Autor: Jesús de las Heras Muela | Fuente: www.revistaecclesia.com
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Creer en la caridad suscita
caridad: «Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él»
(1 Jn 4,16)
1.- La celebración de la Cuaresma, en el marco del Año de la fe, nos ofrece
una ocasión preciosa para meditar sobre la relación entre fe y caridad:
entre creer en Dios, el Dios de Jesucristo, y el amor, que es fruto de la
acción del Espíritu Santo y nos guía por un camino de entrega a Dios y a
los demás.
La fe como respuesta al amor de
Dios
2.- De aquí deriva para todos los cristianos y, en particular, para los
«agentes de la caridad», la necesidad de la fe, del «encuentro con Dios en
Cristo que suscite en ellos el amor y abra su espíritu al otro, de modo
que, para ellos, el amor al prójimo ya no sea un mandamiento por así decir
impuesto desde fuera, sino una consecuencia que se desprende de su fe, la
cual actúa por la caridad».
3.- El cristiano es una persona conquistada por el amor de Cristo y movido
por este amor -«caritas Christi urget nos» (2 Co 5,14)-, está abierto de
modo profundo y concreto al amor al prójimo (cf. ib., 33).
4.-Esta actitud nace ante todo de la conciencia de que el Señor nos ama,
nos perdona, incluso nos sirve, se inclina a lavar los pies de los
apóstoles y se entrega a sí mismo en la cruz para atraer a la humanidad al
amor de Dios.
La caridad como vida en la fe
5.- Toda la vida cristiana consiste en responder al amor de Dios. La
primera respuesta es precisamente la fe, acoger llenos de estupor y
gratitud una inaudita iniciativa divina que nos precede y nos reclama. Y el
«sí» de la fe marca el comienzo de una luminosa historia de amistad con el
Señor, que llena toda nuestra existencia y le da pleno sentido.
6.- Sin embargo, Dios no se contenta con que nosotros aceptemos su amor
gratuito. No se limita a amarnos, quiere atraernos hacia sí, transformarnos
de un modo tan profundo que podamos decir con san Pablo: ya no vivo yo,
sino que Cristo vive en mí (cf. Ga 2,20).
7.- La fe es conocer la verdad y adherirse a ella (cf. 1 Tm 2,4); la
caridad es «caminar» en la verdad (cf. Ef 4,15). Con la fe se entra en la
amistad con el Señor; con la caridad se vive y se cultiva esta amistad (cf.
Jn 15,14s). La fe nos hace acoger el mandamiento del Señor y Maestro; la
caridad nos da la dicha de ponerlo en práctica (cf. Jn 13,13-17).
8.- En la fe somos engendrados como hijos de Dios (cf. Jn 1,12s); la
caridad nos hace perseverar concretamente en este vínculo divino y dar el fruto
del Espíritu Santo (cf. Ga 5,22). La fe nos lleva a reconocer los dones que
el Dios bueno y generoso nos encomienda; la caridad hace que fructifiquen
(cf. Mt 25,14-30).
El lazo indisoluble entre fe y
caridad
9.- A la luz de cuanto hemos dicho, resulta claro que nunca podemos
separar, o incluso oponer, fe y caridad. Estas dos virtudes teologales
están íntimamente unidas por lo que es equivocado ver en ellas un contraste
o una «dialéctica».
10.-La existencia cristiana consiste en un continuo subir al monte del
encuentro con Dios para después volver a bajar, trayendo el amor y la
fuerza que derivan de éste, a fin de servir a nuestros hermanos y hermanas
con el mismo amor de Dios.
11.-En la Iglesia, contemplación y acción, simbolizadas de alguna manera
por las figuras evangélicas de las hermanas Marta y María, deben coexistir
e integrarse (cf. Lc 10,38-42).
12.-La prioridad corresponde siempre a la relación con Dios y el verdadero
compartir evangélico debe estar arraigado en la fe (cf. Audiencia general
25 abril 2012). A veces, de hecho, se tiene la tendencia a reducir el
término «caridad» a la solidaridad o a la simple ayuda humanitaria. En
cambio, es importante recordar que la mayor obra de caridad es precisamente
la evangelización, es decir, el «servicio de la Palabra».
13.-Ninguna acción es más benéfica y, por tanto, caritativa hacia el
prójimo que partir el pan de la Palabra de Dios, hacerle partícipe de la
Buena Nueva del Evangelio, introducirlo en la relación con Dios: la
evangelización es la promoción más alta e integral de la persona humana.
14.-Como escribe el siervo de Dios el Papa Pablo VI en la encíclica
Populorum progressio, es el anuncio de Cristo el primer y principal factor
de desarrollo (cf. n. 16). La verdad originaria del amor de Dios por
nosotros, vivida y anunciada, abre nuestra existencia a aceptar este amor
haciendo posible el desarrollo integral de la humanidad y de cada hombre
(cf. Caritas en veritate, 8).
15.- La Cuaresma, con las tradicionales indicaciones para la vida cristiana,
nos invita precisamente a alimentar la fe a través de una escucha más
atenta y prolongada de la Palabra de Dios y la participación en los
sacramentos y, al mismo tiempo, a crecer en la caridad, en el amor a Dios y
al prójimo, también a través de las indicaciones concretas del ayuno, de la
penitencia y de la limosna.
Prioridad de la fe, primado de la
caridad
16.- La fe, don y respuesta, nos da a conocer la verdad de Cristo como Amor
encarnado y crucificado, adhesión plena y perfecta a la voluntad del Padre
e infinita misericordia divina para con el prójimo; la fe graba en el
corazón y la mente la firme convicción de que precisamente este Amor es la
única realidad que vence el mal y la muerte. La fe nos invita a mirar hacia
el futuro con la virtud de la esperanza, esperando confiadamente que la
victoria del amor de Cristo alcance su plenitud.
17.- Por su parte, la caridad nos hace entrar en el amor de Dios que se
manifiesta en Cristo, nos hace adherir de modo personal y existencial a la
entrega total y sin reservas de Jesús al Padre y a sus hermanos.
Infundiendo en nosotros la caridad, el Espíritu Santo nos hace partícipes
de la abnegación propia de Jesús: filial para con Dios y fraterna para con
todo hombre (cf. Rm 5,5).
18.-La relación entre estas dos virtudes es análoga a la que existe entre
dos sacramentos fundamentales de la Iglesia: el bautismo y la eucaristía.
El bautismo (sacramentum fidei) precede a la eucaristía (sacramentum
caritatis), pero está orientado a ella, que constituye la plenitud del
camino cristiano.
19.-Análogamente, la fe precede a la caridad, pero se revela genuina sólo
si culmina en ella. Todo parte de la humilde aceptación de la fe («saber
que Dios nos ama»), pero debe llegar a la verdad de la caridad («saber amar
a Dios y al prójimo»), que permanece para siempre, como cumplimiento de
todas las virtudes (cf. 1 Co 13,13).
20.-En este tiempo de cuaresma, durante el cual nos preparamos a celebrar
el acontecimiento de la cruz y la resurrección, mediante el cual el amor de
Dios redimió al mundo e iluminó la historia, os deseo a todos que viváis
este tiempo precioso reavivando la fe en Jesucristo, para entrar en su
mismo torrente de amor por el Padre y por cada hermano y hermana que
encontramos en nuestra vida.
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