sábado, 30 de marzo de 2013

Vigilia Pascual de la Resurrecion del Señor


TIEMPO PASCUAL
DOMINGO DE PASCUA
DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR



En la noche santa
VIGILIA PASCUAL
1. Según una tradición muy antigua, ésta es una noche de vigilia en honor del Señor (Ex 12,42). Los fieles, llevando en la mano -según la exhortación evangélica (Lc 12, 35 ss)- lámparas encendidas, se asemejan a quienes esperan el regreso de su Señor para que, cuando él vuelva, los encuentre vigilantes y los haga sentar a su mesa.

2. La celebración de la Vigilia se desarrolla de la siguiente manera: después de la breve liturgia de la luz o "lucernario" (primera parte de la Vigilia), la santa Iglesia, llena de fe en las palabras y promesas del Señor, medita los portentos que él obró desde el principio en favor de su pueblo (segunda parte o liturgia de la palabra) y cuando el día de la resurrección está por llegar, encontrándose ya  acompañada de sus nuevos hijos, renacidos en el bautismo (tercera parte), es invitada a la mesa que el Señor ha preparado para su pueblo, por medio de su muerte y resurrección (cuarta parte).

3. Toda la celebración de la Vigilia pascual se hace en la noche, de modo que no debe comenzar antes del principio de la noche del sábado, ni terminar después del alba del domingo.
4. La misa de la Vigilia, aunque se celebre antes de la medianoche, es ya la misa pascual del Domingo de Resurrección. Los fieles que participan en la misa de la Vigilia pueden comulgar también en la misa diurna de la Pascua.

5. El sacerdote que celebra o concelebra la misa de la Vigilia, puede también celebrar o concelebrar la misa diurna de la Pascua.

6. El sacerdote y los ministros se revisten desde el principio con los ornamentos blancos de la misa.
Prepárense suficientes velas para todos los fieles que participen en la Vigilia.

Primera parte
Lucernario o solemne comienzo de la Vigilia
Bendición del fuego
7. Se apagan todas las luces de la iglesia.
En un lugar adecuado, fuera de la iglesia, se enciende el fuego. Congregado allí el pueblo, llega el sacerdote con los ministros. Uno de los ministros lleva el cirio pascual. Si las circunstancias no permiten encender el fuego fuera de la iglesia, todo este rito se desarrolla como se indica en el número 13, p. 147.

8. El sacerdote saluda, como de costumbre, al pueblo congregado y le hace una breve exhortación, con estas palabras u otras semejantes:
Hermanos:
En esta noche santa, en que nuestro Señor Jesucristo pasó de la muerte a la vida, la Iglesia invita a todos sus hijos, diseminados por el mundo, a que se reúnan para velar en oración. Conmemoremos, pues, juntos, la Pascua del Señor, escuchando su palabra y participando en sus sacramentos, con la esperanza cierta de participar también en su triunfo sobre la muerte y de vivir con él para siempre
Dios.

 9. Enseguida bendice el fuego.
Oremos.
Dios nuestro, que por medio de tu Hijo nos has comunicado el fuego de tu vida divina, bendice + este fuego nuevo y haz que estas fiestas pascuales enciendan en nosotros el deseo del cielo, para que podamos llegar con un espíritu renovado a la fiesta gloriosa de tu Reino.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
Con el fuego nuevo se enciende el cirio pascual.

10. Si, por razones pastorales, parece oportuno hacer resaltar con algunos símbolos la dignidad y la significación del cirio pascual, puede hacerse de este modo: una vez bendecido el fuego nuevo, un acólito o uno de los ministros lleva el cirio pascual ante el celebrante. Este, con un punzón graba una cruz en el cirio. Después, traza sobre él la letra griega Alfa y, debajo, la letra Omega; entre los brazos de la cruz traza los cuatro números del año en curso, mientras dice:
1. Cristo ayer y hoy,
traza la línea vertical;
2. Pincipio y fin,
traza la línea horizontal;
3. Alfa
traza la letra Alfa, arriba de la línea vertical;
4. y Omega.
traza la letra Omega, abajo de la línea vertical;
5. Suyo es el tiempo
traza el primer número del año en curso, en el ángulo superior izquierdo de la cruz;
6. y la eternidad.
traza el segundo número del año, en el ángulo superior derecho;
7. A él la gloria y el poder,
traza el tercer número del año en el ángulo inferior izquierdo;
8. por los siglos de los siglos. Amén.
traza el cuarto número del año en el ángulo inferior derecho.
11. Después de haber trazado la cruz y los demás signos, el sacerdote puede incrustar en el cirio cinco granos de incienso, en forma de cruz, diciendo al mismo tiempo.
1. Por sus santas llagas 1
2. gloriosas,
3. nos proteja 4 2 5
4. y nos guarde
5. Jesucristo nuestro Señor. Amén. 3
12. El celebrante enciende el cirio pascual con el fuego nuevo, diciendo:
Que la luz de Cristo, resucitado y glorioso, disipe las tinieblas de nuestro corazón y de nuestro espíritu.
Lo indicado en los nn. 10-12 puede realizarse total o parcialmente, según las circunstancias pastorales del ambiente y del lugar. Las Conferencias Episcopales pueden establecer también otros ritos más acomodados a la idiosincrasia de cada pueblo en concreto.

13. Cuando por alguna razón no se puede encender el fuego fuera de la iglesia, el rito se acomoda a las circunstancias. Reunido, como de costumbre, el pueblo en la iglesia, el celebrante con los ministros, uno de los cuales lleva el cirio pascual, se dirige a la puerta de la iglesia. El pueblo, en cuanto sea posible, se vuelve hacia el celebrante. Se hace el saludo y la exhortación, como se indicó en el n. 8; después se bendice el fuego (n. 9) y, si se quiere, se prepara y enciende el cirio, como se indica en los nn. 10-12.

Procesión
14. A continuación el diácono o, en su defecto, el sacerdote, toma el cirio pacual y, manteniéndolo elevado, canta él solo:
V. Cristo luz del mundo. R. Demos gracias a Dios.
Todos entran en la iglesia, precedidos por el diácono (o el sacerdote) que lleva el cirio pascual.
Si se emplea el incienso, el turiferario precederá al diácono.

15. En la puerta de la iglesia, el diácono se detiene y elevando el cirio, canta por segunda vez:
Cristo, luz del mundo.
Y todos responden:
Demos gracias a Dios.
En este momento todos encienden sus velas en la llama del cirio y avanzan de nuevo.

16. Al llegar ante el altar, el diácono, vuelto hacia el pueblo, canta por tercera vez:
Cristo, luz del mundo.
Y todos responden:
Demos gracias a Dios.
Entonces se encienden las luces del templo.

PREGON PASCUAL
17. El sacerdote se dirige a la sede. El diácono pone el cirio pascual en el candelabro, que está preparado en medio del presbiterio o junto al ambón. Después de poner incienso en el incensario, si éste se ha utilizado, el diácono pide y recibe, como lo hace en la misa antes del Evangelio, la bendición del sacerdote, el cual dice en voz baja
El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que proclames dignamente su pregón pascual; en el nombre del Padre, y del Hijo +
y del Espíritu Santo.
R. Amén.
Esta bendición se omite si el pregón pascual es proclamado por otro que no sea el diácono.
Si se usa el incienso, el diácono o, en su defecto, el sacerdote, inciensa el libro y el cirio. Luego proclama el pregón pascual desde el ambón o desde el púlpito. Todos permanecen de pie, teniendo en sus manos las velas encendidas.
El pregón pascual puede ser proclamado, en caso de necesidad, por un cantor que no sea diácono.
En este caso, el cantor omite desde las palabras Por eso, queridos hermanos, hasta el final del invitatorio El resplandor de su luz, así como el saludo El Señor esté con vosotros.
El pregón puede cantarse también en su forma breve. Las Conferencias Episcopales pueden adaptar el pregón intercalando en él alguna aclamación del pueblo.

Segunda parte
LITURGIA DE LA PALABRA
20. En esta vigilia, "madre de todas las vigilias" (San Agustín, Serm. 219), se proponen nueve lecturas, siete del Antiguo Testamento y dos del Nuevo (la Epístola y el Evangelio).

21. Si las circunstancias pastorales lo piden, puede reducirse el número de lecturas del Antiguo
Testamento; pero téngase siempre en cuenta que la lectura de la Palabra de Dios es parte fundamental de esta Vigilia de Pascua.
Deben leerse, por lo menos, tres lecturas del Antiguo Testamento y, en casos muy urgentes, por lo menos dos. Pero nunca se omita la tercera lectura, tomada del capítulo 14 del Exodo.

22. Terminado el pregón, todos apagan sus velas y se sientan. Antes de comenzar las lecturas, el sacerdote exhorta a la asamblea con estas palabras u otras semejantes.
Hermanos, con el pregón solemne de la Pascua, hemos entrado ya en la noche santa de la resurrección del Señor.
Escuchemos con recogimiento la palabra de Dios. Meditemos como, en la antigua alianza, Dios salvó a su pueblo y en la plenitud de los tiempos, envió al mundo a su Hijo para que nos redimiera.
Oremos para que Dios, nuestro Padre, conduzca a su plenitud esta obra de salvación, iniciada con la muerte y resurrección de Jesucristo.

23. Siguen luego las lecturas. Un lector va al ambón y lee la primera lectura. Después el salmista o cantor dice el salmo, alternando con las respuestas del pueblo. Enseguida todos se levantan, el sacerdote dice Oremos y después de que todos han orado en silencio durante unos momentos dice la oración colecta. Lo mismo se hace en cada lectura.
En lugar de decir el salmo responsorial, se puede guardar un breve espacio de silencio para hacer oración. En este caso, se omite la pausa después del Oremos.

Oraciones después de las lecturas
24. DESPUES DE LA PRIMERA LECTURA: creación del mundo (Gén 1, 1-2, 2) o creación del hombre (1, 1. 26-31a)
Oremos.
Dios todopoderoso y eterno,
que en todas las obras de tu amor
te muestras admirable, concédenos comprender
que la redención realizada por Cristo, nuestra Pascua,
es una obra más maravillosa todavía
que la misma creación del universo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Esta oración se puede substituir por la siguiente, si se hace la lectura breve: creación del hombre.
Oremos.
Dios nuestro, que de un modo admirable
nos creaste a tu imagen y semejanza
y de un modo más admirable todavía
nos redimiste,
concédenos sabiduría de espíritu,
para resistir los atractivos del pecado
y poder llegar así a los gozos del cielo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

25. DESPUES DE LA SEGUNDA LECTURA: sacrificio de Abraham (Gén. 22, 1-18; o 1-2. 9a. 10- 13. 15-18).
Oremos.
Señor Dios, Padre de los creyentes,
que por medio del sacramento pascual del bautismo
sigues cumpliendo la promesa hecha a Abraham
de multiplicar su descendencia por toda la tierra
y de hacerlo el padre de todas las naciones,
concede a tu pueblo responder dignamente
a la gracia de tu llamado.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

26. DESPUES DE LA TERCERA LECTURA: paso del mar Rojo (Ex 14, 15-15,1)
Oremos.
Tus antiguos prodigios
se renuevan, Señor, también en nuestros tiempos,
pues lo que tu poder hizo con las aguas
para librar a un solo pueblo de la esclavitud del faraón,
lo repites ahora, por medio del agua del bautismo,
para salvar a todas las naciones.
Concede a todos los hombres del mundo entero
contarse entre los hijos de Abraham
y participar de la dignidad del pueblo elegido.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
O bien:
Oremos.
Señor, que con el Evangelio nos has hecho comprender
el sentido profundo del Antiguo Testamento,
dejándonos ver en el paso del mar Rojo
una imagen del bautismo
y en el pueblo liberado de la esclavitud,
un símbolo del pueblo cristiano,
haz que todos los hombres, mediante la fe,
participen del privilegio del pueblo elegido
y sean regenerados por la acción santificadora de tu Espíritu.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

27. DESPUES DE LA CUARTA LECTURA: la nueva Jerusalén (Is 54, 5-14).
Oremos.
Señor Dios, siempre fiel a tus promesas,
aumenta, por medio del bautismo, el número de tus hijos
y multiplica la descendencia prometida
a la fe de los patriarcas,
para que tu Iglesia vea que se va cumpliendo
tu voluntad de salvar a todos los hombres,
como los patriarcas lo creyeron y esperaron.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
1
La oración anterior puede substituirse por alguna de las que siguen, cuando sus lecturas correspondientes vayan a omitirse.

28. DESPUES DE LA QUINTA LECTURA: la salvación que se ofrece gratuitamente a todos (Is 55, -11).
Oremos.
Dios todopoderoso y eterno, única esperanza del mundo,
tú que anunciaste por la voz de tus profetas
los misterios que estamos celebrando esta noche,
infunde en nuestros corazones
la gracia de tu Espíritu,
para que podamos vivir una vida
digna de tu redención.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

29. DESPUES DE LA SEXTA LECTURA: la fuente de la sabiduría (Bar 3,9-15.32-4, 4).
Oremos.
Dios nuestro, que haces crecer continuamente a tu Iglesia
con hijos llamados de todos los pueblos,
dígnate proteger siempre con tu gracia
a quienes has hecho renacer en el bautismo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

30. DESPUES DE LA SEPTIMA LECTURA: el corazón nuevo y el espíritu nuevo (Ez 36, 16-28).
Oremos.
Señor Dios nuestro, poder inmutable y luz sin ocaso,
prosigue bondadoso a través de tu Iglesia,
sacramento de salvación,
la obra que tu amor dispuso desde la eternidad;
que todo el mundo vea y reconozca
que los caídos se levantan,
que se renueva lo que había envejecido
y que todo se integra en aquel
que es el principio de todo, Jesucristo, nuestro Señor,
que vive y reina contigo por los siglos de los siglos.
R. Amén.
O esta oración:
Oremos.
Señor Dios nuestro,
que con las enseñanzas del Antiguo
y del Nuevo Testamento
nos has preparado a celebrar el misterio de la Pascua,
haz que comprendamos tu amor,
para que los dones que hoy recibimos
confirmen en nosotros la esperanza de los bienes futuros.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

31. Terminada la oración de la última lectura del Antiguo Testamento, con el responsorio y la oración correspondiente, se encienden las velas del altar.
El sacerdote entona solemnemente el
Gloria, que todos prosiguen. Se tocan las campanas, de acuerdo con las costumbres de cada lugar.

32. Después del Gloria, el sacerdote dice la Oración COLECTA, como de ordinario.
Oremos.
Dios nuestro, que haces resplandecer esta noche santa
con la gloria del Señor resucitado, aviva en tu Iglesia el espíritu filial, para que, renovados en cuerpo y alma, nos entreguemos plenamente a tu servicio.
Por nuestro Señor Jesucristo.

33. Enseguida un lector lee la epístola de san Pablo.



De la carta del apóstol san Pablo a los romanos: 6, 3-11
Hermanos: ¿no saben ustedes que todos los que hemos sido incorporados a Cristo Jesús por medio del bautismo, hemos sido incorporados a Él en su muerte?
En efecto, por el bautismo finillos sepultados con Él en su muerte, para que, así como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros llevemos una vida nueva.
Porque, si hemos estado íntimamente unidos a Él por una muerte semejante a la suya, también lo estaremos en su resurrección. Sabemos que nuestro hombre viejo fue crucificado con Cristo, para que el cuerpo del pecado quedara destruido, a fin de que ya no sirvamos al pecado, pues el que ha muerto queda libre del pecado.
Por lo tanto, si hemos muerto con Cristo, estamos seguros de que también viviremos con Él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no morirá nunca. La muerte ya no tiene dominio sobre Él, porque al morir, murió al pecado de una vez para siempre; y al resucitar, vive ahora para Dios. Lo mismo ustedes, considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. 
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
34. Terminada la epístola todos se ponen de pie y el sacerdote entona solemnemente el Aleluya, que todos repiten. Luego un salmista o un cantor dice el salmo, al que el pueblo responde: Aleluya.
Si hace falta, el mismo salmista canta el Aleluya.
A - le - 1U - ya, a - le - lu - ya, a - le - 1U - ya.

35. Para el Evangelio no se llevan velas. Puede emplearse el incienso.
Del santo Evangelio según san Marcos: 16, 1-7


Transcurrido el sábado, María Magdalena, María (la madre de Santiago) y Salomé, compraron perfumes para ir a embalsamar a Jesús. Muy de madrugada, el primer día de la semana, a la salida del sol, se dirigieron al sepulcro. Por el camino se decían unas a otras: "¿Quién nos quitará la piedra de la entrada del sepulcro?". Al llegar, vieron que la piedra ya estaba quitada, a pesar de ser muy grande.
Entraron en el sepulcro y vieron a un joven, vestido con una túnica blanca, sentado en el lado derecho, y se llenaron de miedo. Pero él les dijo: "No se espanten. Buscan a Jesús de Nazaret el que fue crucificado. No está aquí; ha resucitado. Miren el sitio donde lo habían puesto. Ahora vayan a decirles a sus discípulos y a Pedro: 'El irá delante de ustedes a Galilea. Allá lo verán, como Él les dijo'".

Palabra del Señor. 

Gloria a ti, Señor Jesús.

36. Después del Evangelio se tiene la Homilía y luego se pasa a la Liturgia Bautismal.

Tercera parte
LITURGIA BAUTISMAL
37. El sacerdote con los ministros se dirige a la fuente bautismal, si es que ésta se encuentra a la vista de los fieles. De lo contrario, se pone un recipiente con agua en el presbiterio.
Si hay catecúmenos adultos, son llamados por su nombre y presentados por los padrinos o, si son niños, llevados por los padres y padrinos frente a toda la asamblea.

38. Después, el sacerdote exhorta a los presentes, con estas u otras palabras semejantes.
Si están presentes los que se van a bautizar:
Hermanos, acompañemos con nuestra oración a estos catecúmenos que anhelan renacer a nueva vida en la fuente del bautismo, para que Dios, nuestro Padre, les otorgue su protección y su amor.
Si se bendice la fuente, pero no va a haber bautizos:
Hermanos, pidamos a Dios todopoderoso que con su poder santifique esta fuente bautismal, para que cuantos en el bautismo van a ser regenerados en Cristo, sean acogidos en la familia de Dios.

39. Dos cantores entonan las letanías, a las que todos responden estando en pie (por razón de tiempo pascual).
Si la procesión hasta el bautisterio es larga, se cantan las letanías durante la procesión; en este caso se llama a los catecúmenos, antes de comenzar la procesión.
Abre la procesión el diácono, con el cirio pascual; siguen los catecúmenos, con los padrinos; después, el sacerdote con los ministros. En este caso, la exhortación precedente se hace antes de la bendición del agua.

40. Si no hay bautizos ni bendición de la fuente, omitidas las letanías, se procede inmediatamente a la bendición del agua (número 45).

Letanías de los santos
41. En las letanías se pueden añadir algunos nombres de santos, especialmente el del titular de la iglesia, el de los patronos del lugar y el de los que van a ser bautizados.
Señor, ten piedad de nosotros
Cristo, ten piedad de nosotros
Señor, ten piedad de nosotros
Señor, ten piedad de nosotros
Cristo, ten piedad de nosotros
Señor, ten piedad de nosotros
Santa María, Madre de Dios ruega por nosotros
San Miguel ruega por nosotros
Santos Angeles de Dios rogad por nosotros
San Juan Bautista ruega por nosotros
San José ruega por nosotros
Santos Pedro y Pablo rogad por nosotros
San Andrés ruega por nosotros
San Juan ruega por nosotros
Santa María Magdalena ruega por nosotros
San Esteban ruega por nosotros
San Ignacio de Antioquía ruega por nosotros
San Lorenzo ruega por nosotros
Santas Perpetua y Felicitas rogad por nosotros
Santa Inés ruega por nosotros
San Gregorio ruega por nosotros
San Agustín ruega por nosotros
San Atanasio ruega por nosotros
San Basilio ruega por nosotros
San Martín ruega por nosotros
San Benito ruega por nosotros
Santos Francisco y Domingo rogad por nosotros
San Francisco Javier ruega por nosotros
San Juan María Vianney ruega por nosotros
Santa Catalina de Siena ruega por nosotros
Santa Teresa de Jesús ruega por nosotros
Santos y Santas de Dios rogad por nosotros
Muéstrate propicio líbranos, Señor
De todo mal líbranos, Señor
De todo pecado líbranos, Señor
De la muerte eterna líbranos, Señor
Por tu encarnación líbranos, Señor
Por tu muerte y resurrección líbranos, Señor
Por el don del Espíritu Santo líbranos, Señor
Nosotros, que somos pecadores te rogamos, óyenos
Si hay bautizos:
Para que te dignes comunicar tu propia vida
a quienes has llamado al bautismo te rogamos, óyenos
Si no hay bautizos:
Para que santifiques esta agua por
la que renacerán tus nuevos hijos te rogamos, óyenos
Jesús, Hijo de Dios vivo. te rogamos, óyenos
Si hay bautizos, el sacerdote, con las manos juntas, dice la siguiente oración:
Derrama, Señor, tu infinita bondad
en este sacramento del bautismo
y envía a tu santo Espíritu,
para que haga renacer de la fuente bautismal
a estos nuevos hijos tuyos,
que van a ser santificados por tu gracia,
mediante la colaboración de nuestro ministerio.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Bendición del agua bautismal
42. Enseguida el sacerdote bendice el agua bautismal, diciendo con las manos juntas, la siguiente oración:
Dios nuestro,
que con tu poder invisible realizas obras admirables
por medio de los signos de los sacramentos
y has hecho que tu creatura, el agua, signifique
de muchas maneras la gracia del bautismo.
Dios nuestro,
cuyo Espíritu aleteaba sobre la superficie de las aguas
en los mismos principios del mundo,
para que ya desde entonces
el agua recibiera el poder de dar la vida.
Dios nuestro,
que incluso en las aguas torrenciales del diluvio prefiguraste
el nuevo nacimiento de los hombres,
al hacer que de una manera misteriosa, un mismo elemento
diera fin al pecado y origen a la virtud.
Dios nuestro,
que hiciste pasar a pie enjuto por el mar Rojo
a los hijos de Abraham,
a fin de que el pueblo liberado de la esclavitud del faraón,
prefigurara al pueblo de los bautizados.
Dios nuestro,
cuyo Hijo, al ser bautizado por el precursor
en el agua del Jordán,
fue ungido por el Espíritu Santo;
suspendido en la cruz,
quiso que brotaran de su costado sangre y agua;
y después de su resurrección mandó a sus apóstoles:
"Id y enseñad a todas las naciones
bautizándolas en el nombre del Padre,
y del Hijo y del Espíritu Santo."
Mira ahora a tu Iglesia en oración
y abre para ella la fuente del bautismo.
Que por la obra del Espíritu Santo esta agua adquiera la gracia
de tu Unigénito,
para que el hombre, creado a tu imagen,
limpio de su antiguo pecado
por el sacramento del bautismo,
renazca a la vida nueva
por el agua y el Espíritu Santo.
Si lo cree oportuno, introduce el cirio pascual en el agua una o tres veces, diciendo:
Te pedimos, Señor,
que el poder del Espíritu Santo, por tu Hijo,
descienda sobre el agua de esta fuente,
Manteniendo el cirio dentro del agua, prosigue:
para que todos los que en ella reciban el bautismo,
sepultados con Cristo en su muerte,
resuciten también con él a la vida.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

43. Enseguida saca el cirio del agua y el pueblo dice la siguiente aclamación o alguna otra adecuada:
Fuentes del Señor, bendecid al Señor, alabadlo y glorificadlo por los siglos.

44. Cada catecúmeno hace la renuncia a Satanás y la profesión de fe, y recibe el bautismo.
Si está presente el obispo, los catecúmenos adultos reciben inmediatamente la confirmación; en
caso contrario, el presbítero que ha administrado el bautismo puede también confirmar a los
catecúmenos adultos (Cfr Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos, nn. 228 y 362).

Bendición del agua bendita
45. Si no hay bautizos, ni bendición de la fuente bautismal, el sacerdote invita 81 pueblos a orar diciendo:
Pidamos, queridos hermanos, a Dios Padre todopoderoso, que bendiga esta agua, con la cual seremos rociados en memoria de nuestro bautismo, y que nos renueve interiormente, para que permanezcamos fieles al Espíritu que hemos recibido.
Y después de una breve oración en silencio, prosigue con las manos juntas.
Señor, Dios nuestro, mira con bondad a este pueblo tuyo, que vela en oración en esta noche santísima,
recordando la obra admirable de nuestra creación
y la obra más admirable todavía, de nuestra redención.
Dígnate bendecir + esta agua,
que tú creaste para dar fertilidad a la tierra,
frescura y limpieza a nuestros cuerpos.
Tu, además, has convertido el agua
en un instrumento de tu misericordia:
a través de las aguas del mar Rojo
liberaste a tu pueblo de la esclavitud;
en el desierto hiciste brotar un manantial para saciar su sed;
con la imagen del agua viva
los profetas anunciaron la nueva alianza
que deseabas establecer con los hombres;
finalmente, en el agua del Jordán,
santificada por Cristo,
inauguraste el sacramento de una vida nueva,
que nos libra de la corrupción del pecado.
Que esta agua nos recuerde ahora
nuestro bautismo
y nos haga participar en la alegría
de nuestros hermanos,
que han sido bautizados en esta Pascua del Señor,
el cual vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.

Renovación de las promesas del bautismo
46. Terminada la ceremonia del bautismo (y de la confirmación) o, si no hubo bautizos, después de la bendición del agua, todos, de pie y teniendo en sus manos las velas encendidas hacen la renovación de las promesas del bautismo.
El sacerdote se dirige a la comunidad con estas palabras u otras parecidas:
Hermanos,
por medio del bautismo,
hemos sido hechos participes del misterio pascual de Cristo;
es decir, por medio del bautismo,
hemos sido sepultados con él en su muerte
para resucitar con él a una vida nueva.
Por eso,
al terminar el tiempo de preparación de la Cuaresma,
es muy conveniente que renovemos
las promesas de nuestro bautismo,
con las cuales un día renunciamos a Satanás y a sus obras
y nos comprometimos a servir a Dios,
en la santa Iglesia católica.
Para hacer la renuncia, se puede tomar una de las dos fórmulas que se proponen a continuación:
Primera fórmula:
Sacerdote:
¿Renuncian ustedes a Satanás?
Todos:
Sí, renuncio.
Sacerdote:
¿Renuncian a todas sus obras?
Todos:
Sí, renuncio.
Sacerdote:
¿Renuncian a todas sus seducciones?
Todos:
Sí, renuncio.
Segunda fórmula:
Sacerdote:
¿Renuncian ustedes al pecado para vivir en la libertad de los hijos
de Dios?
Todos:
Si, renuncio.
Sacerdote:
¿Renuncian a todas las seducciones del mal para que el pecado no
los esclavice?
Todos:
Si, renuncio.
Sacerdote:
¿Renuncian a Satanás, padre y autor de todo pecado?
Todos:
Si, renuncio.
Prosigue el sacerdote:
¿Creen ustedes en Dios,
Padre todopoderoso,
creador del cielo y de la tierra?
Todos:
Si, creo.
Sacerdote:
¿Creen en Jesucristo,
su Hijo único y Señor nuestro,
que nació de la Virgen María,
padeció y murió por nosotros,
resucitó y está sentado a la derecha del Padre?
Todos:
Sí, creo.
Sacerdote:
¿Creen en el Espíritu Santo,
en la santa Iglesia católica,
en la comunión de los santos,
en el perdón de los pecados,
en la resurrección de los muertos y en la vida eterna?
Todos:
Sí, creo.
Y el sacerdote concluye:
Que Dios todopoderoso,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos liberó del pecado
y nos ha hecho renacer por el agua y el Espíritu Santo,
nos conserve con su gracia
unidos a Jesucristo nuestro Señor, hasta la vida eterna.
Todos:
Amén.

47. El sacerdote rocía al pueblo con el agua bendita, mientras todos cantan la siguiente antífona o algún otro canto bautismal:
Vi brotar agua
del lado derecho del templo, aleluya.
Vi que en todos aquellos
que recibían el agua,
surgía una vida nueva
y cantaban con gozo: Aleluya, aleluya.

48. Mientras tanto los neófitos son conducidos a su lugar entre los fieles.
Si la bendición del agua bautismal se hizo en el presbiterio, los ministros llevan a la fuente, con toda reverencia, el recipiente del agua. Si no hubo bendición de la fuente, el agua bendita se coloca en un lugar apropiado.

49. Hecha la aspersión, el sacerdote vuelve a la sede, en donde dirige la Oración Universal, en la cual toman parte los neófitos por primera vez. (Ver p. 928).

No se dice Credo.

Cuarta parte
LITURGIA EUCARÍSTICA
50. El sacerdote va al altar y comienza la Liturgia Eucarística, en la forma acostumbrada.

51. Es conveniente que el pan y el vino sean presentados por los neófitos, si los hay.







ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Acepta, Señor, los dones que te presentamos y concédenos que el memorial de la muerte y resurrección de Jesucristo, que estamos celebrando, nos obtenga la fuerza para llegar a la vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

53
PREFACIO: El misterio pascual
V. El Señor esté con vosotros. R. Y con tu espíritu.
V. Levantemos el corazón. R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R. Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación,
glorificarte siempre, Señor,
pero más que nunca en esta noche
en que Cristo, nuestra Pascua, fue inmolado.
Porque él es el Cordero de Dios
que quitó el pecado del mundo:
muriendo, destruyó nuestra muerte,
y resucitando, restauró la vida.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual,
el mundo entero se desborda de alegría
y también los coros celestiales,
los ángeles y los arcángeles,
cantan sin cesar el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo es el Señor Dios del universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.
Si se usa el Canon romano, se dice: Reunidos en comunión, p. 370 y Acepta, Señor, p. 372.
Si se usa la plegaria eucarística II, se dice: Acuérdate, Señor, p. 383 y la intercesión particular, p.
384.
Si se usa la plegaria eucarística III, se dice Atiende los deseos, p. 393 y la intercesión particular, p.
391.

54. ANTIFONA DE LA COMUNION 1 Cor 5, 7-8
Cristo, nuestro Cordero pascual, ha sido inmolado.
Celebremos, pues, la Pascua, con una vida de rectitud y santidad. Aleluya.

55. ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Infúndenos, Señor, tu espíritu de caridad para que vivamos siempre unidos en tu amor los que hemos participado en este sacramento de la muerte y resurrección de Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos.

56. Para la despedida, el diácono o el mismo sacerdote dice:
Podéis ir en paz, aleluya, aleluya.
R. Demos gracias a Dios, aleluya, aleluya.

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