"María
conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón" (Lc 2, 19). El primer día del año está
puesto bajo el signo de una mujer, María. El evangelista san Lucas la describe
como la Virgen silenciosa, en constante escucha de la Palabra eterna, que vive
en la palabra de Dios. María conserva en su corazón las palabras que vienen de
Dios y, uniéndolas como en un mosaico, aprende a comprenderlas. En su escuela
queremos aprender también nosotros a ser discípulos atentos y dóciles del
Señor. Con su ayuda maternal deseamos comprometernos a trabajar solícitamente
en la "obra" de la paz, tras las huellas de Cristo, Príncipe de la
paz. Siguiendo el ejemplo de la Virgen santísima, queremos dejarnos guiar
siempre y sólo por Jesucristo, que es el mismo ayer, hoy y siempre (cf. Hb 13, 8).
SANTA MISA EN LA SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA,
MADRE DE DIOS
XXXIX JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ
XXXIX JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ
HOMILÍA DE
SU SANTIDAD BENEDICTO XVI
Domingo 1 de enero de 2006
Extracto
La Iglesia está llamada a hacer que en el mundo resplandezca la luz de Cristo
Por
tanto, en el misterio de la Epifanía, junto a un movimiento de irradiación
hacia el exterior, se manifiesta un movimiento de atracción hacia el centro,
con el que llega a plenitud el movimiento ya inscrito en la antigua alianza. El
manantial de este dinamismo es Dios, uno en la sustancia y trino en las
Personas, que atrae a todos y todo a sí. De este modo, la Persona encarnada del
Verbo se presenta como principio de reconciliación y de recapitulación
universal (cf. Ef 1, 9-10). Él es la meta final de la
historia, el punto de llegada de un "éxodo", de un providencial
camino de redención, que culmina en su muerte y resurrección. Por eso, en la
solemnidad de la Epifanía, la liturgia prevé el así llamado "Anuncio de la
Pascua": en efecto, el Año litúrgico resume toda la parábola de la historia
de la salvación, en cuyo centro está "el Triduo del Señor crucificado,
sepultado y resucitado".
En
el contexto litúrgico de la Epifanía se manifiesta también el misterio de la
Iglesia y su dimensión misionera. La Iglesia está llamada a hacer que en el
mundo resplandezca la luz de Cristo, reflejándola en sí misma como la luna
refleja la luz del sol. En la Iglesia se han cumplido las antiguas profecías
referidas a la ciudad santa de Jerusalén, como la estupenda profecía de Isaías
que acabamos de escuchar: "¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu
luz. (...) Caminarán los pueblos a tu luz; los reyes al resplandor de tu
aurora" (Is 60, 1-3).
Esto lo deberán realizar los discípulos de Cristo: después de aprender de él a
vivir según el estilo de las Bienaventuranzas, deberán atraer a todos los
hombres hacia Dios mediante el testimonio del amor: "Alumbre así vuestra
luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro
Padre que está en el cielo" (Mt 5,
16).
SOLEMNIDAD
DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR
HOMILÍA DEL SANTO PADRE
BENEDICTO XVI
Basílica de San Pedro
Viernes 6 de enero de 2006
Basílica de San Pedro
Viernes 6 de enero de 2006
Extracto
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