Ahora
bien, ¿qué significa “anunciar la muerte del Señor” Dos cosas. Por una parte, nos advierte que en
la misa rememoramos la pasión y muerte de Jesús. Anunciar su muerte incluye
también unirse al Crucificado; precisamente porque el Señor quiere unirse a
nosotros. En la misa y por la misa se nos motiva a subir con Jesús al madero de
la cruz. Él quiere revivir en nosotros todos los sufrimientos de su pasión y
muerte. Cada vez que participamos de la misa esforcémonos por subir con él a la
cruz (Padre José Kentenich, conferencia para la familia de Schoenstatt, 1966)
Y estoy feliz de que sea en domingo, ¡en el día del Señor! Esto es bello
e importante para nosotros los cristianos: encontrarnos en el domingo,
saludarnos, hablarnos como ahora aquí, en la plaza. Una plaza que, gracias a
los medios de comunicación, tiene el tamaño del mundo.
En este quinto domingo de Cuaresma, el evangelio nos presenta el
episodio de la mujer adúltera (cf. Jn. 8,1-11), que Jesús salva de la condena a
muerte. Conmueve la actitud de Jesús: no escuchamos palabras de desprecio, no
escuchamos palabras de condena, sino solo palabras de amor, de misericordia,
que invitan a la conversión. "Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante
no peques más" (v. 11).
Hermanos y hermanas, el rostro de Dios es la de un padre misericordioso,
que siempre tiene paciencia. ¿Han pensado en la paciencia de Dios, la paciencia
que Él tiene con cada uno de nosotros? Esa es su misericordia. Siempre tiene
paciencia, paciencia con nosotros, nos comprende, nos espera, no se cansa de
perdonarnos si sabemos volver a él con el corazón contrito. "Grande es la
misericordia del Señor", dice el salmo.
Recordemos al profeta Isaías, quien dice que así nuestros pecados fueran
como rojo escarlata, el amor de Dios los volverá blancos como la nieve. ¡Es
hermoso, esto de la misericordia!
No nos olvidemos de esta palabra: Dios nunca se cansa de perdonar,
¡nunca! "Y, padre, ¿cuál es el problema?". Bueno, el problema es que
nos cansamos, no queremos, nos cansamos de pedir perdón. Él nunca se cansa de
perdonar, pero nosotros, a veces, nos cansamos de pedir perdón. ¡No nos
cansemos nunca, no nos cansemos nunca! Él es un Padre amoroso que siempre
perdona, que tiene un corazón de misericordia para todos nosotros.
Y aprendamos a ser misericordiosos con todos. Invoquemos la intercesión
de la Virgen que tuvo entre los brazos la Misericordia de Dios hecha hombre.
Pero Jesús nos ha llamado a ser parte de una nueva familia: su Iglesia,
en esta familia de Dios, caminando juntos por el camino del evangelio. Que el
Señor los bendiga, que la Virgen los proteja. No se olviden de esto: ¡el Señor
no se cansa de perdonar! Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón.(Extracto
Angelus Domini papa Francisco)
RITOS INICIALES
ENTRADA
ORACIÓN COLECTA
LITURGIA DE LA PALABRA
LECTURAS BÍBLICA
PRIMERA LECTURA-SALMO RESPONSORIAL-SEGUNDA LECTURA
a) El Aleluya se canta en todo tiempo, excepto durante la Cuaresma. Los versículos se toman del leccionario o del Gradual.
b) En tiempo de Cuaresma, en vez del Aleluya, se canta el versículo antes del Evangelio que aparece en el leccionario. También puede cantarse otro salmo u otra selección (tracto), según se encuentra en el Gradual. (instrucción general del misal romano)
PROCLAMACIÓN DEL SANTO EVANGELIO
Evangelio según San Juan 8,1-11.
Jesús fue al monte de los Olivos.
Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles.
Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos,
dijeron a Jesús: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio.
Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?".
Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo.
Como insistían, se enderezó y les dijo: "El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra".
E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo.
Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?".
Ella le respondió: "Nadie, Señor". "Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante".
Jesús fue al monte de los Olivos.
Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles.
Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos,
dijeron a Jesús: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio.
Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?".
Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo.
Como insistían, se enderezó y les dijo: "El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra".
E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo.
Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?".
Ella le respondió: "Nadie, Señor". "Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante".
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