y otra vez, cada vez más, en el camino de la fe, hasta la noche de la Cruz y a plena luz de la Resurrección. Que María nos ayude a recorrer con fidelidad y con gozo este camino.
(Palabras del Papa Benedicto XVI antes de rezar el Angelus)
RITO DE ENTRADA
INTROITUS
COLECTA
LITURGIA DE LA PALABRA
LECTURAS BÍBLICAS
EVANGELIO
Lc 4,
21-30
Evangelio de nuestro Señor
Jesucristo según san Lucas.
Después que
Jesús predicó en la sinagoga de Nazaret, todos daban testimonio a favor de Él y
estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca.
Y decían: «¿No es éste el hijo de José?» Pero Él les respondió: «Sin duda
ustedes me citarán el refrán: "Médico, sánate a ti mismo". Realiza
también aquí, en tu patria, todo lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaúm».
Después agregó: «Les aseguro que ningún profeta es
bien recibido en su tierra. Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en
el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del
cielo y el hambre azotó todo el país. Sin embargo, a ninguna de ellas fue
enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón. También había
muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de
ellos fue sanado, sino Naamán, el sirio». Al oír estas palabras, todos los que
estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de
la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la
ciudad, con intención de despeñarlo. Pero Jesús, pasando en medio de ellos,
continuó su camino.
HOMILIA
LITURGIA EUCARISTICA
PREPARACIÓN DE LAS OFRENDAS
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
PLEGARIA EUCARÍSTICA
EPÍCLESIS
Junta las manos y, manteniéndolas
extendidas sobre las ofrendas, dice:
Por eso, Padre, te suplicamos que santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti,
Junta las manos y traza el signo de la cruz sobre
el pan y el cáliz conjuntamente, diciendo:
de manera que sean Cuerpo
y X Sangre de Jesucristo,
Hijo tuyo y Señor nuestro,
Junta las manos.
que nos mandó celebrar estos misterios.
NARRACIÓN DE LA INSTITUCIÓN Y CONSAGRACIÓN
ANÁMNESIS-OBLACIÓN-INTERCESIONES
DOXOLOGÍA
Toma la patena, con el pan consagrado, y
el cáliz y, sosteniéndolos elevados, dice:
Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente,
en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos
de los siglos.
RITO DE COMUNÍON
FRACCION DEL PAN
Después
toma el pan consagrado, lo parte sobre la patena, y deja caer una parte del
mismo en el cáliz, diciendo en secreto:
El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor
Jesucristo, unidos en este cáliz, sean para nosotros salimento de vida eterna.
Mientras
tanto se canta o se dice:
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten
piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten
piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, danos
la paz.
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi: miserere
nobis.
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi: miserere
nobis.
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi: dona nobis
pacem
COMUNIÓN
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
RITO DE CONCLUSIÓN
Angelus Domini
Año de la corriente misionera (18/10/2012 - 18/10/2013)en preparación del jubileo de la familia de Schoenstatt
Con entera confianza 440
no me canso de implorar:
logren tus planes su cumplimiento;
prueba mi fe y mi confianza,
siempre creeré heroicamente
en nuestra misión.
(Hacia el Padre. P.José Kentenich)
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